¡MISIVA!: COMO UN “E-MAIL DE DIOS”

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“Misión”: palabra inquietante

que nos revela la condición “misiva”

de aquello que somos:

como una carta escrita, sellada y enviada

con un destino preciso,

tal vez a lo largo de la vida

con varios destinos precisos.

La carta ha de llegar

y, por eso: ¡no saludéis a nadie por el camino!

“En la casa en que entréis decid: Paz”.

El misionero conoce los lugares

que le permiten ser carta enviada

y no amontonada entre los papeles de la mesa.

Depende del Escritor, no de sí misma.

Hubo una carta que siempre quise

que Dios escribiera.

Y mi sueño se volvió real.

Iba poco a poco redactándola,

Embelleciéndola, llenándola de contenido,

de innovación y pasión.

En esa carta el Gran Escritor

revelaba su identidad, su presencia, sus anhelos.

Tuve la fortuna de hacerla mia.

Y, su Autor y Mitente,

la envió, también con mi firma

a otros destinos… impensables.

La carta está ahí… para ser leída… para ser buena noticia,

para expresar cuánto ama Dios a quienes poco aman,

y para hacer de ella

un documento inolvidable.

Ser carta, misiva, es precariedad:

estar expuesto a muchas inclemencias

y hasta peligros: “os envío como corderos…”.

Pero el Gran Remitente

es sabio; tiene sus artes

para que su carta llegue a su destino

y nada, nada la deteriore.

La carta abre los ojos, cuando es abierta, leída.

Y descubre que unos ojos lloran y un corazón se conmueve.

Por algo decía Pablo a los corintios: “Sois carta de Dios”

o tal vez hoy diría: “Sois e-mails de Dios”.

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