Es muy preocupante la situación de Europa. Aquel “sueño europeo”, comunitario, inclusivo, hospitalario, cultural, está muy amenazado. Nos desagradaba en otros tiempos que nos definieran solo como la “comunidad económica europea”: nuestro sueño de comunidad de naciones nos lanzaba hacia un proyecto común mucho más totalizante y humanizador: queríamos ser la Europa de las naciones y nacionalidades, la Europa de las culturas, de las religiones y confesiones cristianas, la Europa del diálogo, la Europa casa abierta, lugar de encuentro. ¡Y también, la Europa de la moneda única, del Euro!
Al parecer lo íbamos consiguiendo… Comenzamos a teñir nuestra identidad nacional, de identidad transnacional, nos comenzábamos a sentir en casa, en otros países. Comenzamos a votar a nuestros comunes gobernantes.
Pero ante esa criatura que estaba naciendo se apostó un terrible dragón para devorarla apenas la madre, la Mujer de las Doce Estrellas, la diera a luz (Apc 12,4).
No se advertía fácilmente. Porque ese terrible dragón estaba travestido de ángel de luz. Prometía bienestar, libertad, enriquecimiento fácil, libre mercado. Pretendía hacer de Europa la envidia de todo el mundo, el “fuerte” con quien todos deben contar, tanto en el Oeste como en el Este y en el Sur. Europa envió sus Ejércitos -decía que en “misión de paz”, pero siguió fabricando y vendiendo armas de muerte; dejó mano libres a sus expertos en dinero y financias para que negociaran en condiciones ventajosas y especularan, y jugaran astutamente para acrecentar sus fortunas; comenzamos a poner nuestras ganancias en los bancos, se mejoraron nuestros salarios, pudimos permitirnos un standard superior de vida, hasta llegamos a vivir muy por encima de nuestras posibilidades; los políticos podían prometer y realizar, aunque endeudaran a sus comunidades; siempre disponían de fondo; en todo caso, se esperaba un golpe de suerte, una argucia inteligente financiera, o tapar la corrupción .
El Dragón no devoró a la “nueva Europa” de una vez por todas. Travestido de Ángel de Luz comenzó a hacerlo insensiblemente, lentamente pero sin pausa.De vez en cuando compensaba su maldad dejando caer de la mesa algunas migajas que al parecer satisfacían la necesidad de los pobres (como el rico epulón), y tapaban su maldad con el manto de una cierta ética.
¿Cuánto queda ya de aquel sueño primero de una Europa de la cultura, del encuentro? Es cierto que no somos ya la Europa de las dos guerras mundiales, de los millones de muertos y heridos, de la violencia más descomunal en la historia. Pero ahora estamos en la crisis. Y en especial algunos países, como nosotros. La crisis de esta Europa no es sólo crisis económica. Ya el dragón muestra su identidad: aunque es invisible, ejerce su poder a través de sus “bestias” (Apc 13), que tratan de dominarnos y subyugarnos a todos.
Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase. Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (Apc 13, 15-17)
Las Bestias dicen a los líderes lo que hay que hacer en cada momento. Es horrible asomarse cada día a los medios de comunicación y ver cómo unas instancias de poder que apenas conocemos, a las que no hemos votado, nos evalúan y enjuician constantemente, nos dicen que estamos al borde del precipicio -de la quiebra- (¡el precipicio, la quiebra, está allí donde ellos determinan que esté!). Nos dicen que somos deudores y la deuda descubierta es el cuento de nunca acabar. Porque siempre debemos más y más.Y cualquier ayuda se convertirá en una cadena, en una soga al cuello. Prometen la liberación de la deuda, pero la realidad será que prometen endeudamiento hasta que varias generaciones mueran.
Jesús, el utópico Jesús, nos enseñó a rezar el Padrenuestro:
“Abbá, perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.
Europa tiene deudas con Dios. Pero ¿esta Europa -que no perdona- será perdonada? Y ¿cuál es la Europa que no perdona? Aquella que se ha enriquecido, la Europa de los banqueros, de los especuladores, del bienestar a toda costa, de los negocios globalizados; también aquella Europa egoísta e insolidaridad, que por una parte quiere la unidad y por otra dice: “¡que paguen ellos sus deudas!” Es decir, aquella Europa que no es Europa, sino el grupo cómplice del Dragón, que quiere acabar con “el sueño Europa”.
