Se están haciendo diversas relecturas de la encíclica “Fratelli tutti”. Hay quienes la leen con la lente de una crítica implacable porque descubren en ella una renuncia a invitar a otros a la conversión, por una excesiva autorreferencialidad, por una tendencia notoria hacia las políticas de las izquierdas, o por una visión excesivamente horizontalista de la realidad. Hay también quienes la leen con una cierta ingenuidad y prisa, pues les parece bien y acertado todo lo que sea una llamada a la fraternidad mundial, a la hospitalidad y solidaridad, a la solución de los problemas más graves de la sociedad mundial y a una visión pesimista de la “cultura dominante”.
¿Porqué cuatro palabras?
Debo confesar que he tenido que dedicar unas cuantas horas para hacerme cargo del mensaje de la encíclica en toda su riquez; y he intentado concentrar e integrar ese mensaje -que nos es presentado en 8 capítulos y 287 números-, en cuatro grandes apartados, que podrían titularse con cuatro palabras: Mundo, Camino, Corazón, Servicio; y cada palabra de estas podrían incluir dos capítulos de la encíclica:
- Mundo: cerrado y abierto (capítulos 1 y 3).
- Camino: un extraño en el camino y caminos de reencuentro (capítulo 2 y 7) .
- Corazón: corazón abierto y amistad social (capítulos 4 y 6).
- Servicio: de la política y de las religiones (capítulos 5 y 8).
Esta conjunción y síntesis de capítulos hace posible una visión más inclusiva e integradora.
Espero que esta relectura -lo más fiel posible a la encíclica- que ofrezco, pueda servir para que -sobre todo- en la Iglesia y desde la Iglesia generemos “redes de fraternidad y sororidad mundial” y católica (en el sentido de abierta al todo: kata holon). Desgraciadamente tantas veces no somos un ejemplo de fraternidad y sororidad para la sociedad. Hay entre nosotros demasiadas fracturas, incluso allá donde nos denominamos “fraternidades”. Sentirnos “hermanos” o “hermanas” no es lo más común. ¡Hay en nuestro planeta muchísimos hermanos y hermanas separados, enfrentados! ¡Hay muchas familias en las cuales la fraternidad y sororidad parece imposible!
Por eso, es tan interesante preguntarse si hay posibilidades de “apertura”, si hay “caminos”, si hay suficiente corazón, si la política y la religión nos ayudan y sirven para ello.
En todo caso, la encíclica “Fratelli tutti” puede y debe tener un efecto explosivo e innovador en el discernimiento de nuestras diócesis, comunidades cristianas y religiosas, en las familas -sobre todo las que se consideran cristianas- . Es cierto que el papa Francisco dirige esta carta-encíclica “a todas las personas de buena voluntad, más allá de sus convicciones religiosas” (FT, 56). Y entre esos destinatarios también -en primera fila- estamos nosotros, los cristianos.
I. Mundo cerrado y mundo abierto (caps. 1 y 3)
El papa Francisco se propone ofrecer una “aséptica descripción de la realidad” de un mundo cerrado con sus indicadores (FT, 56); y después nos muestra cómo sería un mundo abierto y cómo se iría gestando en perspectiva de fraternidad y sororidad y de amistad social entre los pueblos. Contemplando unitariamente estos aspectos (mundo cerrado y mundo abierto) se evita la impresión de visiones unilaterales, a partir de las cuales todo es condenable o todo es posible -si se siguen nuestras indicaciones.
1. Un mundo cerrado a la fraternidad y la sororidad
La cerrazón de nuestro mundo queda patente en varios indicadores:
- La desunión producida por la imposición de un modelo cultural único que unifica el mundo, pero distancia y divide a las personas, a las naciones. Se está dando un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana. (FT, 31). La globalización nos vuelve más cercanos, pero no más hermanos (FT, 11).
- Cuando una identidad nos separa del resto (FT, 101-102). Estamos en una situación en que grupos sociales que se aferran a su identidad se separan del resto y se recluyen en una organización autoprotectora y autorreferencial. En ese esquema queda excluída la posibilidad de volverse prójimo (FT, 102).
- La inexistencia de un proyecto común para el desarrollo de toda la humanidad. No somos un “nosotros” que habita la casa común (FT, 17). Los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan, y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas. (FT, 30).
- Las relaciones digitales no construyen un “nosotros” verdadero (FT, 43); “la conexión digital no basta para tender puentes, no alcanza para unir a la humanidad” (FT, 43). “Nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad”. (FT, 33). La agresividad social encuentra en los dispositivos móviles y ordenadores un espacio de ampliación sin igual. (FT, 44). Hay “movimientos digitales de odio y destrucción… asociaciones contra un enemigo” (FT, 42).
- La discriminación: el diferente se convierte en adversario y se intenta destruirlo (FT, 15); los discapacitadoso los exiliados ocultos, tratados como “cuerpos extraños en la sociedad” sin ciudadanía plena que son considerados como una humanidad sacrificable (FT, 98); el “no nacido” no es todavía utilizable y se puede prescindir de él, y el “anciano” ya no sirve y es descartable (FT, 18.19); la mujer –aunque las palabras y el mensaje sean otros- no son consideradas -ni en las decisiones, ni en la realidad- con la misma dignidad e idénticos derechos que los varones; (FT, 23); cada hermano o hermana que sufren abandonado o ignorado por nuestra sociedad es un forastero existencial, aunque nacido en nuestro mismo país (FT, 97);
- Una “cultura de muros” que se levantan en el corazón y en la tierra que impide el encuentro entre culturas y con otras personas (FT, 27). «El mundo de hoy es en su mayoría un mundo sordo. (FT, 48)
- Una pedagogía típicamente mafiosa que, con su falsa mística comunitaria, crea lazos de dependencia y de subordinación de los que es muy difícil liberarse. (FT, 28).
