Intervenciones en el Sínodo: Madeleine Delbrêl, “nueva humildad”, ecumenismo, globalización, cultura, misión de Dios, la olvidada dimensión pneumatológica, escuchar a los pobres…

En esta sección de textos que impresionan irán apareciendo algunos de los textos leídos en el aula del Sinodo que potencien nuestra confianza en la acción del Espíritu en la Iglesia y que nacen de personas e iglesias particulares que traen a Roma visión, luz, espíritu. Subrayo algunas de las ideas que me más me han impresionado.

Como Madeleine Delbrêl: Mons. Claude Dagens, Arzobispo de Angoulême (Francia)

Este Sínodo es una ocasión favorable para responder a la pregunta decisiva de Jesús a sus discípulos: “¿Qué buscáis?”.

Buscamos ser más numerosos, reunir más fieles en la Eucaristía, manifestar con más fuerza la presencia católica en nuestras sociedades secularizadas.

Pero no nos conformamos con estas perspectivas de cantidad. Estamos llamados también a un trabajo interior de renovación de nuestra vida cristiana, que comporta tres exigencias:

  • Primera exigencia: un acto de discernimiento sobre este tiempo en el que vivimos. Son tiempos de prueba para la misión cristiana debido a los efectos de la secularización. Pero, en medio de las pruebas, vemos manifestadas también expectativas espirituales sobre cuestiones de vida y muerte. A ellas debemos dar respuesta.
  • Segunda exigencia: comprometerse para progresar en nuestro conocimiento de Dios vivo, purificando nuestra fe de cuanto la recarga, osando hablar a Dios de los otros que encontramos, antes de hablar a éstos de Dios.
  • Tercera exigencia: comprender que el objetivo de la Iglesia no es la misma Iglesia, sino el encuentro de los hombres con el Dios vivo. No se trata sólo, por tanto, de estar presentes en el mundo, sino de ser de Cristo para el mundo.

Estas tres exigencias han sido profundizadas y puestas en práctica por Madeleine Delbrêl, una francesa que ha comprendido a qué nos compromete una nueva evangelización.

Humildad que evangeliza desde el amor: Mons. Socrates B. Villegas, Arzobispo de Lingayen-Dagupan (Filipinas)

“¿Por qué hay una fuerte ola de secularización, una tormenta de antipatía o sencillamente una fría indiferencia hacia la Iglesia en algunas partes del mundo, que requieren una nueva ola de programas de evangelización?”

La nueva evangelización exige una nueva humildad.

El Evangelio no puede prosperar con el orgullo. Cuando el orgullo se infiltra en el corazón de la Iglesia, la proclamación del Evangelio sale perjudicada. La tarea de la nueva evangelización debe comenzar con un profundo sentido de admiración y veneración por la humanidad y su cultura.

La evangelización se ha visto perjudicada por la arrogancia de sus mensajeros, que la siguen impidiendo. La jerarquía debe rehuir la arrogancia, la hipocresía y la intolerancia. Debemos castigar a quienes entre nosotros se han descarriado en lugar de encubrir sus errores. Somos humanos en medio de nuestro rebaño humano.

Toda nuestra belleza y santidad se la debemos a Dios. Esta humildad nos hará nuevos evangelizadores, más creíbles. Nuestra misión es proponer humildemente y no imponer con arrogancia.

En segundo lugar, la nueva evangelización debe hacerse mediante nuevos santos y esos santos debemos ser nosotros. La gran pobreza que sufre el mundo actual es la pobreza de los santos. Tanto si procedemos de países del Primer mundo como del Tercer mundo, todos estamos buscando modelos en los que inspirarnos y a los que emular. Nuestros jóvenes necesitan modelos en los que inspirarse. Necesitan héroes vivos que inflamen sus corazones y despierten su entusiasmo por conocer a Jesús y amarlo.

Nuestra experiencia en el Tercer mundo me dice que el Evangelio se puede predicar a quien tiene el estómago vacío, pero sólo si el estómago del predicador está vacío como el de sus parroquianos.

