En estos días probablemente dedicaremos algún tiempo a re-escuchar o contemplar las diversas versiones musicales de la Pasión de Jesús de Bach: la pasión de san Mateo, la pasión de Juan. La partitura que se interpreta es muy diferente en una y en otra. Es importante captar la diferencia, la belleza de cada uno de sus textos, la emoción que transmiten sus cantatas, la orquesta inquieta, el movimiento de quien dirige la orquesta como transmisión de vida.. .
Esto ocurre, sobre todo, en los relatos de la pasión de Jesús, presente en los cuatro Evangelio, pero en cada uno de ellos con matices, mensajes, intencionalidades diferentes. En este domingo de Ramos (5 de Abril de 2020) la Liturgia nos ofrece la versión de Mateo y no la de Lucas o Marcos. En cambio, el viernes santo, siempre ofrecerá el relato de la Pasión del cuarto evangelio.
Y ¿qué nos aporta el relato de Mateo? ¿A qué nos invita a quienes intentamos definirnos como “discípulos/as” y “seguidores/as” de Jesús? Me he inspirado en el estudio que hace de los relatos de la Pasión un gran exégeta misionero, Simon Légasse[1].
El relato evangélico
El resultado al que he llegado -para intentar vivir con más intensidad- el relato evangélico de la Pasión según san Mateo- se puede resumir en cinco momentos:
- Ante todo, un horizonte misionero.
- Jesús, el siempre amenazado de muerte
- El Antiguo Testamento lo predecía.
- Con Él llegó el “perdón” y la “nueva justicia”
- Y… el velo del templo se desgarró.
Ante todo, un horizonte misionero
El envío del Mesías a las “ovejas perdida de la casa de Israel” (10,5-6) terminó en un estrepitoso fracaso, sellado con el asesinato del Hijo (21,37-39). El resultado fue que el Reino de Dios se apartó de Israel para ser ofrecido en adelante a un pueblo diferente, compuesto por todas las naciones (21,43; 28,19). El relato del proceso de Jesús muestra las huellas de esta interpretación y polémica.
Los judíos contribuyeron positivamente a su procesamiento y muerte. Solo Mateo presenta a las autoridades judías negociando sin escrúpulos con Judas el precio de la operación (Mt 26,14-15). Reconocen que las monedas de plata son “un precio de sangre” y como tales no pueden ser devueltas al tesoro del Templo (Mt 27,6). Los jefes influyen en todo el pueblo. El pueblo asume también la responsabilidad de la crucifixión y comprometen a su posteridad: “Nosotros y nuestros hijos nos hacemos responsables de esta muerte” (Mt 27,25).
Los romanos, en cambio, son disculpados: el procurador Pilato parece defender a Jesús ante los judíos, y cuando se lava las manos delante de ellos reconoce a Jesús como “justo” diciendo: Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis” (Mt 27,24) “. Ya previamente su mujer -que también era pagana- le había advertido de una terrible pesadilla en sueños y le pidió a su esposo: “No te metas con ese justo” (Mt 27,19). Y también el centurión romano y los soldados paganos -que hacían guardia ante el Crucificado-, iluminados por los prodigios que sucedieron a la muerte de Jesús, hicieron la misma confesión que había hecho Pedro, en nombre de todos los discípulos, en Cesarea de Filipo: “Verdaderamente, este era Hijo de Dios (Mt 27,54 – Mt 16,16), y que el mismo Jesús auto-proclamó ante el tribunal de su nación (Mt 26,63-64)
Mateo escribió su evangelio en un contexto no-judío y lo dirigió a quienes en aquel momento eran destinatarios del Evangelio: a comunidades cristianas en misión “ad gentes”, que obedecían al mandato misionero de Jesús resucitado: “Id, por tanto, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas” (Mt 28,19).
Jesús, el siempre amenazado de muerte
El relato de la Pasión según san Mateo es el final anunciado de una vida siempre amenazada: “Herodes va a buscar al Niño para matarlo” (Mt 2,13); “han muerto los que atentaban contra la vida del Niño” (Mt 2,20 – Ex 4,19); también los jefes judíos tenían el mismo designio asesino contra el Jesús adulto: “plantean matarlo” (Mt 12,14), “buscan echarle mano” (Mt 21,46); por último, persuaden a la muchedumbre para que reclame a Barrabás y “maten” a Jesús (Mt 27,20). “Buscar y matar” son los términos griegos que se utilizan en todos estos textos de Mateo.
