La palabra tal vez no sea la más acertada: “familia” proviene de la palabra latina “famulus, famula”, que significan “siervo”, “sierva”. En este sentido, familia significaría un “sistema de servidumbre” bajo la autoridad del “padre de familia”. La palabra evoca un antiguo “régimen patriarcal”. Pero hoy se vive la realidad familiar de forma muy diferente. Hoy entendemos que la familia auténtica intentar ser una comunidad de alianza bilateral, fecunda y procreadora. Hoy celebramos la fiesta de la Familia de Nazaret y se nos ofrece la oportunidad de reconocer que “cada familia es… un misterio”, aunque la de Nazaret en grado máximo.
Una familia del todo singular
José y María formaron una familia muy peculiar. Los evangelios de la infancia nos dicen que el proyecto de Dios sobre ellos fue sorprendente. José sería esposo, pero ¡no padre! María sería esposa y “madre” por obra del Espíritu. El gran teólogo Karl Barth explicaba que en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, Dios prescindió del varón y de su prepotencia. Los pocos rasgos de José, que nos transmiten los evangelios, no lo representan como un varón machista y prepotente; pero sí, como un valiente protector, un guardaespaldas de María y de Jesús, como un auténtico y fiel esposo y, para María como un auténtico “padre” (“tu padre y yo te buscábamos”)..
“Lo que Dios ha unido…”, dijo el Jesús adulto. No dejaría de pensar en José y María. Y Dios los unió para que constituyera aquella unidad humana vital, ecológica, en la cual la semilla del Espíritu pudiera desarrollarse en plena humanidad.
En este contexto nació Jesús. En esa atmósfera se desarrolló su personalidad. El “tacto” necesario para un proceso educativo del pequeño y joven Jesús, no sería nada fácil. Si hay padres que no saben gestionar la educación cuando tienen un hijo o hija “superdotados”… ¿qué decir de la educación de aquel “hijo superdotado” de María y José?
Un hijo “signo de contradicción”
Un profeta laico, Simeón, y una anciana profetisa del templo, Ana, ayudarán a María y a José a comprender el misterio del pequeño Jesús:
- Simeón lo ensalza como luz de las gentes y gloria de Israel. Además, les hace prever la sombra de la Cruz que se anticipará e irá ensombreciendo la vida del Pequeño Jesús. El profeta le descubre a la madre cómo el territorio de su corazón será recorrido por una espada: la espada del juicio de Dios y la espada de la Palabra de Dios. Y a pesar de ese recorrido de la espada por su alma, ella quedará en pié. La Palabra la exaltará. Vivirá siempre -como también José- dirigidos, protegidos por la Palabra. María lo expresó así al ángel Gabriel: “Hágase en mí según tu Palabra”
- Ana, la anciana el Templo alababa a Dios ante la familia que el Espíritu Santo le permitió acoger. ¡Qué situación tan enigmática y aleccionadora! Ninguna autoridad del Templo se hizo presente para acoger al Mesías…. ¡Autoridades ciegas! Fue una anciana mujer -una auténtica presbítera- quien dio voz al Templo de Jerusalén y en su nombre acogió a Jesús y a sus padres.
Cada familia… ¡un misterio!
No es fácil vivir en familia. La diversidad, el recurso a los propios derechos, el deseo de ser “uno mismo”, introduce en la familia mucha desarmonía. Ya Chesterton se preguntaba -ante la afirmación “y… por fin, los dos se han convertido en uno solo“- ¿y cuál de los dos?
Nosotros suponemos que ni María, ni José, hubieron de renunciar a ser ellos mismos. El Espiritu cuidó y preservó sus identidades. Ellos no debieron renunciar a ser ellos mismos, aunque sí renunciaran a nuestra tendencia “narcisista”.
Hoy, en la humanidad, hay muchos tipos de “familia”. Para la familia no hay un “molde único”. El Espíritu de la comunión es también el Espíritu de la diversidad carismática. Cada familia tiene su “misterio” y sus “misteriosas posibilidades” que no debe desaprovechar.
Sólo en la libertad crece el amor. Sólo la libertad es lugar adecuado para la comunión. Obedecer no es “someterse”, sino “escuchar”, “atender”, “ser atento”, “servir”, “cuidar”. Obedecer es amar con el oído, con la atención, el servicio y el cuidado. Obedecer es des-centrarse y renunciar al “narcisismo”. Sólo desde la mutua escucha, sólo desde la actitud de servicio y cuidado ante las necesidades más profundas del otro, germina y florece la comunidad familiar.
El mensaje de las lecturas de este domingo va en esta dirección. Así María y Jose, juntamente con Jesús, se convierte en Familia “sagrada”, Familia “parábola” para todas las demás familias. Lo importante es caminar como ellos lo hicieron hacia esa Patria que -antes o después- a todos nos espera: ¡Hasta que la muerte nos una!
Para contemplar
ORACIÓN A LA SAGRADA FAMILIA
(Papa Francisco, Amoris Laetitia)
Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.
EMMANUEL (Salomé Arricibita)
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