Por último, la nueva evangelización debe ser una llamada a una nueva caridad. Seremos portadores creíbles de la alegría del Evangelio si la proclamación va acompañada de su hermana gemela: la caridad. La caridad de Jesús coincide con el don de sí mismo. La caridad de la nueva evangelización debe ser el don de Jesús.

La nueva evangelización necesita una nueva humildad; una renovación en santidad y un nuevo rostro de caridad para que sea creíble y fructuosa.

Contemplación evangelizadora: S.G.Dr. Rowan Douglas Williams, Primado de la Iglesia Anglicana (arzobispo de Canterbury)

Su Santidad,
 Reverendos Padres,
 Hermanos y hermanas en Cristo,
 Queridos amigos:

1. Es para mi un honor haber sido invitado por el Santo Padre para hablar en esta asamblea: como dice el Salmista, ‘Ecce quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum’. La asamblea del Sínodo de los obispos para el bien del pueblo de Cristo es una de esas disciplinas que sostienen la salud de la Iglesia de Cristo. Hoy, en especial, no podemos olvidar la gran asamblea de ‘fratres in unum’ que fue el Concilio Vaticano II, que hizo tanto por la salud de la Iglesia, ayudándola a recuperar mucha de la energía necesaria para la proclamación de la Buena Nueva de Jesucristo de un manera eficaz en nuestro tiempo. Para mucha gente de mi generación, incluso más allá de los límites de la Iglesia Católica Romana, el Concilio fue un signo de gran promesa, un signo de que la Iglesia era suficientemente fuerte para plantearse cuestiones difíciles en cuanto a su cultura y sus estructuras y si éstas eran las adecuadas para la tarea de compartir el Evangelio con la compleja, a menudo rebelde y siempre inquieta mente del mundo moderno.

2. El Concilio fue, en muchos aspectos, un redescubrimiento de la inquietud y pasión evangélica, centrada no sólo en la renovación de la propia vida de la Iglesia, sino también en su credibilidad en el mundo. Textos como Lumen gentium Gaudium et spes ofrecieron una visión fresca y gozosa de cómo la inmutable realidad de Cristo vivo en su Cuerpo en la tierra, a través del don del Espíritu Santo, puede hablar con palabras nuevas a la sociedad de nuestro tiempo, e incluso a quienes pertenecen a otros credos. No es sorprendente que, cincuenta años después, sigamos debatiendo sobre algunas de las mismas cuestiones e implicaciones del Concilio. Y pienso que la preocupación de este Sínodo por la nueva evangelización es parte de esa exploración continua de la herencia del Concilio.

3. Pero uno de los aspectos más importantes de la teología, según el Vaticano II, era la renovación de la antropología cristiana. En lugar de la narración neoescolástica, a menudo tergiversada y artificial, sobre cómo la gracia y la naturaleza se relacionan en la constitución del ser humano, el Concilio amplió los importantes elementos de una teología que volvía a fuentes más tempranas y ricas: la teología de algunos genios espirituales como Henri de Lubac, quien nos recordó lo que significaba para el Cristianismo primitivo y medieval hablar de la humanidad hecha a imagen de Dios y de la gracia como la perfección y transfiguración de esa imagen, durante mucho tiempo revestida de nuestra habitual ‘inhumanidad’. Bajo esta luz, proclamar el Evangelio es proclamar que por lo menos es posible ser adecuadamente humano: la fe Católica y Cristiana es un ‘verdadero humanismo’, tomando una frase prestada de otro genio del siglo pasado, Jacques Maritain.

4. Sin embargo, Lubac es muy claro sobre lo que esto no significa. Nosotros no sustituimos la tarea evangélica por una campaña de ‘humanización’. ‘¿Humanizar antes de Cristianizar?’, pregunta él. ‘Si la empresa tiene éxito, el Cristianismo llegará muy tarde: le quitarán el puesto. ¿Y quién piensa que el Cristianismo no humaniza?’. Así escribe Lubac en su maravillosa colección de aforismos, Paradojas. Es la fe misma quien forma el trabajo de humanización y la empresa de humanización estaría vacía sin la definición de humanidad dada en el Segundo Adán. La evangelización, primitiva o nueva, debe estar enraizada en la profunda confianza de que poseemos un destino humano inconfundible para mostrar y compartir con el mundo. Hay muchas maneras de decirlo, pero en estas breves observaciones quiero concentrar un único aspecto en particular.

