Navidad en Taiyuan (China)

Nunca me fue tan fácil traspasar una frontera: desde Macao a Zhuhai (20 diciembre 2008)

Llegó el avión de Macau-Airlines con media hora de retraso, procedente de Manila. Pasé rápidamente los requisitos de aduana y allí, en un solitario gran hall me estaba esperando mi hermano de Congregación Alberto Rossa, dos metros de altura de humanidad, itinerante hasta más no poder, un hombre que ha dedicado su vida a las publicaciones y a la expansión de la Palabra de Dios.Recordaba aquella ocasión, hace ya más de 15 años en que también salió a esperarme –sin yo esperármelo- en el aeropuerto de Los Ángeles, la primera ocasión en que yo pisaba los Estados Unidos.

Un taxi nos desplazó en menos de un cuarto de hora a la residencia de los claretianos en Macau, fundación reciente, dedicada también a la misión en China. Allí me encontré con el Padre Peter, el primer presbítero claretiano chino. Me acogió cálidamente a pesar de no poder casi entendernos. Después comimos y descansé una hora.

Apenas levantado de la siesta me dice Alberto: “¡Vámonos ya, que dentro de quince minutos sale el barco que nos lleva a China!”. No me lo creía, pero con Alberto todo es posible. Salgo con mi mochila y la maletilla de ruedas. Él con su mochila y una gran bolsa llena de libros. Cuando llegamos al lugar fronterizo me dice: “Nos quedan todavía 2 mintuos”. ¡Teníamos que comprar el billete del barco y pasar el puesto policía fronteriza de Macao. Compramos el billete, pasamos el puesto fronterizo, bajamos por una escalera hacia el barco. Ya acercándonos dice: “No quedan todavía 30 segundos. Entramos en el barco e inmediatamente recogieron anclas y zarpamos. Dos o tres fotografías de recuerdo. En la otra orilla se divisaba el gran edificio en el que en el piso 22 está nuestra casa.

Nunca había pasado una frontera en tan poco espacio de tiempo. Casi sin espera. El policía chino miró mi pasaporte, mi visa y… sin más, pasé a territorio chino, en la ciudad china de Zhuhai –unos dos millones de habitantes-, y según dicen una de las ciudades menos polucionadas del orbe. No había pasado 15 minutos desde que dejamos la casa en Macao. Ya en territorio chino-chino, saltando unos setos, entramos en la gran plaza enlosada, con una bandera de china en el centro. Enseguida nos acercamos al edificio de casi treinta pisos de altura. Por una puerta de servicio entramos  en el edificio. Nos abrió la puerta Maria Pauline Lin, que estudió en ICLA, Manila y por varios problemas abandonó después su congregación. Ella vive en el piso adjunto al de los CMF, colabora en las ediciones en chino y cuida del piso cuando no estamos.

Quedé admirado del extraordinario piso, preparado para nosotros. Tiene una vista espléndida a Macao, a la franja de mar que bordea Zhuhai

Alberto quiso regalarme un paseo en taxi por toda la ciudad, sus espléndidas calles, sus múltiples zonas verdes, sus gentes. Hay un paseo marítimo que se extiende a lo largo de varios kilómetros. Se llama “Lover’s Road” (el paseo de los amantes). Nos paramos en varios momentos del paseo.

Me llamó mucho la atención una zona muy visitada. Emergían del mar varias rocas preciosas. Sobre una de ellas han colocado lo que llaman la diosa de Zhuhai. Es una mujer coronada, muy sensual, que promete felicidad y fecundidad a la población. Visitamos después dos centros de informática casi contíguos, para apreciar los avances de la tecnología informática en China.

Ya de vuelta a casa era de noche. Me pidió Alberto que presidiera la Eucaristía del sábado-domingo. Asistían a ella además de Maria Pauline, una pareja china católica –que vive en la planta anterior y había vivido muchos años en Estados Unidos: él fue profesor de Universidad en California y ella enfermera; además una chica china, todavía no católica, pero muy interesada en nuestra fe –empleada en una agencia de seguros,  La capilla es una invitación a la oración y la contemplación. Dos cuadros eucarísticos de Mino Cerezo, un letrero en chino que pone “Misioneros Claretianos” y un pequeño sagrario.