- Las crisis que llevan a la muerte a millones de niños, reducidos ya a esqueletos humanos —a causa de la pobreza y del hambre—, reina un silencio internacional inaceptable» (FT, 29).
- “El respeto al otro se hace pedazos… es desplazado, ignorado, mantenido lejos o se invade sin pudor su vida privada” (FT, 43). Se da una ebullición de formas insólitas de agresividad, de insultos, maltratos, descalificaciones, latigazos verbales hasta destrozar la figura del otro.
- Imposición de la propia ideología cristiana: hay creyentes que piensan que su grandeza está en imponerla al resto, o en la defensa violenta de la verdad, o en grandes demostraciones de fortaleza… el mayor peligro es no amar (FT,92).
- Aun en medios católicos se pueden perder los límites, se suelen naturalizar la difamación y la calumnia, y parece quedar fuera toda ética y respeto por la fama ajena»[1]. ¿Qué se aporta así a la fraternidad que el Padre común nos propone? (FT, 46).
2. Pensar y gestar un mundo abierto
A pesar de las sombras de un mundo cerrado también existen caminos de esperanza:
- Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien, como se ha podido constatar en la pandemia que padecemos (FT, 54)[2].
- La esperanza está enraizada en lo profundo del ser humano: ella nos habla de sed, de aspiraciones, de anhelos de plenitud y vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. La esperanza es audaz,. Los grandes ideales y sueños hacen la vida más bella y digna (FT, 55)
Y esta esperanza se basa -según el papa Francisco- en ciertos principios antropológicos y éticos:
- El gran principio: los derechos que brotan del mero hecho de poseer la dignidad humana, hace posible soñar y pensar en otra humanidad. … en un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos; ¡este es el verdadero camino de la paz! (FT,127).
- La vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; cuando se construye sobre relaciones verdaderas y fieles la vida es más fuerte que la muerte; pero no lo es cuando actuamos como islas o formamos grupos cerrados, autoreferenciales y autopreservados (FT, 87.90).
- Todas las naciones de la tierra comparten un destino común: a pesar de la diversidad de etnias., sociedades y culturas, vemos sembrada la vocación de formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros (FT,96), que favorecen la amistad social: ésta no se confunde con un falso universalismo, ni un globalismo de la uniformidad unidimensional que elimina diferencias, tradiciones… que destruye la riqueza y particularidad de cada persona y de cada pueblo (FT,99, 100); la amistad social favorece un futuro policromático.
- Las sociedades abiertas integran a todos, incluso a quienes están situados en las periferias (FT, 97). Y hay apertura allí donde hay amor. El amor no es geográfico, sino existencial; es la capacidad cotidiana de ampliar nuestro círculo y de llegar a quienes espontáneamente no sentimos parte de nuestro mundo de intereses, aunque estén cerca (FT, 97). Las sociedades abiertas favorecen el cuidado de los “exiliados ocultos” -o personas con discapacidad- para que participen activamente en la comunidad civil y eclesial y tengan voz como personas únicas e irrepetibles (FT,98).
- El sagrado deber de la hospitalidad: fue en el pasado y sigue siendo el modo concreto de tratar con el máximo cuidado y solicitud a los pobres y peregrinos; así la hospitalidad nos lleva a trascendernos en una apertura a los otros y a vernos enriquecidos con los valores de una humanidad más allá del propio grupo (FT, 90). Existe un derecho a no emigrar, es decir a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra, sin desarraigo cultural y religioso, sinfracturas con la comunidad de origen (FT, 38). Pero también existe el derecho a emigrar para sobrevivir y buscar oportunidades de un futuro mejor (FT, 37). Por eso, hay que criticar la mentalidad xenófoba en los países de acogida, que también afecta a los cristianos (FT, 39): ¡contra xeno-fobia, filo-xenia (hospitalidad)!
- La fraternidad no se identifica -sin más- con el respeto a las libertades individuales, sino con la conciencia de formar una misma familia.
- Y esto se aprende a través de la educación, el aprendizaje del diálogo, el descubrimiento de la reciprocidad y del enriquecimieno mutuo; la catequesis y la predicación -para evitar actitudes xenófobas y nacionalismos cerrados- incluyan de modo más directo y claro el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos. (FT, 86).
- El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida…. Esto hace posible la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta todos. (FT,94). Todas las virtudes morales han de estar impregnadas por el amor, por la apertura hacia otras personas (FT, 91). El amor nos pone en tensión hacia la comunión universal y nos lleva hasta todas las periferias; nos hace sentir que nos pertenecemos unos a otros, que todos somos hermanos (Mt 23,8). (FT,95). La libertad nos orienta, sobre todo, al amor (FT,103). El individualismo no nos hace más libres, ni más iguales y mucho menos hermanos: es un virus engañoso, difícil de vencer. (FT,105).
- El camino hacia la amistad social y la fraternidad universal: percibir cuánto vale un ser humano, una persona siempre y en toda circunstancia. Por nacer en un determinado lugar o circunstancia uno no tiene mayor o menor valor (FT,106). Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse íntegralmente. Lo tiene aunque haya nacido con limitaciones, porque eso no menoscaba su dignidad como persona (FT,107).
- La sociedad genera fraternidad, se orienta a las personas y al bien común cuando invierte en favor de los frágiles y cuida los derechos individuales de quienes han nacido en pobrísimas circunstancias y les ofrece garantías de subsistencia a lo largo de su vida – aunque no sea rentables ni demasiado eficientes–, (FT, 108-111).