5. Ser completamente humano es ser recreado en la imagen de la humanidad de Cristo; y esta humanidad es la perfecta ‘traducción’ humana de la relación entre el Hijo eterno y el Padre eterno, una relación de amor y adorada entrega, un desbordamiento de vida hacia el Otro. Así, la humanidad en la que nos transformamos en el Espíritu, la humanidad que queremos compartir con el mundo como fruto de la labor redentora de Cristo, es una humanidad contemplativa. Edith Stein observó que empezamos a entender la teología cuando vemos a Dios como el “Primer Teólogo”, el primero que habla acerca de la realidad de la vida divina, porque ‘todas las palabras sobre Dios presuponen la propia palabra de Dios’. De forma análoga, podríamos decir que empezamos a comprender la contemplación cuando vemos a Dios como el primer contemplativo, el paradigma eterno de la desinteresada atención al otro que no trae la muerte, sino la vida a nuestro yo. Toda contemplación de Dios presupone el propio conocimiento gozoso y absorto en sí mismo de Dios, mirándose fijamente en la vida trinitaria.

6. Ser contemplativo, así como Cristo es contemplativo, es abrirse a toda la plenitud que el Padre desea verter en nuestro corazones. Con nuestras mentes sosegadas y preparadas a recibir, con nuestras auto-generadas fantasías sobre Dios y sobre nosotros acalladas, estamos por fin en el punto donde quizás empecemos a crecer. Y el rostro que necesitamos mostrar a nuestro mundo es el rostro de una humanidad en crecimiento infinito hacia el amor, una humanidad tan contenta y partícipe de la gloria hacia la que nos dirigimos que estamos dispuestos a embarcarnos en un viaje sin fin, para encontrar nuestro camino más profundo en él, en el corazón de la vida trinitaria. San Pablo habla de cómo “con el rostro descubierto, reflejamos, … la gloria del Señor” (2 Co 3, 18), transfigurados por un resplandor cada vez mayor. Este es el rostro que debemos esforzarnos por mostrar a nuestro prójimo.

7. Y debemos esforzarnos no porque estemos buscando alguna ‘experiencia religiosa’ privada que nos dé seguridad y nos haga más santos. Nos esforzamos porque en este olvidarse de uno mismo mirando fijamente hacia la luz de Dios en Cristo, aprendemos cómo mirarnos los unos a los otros, y a toda la creación de Dios. En la Iglesia primitiva había una comprensión clara de la necesidad de avanzar, desde una autocomprensión o autocontemplación instigada por la disciplina de nuestros ávidos instintos y ansias, hacia una ‘natural contemplación’ que percibía y veneraba la sabiduría de Dios en el orden del mundo, permitiéndonos ver la realidad creada por lo que realmente era a la vista de Dios – más de lo que era en el sentido de cómo podíamos usarla o dominarla. Y desde aquí, la gracia nos guiaría hacia la verdadera ‘teología’, mirando fija y silenciosamente a Dios, meta de todo nuestro discipulado.

8. En esta perspectiva, la contemplación está lejos de ser sólo un tipo de cosa que hacen los cristianos: es la clave para la oración, la liturgia, el arte y la ética, la clave para la esencia de una humanidad renovada capaz de ver al mundo y a otros sujetos del mundo con libertad – libertad de las costumbres egoístas y codiciosas, y de la comprensión distorsionada que de ellas proviene. Para explicarlo con audacia,

la contemplación es la única y última respuesta al mundo irreal e insano que nuestros sistemas financieros, nuestra cultura de la publicidad y nuestras emociones caóticas e irreflexivas nos empujan a habitar.

