Introducción
Quizá mostremos un cierto escepticismo ante un título como el que hemos dado a estas tres conferencias cuaresmales: Peregrinos hacia la Pascua. Es una de esas frases que repetimos en la Iglesia una y otra vez. Y tal vez, pocas veces nos detengamos a pensar qué puede significar. Ni la palabra “peregrinos” nos emociona, porque no tenemos conciencia de cómo podemos serlo viviendo en nuestra vida ordinaria de casa y de trabajo. Y la palabra “Pascua” -tan repetida-, pero nos suena más a una fecha del calendario que a un acontecimiento.
La intencionalidad de estas tres conferencias cuaresmales es intentar detectar qué puede significar para nosotros -en la situación en que nos encontramos y en el contexto de nuestra parroquia y comunidad parroquial- esta expresión y símbolo: “peregrinos hacia la Pascua”.
Para responder a esta inquietud vamos a fijar nuestra atención en los dos términos de este título: Peregrinación y Pascua. Hoy nos vamos a detener en la palabra “Peregrinación”. Y dejamos para mañana y pasado mañana la meta: es decir, la Pascua.
I. Peregrinos
1. El “Homo viator”

Un antiguo tópico literario y filosófico decía: “Homo Viator”. El ser humano es viajero, caminante. Y la referencia no era únicamente al viaje físico y geográfico, sino también al viaje espiritual, porque también somos viajeros espirituales. En la literatura cristiana medieval se asociaba este viaje con la “peregrinación hacia el encuentro con Dios”. Por eso, se decía: “Vita est peregrinatio” – la vida es peregrinación”.
San Agustín y santo Tomás de Aquino nos describieron como seres que avanzamos hacia el fin último de nuestra vida que es llegar a “ver a Dios”, o la visión que nos hará felices hasta el colmo.
En la edad moderna, el filósofo Gabriel Marcel ha reinterpretado el “homo Viator” desde una perspectiva más existencial: somos seres que esperamos y buscamos el sentido más allá de nuestras limitaciones humanas. El viaje conecta culturas y civilizaciones. Los viajes enriquecen a la humanidad.
Somos seres inquietos, curiosos, necesitados de movimiento y de avance. Y, por ello, estamos dispuestos a enfrentar desafíos y a trascender. Y algunos de nosotros no solamente son viajeros, sino “aventureros”.
2. La peregrinación y sus dos elementos fundamentales
Una forma peculiar de este fenómeno antropológico fascinante -que trasciende culturas y épocas- es la peregrinación. La peregrinación es un viaje sagrado que se caracteriza por dos elementos fundamentales: la liminalidad y la comunidad.
a) Liminalidad: Un espacio entre mundos
La palabra “liminalidad” nos habla, ante todo, de límite, o situación-límite. Lo que viene después no es desconocido. Hablamos del umbral de la muerte que nos lleva a lo que hay más allá de la vida. También hablamos de meta-física lo que está más allá del mundo físico. La experiencia liminal nos sitúa en esa zona fronteriza entre lo visible y lo invisible, lo humano y lo trans-humano.
- La peregrinación crea un estado liminal. La peregrinación nos lleva hasta un umbral que separa lo ordinario de lo extraordinario. La peregrinación nos separa de la vida cotidiana, ordinaria y nos hace experimentar una ruptura con lo habitual.
- La peregrinación homogeneiza a todos los peregrinos: no hay clases sociales, hombre o mujer: todos somos peregrinos. Las diferencias sociales se desdibujan.
- Al entrar en la peregrinación caemos en un estado de reflexión y transformación personal.
- La peregrinación responde a un grande y misterioso deseo del ser humano. El monje y teólogo Thomas Merton escribió: “La peregrinación es un símbolo de nuestra condición humana. Somos viajeros, extranjeros, exiliados en busca de nuestra verdadera patria”
b) La comunidad “emergente” en la peregrinación
La experiencia liminal de la peregrinación hace surgir un fenómeno social único: la “communitas” o la “comunidad”, como dijo el antropólogo cultural Victor Turner. La peregrinación genera una forma intensa de comunidad que se caracteriza:
- Por la igualdad, la camaradería, la solidaridad y la intimidad entre los participantes. Y todo esto acontece de forma espontánea o existencial.