También el evangelista Mateo añade un comentario a las tres predicciones que Jesús hizo de su pasión: el “oscuro signo de Jonás”, aplicado a la estancia de Jesús en el ámbito subterráneo de los muertos (Mt 12,40), Y cuando Jesús se refiere a Elías bajo la forma del Bautista, anuncia que el “Hijo del hombre”, lo mismo que el Bautista, tiene que sufrir por parte de quienes se oponen a la obra de Dios en la persona de sus mensajeros: “Elías vino ya, pero no le reconocieron, sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos” (Mt 17,12).
Para Mateo Jesús es siempre dueño de la situación. La conoce con antelación y la acepta voluntariamente. Los anuncios de la Pasión dan fe de ello:
“Ya sabéis que dentro de dos días se celebra la fiesta de la Pascua y el Hijo del Hombre será entregado para que lo crucifiquen” (Mt 26, 1-2).
E inmediatamente después dice el evangelista que se reunieron los sumos sacerdotes y los ancianos para organizar el arresto y la muerte de Jesús (Mt 26,3-4).
Solo Mateo pone en labios de Jesús una declaración que designa a Judas como el que va a entregarlo. El traidor plantea francamente la pregunta: “¿Soy yo, acaso, maestro?”. La respuesta es inmediata y contundente: “¡Tú lo has dicho!” (Mt 26,25). Jesús asume voluntariamente su suerte, aunque proclama que podría haber obtenido de su Padre “más de doce legiones de ángeles” para que lo arrancaran de la tropa que iba a arrestarlo (Mt 26,53),
El Antiguo Testamento lo predecía
El evangelista Mateo quiere en todo momento mostrar la unidad de los dos Testamentos y, por ello, sus referencias al Antiguo son numerosas. Es más, para Mateo el Antiguo Testamente es, ante todo, una profecía sobre Jesús y su obra. Todo tiene lugar “según las Escrituras”; “en todo esto se cumple lo que escribieron los profetas (Mt 26,54,56). Obviamente también la Pasión es relatada como cumplimento de esas profecías.
El trato que cierra Judas con los sumos sacerdotes (Mt 26,14-16) evoca las 30 monedas de plata de Zacarías (Zac 11,12-13); el narcótico que le es ofrecido a Jesús -mirra mezclada con vino- según Marcos (15,23), lo convierte Mateo en “hiel” para que se cumpla la profecía del salmo 69,22 “me han dado a beber hiel”; y mientras en Marcos Jesús el narcótico, en Mateo Jesús gusta -solo un poco- la infecta bebida.
Las últimas palabras de Jesús en la cruz reproducen -según Mt 27,46- una frase, tomada del salmo 22, en lengua semítica: Eloí, Eloí, lema sabaktani. ¡Caso único en los evangelios! Mateo remplaza los dos primeras palabras arameas de Mc “Eloí, Eloí” por su equivalente hebreo “Elí, Elí”, dejando el resto en arameo. Así se prepara la confusión de Elí, con Elías, Eliyah en hebreo, que confundió a algunos de los que estaban allí.
El evangelio de Mateo es el único que habla de la apertura de las tumbas -acontecimiento simbólico- así como de la compra del campo del alfarero (Mt 27,9-10), o el reparto de los vestidos, no de la túnica. Algunos hechos son modificados para que correspondan a las palabras de la Escritura (Mt 27,34). La muerte de Jesús estuvo acompañada de prodigios: apertura de las tumbas bajo el efecto del terremoto, ruptura de rocas, resurrección de los santos del Antiguo Testamento (Mt 27,51-53). Estos acontecimientos en cadena, que informan sobre la muerte de Jesús, están inspirados en los profetas: Ezequiel (37,12-13) y Daniel (12,2). Ese trasfondo profético nos indica que la muerte de Jesús inauguró la era final que se clausurará con la resurrección de todos los muertos.
Con Él llegó el “perdón” y la nueva “justicia”
Para Mateo la muerte de Jesús era como un sacrificio para obtener el perdón de los pecados:
La sangre de la Alianza, que se derrama por todos para el perdón de los pecados (Mt 26,28).
Desde antes del nacimiento Jesús es designado como “aquel que salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21); por eso, el bautismo de Juan no era para la remisión de los pecados, eso ocurriría con el bautismo con Espíritu Santo que correspondería al “más fuerte”; el perdón de los pecados es privilegio exclusivo de la sangre de Cristo.
La remisión de los pecados trae consigo el Reinado de la Justicia. El Jesús de Mateo pide que la justicia perfecta, que supere la de los escribas y fariseos (Mt 5,17.48). Él vino a “cumplir toda justicia” (Mt 3,15), obedeciendo a Dios Padre:
“Padre mío, que se haga tu voluntad (Mt 26,42 – Padrenuestro (Mt 6,10)
Jesús es la no-violencia; es el justo que no resiste al malvado (Mt 5,39). Así es un modelo para sus discípulos, y los reprende cuando sienten la tentación de la violencia. Jesús es el modelo de los perseguidos por la justicia (Mt 5,10):
“Guarda tu espada que todos los que empuñan la espada perecerán a espada” (Mt 26,52).