Aprender la práctica contemplativa es aprender lo que necesitamos para vivir de una manera verdadera, honesta y amorosa. Es una cuestión profundamente revolucionaria.

9. En su autobiografía, Thomas Merton describe una experiencia que le ocurrió poco después de entrar en el monasterio donde pasó el resto de su vida (Silencio elegido). Tenía la gripe y estuvo ingresado en la enfermería durante unos días y, dice, sintió una ‘alegría secreta’ por la oportunidad que este hecho le dio para rezar y ‘hacer todo lo que quería hacer, sin tener que correr por todo el lugar respondiendo a campanillas’. Está obligado a reconocer que su actitud revela que ‘todos mis malos hábitos… habían entrado subrepticiamente conmigo en el monasterio y habían recibido los hábitos religiosos conmigo: glotonería espiritual, sensualidad espiritual, orgullo espiritual’. En otras palabras, él intentaba vivir una vida cristiana con el bagaje emocional de alguien todavía profundamente desposado con la búsqueda de la satisfacción individual. Es un aviso poderoso: tenemos que tener cuidado que nuestra evangelización no sirva sencillamente como elemento de persuasión para que la gente le pida a Dios y a la vida del espíritu por los hechos dramáticos, excitantes o de autoadulación que tan a menudo satisfacen nuestra vida diaria. Esto fue expresado de forma más contundente hace algunas décadas por el estadounidense estudiante de religión Jacob Needleman, en un libro controvertido y desafiante titulado Cristianismo perdido: las palabras del Evangelio, dice, están dirigidas a los seres humanos que ‘ya no existen’. Es decir, responder, entregándose, a lo que el Evangelio pide de nosotros significa transformar completamente nuestro ser, nuestros sentimientos y nuestros pensamientos e imaginación. Convertirse a la fe no significa sencillamente adoptar un nuevo grupo de creencias, sino transformarse en una nueva persona, una persona en comunión con Dios y con otros a través de Jesucristo.

10. La contemplación es un elemento intrínseco de este proceso de transformación. Aprender a mirar a Dios sin tener en cuenta mi propia satisfacción inmediata, aprender a escrudiñar y relativizar las ansias y fantasías que surgen dentro de mi – esto es permitir a Dios ser Dios y, así, permitir que la oración de Cristo, la propia relación de Dios con Dios, entre viva dentro de mí. Invocar al Espíritu Santo es pedir a la tercera persona de la Trinidad que entre en mi espíritu y traiga la claridad que necesito para ver dónde soy esclavo de ansias y fantasías, para que me dé paciencia y sosiego mientras la luz y el amor de Dios penetran en mi vida interior. Sólo si esto empieza a suceder estaré liberado de tratar los dones de Dios como otro grupo de objetos que compro para ser feliz o para dominar a otros. Y mientras este proceso se desarrolla, soy más libre – tomando prestada una frase de San Agustín (Confesiones IV.7) – para ‘amar a los seres humanos de una manera humana’, amarles no por lo que me prometan a mi, amarles no porque me den seguridad y confort duradero, sino como mi prójimo frágil sostenido en el amor de Dios. Descubro entonces (como hemos observado anteriormente) cómo debo mirar a las personas y a las cosas por lo que son en relación con Dios, no conmigo. Y es aquí donde la verdadera justicia, como el verdadero amor, tiene sus raíces.

11. El rostro humano que los cristianos quieren ofrecer al mundo es un rostro marcado por esta justicia y este amor y, por tanto, un rostro formado en la contemplación, en la disciplina del silencio y en la separación de los objetos que nos esclavizan y de los instintos irracionales que nos decepcionan. Si la evangelización es una cuestión de mostrar al mundo el rostro humano ‘revelado’ que refleja el rostro del Hijo vuelto hacia el Padre, debe llevar en él el compromiso serio de fomentar y nutrir la oración y la práctica. No es necesario decir que esto no quiere en absoluto discutir que esta transformación ‘interna’ es más importante que la acción por la justicia; más bien quiere insistir en el hecho de que la claridad y la energía que necesitamos para llevar adelante la justicia requiere que demos espacio a la verdad, para que la realidad de Dios la atraviese. De lo contrario, nuestra búsqueda de la justicia o de la paz se convierte en otro ejercicio de voluntad humana, socavada por la autodecepción humana. Las dos llamadas son inseparables: la llamada a la ‘oración y la recta acción’, como dijo el mártir protestante Dietrich Bonhoeffer, escribiendo desde su celda en la cárcel en 1944. La verdadera oración purifica el motivo, la verdadera justicia es el trabajo necesario para compartir y liberar en otros la humanidad que hemos descubierto en nuestro encuentro contemplativo.