- Por una normativa propia de la peregrinación: reglas, estructuras que todos intentan acatar.
- Por un vínculo directo y sin mediaciones entre los individuos, trascendiendo las barreras sociales habituales.
- La comunidad peregrina proyecta una experiencia comunitaria que propone un modelo ideal de sociedad. Y así lo ratificaba el
El antropólogo, cineasta y escritor canadiense Alan Morinis observa: “La peregrinación crea un espacio social único donde los individuos pueden experimentar una forma de comunidad que raramente se encuentra en la vida cotidiana”
3. Comunidad peregrina: tensión entre la estructura y la anti-estructura
¿Y cómo instaurar entre nosotros un sistema de peregrinación a lo largo de esta Cuaresma? Si fuéramos capaces de hacerlo realidad, ¿no surgirá una tensión entre esta experiencia de la “comunidades peregrina” y las estructuras religiosas normales, no-peregrinas de nuestra parroquia?
En palabras del sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman decía:
“La peregrinación es una metáfora para una estrategia de vida que rechaza adherirse a un lugar y mantener la identidad fija”.
Si deseamos entrar en la “peregrinación hacia la Pascua” no podemos mantener una identidad fija: debemos entrar en un proceso de transformación que nacerá de largas experiencias de diálogo con nosotros mismos., que nos permitirá una profunda conexión con Dios y con los demás peregrinos.
¿Estamos dispuestos -para que el slogan cuaresmal sea verdad- a participar en esta peregrinación interior, y conectarnos con la comunidad peregrina parroquial?
4. ¿Cómo configurar nuestra peregrinación?
No nos basta afirmar que hemos de entrar en una peregrinación espiritual y comunitaria a lo largo de esta Cuaresma. Es necesario preguntarnos por el “cómo”.
a) La iglesia de los “dos hijos”
El hijo pródigo de la parábola, después de malgastar todos sus bienes y pasar por diversas calamidades, decisión emprender su peregrinación de “volverá la casa de su Padre”. En el camino planeó cómo hacerlo. Lo que le ocurrió al final, superó todas sus expectativas: el Padre corrió hacia Él, los cubría de besos…
El hijo mayor nunca fue “peregrino” y tal vez por eso, no conocía de verdad al Padre: “Se indignó y no quería entrar en la casa…”
b) La Iglesia “envejecida”
Uno de los primeros escritos cristianos “el Pastor de Hermas” representaba a la Iglesia como una “anciana venerable”, una figura simbólica que reflejaba tanto su antigüedad como su estado afectado por los pecados de los cristianos. El Pastor de Hermas fue agraciado con varias visiones de la Iglesia representada por una Anciana Envejecida: ¿Y por qué? La Anciana le responde:
“estoy así a causa de tus pecados y los de tu familia, que me habéis debilitado y afligido”.
Pero a medida que avanza el relato, la anciana comienza a rejuvenecer:
En la tercera visión, la Anciana utiliza el símbolo de una torre en construcción. Las piedras son los cristianos. Unas piedras, no aptas, son descartadas. Las piedras imperfectas son pulidas o labradas mediante la penitencia, para ser integradas en el edificio.
Ya en la cuarta visión, se presenta como una novia engalanada, reflejando el efecto purificador de la penitencia y el arrepentimiento sincero.
El Pastor de Hermas utiliza esta poderosa imagen para transmirnos que -aunque afectada por los pecados- la Iglesia puede renovarse y alcanzar su belleza de Esposa de Cristo.
c) La fuerza de la peregrinación
Cuando emprendemos una peregrinación interior, buscamos algo que nuestro mundo ordinario no ha podido ofrecernos. Y, por eso, esperamos encontrar algo significativo más allá de nuestra experiencia de cada día
Si muchísimos seres humanos han emprendido a lo largo de la historia de la humanidad este rito de la peregrinación -exterior o interior- ¿por qué nosotros no? Y esta peregrinación interior, ¿qué supone para nosotros?