El papa Francisco reconoce así mismo la contribución laica, de la ciencia y de las Naciones Unidas al diseño y gestación de un mundo abierto, aunque ese reconocimiento podría ser un poco más explícito:
- Los avances positivos que se han dado en la ciencia, la tecnología, la medicina, la industria y el bienestar, sobre todo en los países desarrollados… progresos históricos, grandes y valiosos,” (FT, 29), aunque es necesario orientarlos hacia un rumbo realmente humano. (FT, 29), porque “hacen falta gestos físicos, expresiones del rostro, silencios, lenguaje corporal, y hasta el perfume, el temblor de las manos, el rubor, la transpiración, porque todo eso habla y forma parte de la comunicación humana” (FT, 43); hay que defender el derecho a la intimidad y liberarse del control constante.
- La Carta de las Naciones Unidas es una verdadera norma jurídica fundamental»[3]. Los primeros 20 años de este milenio muestran que la plena aplicación de las normas internacionales es realmente eficaz, y que su incumplimiento es nocivo. La Carta de las Naciones Unidas, debe ser respetada y aplicada con transparencia y sinceridad; ha de convertirse en un punto de referencia obligatorio de justicia y un cauce de paz (TF, 257).
- Los 17 objetivos para el desarrollo sostenible: hay que tener en cuenta -aunque no se hace referencia a ello en la encíclica- lo que las Naciones Unidas se han propuesto para el año 2030: conseguir los 17 objetivos para el desarrollo sostenible. Y con ellos el deseo de que se consigan varios ceros: “pobreza cero”, “hambre cero”…
- Por otra parte, surgen nuevos paradigmas de organización, de educación y sanidad, a través de las nuevas tecnologías.
La conversión a la fraternidad y la sororidad entre todos los seres humanos supone el paso de un mundo cerrado (o quizá mejor, mundos cerrados), a un único mundo abierto, interconectado sin ningún tipo de exclusiones. No basta la casa común: es necesario redescubrirnos unos y otros como hermanos iguales en la dignidad y diferentes en nuestro modo de ser. Y es necesario incluir en la casa común a quienes con tanta frecuencia se excluye
(Sigue la segunda parte: Un extraño en el camino y Caminos de re-encuentro)
[1] Exhort. ap. Gaudete et exsultate (19 marzo 2018), 115.
[2] “Médicos, enfermeros y enfermeras, farmacéuticos, empleados de los supermercados, personal de limpieza, cuidadores, transportistas, hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas… comprendieron que nadie se salva soloCf. Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia (27 marzo 2020): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (3 abril 2020), p. 3; Mensaje para la 4.a Jornada Mundial de los Pobres 2020 (13 junio 2020), 6: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (19 junio 2020), p. 5.
[3] Discurso a la Organización de las Naciones Unidas, Nueva York (25 septiembre 2015): AAS 107 (2015), 1041-1042.
II. Un extraño en el camino y caminos de re-encuentro (caps. 2 y 7)
Continuamos la re-lectura de la encíclica “Fratelli tutti”. En este segundo bloque se conjuntan el capítulo 2 y el 7. Ambos capítulos nos hablan del “camino”. El ser humano, siempre en camino, puede encontrarse con lo inesperado. Y cuando lo inesperado nos complica la vida… nuestra tendencia perversa es “pasar de largo”. Porque nos complica la vida, porque nos cuesta perdonar, por … mil razones que nos vienen a la cabeza. “Ser samaritanos” no es lo más espontáneo, ni fácil. Por eso, he extraído de la encíclica todos aquellos textos que nos indican cómo ser samaritano no es un esfuerzo voluntarista, no es simplemente el resultado de una decisión. ¡Es una gracia! ¡Es un don! ¡Es un fruto de la presencia del Espíritu en nosotros! La compasión de Dios se apodera de un ser humano y lo vuelve samaritano. Y éste o ésta se convierten en icono del Dios compasivo, del Jesús-samaritano.
En los capítulos 2 y 7 nos habla la encíclica del “camino” hacia la fraternidad. Para ello el papa Francisco propone el paradigma del samaritano y diversos caminos de re-encuentro.
1. Un extraño en el camino: “pasar de largo”
La parábola del samaritano nos muestra un camino paradigmático hacia la fraternidad. Y para ello la encíclica se fija en su trasfondo y en cada uno de los personajes:
- El trasfondo: la pareja prototípica de los dos hermanos en el libro del Génesis sirve de clave interpretativa. Ello nos indica que ya en el inicio de la historia humana se quebró la fraternidad y Dios le pidió cuentas a Caín. Éste -ante la interpelación divina sobre su hermano Abel- respondía: “¿soy yo acaso el guardián de mi hermano? (Gen 4,9). El Nuevo Testamento interpreta la ruptura de la fraternidad como “entrar en la tiniebla” y renunciar a ser “hijo de la luz (1 Jn 2,10-11): “quien no ama, permanece en la muerte” (1 Jn 3,14); “quien no ama a su hermano que ve, no puede amar a Dios,a quien no ve” (1 Jn 4,20). A este trasfondo podían añadirse la guerra continua entre hermanos que nos atestigua el Antiguo Testamento: Jacob y Esaú, los doce hijos de Jacob y sus tribus enfrentadas y en guerra. Y el sueño del salmo 133: “Qué bello y agradable, ver a los hermanos unidos”.
- El hombre herido por salteadores, abandonado y los que pasan de largo: la parábola no fija su atención en los salteadores, sino en los que pasan de largo (FT, 72-73). Jesús indica -de este modo- lo fácil que es cada día la opción de pasar de largo indiferentes ante seres humanos heridos (FT, 76) y las variadas formas de “pasar de largo”, incluso siendo personas de religión: creer en Dios y adorarlo no garantiza una conducta que agrade a Dios (FT, 74). Con mucha frecuencia nos vemos confrontados con la la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo (FT, 69).