12. Los que saben poco y se preocupan aún menos de las instituciones y jerarquías de la Iglesia, estos días se encuentran a menudo atraídos y retados por vidas que muestran algo de esto. Son las comunidades nuevas y renovadas las que de manera más eficaz llegan a aquellos que nunca han creído o que han abandonado la fe por vacía o añeja. Cuando se escribe la historia cristiana de nuestro tiempo, en referencia a Europa y América del Norte especialmente, pero no sólo, vemos cuán central y vital ha sido el testimonio de lugares como Taizé o Bose, pero también el de otras comunidades más tradicionales, transformadas en centros para la exploración de una humanidad más amplia y profunda de lo que fomentan los hábitos sociales. Y las grandes redes de espiritualidad, como San Egidio, los Focolares, Comunión y Liberación, muestran también el mismo fenómeno: crean espacios para una visión humana más profunda porque todos ellos, de varias maneras, ofrecen una disciplina de vida personal y comunitaria que hace que la realidad de Jesús entre viva en nosotros.

13. Y, como muestran estos ejemplos, la atracción y el reto de los que estamos hablando pueden crear compromisos y entusiasmos que crucen las líneas confesionales históricas. Nos hemos acostumbrado a hablar en estos días sobre la importancia vital del ‘ecumenismo espiritual’: pero ésta no debe ser una cuestión que, de alguna manera, se oponga a lo espiritual y lo institucional, y no debe reemplazar los compromisos específicos con un sentido general de sentimiento común cristiano. Si tenemos una descripción sólida y rica de lo que la palabra ‘espiritual’ en sí misma significa, enraizada en los contenidos bíblicos como los del pasaje de la Segunda Epístola a los Corintios mencionada antes, entenderemos el ecumenismo espiritual como la búsqueda compartida para nutrir y sostener las disciplinas contemplativas con la esperanza de revelar el rostro de una nueva humanidad. Y cuanto más separados estemos como cristianos de distintas confesiones, menos convincente será ese rostro. He mencionado el movimiento de los Focolares hace un momento: Ustedes se acordarán de que el imperativo básico en la espiritualidad de Chiara Lubich era ‘haceros uno’ – uno con Cristo Crucificado y abandonado, uno a través de Él con el Padre, uno con todos los llamados a esta unidad y, por tanto, uno con los más necesitados del mundo. ‘Los que viven en unidad… viven haciendo que ellos mismos penetren más en Dios. Crecen siempre más cercanos a Dios… y lo más cercano que están de Él, lo más cerca que están de los corazones de sus hermanos y hermanas’ (Chiara Lubich: Escritos esenciales). El hábito contemplativo elimina una desatenta superioridad hacia otros creyentes bautizados y la suposición de que no tengo que aprender nada de ellos. En la medida en que el hábito de la contemplación nos ayuda a acercarnos a esta experiencia como a un don, siempre nos preguntaremos qué es lo que el hermano o hermana puede compartir con nosotros – incluso el hermano o hermana que de alguna manera está separado de nosotros o de lo que suponemos que es la plenitud en la comunión. ‘Quam bonum et quam jucundum…’.