La Eucaristía nos hablaba de la casa que David quería construirle a Dios; pero la respuesta de Dios es otra: ¡Soy yo quien te voy a construir una casa que nadie sea capaz de derrumbarla! Esa promesa se cumple cuando de María nace Jesús, el hijo de David cuyo reino no tendrá fin. Hablamos de la importancia de la casa, y de una casa que no se derrumbe, siempre protegida por la presencia de nuestro Dios. Se acerca la Navidad y queremos que nuestro Dios nos construya la casa.

Acabada la Eucaristía nos sentamos a la mesa. Nos habían preparado durante toda la tarde una típica cena china: una estupenda sopa de vegetales y después un exquisito plato parecido a los gnochi italianos. Conforme pasaba el tiempo, yo sentía sobre mí el jet lack.

Antes de dormir tuvimos un regalo especial. Macao celebraba en ese mismo momento los 9 años de integración en China y lo haría con una espléndida sesión de fuegos artificiales. Quizá hubiera pocos lugares tan adecuados para contemplarlos como nuestro piso que se llama “Barbastro”. Los disfrutamos.

 

El viaje hacia el friísimo Belén de Taiyuan: (21 diciembre 2008)

Me levanté muy pronto. Tuve un tiempo de oración en la pequeña capilla. Sentado en el suelo sentí la necesidad de entrar en comunión con nuestra Santa Trinidad. Silencio… algunos salmos… Después vino Alberto. ¡Qué dicha gozar de la presencia de la Eucaristía en tantos lugares de la tierra! ¡Bendita Iglesia que extiende la presencia de Jesús hasta los lugares más insospechados! Zhuhai es una ciudad en la cual la presencia del cristianismo es casi inexistente. No hay ninguna celebración pública de la Eucaristía, ni se tiene conciencia de una comunidad cristiana. Nuestra capilla es como una pequeña semillita que esperamos siga creciendo y expandiéndose.

Alberto me preparó un buen desayuno. Café con leche en polvo y unos trozos de pan de fibra que yo acompañé de miel. A las 7 un poco pasadas bajamos. Tomamos un taxi para ir a la estación de autobuses. Allí compramos el billete para el aeropuerto de Guangzhou. Me despedí de Alberto. Esperé en una salita hasta las 8.00 con mi equipaje. Una empleada me dijo en inglés que ya era el momento de subir al autobús. A las 8.10 salíamos puntualmente. Llegamos al aeropuerto de Guangzhou a las 10.30. Me quedé admirado del número tan elevado de puentes sobre inmenso ríos que pasamos. La verdad es que el viaje se me hizo pesado, sobre todo por la incomodidad del asiento.

Me venían durante el viaje muchas ideas: ¿qué somos los católicos en una nación inmensa como China? ¿Qué sentido tiene la misión en este inmenso país? ¿Qué les podemos aportar los católicos? ¿Qué vivencia “tan especial” estamos teniendo los católicos, que haga que merezca la pena transmitirla? ¿No estaremos viviendo de ilusiones ineficaces e imposibles? ¿Para qué y porqué mi venida una vez más a China? ¿Quién soy yo en esta superpoblada comunidad humana? ¿Qué puedo ofrecer, en qué puedo colaborar? Y ¿quién soy yo, en última instancia? ¿No me sobre-valoro? Domingo Moraleda ya murió. Yo también podré morir en cualquier ocasión. ¡Qué realidad tan limitada!

En el magnífico aeropuerto de Guangzhou me cambié las sandalias por los zapatos, saqué el abrigo y me preparé para el frío que me esperaba. No tuve problema en hacer el chek-in y encontrar las puertas de embarque. Salió el avión puntualmente. Después de una comida en el avión, descansé y me dormí. Al llegar a Taiyuan, lo primero que sentí fue una intensa ola de frío. Aun dentro el aeropuerto la sentía. Pude recoger muy pronto el equipaje y allí mismo lo abrí para sacar la bufanda y la gorra para proteger la cabeza.