La mujer de Pilato y el mismo Pilato reconocieron a Jesús como “justo” (Mt 27,19.24).
Y… el velo del templo se desgarró (Mt 27,51)
Efecto inmediato de la muerte de Jesús. El velo del Templo, probablemente de entrada era bellísimo, adornado con elementos astrales, según Flavio Josefo (Guerra Judía V, 210-214). Se trataba de una gran velo o cortina de 28 metros de alto, por 8 o 9 de ancho. Quedó desgarrado en dos, de arriba abajo, cuando Jesús murió.
Se trataba probablemente del primer velo: es decir, aquel que velaba a los ojos de todos, el misterio del Templo. Sólo podían cruzarlo los sacerdotes. El segundo velo era el que cubría el “Sancta Sanctorum”, donde solo el Sumo Sacerdote podía acceder una vez al año. Con este relato, el evangelista Mateo indica a sus comunidades misioneras que se acabaron los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos. El único sacrificio válido a los ojos de Dios es el que se ha cumplido con el Sacrificio de Jesús. ¡Se ha dado un gran giro en la relación de Dios con los seres humanos! ¡Estamos en un nuevo régimen! El cuarto evangelio dirá que el cuerpo de Jesús es el “nuevo y definitivo Templo”. Pablo dirá que “nuestros cuerpos son el templo del Espíritu”.
El mundo del revés
San Mateo nos ofrece un relato “misionero” de la Pasión de Jesús. Es el relato que se vive plásticamente en tantas procesiones de Semana Santa, tan conmovedoras para tanta gente, tan imprescindibles para tantas Cofradías y Cofrades.
Sabemos que este relato puede emocionar a tantas personas -aparentemente paganas o secularizadas- como la mujer de Pilato, o el centurión y sus soldados. No se trata del relato de una persona victoriosa, sino del “siempre -ya como bebé- perseguido y amenazado de muerte”. Este relato puede confrontarnos con el imperio del mal que no difícilmente se filtra en los sistemas religiosos y políticos. Nos habla de las víctimas. Hace memoria de ellas. ¡Todas las víctimas tienen su Antiguo Testamento, los profetas que lo anunciaron!
Sabemos por este relato que el final es la Victoria de lo amenazado, de lo humilde y pacífico. Que no hay pasión, sufrimiento en vano. Que los pacíficos poseerán la tierra. Se tratará de una posesión comunitaria, incluyente, y no la excluyente de nuestros sistemas. Y se romperán los velos de tantas hipocresías ante la presencia pública de los injustamente ajusticiados.
Un relato inacabado
Si hoy proclamamos el Evangelio de Mateo no es para volver una mirada nostálgica hacia un pasado, que ya pasó. Jesús ya no sufre más. Lo hecho, hecho está. Pero el relato está ahí para que también “nosotros sigamos sus huellas”, como seguidoras y seguidores en el siglo XXI, en nuestro contexto histórico, y ahora precisamente afectado mundialmente por el COV19.
Será a través de nuestra comunicación virtual como podremos ir relatando el significado evangélico para hoy. Hay que estar abiertos a la inspiración del Espíritu, de la Santa Ruah, nuestra contemporánea y siempre en activo. De seguro que nos inspira cómo traducir este relato de Mateo en nuestros contextos. ¿Quiénes son hoy los judíos, los sumos sacerdotes, Judas? ¿Quién es hoy el pueblo que se deja manipular? ¿Quién es Pilato con su vacilación y la mujer de Pilato con su decisión e inquietud? ¿Quién está pasando la pasión de Jesús, porque ha estado amenazado, contaminado? ¿Qué velos -aparentemente sagrados e intangibles- se están hoy rasgando?
Oración
¡Qué conmoción se siente, Jesús, al recordar el acontecimiento de tu pasión y muerte y poder así acompañarte, seguirte y compartir tus mismos sentimientos! ¡Cuánto amor nos manifiestas! ¡Qué gran ejemplo de valentía nos diste a nosotros, tan temerosos cuando nos sentimos amenazados! ¡Que tu Espíritu Santo se derrame sobre nosotros y nos conceda la nueva conciencia que nos permite conectar con las grandes tradiciones de los Profetas, de los Evangelistas, de los Salmos y de nuestra ya anciana Iglesia! Que tu Espíritu nos conceda la energía para superar nuestra adversidad mundial y nos haga renacer de nuevo, contigo y en ti, Señor!
Pasión según san Mateo – subtitulada en español
[1] Cf. Simon Légasse, Los relatos de la Pasión, EVD, Estella, 2002.
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