JUICIOS, CORRUPCIÓN… SABIDURÍA

¡Cuántas veces nos equivocamos por precipitación! Quedamos prisioneros de las primeras impresiones, y después vienen las grandes decepciones a arrepentimientos. El ser humano es muy impresionable. Por eso nuestra historia comenzó con un engaño: la serpiente nos engañó.

Falta de juicio

Cuando alguien es muy propenso a ser engañado, decimos que “le falta malicia”. Mejor sería decir, que le falta juicio o discernimiento.

“Discernir” es propio de sabios. Someter lo que nos acontece a juicio es inteligente. Probarnos a nosotros mismos, o aceptar las pruebas de la vida, es un regalo. Así se descubre lo que de verdad hay en el corazón. Cuando esto no ocurre, es muy fácil vivir en la mentira respecto a nosotros mismos y a los demás.

La masa se deja guiar por las impresiones primeras. La mujer sabia, el hombre sabio nunca se precipita: examina, prueba, espera… contempla. Estamos en un tiempo en que una noticia cualquiera se convierte en verdad admitida por muchos.

Cuando lo corrupto se vista de incorrupción…

En la segunda lectura que acaba de ser proclamada la palabra “corrupción” supera su significado moral o político, pero también lo ilumina. Cuando hablamos de corrupción política estamos refiriéndonos a un proceso de degradación, de mal olor, antiestético, pernicioso, que se produce en el cuerpo social.

Procesos de corrupción se dan a muchos niveles: en la naturaleza, en nuestro cuerpo, en los grupos y comunidades, en la sociedad en cuanto tal. Quizá haya que decir que todo lo mortal llegará en un momento u otro a la descomposición, a la corrupción.

Nuestra reacción inteligente ante lo corrupto suele ser amputarlo, aislarlo, expulsarlo. Y está bien, porque al menos no contamina ni se extiende. Lo peor es cuando la corrupción se convierte casi en destino de todo lo que existe, lo contingente. Cuando la corrupción crece y todo lo llena.

La Carta a los Corintios nos da esperanzas: “cuando esto corruptible se vista de incorrupción”. Llegará un momento en que la vida triunfe sobre la muerte, la incorrupción sobre la corruptibilidad. Jesús fue el primero que venció la corrupción y a los corruptos.

Esta perspectiva es fantástica. Nos permite vivir en este mundo corruptible “de otra manera”: ¡con esperanza cierta! Porque el trabajo sin reservas y la fatiga tendrán recompensa. Su destino no será la corrupción.

Lo que resulta escandaloso es que nosotros, los cristianos, podamos admitir procesos de corrupción entre nosotros (abusos de poder, de dinero, sexuales) sin clamar al Incorruptible que nos salve y cuente con nosotros.

La Sabiduría

No olvidemos que Jesús es Maestro. Que somos de su escuela: sus alumnos y alumnas, sus discípulos. Hoy añade sus comentarios de sabiduría a las sentencias sabias del Antiguo Testamento.

  • Guías ciegos: en dos frases nos alerta el Maestro sobre el liderazgo. ¿Cómo pueden conducir a los demás quienes están ciegos? ¡Hundirán a quienes guían! Pero, ¡qué difícil es que los guías ciegos reconozcan que lo son! Ellos siempre ven. Los que no ven son los demás. Por eso, Jesús, les decía que su pecado era muy grande. Los guías ciegos no necesitan curación y nunca tendrán el arrojo de pedir la vista. Está bien que todos los que tenemos alguna función de liderazgo en la iglesia, en la sociedad, nos preguntemos dos cosas: si estamos ciegos –total o parcialmente– y para esto nos ayudará mucho las críticas; y si seguimos a alguien que está ciego, porque caeremos en el hoyo.
  • Más que el Maestro: ¿por qué diría Jesús que “un discípulo no es más que su maestro”? ¿Había entre los discípulos alguien tan pretencioso que quería darle lecciones hasta al mismo Jesús? ¿Había entre sus discípulos alguien que estaba dispuesto a suplantarle? ¿Llegaría en algún caso su codicia hasta querer acabar con Jesús, pero manteniendo la marca?
  • La mota y la viga: ¡qué sabiduría encierra esta sentencia de Jesús! Un ciego que no reconoce su ceguera es incurable. Pero cuando se ve un poco, uno tiende a ver lo ciegos que están los demás. No cuestionar la propia ceguera es propio de los dogmáticos, de aquellos que tienen siempre la razón porque se sienten muy sabios y superiores a los demás o porque creen que estar constituidos en un cargo les da la visión. Jesús les pide mucha más humildad y que reconozcan que ver la mota en el ojo del otro es señal de que uno lleva en el suyo una viga.

Los frutos hacen reconocer el árbol: ¡no hay que precipitarse!, nos dice el Maestro. Hay que esperar para ver los frutos que cada cosa produce. Hemos condenado precipitadamente a quien después ha dado los mejores frutos. Y hemos alabado, ensalzado, encumbrado antes de tiempo, a quien después ha sido pernicioso.

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