Nos encontramos ahora en el tiempo del des-contacto, para no contaminarnos (3 de mayo 2020). Imperceptibles partículas nos amenazan donde menos nos esperamos. E intentan socavar y destruir nuestro sistema vital. Pero no debemos olvidar que hay otro tipo de bendito contagio que nos amenaza -mucho más de lo que nos imaginamos-: es el bendito contagio espíritual, que nos ataca y nos pide que nos quitemos todas las mascarillas con las que nos defendemos de Él. Es el Espíritu que alienta en la belleza, en el arte, en la técnica, en las relaciones de amor, de solidaridad, en las personas que nos ayudan desinteresadamente… Y… ¿no aparece el Espíritu en la maternidad humana… “Ahí tienes a tu madre… Y exhaló el Espíritu” . Todas ellas, hoy que celebramos el día de la Madre, ¿no son una maravillosa imagen del Espíritu de la hospitalidad de la vida, del cuidado de la vida, del amor incondicional?
El Espíritu de Jesús… ¡su Santa Ruah!
Jesús, en el último aliento de su vida, en la cruz, nos entregó -definitivamente y sin vuelta atrás- este Espíritu, su santa Ruah que habitaba su Cuerpo entregado por la vida del mundo. En su lengua Jesús lo llamaba “Ruah”. Este era el nombre con que Él se refería al Espíritu: ¡RUAH!. El Espíritu llena la tierra. Yo me pregunto, ¿por qué no sentimos más la presencia de la Santa Ruah? Ha sido derramada -desde después de la Resurrección de Jesús, desde el día de Pentecostés- sobre “toda carne”. ¿Pero qué es lo que impide que se produzca ese bendito contagio espiritual?
Todo lo espiritual es… bendito contagio
Es el Espíritu de los mil nombres… en las religiones, en el arte, en los grandes descubrimientos, en los momentos de inspiración…
- Muchas personas lo perciben, lo sienten, lo invocan. Esta fue la herencia de Jesús: su Espíritu Santo.
- El Espíritu está en misión día y noche, siglo tras siglo.
- Y nos habita, nos invade, se hace presente de mil formas en este mundo, aunque no lo percibamos.
- Tal vez sea necesario, como decía Pablo en 1 Cor, utilizar una diferente perspectiva de visión y de sensibilidad. Los seres humanos “que viven en el Espíritu” han de notarlo, de percibirlo: en tantos carismas que hacen a la humanidad tan bella, tan interesante, tan divertida, tan inesperada. Torrentes de nuevos carismas emergen por doquier en la humanidad. ¿No estará el Espíritu detrás de cada uno de ellos, haciendo que no sean abortados, que sean cuidados, educados hasta florecer del todo? ¿No será el Espíritu el que nos ofrece también mecenas, educadores, entrenadores, expertos, científicos?
- ‘Ni nuestro Abbá creador, ni Jesús el Hijo de Dios y el Hijo del hombre nos han abandonado!
El “fiat humano” al “Amén de Dios”
Leyendo una declaración conjunta de Anglicanos y Católicos sobre María (ARCIC 2005) me impresionó una idea -que quizá parezca obvia a no pocos-. La idea expresada en aquella Declaración era la siguiente:
- El Amén de María, su “Fiat”, es un Amén al “Sí” de Dios a la humanidad. Dios es para nosotros “SÍ” y un “sí” sin arrepentimiento, sin vuelta atrás.
- Nuestro Abbá es alianza fiel, permanente, definitiva. Su oferta de Alianza de amor siempre está sobre la mesa. Por eso, derrama su Espíritu con abundancia sobre toda la tierra: ancianos, jóvenes, niños, mujeres, varones, sobre “todo ser viviente”.
- María dijo “Fiat” (“Hágase”) a esa oferta. La humanidad, cada uno de nosotros, está llamado a decir “Fiat”, como María.
Pues bien, la Santa Ruah es la memoria permanente de ese “Sí” del Abbá y de Jesús a la humanidad. No estamos dejados del Amor, ni de la Misericordia de nuestro Dios. Donde menos nos pensamos, alli surgen las señales de un gran y apasionado amor por la humanidad. Tanto amó Dios al mundo, tanto amó Jesús a su humanidad, que nos entregaron el Espíritu Santo, esa bendita contaminación que nos ataca por todas partes para que “tengamos vida en abundancia”.
Plegaria
¡Ruah! ¡Santa Ruah! No eres solo Promesa, eres Realidad. Eres el Sí de nuestro Abbá y de nuestro Señor y Hermano Jesús. Ya, nada malo ocurre definitivamente. Todo es pasajero. Lo que acontece con todo el futuro por delante es la Gracia, el Amor, la Alianza.
PARA CONTEMPLAR
Sinfonía de órgano n. 3, Mi Menor, Opus 78 de Camille Saint Saens,
dirigida por Mariss Jansons – órgano: Iveta Apkalna (38 minutos)
Mariss Jansons, que falleció a sus 76 hace apenas unos meses en San Petersburgo, dirige la maravillosa sinfonía de órgano del compositor francés Camille Saint Saens (1835-1921). El director y la orquesta recrean esta maravillosa composición. Merece la pena dedicar un poco más de media hora para contemplar y sentir el Espíritu que en esta interpretación late en el artista original, en el director de orquesta (que parece un místico en oración y en batalla), en la orquesta y en cada una y cada uno de sus interpretes, que parecen a veces, seres supra-humanos, en perfecta coordinación orquestal… ¡Milagro de difíciles interconexiones!. Es “la Santa Ruah, presente en la música” con inesperadas variaciones, como una propuesta posible para la humanidad.
Impactos: 1950