JOSÉ EN EL TALLER DE NAZARET (en el día internacional de los trabajadores y san José obrero)

El taller es ese ámbito simbólico en el que todo se arregla, todo se crea y rehace. El taller es el lugar de la re-creación, de la creatividad. Es allí donde los proyectos se realizan. Llevas al taller algo roto o desguazado… al salir lo sacas nuevo, rehecho.

Sabiduría y bondad de artesano

Entre tanto, ahí está la labor y creativi­dad del artesano.

  • El amor y la sagacidad creativa del artesano que sabe cómo rehacer lo maltrecho, que encuentra caminos para resolver lo difícil, ajustar lo desajustado. En el taller entra la materia informe y sale modelada, transformada. En cierta manera, un taller es un lugar donde lo inútil se vuelve útil, lo afeado hermoso, lo escacharrado logra funcio­nar. Allí está para ello el artesano. Una especial sabiduría le envuelve. Para él no hay nada imposible. Está aliado, cordialmente aliado, con aquello que cae en sus manos. Y no solamente con ello, quizá, más aún, con sus propietarios.
  • El artesano pasa haciendo el bien. Pocas veces tiene tiempo para dedicarse “a lo suyo”, pero cuando sirve, hace suyo o como si fuera suyo, lo de los demás. El artesano por vocación encuentra en la fatiga su gozo. Se sabe creador. Por doquier va dejando su impronta. Le encanta la obra bien hecha y rechaza la chapuza.
  • El artesano por vocación no piensa en el dinero, como aquellos que con su cuenta-kilómetros hacen dinero cada centímetro y cada segundo. El buen artesano no es materialista. Sabe que ha sido llamado para reparar los elementos que utilizamos para vivir y para hacer más fácil y agradable la existencia de los demás. El artesano es como el médico de las cosas. Su taller como un pequeño hospital. La bondad de su corazón se plasma en todo lo que hace.
  • Es normal que el obrero acabe el día cansado y agobiado. Que el ritmo incesante del trabajo y, a veces su rutina, no le deje respiro. Que las necesidades de la gente, sus legítimas urgen­cias, no le dejen tiempo ni para comer. El artesano, que tiene capacidad para la compasión, rompe sus horarios en favor de los que están necesitados. El artesano cuida de la gente del pueblo, de su bienestar.

El hijo del artesano

Y él enseña a su hijo el oficio.

  • El padre le ha ido enseñando los pequeños secretos que hacen fácil lo difícil, que dejan su firma única en todo lo que él hace. El padre se convierte en maestro, en transmisor de sabidu­ría, cuando lo adiestra, cuando lo corrige o aplaude.
  • Los hijos diligentes están en buenas condiciones y en forma para superar al maestro. Es entonces cuando el padre se muestra orgulloso de su hijo y así se lo expresa a la gente: “No os preocupéis, lo hará muy bien… mejor que yo!”. En el fondo pensará: “Conviene que él crezca y que yo disminuya!”.
  • El taller es también escuela. Allá el carisma se transmite. El hijo, tal vez no recuerde cuándo comenzó la primera lección. Tal vez… cuando caminando a gatas por el suelo se sorprendió ante las virutas, o cuando se quiso tragar un tornillo ante el espanto de su madre. Poco a poco ha ido familiarizándose con el trabajo transformador.
  • Un día el artesano desaparecerá del taller. Quedará el hijo. Mejor: nunca desaparecerá el padre; su espíritu impregnará el taller.

La esposa del artesano

El taller queda transformado en casa, en hogar, gracias a la presencia de la mujer.

  • Hacia ella van frecuentemente los pensamientos del artesano.
  • Es por ella por quien multiplica sus sudores. Quiere llevarle el dinero necesario para vivir.
  • El artesano enamorado, la recuerda, la evoca y cuando la ve entrar, todo el taller se ilumina. El artesano, todo él, se hace abrazo y beso, aunque no abandone ni sus herramientas, ni su tarea.
  • También hay amor en el taller… el amor que convierte el trabajo penoso y fatigoso en fiesta. Cuando la mujer se va, su presencia queda. Todo queda marcado por su presencia ausente.