14. En la práctica, esto puede sugerir que, allí donde se lleven a cabo iniciativas para alcanzar con nuevos medios a un público cristiano no practicante o post-cristiano, debe realizarse un trabajo serio sobre cómo este alcance se puede enraizar en una práctica contemplativa, compartida ecuménicamente. Además del modo sorprendente con el que Taizé ha desarrollado una ‘cultura’ litúrgica internacional accesible a una gran variedad de personas, una red como la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana, con sus fuertes raíces y afiliaciones benedictinas, ha traído nuevas posibilidades. Y lo que es más, esta comunidad ha trabajado con ahínco para crear una práctica contemplativa accesible a los niños y a los jóvenes, y ello necesita el mayor impulso posible. Habiendo visto de cerca – en escuelas anglicanas de Inglaterra – el modo caluroso con que los niños responden a la invitación ofrecida por la meditación en esta tradición, creo que su potencial para introducir a la gente joven en la profundidad de nuestra fe es verdaderamente muy grande. Y para quienes se han alejado de la práctica regular de la fe sacramental, los ritmos y las prácticas de Taizé o de la CMMC (WCCM sus siglas en inglés) son a menudo un camino de regreso al corazón y al hogar sacramental.

15. Gente de todas las edades reconoce en estas prácticas la posibilidad, bastante sencilla, de vivir más humanamente – vivir con una codicia menos frenética, vivir con espacio para el sosiego, vivir esperando aprender y, sobre todo, vivir con la conciencia de que hay un gozo sólido y perdurable pendiente de ser descubierto en las disciplinas en las que olvidamos nuestro propio yo, bastante distintas de la gratificación que viene de éste o aquel impulso del momento. A menos que nuestra evangelización abra la puerta a todo esto, corremos el riesgo de intentar sostener la fe basándonos en una serie inmutable de hábitos humanos – con el consiguiente resultado demasiado familiar de la Iglesia vista como una más de las instituciones puramente humanas, ansiosas, ocupadas, competitivas y controladoras. 

En un sentido muy importante, una verdadera tarea evangelizadora será siempre también una re-evangelización de nosotros mismos como cristianos, un redescubrir por qué nuestra fe es diferente, pues transfigura, y un recuperar nuestra propia humanidad.

16. Y, por supuesto, sucede de manera más eficaz cuando no estamos planificando o luchando por ella. Volviendo de nuevo a Lubac: ‘Aquel que responderá mejor a las necesidades de su tiempo será alguien que no habrá tratado de responder a ellas primero’ (op.cit.). Y ‘el hombre que busca sinceridad en lugar de buscar la verdad en el olvido de sí mismo, es como el hombre que quiere estar distante en lugar de abandonarse completamente al amor’ (op.cit.). El enemigo de la proclamación del Evangelio es la autoconciencia y, por definición, no podemos superarlo siendo más conscientes de nosotros mismos. Debemos volver a San Pablo y preguntarnos: ‘¿Qué buscamos?’ ¿Miramos con ansiedad los problemas actuales, la variedad de infidelidades o la amenaza a la fe y la moralidad, la debilidad de la institución? ¿O buscamos a Jesús, el rostro revelado de la imagen de Dios, a la luz del cual vemos la imagen de nuevo reflejada en nosotros y en nuestro vecinos?

17. Esto nos recuerda sencillamente que la evangelización es siempre el desbordamiento de otra cosa: el viaje del discípulo hacia la madurez en Cristo; un viaje que no está organizado por un ego ambicioso, sino que es el resultado de la insistencia y de la atracción del Espíritu en nosotros. En nuestras deliberaciones sobre cómo hay que hacer para que el Evangelio de Cristo sea de nuevo apasionadamente atractivo para los hombres y mujeres de nuestros días, espero que nunca perdamos de vista qué es lo que hace que sea apasionante para nosotros, para cada uno de nosotros en nuestros diferentes ministerios. Les deseo alegría en estos debates, no sólo claridad o eficacia en la planificación, sino gozo en la promesa de la visión del rostro de Cristo y en el anuncio de esa plenitud en la alegría de la comunión uno con el otro, aquí y ahora.

 

La santidad en la globalización: – José Horacio Gómez, Arzobispo de Los Angeles (USA)

La globalización es uno de los “signos” de nuestro tiempo. El proceso de globalización es tanto económico como financiero. Pero la globalización es también social y cultural, como indican claramente los Lineamenta (n. 6). Los modelos de migraciones de masa en todo el mundo han traído un nuevo encuentro y una nueva “mezcla” de culturas.

