No recuerdo a quién pertenece este relato, esta fábula. Lo recogí entre mis notas haces algunos años. Hoy, ¡no sé porqué! me he topado con él de nuevo. Y veo que en esta sociedad y en la misma Iglesia de hoy hay personas que hacen -¡o hacemos!’ mucho ruido. Y quizá nos venga muy bien, releer esta parábola y aplicárnosla. Eso de querer ser un “influencer”….
Caminaba con mi padre, cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó:
“Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?”
Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí:
“Estoy escuchando el ruido de una carreta…”
“Eso es” -dijo mi padre- “es una carreta vacía”.
Pregunté a mi padre:
“¿Cómo sabes que es una carreta vacía si aún no la vemos?”
Entonces mi padre respondió:
“Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuánto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace”.
Me convertí en adulto y hasta hoy, cuando noto a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y mirando por encima del hombro a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo:
“Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace”.
La humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitirle a los demás descubrirlas.
Y recuerden que existen personas tan pobres que lo único que tienen es dinero. Nadie está más vacío, que aquel que está lleno del ‘Yo mismo’. Seamos lluvia serena y mansa que llega profundamente a las raíces, en silencio, nutriendo.
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