Conciencia “ecológica” e impacto en la vida consagrada: ¡sólo la totalidad es sagrada!

nueva_concienciaNo es una moda. Se trata de un avance de la conciencia o del nacimiento de una nueva conciencia. Estamos llegando al tiempo de la conciencia holística, atenta al todo, integradora, inclusiva. Hubo tiempos en los cuales sólo nos fijábamos en el alma. Nos interesaba únicamente lo espiritual. Ese era el primer objetivo de un buen religioso o religiosa: conversaciones espirituales, atender a la dimensión interior y evitar la exterioridad, ir a lo profundo y evitar lo superficial. Se favorecía el cultivo del espíritu, pero se sentía desdén hacia el cuidado del cuerpo.  Se subrayaba cómo en este mundo estamos de paso y que, por lo tanto, no deberíamos prestar demasiada atención a las cosas que pasan, a lo temporal. Es muchísimo mejor dedicarse a “lo eterno”, a “lo imperecedero”.

La perspectiva ecológica: ¡la totalidad!

Al comenzar este nuevo siglo XXI, hay en la humanidad -y correlativamente entre nosotros los seguidores y seguidoras de Jesús- una nueva conciencia. Parece que se nos ha abierto el horizonte. Ahora vemos compatible lo que antes nos parecía incompatible. Descubrimos la bondad y verdad donde antes veíamos malicia y error. Y todo ello sin renunciar a los principales principios de nuestra fe, de la revelación con la que hemos sido agraciados.

La visión ecológica del mundo no queda hoy únicamente reducida a las ciencias de la naturaleza. También se habla de una ecología humana, de la ecología de la mente, de la ecología de la acción, de eco-feminismo, de la eco-teología. Lo que la ecología pretende hoy es rehuir las explicaciones parciales, sectoriales y tener en cuenta el todo. Poniendo un ejemplo muy simple diríamos que la ecología no reduce la mano a cinco de dedos, sino que se fija en la mano como un todo y en ellos descubre los dedos y sus correlaciones mutuas. La ecología muestra una peculiar sensibilidad a las correlaciones, las interacciones, las redes que se establecen en la naturaleza, en el planeta.

Tiene una mente ecológica quien renuncia a los conceptos fijos, determinados, completos en sí mismos. Quien renuncia a descubrir la verdad total en la parte, sin tener en cuenta el todo. Por eso, la mente ecológica parte de una humildad intelectual fundamental: pues sabe que nada podrá entender si no es planteado dentro del todo, en su correlación con la totalidad.

La teología de la creación nos invita a adoptar la visión ecológica. En el proyecto del Dios Creador, de nuestro Dios Padre-Madre, entra la totalidad. Él lo creó todo y vió que era “bueno”, “bello”. Dios-Abbá puso su dedo creador en todo lo que existe. Todo lo que existe tiene una razón de ser. Todo ésta correlacionado. Nada se define por sí mismo, solo en correlación al todo. Decía con gran acierto el pensador Gregory Bateson: ¡solo la totalidad es sagrada! Sólo en la totalidad de todo lo existente manifiesta Dios quién es y cómo actua. La parcialidad limitada y absolutizada siempre es herética.

Y ¿con qué consecuencias?

No es fácil descubrir las consecuencias que se derivan de una visión ecológica de la realidad. Tratemos, no obstante, de obtener algunas de ellas en lo que se refiere a la vida religiosa. ¿Cuál es el perfil de una religiosa o religioso con el perfil que le concede una visión ecológica?