Mi Padre trabaja y yo también”

¿Porqué quisiste, Jesús, hacer escenario de los primeros 30 años de tu vida el taller de Nazaret?

  • “Mi Padre trabaja hasta ahora y yo también trabajo” (Jn 5,17).
  • “Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que él hace” (Jn 5,20).
  • “Las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo dan testimonio del Padre” (Jn 5,36).
  • “Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí” (Jn 10,25).
  • “¿Por cuál de estas obras, que vienen del Padre, queréis apedrearme?” (Jn 10,32).
  • “Si no hago las obras del Padre, no me creáis” (Jn 10,37).
  • “El Padre que permanece en mí, es el que realiza las obras” (Jn 14,10).
  • “El que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún porque yo voy al Padre” (Jn 14,12).

Nazaret fue anticipación

Aquí veo, Señor, que Nazaret fue la anticipación, la profecía de aquello que en tres años ibas a revelar con tanta intensidad.

  • Nazaret y su taller fue para tí una parábola trinitaria. José, el artesano que te enseñó y adiestró para hacer sus mismas obras, era el símbolo viviente de tu Abbá. María era la presencia inspiradora, la que mantenía viva la llama del amor y la creatividad, la que transformaba el taller en hogar y en seno fecundo. Era ella el icono viviente del Espíritu. Y tú, Jesús, el aprendiz.
  • Comenzaste a redimir, antes a las cosas que a los hombres. Te adiestraste con ellas. ¡Cómo supiste hacer servible lo inservible! ¡Nada dabas por definitivamente roto y escacharrado! Dejabas todo… te olvidabas de todo para conseguir hacer útil, lo que otros tirarían a la basura. Y, ahí, en el taller de Nazaret, te ejercitaste en la Redención. No te fue difícil pasar de “artesano de cosas” a “artesano de la humanidad”, pasar del “taller de Nazaret” al “taller del Evangelio”.

Taller y parábola

¡Nazaret! taller y parábola, tuvo sobre sí la sombra de la cruz.

  • Muchas lágrimas bautizaron aquellos trabajos, aquel humilde lugar.
  • Las lágrimas contenidas de José, cuando no entendía que le estaba sucediendo a María, embarazada de no sabía quién.
  • Las lágrimas de María, cuando descubría la sombra en el rostro de José, su gesto triste y angustiado al enterarse de la noticia y sentirse obligado a separarse de ella.
  • El taller era el refugio, en el que los Tres se defendían de las habladurías de la gente. Eran una familia estigmatizada. «El hijo de María», no de José; (José, el que no supo ser un hombre con dignidad!; ¡Jesús, el hijo ilegítimo, el hijo de la impureza!, decían, pensaban, los paisanos de Nazaret (cf. Mc 6).
  • Taller de Nazaret, santuario de lágrimas y dolor. Noche oscura que permitió hacer más esplendorosa la mañana del Reino. Tal vez la desaparición de José fue una profecía del abandono del Padre en la cruz. Hubo un Nazaret muy próximo al Calvario.

El médico de las cosas fue llevado por el Espíritu y se convirtió en médico de hombres y mujeres. «Os haré pescadores de hombres». Y convirtió el mundo en un admirable taller. Se acercaba a todos para curarlos de sus males. Una energía admirable salía de él, que lo curaba todo. La resurrección anticipó su parusía. Todo lo que Jesús tocaba… experimentaba una vida nueva. Quien tan bien aprendió a ser artesano y carpintero, pudo en poco tiempo restaurar a todo este mundo viejo y roto. 

Esa es ahora nuestra tarea, ser aprendices en el taller de Nazaret y continuar su obra. «Id por todo el mundo y haced discípulos míos» Y es que el «Taller de Nazaret» fue «la primera parábola del Taller del Evangelio».

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