- El samaritano no pasa de largo, sino que le dedica al hombre herido sus cuidados y sobre todo, su tiempo (FT, 63). A Jesús lo llamaron sus acusadores “samaritano”: “samaritano y endemoniado” (Jn 8,48). (FT, 83). El samaritano de la parábola reflejaba quién era Jesús y cómo actuaba. También nosotros estamos llamados a ser samaritanos y formar parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. (FT, 77).
- El hospedero nos índica que no hemos de ser samaritanos solos, individualmente. El samaritano buscó a un hospedero que pudiera cuidar de aquel hombre. Estamos invitados a convocar y encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades; recordemos que «el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas» (FT, 78)
- La pregunta ¿quién es mi prójimo?Recibe una dimensión trascendente cuando se nos invita a reconocer en la persona herida, abandonada y excluída, al mismo Jesús (cf. Mt 25,40.45). (FT, 85).
2. “Para Dios nada hay imposible”: fundamento teológico de la fraternidad-sororidad
En no pocos textos de la encíclica puede parecer que solo se opta por un voluntarismo un tanto pelagiano a la hora de optar por soluciones a los problemas que acucian a la humanidad: un voluntarismo pelagiano que pondría todo el acento en aquello que nosotros hemos de lograr y que, por lo tanto, podemos lograr con nuestro tiempo, esfuerzo y bienes: recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad[1]. Pero hay que decir, en honor a la verdad, que la encíclica, en uno y otro momento, reconoce que la humanidad no será más fraterna por puro voluntarismo, ni por la fuerza coactiva de las leyes y normas. Es necesario un cambio en los corazones humanos, en los hábitos y estilos de vida. Y este cambio tiene que contar con la gracia de Dios. A ello hace referencia la encíclica en diversas ocasiones.
El problema está en la fragilidad humana:
- en nuestra constante tendencia al egoísmo -¡lo que nuestra tradición cristiana llama “concupiscencia” o inclinación a encerrarnos en la inmanencia de nuestro propio yo, de nuestro grupo, de nuestros intereses mezquinos-. Esa concupiscencia no es un defecto de esta época. Existió desde que el hombre es hombre y simplemente se transforma, adquiere diversas modalidades en cada siglo, y finalmente utiliza los instrumentos que el momento histórico pone a su disposición.
- Hay visiones liberales que ignoran este factor de la fragilidad humana, e imaginan un mundo que responde a un determinado orden que por sí solo podría asegurar el futuro y la solución de todos los problemas. (FT, 167). La fragilidad humana solo puede dominarse con la ayuda de Dios (FT, 166). Y en esto abunda la encíclica en diversos momentos, cuando dice que:
La fraternidad-sororidad es un don de Dios: el amarse los unos a los otros como hermanos y sin exclusiones es una gracia, un regalo de Dios. La caridad-amor es un “carisma”, “el mayor de todos”, no una posesión nuestra (1 Cor 13).
- Amar a otro como a uno mismo -es decir “estimarlo como un alto valor”– es un fruto del Espíritu Santo (Gal 5,22); san Pablo lo denomina agazosúne – benevolentia: se trata del “apego a la bueno”, la búsqueda de lo bueno, procurar lo excelente, lo mejor para los demás, su maduración, su crecimiento en un a vida sana, el cultivo de los valores y no solo el bienestar material. Una epxresión semejante en latín: bene-volentia o querer el bien del otro: fuerte deseo del bien, inclinación hacia todo lo que sea bueno y excelente (FT,112). El samaritano se vió agraciado -asaltado- por la benevolencia de Dios y así se convirtió en un icono de la compasión divina.
- Lo que nos parece imposible, es posible para Dios. Él prepara el corazón para el encuentro con hermanas y hermanos de otras ideas, lengua, cultura, religión. Él unje nuestro ser con el aceite de la misericordia que cura las heridas de los errores, de las incomprensiones, de las controversias. Dios nos concede la gracia de enviarnos, con humildad y mansedumbre, a los caminos, arriesgados pero fecundos, de la búsqueda de la paz” (FT, 254).
Los creyentes confesamos que la naturaleza humana -fuente de principios éticos- ha sido creada por Dios. Él es quien, en definitiva, otorga un fundamento sólido a esos principios. Los cristianos creemos, además, que Dios nos ofrece su gracia para que sea posible actuar como hermanos. Esto no establece un fixismo ético ni da lugar a la imposición de algún sistema moral, puesto que los principios morales elementales y universalmente válidos pueden dar lugar a diversas normativas prácticas. Por eso deja siempre un lugar para el diálogo (FT, 214).
La encíclica concluye con dos oraciones, dos súplicas: una al Dios Creador y otra al Dios cristiano. Al Dios Creador se le pide que infunda, que inspire, que impulse. Al Dios, Trinidad de Amor, se le pide que derrame, que nos dé, que nos conceda su Espiritu Santo y que nos haga descubrir el gran don de la Fraternidad (FT, 287).
3. Caminos de re-encuentro
Cuando reconocemos la raíz común de toda la humanidad, nos damos cuenta de que la historia humana está llena de enfrentamientos entre hermanos y hermanas. Y la pregunta que nos podemos hacer es: ¿qué caminos seguir para reconocernos de nuevo como hermanos? ¿Cómo re-inventar la fraternidad? El papa Francisco nos propone varias pistas:
- Conversar desde la verdad, clara y desnuda[2]: y esto es más fácil entre quienes han estado duramente enfrentados (FT, 226), pero tratan de comprenderse desde la verdad histórica de los hechos, desde la búsqueda de la justicia y el honor de las víctimas. Así se abre paso a una esperanza común, más fuerte que la venganza» (FT, 226) y que conduce a la reconciliación y al perdón. Nunca se avanza sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa” (FT, 249). “Los que perdonan de verdad no olvidan, pero renuncian a ser poseídos por esa misma fuerza destructiva que los ha perjudicado. Rompen el círculo vicioso, frenan el avance de las fuerzas de la destrucción.” (FT, 251).