Cuando salgo a la sala de espera no me encuentro a nadie. Pasan los minutos y nadie aparece. Se acerca la hora desde que recogí el equipaje y nadie aparece. Con el teléfono móvil chino que me entregaron en Zhuhai llamo por teléfono a Formation Centre. Oigo unas palabras en chino. Llamó al teléfono móvil de Clara Lui y en lugar de respuesta obtengo una comunicación en chino. Llamo a Zhuhai y nadie coge el teléfono. Por fin me decido subir a la planta de embarque. A una de las azafatas que atendían al público le pido en inglés que me haga el favor de llamar a los números de los que dispongo. Uno es erróneo y no existe más. Ella logra por fin el número acertado y me pone en contacto con Sr. Clara Liu. Ya están cerca del aeropuerto. La información que habían recibido de Manila sobre la llegada del avión, era que llegaba hora y media más tarde. Todo se aclaró. Allí venían el P. Huang, y las Srs. Judette y Clara. Me dicen que estábamos a una temperatura de 17 grados bajo cero dentro de un día soleado. Y así, en medio del frío, nos acercamos a este Formation Centre donde ahora me encuentro, envuelto en el frío gélido de la Navidad. La instalación eléctrica no resiste la sobrecarga que el frío motiva. A eso de las 8 todo se apaga. Yo estaba ya metido en mi cama recalentada con una manta eléctrica. Y así me duermo protegido del frío que por todas partes acosa. Solo a las siete de la mañana pude levantarme. Llegó la luz eléctrica, antes que la luz del sol.

 

“Formation Centre of Sanxhi”: La graduación en la clase… como un vientre fecundo en la navidad china” (día 22 de diciembre 2008)

Se despierta el día con aires de fiesta. Las hermanas que han asistido al curso de formación durante dos años están dando los últimos retoques a varias habitaciones para preparar la fiesta de graduación.

Hace un frío que todo lo moviliza y nos hace gastar doble o más energía de la necesaria. Yo desayuno rápido con Sister Judette y Sister Clara. Después se añadiría el Fr. Huang. A las 8.30 estamos todos preparados para comenzar la gran celebración eucarística en el aula mayor, pues en la capilla no cabríamos. La presiden dos ancianos obispos: Mons. Li, arzobispo de Taiyuan y Mons. Huo, obispo de una diócesis cercana. Concelebramos además seis presbíteros: la mayoría encargados del Seminario diocesano. La comunidad está formada por unas cincuenta hermanas y algunos invitados laicos. Hay cantos muy bien interpretados, unos chinos otros traducidos. Mons. Huo en lugar de homilía leyó la lectura de los Santos Padres del Oficio. Puedo decir que no me enteré expresamente de nada, pero pude seguir toda la liturgia haciéndola mía en cada momento y tratando de vivir el Adviento que se me ofrecía. Pensé en el arraigo popular de la fe cristiana, en las formas nuevas que va asumiendo en cada cultura. Pensé en Jesús que ha querido ser representado ante su comunidad por ministros ordenados tan diversos, con tan diferentes sensibilidades. ¡Esto para que nadie, por mucho que se crea, se apropie de su representación! ¡Jesús es de todos! ¡Pertenece a todos! ¡Nadie debe acapararlo! Me hizo sentirme presbítero sin fronteras, pero también sin tanta responsabilidad como si todo dependiera de mí y también como uno más, sin pretensiones de ser uno “distinto” y “único”.

En el momento de la paz los dos ancianos obispos se entremezclaron entre todos para darnos sonrientes y gozosos la paz. Concluyó la Eucaristía. Nuestros obispos iban vestidos de seglar, pero con el solideo puesto. Les caía muy bien y además les protegía del excesivo frío. Solo varios presbíteros jóvenes iban vestidos de clerygman.

Después nos dirigimos de nuevo a la sala para el acto de Graduación. Me pusieron en la presidencia con Sr. Judette, como representantes de ICLA y de los profesores extranjeros. Primero hubo unas palabras de Mons. Lí. Nos recordó los 4000 mártires de la provincia china de Xanxhi y de cómo el sueño sobre el centro de formación se estaba realizando ya, al convertirse en un Instituto de formación. Después habló Mons. Huo. Comenzó su intervención cantando el Magnificat y dando gracias a Dios por lo que había sido el curso de dos años y la importancia de las hermanas en la Iglesia de China. Se iban sucediendo las intervenciones.

