No se es cristiano sin pasión. Vivir esto del cristianismo de una manera fría, calculada, demasiado racionalista o práctica, es imposible. Cuando vivimos el cristianismo así nos hemos equivocado de puerta. Hemos entrado en otra cosa… no en la casa de Jesús.
Jesús era un apasionado y, en cuanto tal, un maximalista. Jesús era un entusiasta y, en cuanto tal, proponía utopías. Jesús estaba dispuesto a perder partidos, pero no el campeonato. Tenía la moral muy alta, pero no era moralista. Elías había sido un profeta que ya había anticipado algunos de sus rasgos y que después transmitió a su discípulo Eliseo.
Todo esto se aprecia en las lecturas de este domingo, que nos invitan a entrar en el cristianismo auténtico y no en un sucedáneo.
Maestro sin rivales
Cuando Jesús invita al seguimiento lo hace como Maestro. Se trata de seguir al Maestro, al que enseña no solo teorías, sino prácticas de vida, el arte de vivir y convivir. Es el maestro de los sueños y los símbolos, creador de utopías y taumaturgo de imposibles.
Jesús es, por otra parte, el Maestro que no quiere tener rivales: “Uno solo es vuestro Maestro” (Mt 23,8).
Por lo tanto, seguir a Jesús es seguir una forma de entender la vida, el mundo, la historia; pero, al mismo tiempo, es seguir al único maestro capaz de enseñar esa doctrina de forma teórica y práctica y de obtener de su magisterio discípulos y discípulas que “den mucho fruto”. Me llama la atención las veces que en el evangelio los discípulos y discípulas se dirigen a Jesús con esta bella expresión: ¡Maestro!
El Maestro y la Familia
Cuando se tiene esto en cuenta, se entienden mucho mejor las exigencias del seguimiento. Recordemos que Jesús dijo en algunas ocasiones: “quien quiera seguirme y no posponga a su padre y a su madre, a sus hermanos y hermanas… etc., no puede ser mi discípulo”.
Y en el evangelio de hoy, Jesús no quiere que su discípulo se preocupe de su padre y ni siquiera que se despida de su familia. Y es que Jesús no acepta que la conducta de sus discípulos sea determinada por otras realidades que se conviertan, aunque sea incidentalmente, en maestras de la vida, por muy sacrosantas que sean, como la familia.
La relación con la propia familia (esposo o esposa, hijos o hijas, hermanos o hermanas), o el propio grupo político, laboral, empresarial o religioso no la determinan las circunstancias, sino el único Maestro. Jesús no acepta que sus discípulos pertenezcan a diversas escuelas.
El Maestro, sin embargo, le dice al joven discípulo –que después no acepta la invitación al seguimiento– “si quieres entrar en la vida, honra a tu padre y a tu madre”.
El Maestro también se queja ante los sacerdotes del templo del descuido en la atención a los propios padres que ellos provocaban al pedir ayudas económicas para el culto del templo, sin tener en cuenta las necesidades de los mayores.
El Maestro anti-idolátrico
Jesús promete a quien le sigue como único Maestro que tendrá el ciento por uno y la vida eterna.
- Pero seguirlo y seguir sus enseñanzas es entrar en una escuela “exigente” donde uno va a activar lo mejor de su persona y va a lograr vencer las resistencias más profundas.
- En la escuela de Jesús uno va a aprender a utilizar sus mejores recursos. Para esto será necesario pasar por momentos difíciles, aunque ¡no importa, viendo el resultado! Habrá que echar por tierra cualquier idolatría, desprenderse de todo lo que es vanidad y tontería, inconsistencia y pura vaciedad.
- Habrá que abrirse a la vida que merece la pena. También la mujer, cuando va a dar a luz, sufre dolores de parto. Pero ¡qué alegría la embarga después, cuando ha dado a luz a una criatura!
El Maestro apocalíptico y “soñador” de otro mundo posible
El Maestro es el Hijo del hombre. Esto quiere decir que es un Maestro en el arte de la Apocalíptica, de la lucha contra las Bestias que esclavizan al mundo y lo amenazan de muerte.
Seguir al Maestro apocalíptico da, por una parte, la máxima seguridad porque con él “nada hay que temer”: el Maestro conoce perfectamente el arte de la guerra apocalíptica y de la victoria sobre el Mal, nos enseñará a colaborar con él y nos protegerá.
Pero, al mismo tiempo, el Maestro nos dice que el seguimiento nos hará entrar en zonas turbulentas: “el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”, el mar se embravecerá y parecerá que él y sus discípulos van a perecer, pero ¡no hay nada que temer! Entregarán la vida, pero no será para acabar, sino para dar vida al mundo, porque quien coma la carne del Hijo del hombre tendrá vida.
¡Seguir al Maestro es entrar en el mundo nuevo, en las posibilidades inéditas, en la confianza absoluta en las posibilidades salvadoras que Dios ofrece a la humanidad!
Para meditar
ORACIÓN DE JESÚS
(Religiosas Ucrania ante los iconos)
Impactos: 1649