- Tiende a desdibujar las barreras sociales entre nosotros a lo largo de estos días de cuaresma. La peregrinación tiene una fuerza unificante
- Esta iglesia parroquial y cualquier otra Iglesia -también nuestra Catedral- se convertirán en lugar de peregrinación. Aquí viene una amplia gama de personas con diferentes edades, culturas, entornos, y situaciones personales, todas con el propósito de buscar algo más allá de lo ordinario.
5. Hacia el lugar de la Transformación o del Milagro
La peregrinación no se confunde con un viaje turístico, ni con un paseo recreativo. La peregrinación es un caminar hacia el lugar del milagro.
a) Peregrinación a Jerusalén
Se cuenta que los caballeros que asesinaron a Thomas Becket en 1170, alentados por la ira del rey Enrique II, enfrentaron severas consecuencias espirituales y eclesiásticas. Tras el asesinato, fueron excomulgados por el Papa, lo que significaba su expulsión de la Iglesia y su exclusión de los sacramentos, una pena grave en la época medieval.
Para buscar redención, los caballeros realizaron una penitencia impuesta por el Papa. Esta incluía una peregrinación a Tierra Santa. Al llegar a la ciudad, ellos se sintieron perdonados por su crimen. Este tipo de penitencia era común para delitos graves y buscaba combinar castigo con una forma de expiación espiritual.
Por su parte, el rey Enrique II también asumió responsabilidad indirecta por el asesinato. En un acto público de penitencia, peregrinó a la tumba de Becket en Canterbury, donde fue azotado por los obispos mientras permanecía arrodillado, como muestra de arrepentimiento y sumisión ante la Iglesia.
San Ignacio de Loyola explicó y vivió su peregrinación a Tierra Santa como una experiencia profundamente espiritual y transformadora, marcada por su deseo de acercarse físicamente a los lugares vinculados con la vida de Jesús y experimentar una conexión más íntima con lo divino:
- Ignacio deseaba recorrer los mismos caminos que Jesús, ver los lugares donde se cumplió la salvación y tocar físicamente los escenarios de la vida de Cristo.
- Para él, esta peregrinación era una forma de profundizar en su relación con Dios y seguir el ejemplo de Jesús más de cerca. Este anhelo estaba vinculado a su conversión, que lo llevó a abandonar su vida anterior como caballero mundano para dedicarse plenamente a la vida espiritual.
- La peregrinación fue también una forma de penitencia por sus pecados. Ignacio sentía vergüenza y tristeza por sus faltas pasadas, pero lejos de caer en la desesperación, utilizó esta experiencia para renovar su compromiso con Cristo. Durante el camino, reflexionó sobre preguntas fundamentales: “¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué estoy haciendo por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?”, lo que marcó un cambio radical en su orientación vital.
- Ignacio enfrentó dificultades físicas y espirituales en su camino hacia Jerusalén. Llegó a Tierra Santa en septiembre de 1523. Allí visitó lugares emblemáticos como el Monte de los Olivos, Betania y el río Jordán. Aunque deseaba quedarse allí para continuar su vida espiritual, los franciscanos le impidieron permanecer debido a las condiciones políticas.
- En su Autobiografía y otros relatos, Ignacio describe su anhelo de caminar donde Jesús había caminado, ver lo que Él había visto y profundizar su relación espiritual a través de esta conexión física con la tierra santa.
b) Peregrinación hacia el lugar del Milagro
“Peregrinación como viaje hacia el lugar del Milagro” encierra la esencia espiritual y simbólica de la peregrinación: no es un traslado sin más, sino la expectativa de una experiencia transformadora.
La meta espiritual de la peregrinación: es el “lugar del milagro” donde se cree y se espera la manifestación especial de lo divino. Lugares como Jerusalén, Roma o Santiago de Compostela, Lourdes, Guadalupe, el Pilar… son destinos cargados de significado religioso y cultural. Los peregrinos los consideran espacios donde pueden experimentar una conexión más profunda con Dios, recibir bendiciones o incluso alcanzar sanación física o espiritual.