El intensivo encuentro de culturas supone un desafío para la nueva evangelización de la Iglesia. Primero, exige de la Iglesia que proteja a la población inmigrante para que ésta no sea marginada y explotada. La Iglesia debe ser siempre un signo en nuestro mundo de que Dios está con nosotros y de que a sus amantes ojos nadie es extranjero para Él, por lo que todos somos hermanos y hermanas.

En un sentido positivo, la globalización se nos presenta como un momento providencial para seguir adelante en la misión de la Iglesia de transformar a la humanidad en una única familia de Dios. Evangelizar en esta era de la globalización nos llama a una nueva proclamación del misterio de la Iglesia como la familia universal de Dios.

En nuestra nueva evangelización, la Iglesia debe ser el “sacramento” – el signo y el instrumento – por el cual la familia universal de Dios se realiza en la historia. La era de la globalización también nos llama a utilizar nuestras ricas tradiciones de piedad popular y espiritualidad en nuestro trabajo de evangelización.

Nuestra tradiciones de piedad popular forman un rico tesoro espiritual que es parte de la Buena Nueva que podemos ofrecer para invitar a los hombres y mujeres a que participen en Su Cuerpo y Su Sangre, convirtiéndolos en partícipes de su vida divina.
En esta era de la globalización, los campos de nuestro mundo están maduros para la cosecha de la fe.

Estamos “llamados a la santidad” y nuestra misión es usar los medios de la Gracia para santificar y hacer santos, ayudando a los hombres y mujeres de hoy a encontrar los caminos a la santidad en su vida diaria.

El desafío pastoral de la nueva evangelización es “situar” esa llamada universal a la santidad dentro de las realidades de nuestro mundo “globalizado”. Tenemos que encontrar nuevos métodos y nuevos modos de ayudar a los hombres y mujeres de nuestros días a practicar su fe en esta cultura globalizada. Necesitamos entender mejor el impacto que esta cultura tiene en nuestra identidad y nuestra práctica católicas.

Necesitamos encontrar el “lenguaje” que presente mejor los métodos tradicionales de santificación – los sacramentos, la oración, las obras de caridad – de una manera que sea atractiva y accesible a la gente que vive en la realidad de una sociedad globalizada, secular y urbana.

Con nuestro rico tesoro de espiritualidad – sacado de la inculturación del Evangelio en “cada nación bajo el cielo”, y con nuestra buena nueva del “plan familiar” de Dios para la historia, tenemos poderosos recursos para nuestra evangelización de la cultura en el contexto de la globalización y la creciente secularización de nuestras sociedades.

 

Pedagogía de la cultura: card. André Vingt-Trois, Arzobispo de Paris, Presidente de la Conferencia Episcopal (Francia)

Hoy día, en muchos países occidentales la nueva evangelización es, de hecho, un primer anuncio si se considera la secularización general de las costumbres y la cultura. Más que la ignorancia, debemos lamentar una cultura formada por la lengua mediática y su recurso a la instantaneidad y a la efectividad.

Por este motivo, la nueva evangelización, en este contexto, debe unir en un mismo esfuerzo el testimonio de la fe y una pedagogía de la cultura.

El testimonio de la fe es más perceptible cuando manifiesta la comunión que une a todos los miembros de la Iglesia y cuando se expresa en todos los campos de la acción eclesial: enseñanza del magisterio, declaraciones públicas sobre diversos argumentos, la vitalidad de las parroquias y de las comunidades cristianas, la referencia concreta de cada cristiano a la vida de Cristo mediante la palabra y la manera de vivir. Su credibilidad se apoya, en buena parte, en el testimonio vivido de los cristianos y en la visibilidad de su participación en la vida de la Iglesia.

La pedagogía de la cultura se desarrolla con el compromiso de los cristianos en todos los sistemas educativos y con su contribución a una auténtica educación de la inteligencia que es la condición necesaria para el ejercicio de una verdadera libertad.