  • Es una persona que renuncia al totalitarismo ideológico, a las definiciones rígidas, muy precisas, demasiado lógicas. Porque toda definición genera límites, divisiones, distinciones y no cuenta con la interrelación, la interacción. El pensamiento débil posmoderno no es débil porque se reconozca incapaz de llegar a la verdad, sino porque ninguna verdad le parece suficiente, dado que busca la totalidad con la cual las verdades parciales se interrelacionan. Por eso, una persona con mente ecológica es una buscadora permanente de la verdad; reconoce la verdad en los otros; se deja constantemente enriquecer; está abierta al diálogo, a la interacción y al intercambio. Está agraciada con la hospitalidad de la mente.
  • Descubre su propia identidad no en la mera individuación, no en la separación de los demás, en la acentuación de sus características individuales. La descubre en la interrelación, en la comunión. Llega a la madurez relacionándose y no aislándose. Así mismo, la identidad de la vida religiosa no se capta solo por aquello que la diferencia de la vida cristiana seglar o de la vida de los quienes pertenecen a otras sociedades, religiones o culturas. La vida religiosa se identifica también por sus correlaciones, por elementos identificadores compartidos con otros. Hoy vemos, por eso, que la misión compartida, el carisma compartido, no es un principio de desidentificación, sino todo lo contrario. Hoy favorecemos todo lo “inter” como enriquecimiento de nuestra propia identidad. Adquirimos identidad en la constelación humana y de la naturaleza y no apareciendo como estrellas aisladas y perfectamente separadas y delimitadas. Es lo que podríamos llamar la “identidad constelar“.
  • La persona perteneciente a la vida religiosa con visión ecológica entiende la vida de comunidad de forma diferente y más enriquecida. La vida comunitaria no se reduce únicamente a las relaciones que se establecen con cada uno de los miembros que forman el grupo comunitario, jurídicamente establecido. Propio de la mente ecológica es la relación con todos, pero también con el lugar, con la casa (oikós, oiko-logia). El grupo comunitario se identifica como tal generando un espacio material y espiritual que se llama “casa”. Una comunidad -expresión de alianza- se “casa”, hace surgir una casa, relaciones y espacios domésticos. Eso es todo lo contrario al espacio indiferente, neutro que no identifica, ni configura. Lo cual ocurre cuando la comunidad no es tal, cuando los individuos se aproximan en un espacio que es no-lugar (Marc Augé), espacio de paso e indiferencia.  La comunidad es para quien siente la vocación ecológica un bio-topo, es decir, un espacio de vida. Pero cada biotopo está correlacionado con otros biotopos. No se vive en comunión comunitaria, sin la comunión con el barrio, la ciudad, el espacio nacional o cultural, de modo que el biotopo está orientado a la acogida de una biocenosis: una comunidad de vivientes que comparten el gran don de la vida y de la con-vivencia. De aquí nace la comunidad biótica, la biocenosis o el cenobitismo.
  • Puede parecer extraño, pero en esta perspectiva es lo más coherente: los consejos evangélicos o los votos que tanto nos caracterizan -como vida religiosa- tienen una dimensión ecológica. No solo una dimensión mística (de correlación y alianza con nuestro Dios), o una dimensión comunitario-fraterna (relación con nuestras hermanas o hermanos de comunidad), o una dimensión misionera (carismas que posibilitan y favorecen nuestra misión profética). La dimensión ecológica nos hace ver que la obediencia, la castidad, la pobreza, nos sitúan en la interrelación que enriquece y nos enriquece. La obediencia es interrelación: atención a toda la realidad y servicio y relación de alianza para vivir en plenitud. El celibato es interrelación: no se trata del bloqueo de la sexualidad y de la ruptura de relaciones, sino de otra forma peculiar de vivir en el cuerpo, de establecer relaciones con el todo, de servir al todo. El cuerpo que no genera se pone al servicio de la vida y del cuerpo de la naturaleza para crear equilibrios, hacer correr los ríos de la vida y del amor y del afecto. Esos cuerpos célibes se convierten en advertencia ante los bloqueos y destrucciones que puede producir una sexualidad discriminatoria y arbitraria. La pobreza es, en su comprensión ecológica, una forma defender la integridad de la creación, haciendo del uso de los bienes y del intercambio de ellos no una forma de dominio sino de respeto y de amor. Quien tiene conciencia ecológica vive los consejos evangélicos en relación con el todo y nunca en aislamiento. Son las marcas que le orientan hacia una creación utópica, que responde al proyecto inicial del Creador y que se recupera desde la cruz redentora.
  • La misión se ve profundamente afectada y configurada por la perspectiva ecológica. Se comprende de otra manera. Misión no es ir a darlo que otros no tienen, no es ir a salvar lo perdido. La misión en pespectiva ecológica es, ante todo, “missio inter gentes”, es la forma de crear correlaciones, de contribuir a través del servicio a la buena respiración del mundo, a conectar todos los mecanismos de gracia que existen para hacer que la Gracia circule sin obstáculos por doquier. Es la misión en red, que cuenta con los más insospechados servidores de vida y que ha de afrontar los más inesperados ataques virulentos y destructivos, que tienden a infectar el todo. La misión en clave ecológica requiere mucha sabiduría, confianza y estrategia. Sabiduría porque no son los muchos conocimientos lo que aportan soluciones, sino las intuiciones profundas que nacen del contacto con el Misterio que está a la base de todo. Confianza porque se está convencido de la presencia de la Gracia más allá de los límites definidos de un sistema religioso o de los criterios aportados por nuestras creencias; es confianza en el Espíritu que llena toda la tierra. Y estrategia porque la ecología nos habla de complejidad, de azar, de creatividad más allá de la lógica aristotélica. Ante la incertidumbre la misión -movida por la sabiduría y la confianza- se arriesga, busca caminos, se lanza y va donde el corazón la lleva. La misión así entendida no solo quiere salvar el alma, también el cuerpo; no solo a los seres humanos, también a la naturaleza; no solo a nuestro planeta, también piensa en el cosmos.ecological-crisis-1
  • Quien piensa ecológicamente se abre a una nueva revelación de Dios, a una experiencia de lo divino omniabarcante. Descubre que la pasión por el cosmos, por la tierra, por la humanidad, le lleva misteriosamente hacia la fuente de todo, hacia la redención y plenitud de todo: la Santa Trinidad. Solo la totalidad es sagrada. Sólo en la totalidad conseguimos la plenitud de la consagración. Es la eco-consagración.