También a mí me pidieron unas palabras: se me ocurrió comparar el aula con el seno materno de María –el primer centro de formación de Jesús-. A los nueve meses fue su graduación. En el caso de las hermanas, ¡solo después de dos años! Pero con la esperanza de que Cristo se haya formado en ellas. Sr. Judette completó la perspectiva comparando el aula al Cenáculo de Pentecostés, desde donde salieron los apóstoles para proclamar la Palabra, en misión Tuvo lugar después la entrega de diplomas a todas las participantes en el curso

Nos reunimos después delante de la gran Iglesia para hacernos una fotografía rememorativa. ¡A menos de 15 grados bajo cero! Y después entramos en el comedor donde disfrutamos de una deliciosa comida china, acompañada de un vino chino y una especie de aguardiente también de marca china. El obispo Huo se levantó de la mesa. Tomó una botella de licor chino de unos 45º y nos fue ofreciendo a todos para que brindáramos. Estábamos todos en la mesa: los dos señores Obispos, hermanas participantes en el curso, 15 superioras generales de congregaciones chinas, los que dirigen el Seminario de Taiyuan (rector, formadores, profesores), Sr. Gallares y yo. La comida fue espléndidamente “china”. Poco que ver con los restaurantes chinos que encontramos en nuestras ciudades europeas.

 

 

Días 23 de diciembre de 2008: Un curso especial sobre los Consejos Evangélicos

 

Amaneció un día muy frío. El clima seco no da lugar a la nieve, pero sí a un frío que cala los huesos y del que hay que protegerse de todas las formas. Por otra parte, el viejo edificio del Seminario no reúne las condiciones que se requerirían para soportar el frío extremo. La calefacción central funciona solo en los cuartos de baño y para de contar. Se utilizan aparatos eléctricos que, en situaciones de emergencia, crean cortocircuitos y todo se apaga. Así sucedió en el ala en que está mi habitación. ¡Toda la noche sin luz! Sólo a las siete, cuando comenzó a amanecer pude levantarme.

Visité la capilla. Dejé los zapatos a la puerta… como aquí se acostumbra. Había varias hermanas haciendo su oración, reclinadas en el suelo y un huésped que me dijeron después que es asiduo: un precioso gato. Allí estaba silencioso, quieto, acurrucado junto a una hermana. En un determinado momento la hermana quiso cambiarlo de lugar y él se agarró con toda su alma al libro del oficio de las horas y quiso trasladarlo consigo. Sigue llamándome la atención cómo nuestro Señor Jesús Eucaristía nos espera en tan diversos lugares. Gracias a su Iglesia su presencia eucarística llena la tierra, como una red eucarística inmensa. Y ¡qué actitudes tan bellas genera en los creyentes de todas las lenguas y culturas!

A las 8.30 comenzamos las clases. Allí fui con abrigo, bufanda. Más de 60 hermanas estaban allí sentadas, bien abrigadas. Sr. Agnes acompañaba mis palabras en inglés con una traducción rápida y segura. Dedicaríamos todo el día a reflexionar sobre los Votos religiosos como cláusulas de nuestra Alianza con nuestro Dios y como consejos y carismas evangélicos. Dedicamos la mañana a la visión general y a la Obediencia a la Alianza y a la Misión. Dedicamos la primera parte de la tarde al trabajo por grupos sobre los temas de la mañana, exposición y foro; más tarde estudiamos la Pobreza. Concluímos el día con una preciosa eucaristía, a la cual además del tono de Adviento le dimos una tonalidad penitencial, para así sentirnos mejor preparados para la celebración de la Navidad.

A una temperatura muy baja llegué a mi habitación para meterme cuanto antes en entre dos edredones que hacen olvidar la temperatura ambiente.

Día 24 de diciembre 2008: Navidad sin turrón, pero con…

Comenzó el día como un día cualquiera. A las 6.20 comenzábamos la celebración de la Eucaristía con el rezo de los Laudes. Las hermanas suelen cantar los salmos en chino con una gran parsimonia. Yo, mientras tanto, los recitaba en español, siguiendo mi oficio de lecturas. Me piden que pronuncie la homilía. Así lo hago, invitando a prepararnos a la Navidad con el Espíritu de dos figuras masculinas que aparecen en la liturgia de este día: Zacarías y José. El día de ayer lo fueron dos figuras femeninas: María e Isabel.

A las 8.30 comenzábamos las clases, interrumpidas por una pausa de 30 minutos. Por la tarde, aun tuvimos otra sesión, desde las 14.00 hasta las 15.15.

