La antropo-teología nos impide hablar de ministerios solo para hombres y ministerios solo para mujeres[1]. Aunque hacemos esta distinción, en realidad no debería existir:
Por encontrarnos en un tiempo peculiar que bien podemos describir como “en modo Sínodo”, me atrevo a extractar y publicar aquí un apartado de mis tres volúmenes titulados “Teología Fundamental de las Formas de Vida Cristiana”, publicados en Publicaciones Claretianas, hace ya unos cuantos años. Creo que aquel estudio -realizado en clave de diálogo ecuménico- puede ser útil hoy para el discernimiento eclesial-sinodal.
Jesús dijo yo soy “el Buen Pastor”; y añadió: “tengo otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que atraer, y escucharán mi voz”. Para atraerlas Jesús ha contado a lo largo de la historia con colaboradores. La humanidad crece portentosamente. Los colaboradores en la misión pastoral de Jesús son cada vez menos en países antigua cristiandad. Se nos pide que reflexionemos en ello.
Este domingo nos plantea una seria cuestión: ¿es posible detectar el Mal? Por muy inteligentes que seamos, el Mal se nos oculta, se camufla, nos engaña. Está a nuestro lado como un monstruo transfigurado, como un lobo con piel de oveja. Es fácil convivir con él, sin darnos cuenta.
¿Nos mirará con agrado nuestro Dios también a nosotros -la Iglesia del 2024? ¿Le agradará la situación de su Iglesia, de nuestras parroquias, de nuestras familias, de nuestras comunidades?
La psicóloga y profesora en la Universidad pontificia de Salamanca, Doña Pilar Quiroga, dijo en su ponencia en la Semana Nacional de Vida Religiosa del ITVR (Madrid) lo siguiente respecto al narcisismo en las comunidades religiosas:
“Las comunidades religiosas tienen que preservarse de los narcisistas y los perversos. Te sacan todo. Después te destruyen. Después te absorben. Una persona así no sirve. Se tiene que curar. Un narcisista no puede serlo si no tiene nadie que le adore. Personas fuertes y sólidas. No todos los narcisistas son perversos. Todos los perversos son narcisistas. No confiaría en la recuperación de un narcisista. Los narcisistas nunca se ponen en tratamiento. Una comunidad religiosa es un sistema de control para el narcisismo… pero … ” (Dra. Pilar Quiroga)
El tiempo de Pascua podría ser definido como “la luna de miel” de la Alianza. Se nos ofrecen cincuenta días para disfrutar de la Alianza de Dios con nosotros… cumplida, plenificada.
Las palabras proféticas de Jesús en la última cena “Este es el cáliz de la nueva y eterna alianza” se han cumplido en la Resurrección. La sangre derramada es la sangre del Resucitado… ¡para siempre!, es la sangre con el “nephes” del Espíritu, la sangre de la Vida y vivificante.
Jesús resucita y se aparece para recuperar a sus discípulas y discípulos -que se sintieron perdidos en la pasión- para entrar con Él en una Alianza de amor sin vuelta atrás.
Durante los próximos cincuenta días de la Pascua meditaremos sobre nuestra Alianza con Dios a través de las siguientes etapas:
Ver y creer: la Alianza resucita (domingo 1º).
Y Dios los miraba con agrado: la comunidad de la Alianza (domingo 2º).
El mal nunca derrotará la Alianza (domingo 3º).
¿Vocaciones inconsistentes en la modernidad líquida? (domingo 4º).
Las tres Presencias (domingo 5º).
Los tres Amores “al estilo de Dios” (domingo 6º).
El Jesús ausente y ascendido ratifica su Alianza (domingo de la Ascensión del Señor).
El Espíritu de la Alianza -respiración del mundo (domingo de Pentecostés).
Llama la atención en el Evangelio hoy proclamado -en la Eucaristía del día- que no se nos relate ninguna aparición. ¡Solamente la experiencia del sepulcro vacío! Y la llegada sucesiva a él de una mujer y dos discípulos.
El cuarto evangelio nos muestra a un Jesús, lleno de energía durante su pasión y muerte. El autor del cuarto evangelio, el llamado “discípulo amado”, conocía muy bien a Jesús. Había sido su confidente, su mejor amigo. Por eso, lo que nos dice sobre la Pasión y Muerte de Jesús, merece toda nuestra atención.