- La peregrinación como proceso transformador: más allá del destino, la peregrinación implica un proceso interno de cambio. Durante el trayecto, los peregrinos reflexionan sobre su vida, enfrentan desafíos y buscan respuestas a preguntas existenciales. Este viaje interior está marcado por la introspección, el sacrificio y la búsqueda de sentido. En este sentido, el milagro no siempre está en el lugar físico al que se llega, sino en la transformación personal que ocurre en el camino. ¿No fueron los diez leprosos curados a lo largo del Camino?
- El “milagro” realiza en el peregrino un cambio profundo de percepción: se reconcilia consigo mismo y con Dios. Este simbolismo está presente tanto en las tradiciones cristianas (como los ritos penitenciales), como en otras culturas donde la peregrinación es vista como un acto de purificación y conexión con lo trascendente.
La peregrinación combina lo físico y lo espiritual: es un viaje hacia un lugar sagrado con la esperanza de experimentar algo extraordinario, pero también es un camino interior que conduce al milagro de la transformación personal.
6. Y cómo diseñar nuestra “peregrinación en el Espíritu” en esta cuaresma
Si nos consideramos como “peregrinos”. Organicemos nuestra peregrinación interior y espiritual.
a) Peregrinación como “itinerario interior” hacia la intimidad con Dios:
Santa Teresa nos invitó a emprender el camino hacia la contemplación y la entrega mística. Hay dentro de cada uno de nosotros un Castillo Interior en el cual podemos avanzar hasta la “séptima morada”, que está en en centro del alma, donde podemos unirnos con Dios.
Isha Schwaller de Lubicz, teóloga, mística, investigadora de las religiones -fallecida el 1963- nos propuso iluminar nuestra conciencia como peregrinos de la vida: cada hecho de nuestra existencia tiene un valor iniciático. Esto implica un cambio en la percepción y la experiencia interna en lugar de un desplazamiento físico.
Entendamos la peregrinación como un proceso de auto-descubrimiento y conexión con lo divino ya presente en nuestro interior. Podemos ser peregrinos sin peregrinación, peregrinando hacia ninguna parte, entendiendo que “nuestro yo es ya el viaje“. La verdad, la belleza y la santidad no estén limitadas a un lugar físico. “Marchemos como si no marcháramos”. Pelegrinemos “aquí y ahora”. El peregrino lo es en su actitud interior y en su conciencia del presente.
Será como un viaje hacia las profundidades de nuestro ser, de nuestra sociedad y de la creación de Dios.
La “peregrinación interior” o “espiritual” nos llevará desde la “Ciudad de la Destrucción” -dominada por los siete pecados capitales- hasta la “Ciudad Celestial” -de los siete sacramentos. En la “ciudad de los siete pecados capitales” nos preguntamos ansiosamente: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”. ¡Salir, huir! E iniciar la gran peregrinación hacia la Pascua. La iglesia nos ayudará en cada Eucaristía, en cada celebración del Sacramento de la Reconciliación, en cada Viacrucis, en la Semana Santa.
b) Peregrinación en comunidad parroquial
La peregrinación que nos lleva a zonas fronterizas hace también emerger la comunidad y la fortalece. Al apartarnos de las estructuras sociales, los peregrinos interiores compartimos un sentido de unidad y propósito en su viaje interior.
En la peregrinación a la Virgen de Guadalupe desde Querétaro se observa una sociedad sin clases: industriales, comerciantes, profesionales, indígenas y trabajadores caminar, sufren y rezan junto, compartiendo incluso la misma vestimenta y descansando lado a lado. Aparece así la comunidad.
Un sueño de Dios sería que nuestra Parroquia entre en una peregrinación interior y simultánea entre parroquianos de todas las diferentes edades, clases sociales y niveles educativos. Que la peregrinación nos nivele a todos y nos despoje de los atributos externos de nuestro estatus social. ¡Eso significa “peregrinos hacia la Pascua”! ¿Será una utopía o será realidad!
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