Las hermanas se dedicarían seguidamente a preparar el “Christmas Party” y la celebración de la Eucaristía de medianoche.

La verdad es que no me encontraba con muchos deseos de participar en el “Christmas party”, pero un joven misionero comboniano, P. Javier, mexicano, que apareció en este día por aquí y que lleva todo un programa de ayuda a la iglesia china, me recomendó participar, dada la importancia que para la gente de aquí tiene simplemente la presencia. Así lo hice y de verdad que no me arrepentí a pesar de tratarse de una celebración toda ella en chino.

Comenzó el christmas party a las 20.45. Dos simpáticas hermanas hicieron de presentadoras del show. Otras hermanas iban representando los diversos número que habían preparado: el relato de anciano que había dejado una herencia en cuadros muy valiosos y junto con ellos la fotografía de su hijo que había muerto en la guerra. La lección era que sólo conseguiría los cuadros quien optara, ante todo por comprar en la subasta la imagen de su hijo. En otro caso se trataba de un enfermo casi incurable. El médico le diagnostica muchos males interiores: van extrayendo del paciente diversos letreros en las cuales están escritos los nombres de los pecados capitales. Va mejorando al ritmo de las extracciones, pero no del todo. Se necesitan después unas medicinas adecuadas para potenciar aquello que los males anteriores han producido. Tras un cierto proceso, se recupera del todo. O aquel otro relato en el que aparece un joven radiante tras haber conseguido concluir una excelente carrera de arquitectura y haber obtenido su título. El padre le ofrece todos sus bienes, con una condición: que le construya una casa. El joven construye una casa, pero con materiales miserables, tratando de ahorrar al máximo y disminuir al míno aquello que juzgaba iba a ser para él. Cuando la obra se concluyó, el padre le dice: hijo mío, la casa era para ti. Te ofrecí la oportunidad de que te construyeras la casa mejor del mundo. Tú eres responsable del resultado.

Quedé maravillado de la capacidad artística y expresiva de las hermanas en estas pequeñas y austeras obras teatrales.

De vez en cuando aparecían números musicales, de danzas típicas: unas con aire más tradicional, otras modernas. Me evocaban la danza final de la película “Dreams” de Akira Kurosawa. Un intermedio sumamente gracioso fue el de la aparición de Papá Noel danzando al ritmo de Jingle Bells y creando entre todos un clima festivo y sumamente alegre. Iba, al mismo tiempo, repartiendo sus regalos e invitando a otros a danzar.

A eso de las 23.30 concluyó el “Christmas Party” y nos preparamos para la celebración ecuarística. Me pidieron que la presidiera. Todo sería en chino, menos las oraciones del presbítero en inglés. Concelebraban conmigo el P. Huang, y el P. Victor. El aula quedó magníficamente ataviada para convertirse en capilla de Navidad. Sentí la necesidad de comentar la admirable manifestación de Dios en su Hijo Jesús y la actitud de María y José, acogiéndolo en nombre de todos nosotros. En el ofertorio nos presentaron dos panes ácimos, elaborados por algunas hermanas. La Eucaristía fue intensamente sentida. Las hermanas no cesaban de expresar espontáneamente sus súplicas y peticiones. La comunión nos permitió a los tres presbíteros entregar el pan eucarístico y el caliz a cada hermana en su lugar. Pudimos alimentarnos de nuevo de los trozos de pan eucarístico sobrantes. Momento especial fue aquel en que, apagadas las luces de la sala, quedó iluminado únicamente el Niño Jesús en su cunita, colocado en un lugar especial. Mientras tanto se escuchaba el “Noche de Paz” en medio de un silencio estremecedor.

 

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Una respuesta en “Navidad en Taiyuan (China)

  1. ferprado dijo:

    Misionero Claret, ¿eres tú que nos llamas? Vuelve siempre a invitarnos a gritar la Palabra. Felicidades Pepe. Feliz Navidad desde esta casa-misión en Buen Suceso en la que nos hacemos las mismas preguntas…y encontramos las mismas respuestas: Es la buena noticia de Dios la que queremos anunciar, con temor y temblor, pues sabemos el bien que nos ha hecho a nosotros. Saludos, Fernando P.

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