Jesús fue a comer a casa de Zaqueo. el rico publicano. El encuentro con Jesús lo transformó. Concluyó aquella cena prometiendo lo siguiente:
He aquí –confesó a Jesús– que doy la mitad de mis bienes a los pobres y, si he defraudado a alguien, le restituyo cuatro veces más» (Lc 19,8).
Hoy, en cambio, ¿qué hacen los defraudadores, los que se han servido de los bienes de los demás? ¿Se organizará la sociedad de tal forma que quienes tanto tienen den la mitad de sus bienes a los pobres, y restituyan a quienes han defraudado cuatro veces más? Jesús muestra que su utopía es posible. Pero el Dragón, quiere pagar las deudas de los defraudadores contando con los pocos bienes de los más pobres. Y quienes sirven a sus Bestias ejecutan sus órdenes. Se recortan las ayudas sociales, se ayuda a quienes más tienen a costa de quienes menos tienen.
Me dan pena esos políticos acomplejados, sin visión, deseosos de lograr éxitos a base de amistades con los centros de poder, creyendo que el Dios-Riqueza al final compensará a todos. Lo escribí no hace mucho en un folleto titulado “La idolatría de las riquezas”. El dios de las riquezas siempre defrauda y hasta puede dejarte al borde del suicidio.
En la Iglesia estamos muy preocupados por defender las raíces cristianas de Europa. Y está bien, aunque mejor sería que otros los reconozcan, porque es evidente. Pero nos deben preocupar mucho más esas ramas que brotan del tronco de Europa y producen frutos de tanto egoísmo, corrupción, robo, mentira, desintegración, falta de ética. El dios-Dinero, el dios-Finanzas no salvará a Europa. La destruirá. Siempre ha sido así. Ese dios no es ético, por más que proclame la ética. Es el dios de los ladrones; según él, no hay robo cuando uno soslaya las leyes…. ¡Tenemos ya tantos ejemplos de conductas así!
Vamos a ver cada vez más la Europa de la indignación, la Europa de los aplastados, la Europa de los humildes, que lanzan sus gritos no tanto al cielo, cuanto a la calle, a la plaza pública. Esa Europa se está moviendo y busca soluciones. Esa Europa es la que necesita buenas noticias, Evangelio real, promesas ciertas. Esa Europa clama: ¿hasta cuando? (Apc 6,10). A esa Europa le dará el Espíritu como “alas de ángel” para que huya al desierto y allí sea alimentada (Apc 12,14).
Pero ¡quiera Dios! que no se apodere de ella el demonio de la violencia, ni el demonio de la venganza. Que no se infiltren en sus filas otros “demonios” agitadores, que intentan pescar en río revuelto -en el fondo, emisarios de la bestia-. Esta Europa necesita que se le proclamen¡ las promesas bíblicas, que en ella la comunidad de Jesús proclame su Evangelio, esa Europa necesita orar a su Dios para quien nada hay imposible, reunirse en torno al Espíritu. Nosotros, los que seguimos a Jesús, hemos de ser ahora, más que nunca, los que optamos por los pobres, por los oprimidos y desplazados, lo que defendemos su causa, los que también lanzamos las malaventuranzas a quienes tan injustamente los sojuzgan. Necesitamos ser Iglesia profética y no muda; Iglesia que se anticipa y no Iglesia diplomática que opta por no arriesgarse.
Y a los líderes políticos -del partido que sean- hay que recordarles lo fácil que es caer en el espacio magnético de las Bestias y del invisible Dragón. Que no se dejen llevar por la vanidad. Que no hagan alianzas con el dios-Mammón. Que defiendan la dignidad de sus pueblos y, sobre todo, la causa de los más humildes. Que a “los pobres de Dios” ¡ni los toquen! ¡Que pongan sus ojos en el humilde y en el abatido, en el huérfano y la viuda, en las personas con dependencia, en los discapacitados! Y a los líderes políticos que ya no lo son, que pidan perdón públicamente si han de reconocer errores, alianzas perversas, sentencias injustas: que reconozcan y se arrepientan de su error al contemporizar con las Bestias, que como el rico Epulón adviertan a sus hermanos y hermanas que no colaboren con el mal, ni la corrupción. ¡Sólo quienes imitan a san Zaqueo podrán ser los líderes que Europa necesita en este momento! ¡Los únicos que en este “largo y amanecer” europea le harán frente a la antigua serpiente, que es el Dragón apocalíptico.
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