Decía, al principio, de esta reflexión, que no se trata de una moda, sino de un avance de nuestra conciencia. La humanidad se está abriendo a una nueva fase. Estamos dejando atrás perspectivas muy parciales que nos han dividido, enfrentado y nos han hecho animales salvajes y carniceros: ahí están tantas guerras, tantas excomuniones, tantas violencias de unos contra otros. Estamos en el tiempo de la integración, del diálogo, de los horizontes más amplios, de la confianza mutua, de la gran fraternidad y sororidad, de la comunión con la creación, del cuidado exquisito del planeta. La vida consagrada se siente llamada a integrarlo todo. A redescubrir su identidad en un nivel superior de conciencia. No ha de renunciar a sus valores, pero sí redescubrirlos en un nuevo contexto. Esto requiere que luchemos por una nueva tierra, un planeta salvaguardado de la violencia. Estamos en tiempos de cambio, de mutación tal vez. Necesitamos una nueva esperanza que nos haga ver el futuro que se nos concede.

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2 respuestas a Conciencia “ecológica” e impacto en la vida consagrada: ¡sólo la totalidad es sagrada!

  1. Deicy dijo:

    Qué belleza, la verdad mi alma se recrea con esta clase de artículos llenos de profundidad, de vida, de esperanza, gracias Dios mio por regalarme esta oportunidad…..

  2. hna. Ana Hilda dijo:

    Muchas gracias por la participación de este artículo, queme ayudó mucho a revitalizar mi consagración religiosa con la ecología humana; hay que reforestar el corazón para entregarlo fresco a Jesús y a nuestros hermanos. Oro por ustedes

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