- Ser artesanos de la paz (que involucra a todos) y arquitectos de la paz (que involucra a las diversas instituciones de la sociedad). Los caminos de pacificación hacen que prime la razón sobre la venganza y se armonicen la política y el derecho” (FT, 231)
- El reencuentro con los sectores más empobrecidos y vulnerables: porque la paz «no sólo es ausencia de guerra sino reconocimiento, garantía y reconstrucción de la dignidad olvidada e ignorada de hermanos nuestros, para que puedan sentirse los principales protagonistas del destino de su nación» (FT, 233)
- La reconciliación y el perdón: Jesucristo nos pedía perdonar setenta veces siete (Mt 18,22) y nunca fomentar la violencia o la intolerancia (t 20,25-26; Mt 18,23-35). (FT, 238). En la verdadera reconciliación el conflicto es superado a través del diálogo y de la negociación transparente, sincera y paciente. (FT, 244). Y en el caso más extremo es necesario abolir la pena de muerte, pues hay que decir con claridad que «la pena de muerte es inadmisible»[3] y la Iglesia se compromete con determinación para proponer que sea abolida en todo el mundo[4].” (FT, 263).
La parábola del samaritano es presentada como el paradigma de un humanismo de hermanos y hermanas, preocupado por la otra persona sin ningún tipo de prejuicios. La parábola da por supuesto que siempre habrá salteadores agresivos. Da también por supuesto que habrá representantes del poder religioso o civil que se despreocuparán de quienes yacen en el camino. Pero descubre “un extraño” que no pasa de largo y provoca un encuentro sanador y encuentra también colaboración. La fraternidad y la sororidad renacen cuando la actitud samaritana -fruto del Espíritu de la compasión- se apodera de los seres humanos y nos hace cuidadores de los necesitados.
(Sigue la tercera parte: Corazón abierto: ética, diálogo y amistad social (caps. 4 y 6)
[1] “Si no logramos recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes, la ilusión global que nos engaña se caerá ruinosamente y dejará a muchos a merced de la náusea y el vacío” (FT, 36).
[2] “Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos. […] Cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas. […] La violencia engendra violencia, el odio engendra más odio, y la muerte más muerte. Tenemos que romper esa cadena que se presenta como ineludible» (FT, 227)
[3] Discurso con motivo del 25.o aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica (11 octubre 2017): AAS 109 (2017), 1196; L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (13 octubre 2017), p. 1.
[4] Cf. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta a los Obispos acerca de la nueva redacción del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte (1 agosto 2018): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (3 agosto 2018), p. 11.
III. Corazón abierto al mundo entero: Ética, Diálogo y Amistad social (caps. 4 y 6)
Contra un mundo cerrado -descrito cont trazos muy realistas y crudos en la primera parte de la encíclica- el antídoto es una humanidad de corazones abiertos, de manos abiertas, de mentes abiertas. Las personas estrictas, intolerantes, leguleyas, orgullosas de su razón, autosuficientes, ególatras, nunca serán buenos “hermanos” o “hermanas”. La fraternidad, la sonoridad, se construye a través de corazones abiertos, dispuestos a la conexión -incluso a la conexión más difícil, la cual se resolverá con una mente e imaginación abierta. A veces me pongo esta cuestión: ¿cómo preocuparme de la amistad social, de la ética mundial, si no logro ser amigo de las personas con las que convivo y apenas soy capaz de vivir con ellas una ética de mínimos? Estoy convencido de que la micro-ética y la macro-ética se influyen mutuamente. La pasión por lo macro- influye en lo micro- y viceversa. Esta tercera parte de la Encíclica -en la que resumo conjuntamente los capítulos 4 y 6- nos estimulará de seguro a ensanchar y abrir nuestro corazón.
Para que haya fraternidad-sororidad mundial es necesario tener corazón y un corazón abierto al mundo entero. Que un corazón humano desee ser hermano de todos sin excepción no es nada fácil, no es un sentimiento espontáneo en cualquier ser humano.
El papa Francisco propone al fin de su encíclica el ejemplo del beato Carlos de Foucauld. Él -dentro del contexto de su convivencia con los últimos, abandonados en lo profundo del desierto africano- expresaba sus deseos de sentir a cualquier ser humano como un hermano[1], y pedía a un amigo:
«Ruegue a Dios para que yo sea realmente el hermano de todos»[2]. Beato Carlos de Foucauld
Quería ser, en definitiva, «el hermano universal»[3]. Pero sólo identificándose con los últimos llegó a ser hermano de todos.
La pregunta que ahora nos hacemos es: ¿y qué camino seguir para conseguir un corazón abierto al mundo entero? La encíclica nos propone la opción por una ética global-local, el diálogo y la amistad social.
Las situaciones por las que atraviesa la humanidad contemporánea requieren de nosotros actitudes samaritanas, que nos encaminen hacia una fraternidad y sororidad real. Y en ese contexto emerge la ética de la solidaridad, del diálogo y de la amistad social.
1. La “otra ética”
Solidaridad, que abre el corazón
La persona solidaria (FT, 116):
- piensa y actua en términos de comunidad: da prioridad a la vida de todos, sobre la “buena vida” de algunos; se hace cargo de la fragilidad de los demás (en la familia, en la sociedad, en cada pueblo) y los cuida, dejando de lado los propios afanes, búsquedas y deseos;
- lucha contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales; genera una historia diferente;
- mira siempre el rostro del hermano, de la hermana, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la “padece” y busca la promoción del hermano; no sirve a ideas, sirve a personas (FT, 115);
- Cuida de la casa común que es el planeta (FT, 117).
