Con motivo de su visita pastoral a Turín (2 mayo 2010) y ante el Santo Sudario, el Papa Benedicto XVI ofreció una bellísima meditación sobre la teología del sábado santo: “El sábado santo es aquel intervalo único e irrepetible en la historia de la humanidad y del universo en que Dios, en Jesucristo, compartió no solo nuestro morir, sino también nuestro permanecer en la muerte. ¡La solidaridad más radical!”.
San Bernardo dice de María: “Jesús murió en su cuerpo, ¿y ella no pudo morir en su corazón?… No os admiréis, hermanos, de que María sea llamada mártir en el alma”.
Así se culminó en Jesús su proceso de humanización. El actor de esta humanización total fue el Espíritu Santo. Por eso dice la carta a los Hebreos: “en un Espíritu eterno se ofreció a sí mismo” (Heb 9,14). Proclamamos en el Credo que Jesús “descendió a los infiernos”. Esto quiere decir que entró en la soledad extrema que un ser humano pueda tolerar: entró en aquel espacio y condición adonde no llega ningún rayo de amor, donde se experimenta el abandono total, donde no se escuchan palabras de consuelo…. ¡como un niño que se siente solo y abandonado en un lugar oscuro! Dios callaba y también su Palabra.
María nuestra Madre Dolorosa nos puede introducir en este misterio del abandono y oscuridad. Porque, después de asistir al martirio de su unigénito, ella también -en su espíritu- descendió a los infiernos y se convirtió más que nunca en la Mater Dolorosa.
María y la Iglesia forman una unidad inseparable. Jesús en la cruz también le dijo al discípulo-icono de la Iglesia- ¡ahí tienes a tu madre! También la Iglesia participa de la oscuridad de un sábado santo interminable. Unos la desprecian, otros la minusvaloran, otros la persiguen, otros quieren destruirla.
En el Calvario, María es la “madre del Condenado”. En la historia, la Iglesia que sigue al Condenado, es ella también “la Condenada”. Y peor aún es cuando quienes la formamos nos condenamos unos a otros. En esa circunstancias, quienes no condenan, quienes perdonan, quienes acogen y cuidan, son la auténtica Iglesia que nace del costado lacerado de Jesús, son la Madre dolorosa y el Discípulo amado. Y sobre ellos Jesús derrama su Espíritu. D
Sólo el Espíritu es “una ley de resurrección en la muerte”, en la bajada a los infiernos.
Para renacer a una esperanza viva, ¿no tendremos que pasar por la experiencia del descenso al infierno, a la oscuridad, a la tierra de nadie?
Hoy, día de María de los Dolores, nos contemplamos en el sábado santo.
Quienes lo no entienden hablan más bien de un sábado de sepultura y ¡se acabó! Ese sábado no tendría nada de “santo”; sería el sábado del castigo, de la catástrofe. Y esto se puede pensar y sentir no solo fuera de la vida cristiana, sino también dentro. El desconcierto ante el viernes santo puede ser tal, que el sábado santo se convierta en una oscura y lamentable prolongación.
Para meditar
DE PIE JUNTO A LA CRUZ
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