No son muchas las personas que pueden decir: ¡estoy en paz con todo el mundo! No hay paz en las familias. Tampoco en las comunidades por muy religiosas que parezcan. Tampoco entre las naciones. Hay demasiado armamentismo, excesivos enfrentamientos políticos, se utilizan palabras de desprecio y odio, que son a veces peores que los dardos o las pistolas… porque hieren en el alma. ¿Habrá solución?
La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre ello en tres momentos:
- El sueño de Zacarías
- El sueño se hizo realidad: Jesús, manso y humilde.
- El Espíritu viene en nuestra ayuda
El sueño de Zacarías
Zacarías fue un joven profeta que cuando todavía no había llegado a los 20 años vislumbró algo que se haría realidad seis siglos después: la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Invitó a la hija de Sión a alegrarse, a cantar, a mirar a su Rey. Seis siglos antes le fue dado contemplarlo: era un rey humilde, justo y victorioso, montado en un pollino -cría de asna-. Y su objetivo era acabar con la violencia, con la guerra, con las armas de muerte. Y no solo eso: su acción desbordaría los límites de Israel y anunciaría la paz a todas las naciones: desde el gran Río hasta el Confín de la tierra.
El sueño se hizo realidad: Jesús, manso y humilde
El evangelista san Mateo nos presenta hoy a Jesús, el rey soñado por el profeta Zacarías, en oración: “Te doy gracias, Abbá, porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”. La gente sencilla es la portadora de la revelación de los misterios de Dios
Y también el evangelista san Mateo nos presenta a Jesús haciendo una gran convocatoria: “¡Venid a mí! ¡Y convoca a los cansados, a los agobiados… pero no para cansarlos y agobiarlos más! Sino para llevar un yugo llevadero, una carga ligera. Jesús nunca nos impondría las cargas que nos imponen quienes no dirigen: impuestos, controles, subida de precios…
Jesús nos promete que, siguiéndolo a Él, “encontraremos el descanso”
El Espíritu viene en nuestra ayuda
Hay en nosotros, los cristianos, un “huésped” que nos habita y del cual a veces no somos conscientes. Nos lo recuerda hoy san Pablo en su carta a los Romanos: “El Espíritu de Dios habita en vosotros”. Y este Espíritu es el mismo que habitaba en Jesús. ¿Nos creemos de verdad que somos templo y casa del Espíritu Santo? ¿Que el Espíritu Santo es el “dulce huésped del alma”?
Las promesas de Jesús -paz, tranquilidad, sosiego, descarga, fin de la violencia, superación del mal- se cumplirán porque su Espíritu sigue en nosotros y de verdad que actúa en nosotros.
Conclusión
Probablemente muchos considerarían al profeta Zacarías como un iluso. Probablemente muchos pensarán que también Jesús era un iluso al prometer lo que prometía. La verdad es que la historia está en manos de Dios y por tanto, la historia del mundo no será un fracaso. Quienes quieran dominar la tierra y la humanidad acabarán mal. Bienaventurados los pacíficos, los mansos y humildes de corazón -como nuestro Rey- porque “poseerán la tierra”.
Y concluyamos con unas palabras del salmo 144: “El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer y endereza a los que ya se doblan”. Que así sea.
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