La generosidad ensancha el corazón
El mundo existe para todos… todos nacimos en esta tierra con la misma dignidad… No deben prevalecer los privilegios de algunos sobre los derechos de los demás (FT, 118).
- Así lo reconocieron algunos Padres de la Iglesia: “No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos” (San Juan Crisóstomo). “Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les damos nuestras cosas, sino que les devolvemos lo que es suyo” (Gregorio Magno) (FT,119). “Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno” (San Juan Pablo II) (FT, 120).
- La tradición cristiana siempre ha hablado de la función social de la propiedad privada. El derecho a la propiedad privada es “un derecho secundario” (FT, 120). Los límites y fronteras de los estados no deben impedir que esto se cumpla a nivel de toda la humanidad (FT, 121).
- La actividad de los empresarios “es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos” – estas capacidades de los empresarios, que son un don de Dios, tendrían que orientarse claramente al desarrollo de las demás personas y a la superación de la miseria, especialmente a través de la creación de fuentes de trabajo diversificadas (FT, 123).
Ética de la hospitalidad y las relaciones transnacionales
¡Sólo una cultura social y política que incorpore la acogida gratuita podrá tener futuro! (FT, 141). Las desigualdades afectan no solo a los individuos, sino también a países enteros; surge de ahí la necesidad de implantar una ética de las relaciones internacionales, verdadero camino hacia la paz (FT, 126.127).
Es importante pensar no solo como país, sino como familia humana, especialmente en los momentos críticos. Hoy, o nos salvamos todos o no se salva nadie. El empobrecimiento de unos empobrece a todos (FT, 137). Nuestro mundo está todo él interconectado por la globalización … desarrollo integral (FT, 138). Todos podemos dar sin esperar algo a cambio, hacer el bien sin exigirle tanto a esa persona que uno ayuda: “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis” (Mt 10, 8). (FT, 140).
- Esta ética permite soñar y pensar en otra humanidad. … un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos sus habitantes. (FT,127).
- Es una ética basada en relaciones internacionales, de pertenencia y de integración entre quienes habitamos el planeta tierra (FT, 53).
- Es una ética de hospitalidad en el contexto de la emigración. Lo ideal sería evitar las migraciones – creando en las países de origen condiciones para vivir y crecer con dignidad y encontrando allí condiciones para el propio desarrollo integral. (FT,129). Cuando esto no es posible, hay que respetar el derecho a encontrar un lugar donde sobrevivir como persona (FT, 129). Se hace necesaria una “governance” global que integre a los emigrantes en los países de acogida y que colabore en el desarrollo de los países de proveniencia con políticas solidarias (FT, 132). Y cuando ésta coincide con una grave crisis humanitaria es necesario facilitar la supervivencia y la ciudadanía (FT, 130[4]).
- Los migrantes como una oportunidad de enriquecimiento y desarrollo humano integral de todos (FT, 133). Acoger de corazón a la persona diferente es ofrecerle la posibilidad de un nuevo desarrollo. Favorecer la interculturalidad va en contra de la esclerosis cultural. (FT, 134) La relación entre Occidente y Oriente es una necesidad mutua de intercambio y diálogo de culturas. (FT,136).
Hacia la identidad planetaria
No tenemos que renunciar a nuestras identidades locales, nacionales. Pero las relaciones con los otros nos abren a un enriquecimiento trasnacional e incluso planetario de nuestra identidad.
- Una sana apertura nunca atenta contra la identidad. El nacimiento de una nueva síntesis beneficia a todos (FT, 148). La sociedad mundial no es el resultado de la suma de los distintos países, sino la misma comunión que existe entre ellos, es la inclusión mutua que es anterior al surgimiento de todo grupo particular. La belleza y sacrailidad del todo (FT, 149). El hombre es el ser fronterizo que no tiene ninguna frontera (George Simmel) (FT,150).
- Lo global nos rescata de la mezquindad casera, del narcisismo localista (FT, 146): cuando la casa ya no es hogar, sino que es encierro, calabozo. Lo global es como la causa final que nos atrae hacia la plenitud. Fraternidad universal y amistad social son dos polos inseparables u coesenciales: separarlos lleva a una deformación y a una polarización dañina (FT, 142). No hay que renunciar a lo propio. No hay que encerrarse en lo propio. Aquí está el derecho de propiedad (FT,143).
- Babel y Pentecostés nos hablan de la pluralidad de lenguas (FT,144). En Babel hay confusión y conflicto, en Pentecostés comunión; como un poliedro donde cada uno es respetado en su valor… el todo es más que la parte, también es más que la mera suma de ellas. (FT, 145).
- Una adecuada y auténtica apertura al mundo supone la capacidad de abrise al vecino, en una familia de naciones. Amor al vecino. (FT,151). También el espíritu del “vecindario”: acompañar y ayudar al vecino: un “nosotros barrial”. “Vecindad cordial entre los pueblos” (FT, 152).
2. El diálogo y la amistad social
¿Qué es diálogo?:
- Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo “dialogar” (FT, 198).
- Los héroes del futuro serán los que sepan romper esa lógica enfermiza y decidan sostener con respeto una palabra cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales (FT, 202); «en un verdadero espíritu de diálogo se alimenta la capacidad de comprender el sentido de lo que el otro dice y hace, aunque uno no pueda asumirlo como una convicción propia.(FT, 203); el diálogo es interdisciplinar (FT, 204).
Una nueva cultura
- Una cultura del encuentro: Incluye incluir en el encuentro las periferias: “incluir a las periferias. Quien está en ellas tiene otro punto de vista, ve aspectos de la realidad que no se reconocen desde los centros de poder donde se toman las decisiones más definitorias” (FT, 215).
- “Integrar a los diferentes es mucho más difícil y lento, aunque es la garantía de una paz real y sólida. Esto no se consigue agrupando sólo a los puros, porque «aun las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse» (FT, 217).
Recuperar la amabilidad
- San Pablo mencionaba un fruto del Espíritu Santo con la palabra griega jrestótes (Ga 5,22), que expresa un estado de ánimo que no es áspero, rudo, duro, sino afable, suave, que sostiene y conforta. (FT, 223)
- La amabilidad es una liberación de la crueldad que a veces penetra las relaciones humanas, de la ansiedad que no nos deja pensar en los demás, de la urgencia distraída que ignora que los otros también tienen derecho a ser felices (FT, 224).
Consecuencias educativas y formativas
La humanidad actual dará grandes pasos hacia un futuro distinto si se instauran los procesos educativos y formativos que nuestro tiempo requiere.
- En primer lugar están las familias como transmisoras de los valores del amor y de la fraternidad.
- En segundo lugar la escuela con sus educadores y formadores que se ocupan de la dimensión moral, espiritual y social de la persona.
- En tercer lugar, hay que contar con la aportación de quienes se dedican al mundo de la cultura y de los medios de comunicación (FT,114).
La política como ejercicio supremo de caridad
- Cuando la política está al servicio del pueblo se convierte en un ejercicio supremo de la caridad, la caridad política[5]” (FT, 180).
- La caridad se expresa también en las macro-relaciones sociales, económicas y políticas (FT, 181). La caridad necesita la luz de la razón y de la fe (FT, 185). “Si alguien ayuda a un anciano a cruzar un río, y eso es exquisita caridad, el político le construye un puente, y eso también es caridad. Si alguien ayuda a otro con comida, el político le crea una fuente de trabajo, y ejercita un modo altísimo de la caridad que ennoblece su acción política” (FT, 186).
- Las preguntas de un buen político: “¿Cuánto amor puse en mi trabajo, en qué hice avanzar al pueblo, qué marca dejé en la vida de la sociedad, qué lazos reales construí, qué fuerzas positivas desaté, cuánta paz social sembré, qué provoqué en el lugar que se me encomendó?” (FT, 197).
Los artistas se nos adelantaron. En nuestros cantos -unos más populares otros “auténticas obras maestras” como el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven. Él nos dejó hace ya 250 años; pero su espíritu, su alma sigue emocionándonos, en toda su música; y, en especial con su “Himno a la Alegría” (Ode to Joy), un canto sublime a la Fraternidad de todos los seres humanos, un Padrenuestro extendido. El Papa Francisco nos invita a deducir de esta convicción tan fundamental una nueva ética, que se traduce en caridad política, en hospitalidad, en amabilidad, en la cultura del encuentro.
Sigue la cuarta parte: Servicio: Política y Religión
[1] Cf. B. CARLOS DE FOUCAULD, Meditación sobre el Padrenuestro (23 enero 1897).
[2] ÍD., Carta a Henry de Castries (29 noviembre 1901).
[3] ÍD., Carta a Madame de Bondy (7 enero 1902). Así le llamaba también san Pablo VI, elogiando su compromiso: Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 12: AAS 59 (1967), 263.
[4] “Simplificar la concesión de visados, programas de patrocinio, corredores humanitarios, alojamiento adecuado y decoroso, seguridad personal, servicios básicos, asistencia consular, tener consigo documentos personales de identidad, acceso a la justicia, abrir cuentas bancarias, lo básico para la subsistencia vital, libertad de movimiento, posibilidad de trabajar, protección a los menos de eras con acceso regular a la educación, libertad religiosa, oinsercion social, reagrupaci ón familar, comunidades locales para los procesos integrativos”.
[5] Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad.(¿?) (FT, 180).
IV. Política y Religiones al servicio de la fraternidad (caps. 5, 8)
Hay responsables de promocionar y mantener la fraternidad y sonoridad en el mundo; y también responsables de una relación fraterna y sororal con la “hermana tierra”, la “casa común”. Hay grupos de dirigentes que si lo intentan puede ser el paradigma de una humanidad distinta, que pueden tener una auténtica “autoridad moral” para establecer nuevas relaciones en nuestra “casa común”. Se trata de las personas sobre quienes recae la autoridad política y religiosa. ¡La encíclica conluye con una llamada a los poderes políticos y religiosos para que sean en nuestro planeta “líderes con alma”, generadores de contextos de fraternidad y sororidad. Son los servidores de la Fraternidad-Sororidad. A ellas y a ellos les ha confiado el Padre-Madre de todos el liderazgo del Servicio transformador.
La responsabilidad del logro de una fraternidad y sororidad global recae sobre dos instancias: la Política y la Religión. Y ambas en sus diversas configuraciones.
1. La Política: el pueblo en camino hacia otro mundo posible (FT, 154)
Hay modelos de política que no facilita la fraternidad y sororidad mundial: el populismo y el liberalismo.
- El populismo utiliza demagógicamente a los débiles para sus propios fines. Instrumentaliza políticamente la cultura del pueblo para ponerlo al servicio del propio proyecto personal y de su perpetuación en el poder. El populismo exacerba las pasiones más bajas y egoístas de algunos sectores de la sociedad (FT,159).
- El liberalismo habla de respeto a las libertades, pero sin la raíz de una narrativa común. (FT, 163). Utliza su defensa de la libertad para promocionar los intereses económicos de grupos y personas sin aprecio de la solidaridad hacia todos(FT, 155).
Sin embargo, la sociedad es “pueblo”. Y por ser pueblo para conformar un “proyecto común” son necesarios
- “sueños colectivos”,
- “búsquedas comunitarias”,
- objetivos comunes más allá de las diferencias.
- Solo se consiguen cosas a largo plazo cuando se convierten en un sueño colectivos. (FT,157).
Ser parte de un pueblo
- es formar parte de una identidad común, hecha de lazos sociales y culturales.
- Caminar hacia un proyecto común no es algo automático, sino que es un proceso lento, difícil (FT, 158).
- Hay líderes populares -¡no populistas!- que expresan y entienden el sentir del pueblo: aglutinan, conducen hacia la transformación. (FT, 159).
Un pueblo está vivo, es dinámico y tiene futuro
- cuando está abierto permanentemente a nuevas síntesis incorporando al diferente.(FT, 160),
- cuando ofrece a todos posibilidades de trabajo digno: pues la peor pobreza es aquella que priva del trabajo (FT,162).
- Por eso, la política mundial no puede dejar de colocar entre sus objetivos principales e imperiosos el de acabar eficazmente con el hambre, que priva de la vida. (FT, 189).
La política y la ternura: “También en la política hay lugar para amar con ternura. Y ¿qué es la ternura?
- Es el amor que se hace cercano y concreto.
- Es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos. […]
- La ternura es el camino que han recorrido los hombres y las mujeres más valientes y fuertes»[3].
- En medio de la actividad política, «los más pequeños, los más débiles, los más pobres deben enternecernos: tienen “derecho” de llenarnos el alma y el corazón. Sí, ellos son nuestros hermanos y como tales tenemos que amarlos y tratarlos» (FT, 194).
Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo
Dios no mira con los ojos, mira con el corazón. El amor de Dios es el mismo para cada persona sea de la religión que sea. Y si es ateo es el mismo amor. (FT, 281). Contrario a la fraternidad es el terrorismo y la violencia fundamentalista en nombre de la religión (FT, 284).
El objetivo del diálogo interreligioso
- es establecer amistad, paz, armonía
- y compartir valores y experiencias morales y espirituales en un espíritu de verdad y amor (FT, 271).
La fe en Dios es el gran fundamento de la fraternidad y sororidad humana:
- Sin una apertura al Padre de todos no habrá sólidas y estables razones para el llamado a la fraternidad… Aceptar la igualdad entre los hombres y establecer una convivencia cívica entre ellos no consigue fundar la hermandad (FT, 272)
- Si el ser humano es imagen visible de Dios invisible, por eso, es sujeto de derechos divinos que nadie puede violar (FT,273).
- Hacer presente a Dios es un bien para nuestras sociedades.
- Buscar a Dios nos hace compañeros de camino… hermanos. (FT, 274).
Cuando no hay Dios aparecen los “ídolos” y sus consecuencias.
“No puede admitirse que en el debate público sólo tengan voz los poderosos y los científicos. Es necesario poner un espacio para los textos religiosos clásicos FT, 275
La Iglesia quiere ofrecerse :
- como un hogar entre los hogares,
- como casa de las puertas abiertas, porque se siente madre.
La iglesia desea testimoniar al mundo actual su fe, suesperanza y su amor al Señor…
- Para muchos cristianos, este camino de fraternidad tiene también una Madre, llamada María. Ella recibió ante la Cruz esta maternidad universal (cf. Jn 19,26) y está atenta no sólo a Jesús sino también «al resto de sus descendientes» (Ap 12,17). Ella, con el poder del Resucitado, quiere parir un mundo nuevo, donde todos seamos hermanos, donde haya lugar para cada descartado de nuestras sociedades, donde resplandezcan la justicia y la paz. (FT, 278).
- Y como María, la Madre de Jesús, «queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad […] para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación»[4]. (FT, 276).
- La música del Evangelio no debe callar (FT,277).
- Pero también la Iglesia necesita unidad dentro de ella misma.
Súplica
“Pedimos a Dios que afiance la unidad dentro de la Iglesia, unidad que se enriquece con diferencias que se reconcilian por la acción del Espíritu Santo… Al proceso de globalización le falta todavía la contribución profética y espiritual de la unidad entre todos los cristianos” FT, 280
Es verdad que ser hermanos y hermanas es a veces imposible en las familias. Es verdad que vivir como hermanos y hermanas es incluso imposible en comunidades que se denominan “fraternidades”. ¡Cuántos demonios se intercalan entre los más próximos para dividirnos, para enfrentarnos! Y si ésto sucede a nivel micro-, ¿qué no sucederá a nivel macro-? ¿Será esta encíclica un “canto a lo imposible”? ¿Será esta encíclica un sueño utópico? En ella hay una utopía que es el sueño de Dios-Abbá, el sueño del Reino de Dios que Jesús proclamó, el sueño del Espíritu que “reune en la unidad” a cuantos están dispersos. La cuestión no es si la encíclica es o no una utopía. La cuestión es: ¡dónde estoy yo situado! ¡A qué movimiento pertenece mi comunidad, mi grupo! ¿Hago respirar la fraternidad y sororidad en el mundo? O ¿estoy ahogándola constantemente en esa pequeña parcela en que vivo? Jesús inició un movimiento: “reunir a todos los hijos e hijas de Dios que estaban dispersos”. ¿Quéremos también nosotros, de verdad, dejarnos reunir y colaborar con nuestro Hermano mayor? ¡Gracias, papa Francisco, por ser cómplice del Espíritu en el sueño de arreglar la casa común (¡Laudato Si!) y hacerla habitable como el hogar de hermanas y hermanos! (Fratelli tutti)
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Padre José Cristo Rey, un saludo lleno de cariño y gratitud de parte de una religiosa que siempre aprende algo nuevo y profundo de sus escritos. Gracias por el don de saber escribir tan bien y profundo. Me ha ayudado mucho esta relectura de la encíclica. Gracias Gracias