Por otra parte, debemos invertir todos nuestros medios en la formación de los sacerdotes y de los laicos para que sean capaces de demostrar que la adhesión a la fe cristiana no está en contradicción con la razón humana.

Finalmente, debemos desarrollar las consecuencias éticas de una antropología cristiana que tiene sus raíces en la Revelación y que se explica en un diálogo con las demás sabidurías. Debemos ser más conscientes de que somos depositarios de un tesoro para el futuro de la humanidad y portadores de una esperanza.

 

Una Iglesia capaz de acoger al mundo como es: Mons. Yves Patenótre, Arzobispo de Sens (Francia)

Si el fenómeno de la secularización existe en nuestros países de antigua cristiandad, ello no nos debe descorazonar, sino renovar en nosotros el espíritu misionero. Debemos mirar al mundo hodierno con la mirada del Padre. Este mundo es amado por Dios: Él lo ve como el mundo de sus hijos en la diversidad de pueblos, culturas y religiones. Es la familia humana de la que Él es el Padre.

El rastro divino de esta paternidad es el amor en el corazón de todo ser humano. Cristianos, en la gracia de la Revelación, sabemos que el amor viene de Dios, que el amor es Dios: ¿cómo hacer para que se reconozca? Ésta fue toda la misión de Jesús. Hoy es la nuestra.

El Concilio Vaticano II ha presentado a la Iglesia como sacramento de unión de los hombres con Dios, y de los hombres entre ellos. Un sacramento es una realidad del mundo que revela el misterio de la salvación porque éste se está realizando. Sin ser del mundo, nuestra Iglesia ¿está bien en el mundo? Ella es visible, pero su mensaje ¿es legible? De alguna manera, nosotros no debemos ser signos de la Iglesia, sino signos de Cristo y es en ello que seremos Iglesia: rostro y palabra de Cristo, vivos y proclamando la fe de siempre con las palabras de hoy.

Me acuerdo de una palabra, que sigue siendo actual, del Cardenal Suhard, quien inició la Misión de Francia:

“No se trata de obligar el mundo a entrar en la Iglesia tal como ésta es, sino de hacer una Iglesia capaz de acoger al mundo tal como éste es”.

Para nuestro Sínodo, ésto es todo un programa. ¡Qué felicidad proponer la Buena Nueva de Jesús a todos los hombres y mujeres de hoy, a los jóvenes y a los niños, que no saben que están ahí, cerca de la Fuente!

 

Llevar adelante la misión de Dios por el Espíritu: Rev. Dr. Geoffrey Tunnicliffe, Secretario General de la Alianza Evangélica Mundial (USA)

La evangelización es la proclamación, mediante palabras, acciones y el carácter cristiano, de la obra salvífica de Jesucristo mediante la cruz y la resurrección. La evangelización es el centro de la identidad del ser evangélico. Afirmamos que no es posible ser verdaderamente evangélicos sin un compromiso radical con el mundo de la evangelización; es más, este compromiso es inherente a la misma identidad cristiana. La Alianza Evangélica Mundial hace un llamamiento a todos los evangélicos y cristianos del mundo entero a renovar su compromiso de evangelización holística.

Como en todas las tradiciones cristianas, hubo tiempos en los que se cometieron errores y los evangélicos lucharon por unir la proclamación del Evangelio a unas acciones de justicia y paz. Sin embargo, en nuestra historia contamos con numerosas voces firmes y vidas que son un ejemplo de la naturaleza holística de la evangelización.

La narración bíblica de Marcos 5 nos ofrece una óptica desde la cual podemos superar la inútil dicotomía entre proclamación y acción, y nos exhorta a la evangelización holística y a la Palabra de Dios. En ese capítulo emergen dos temas:

  • 1) la autoridad y el poder de Jesús y
  • 2) la amplitud de miras del Evangelio.

Primero, vemos que Jesús tiene poder sobre el espíritu maligno; tiene poder sobre dolencias y enfermedades, tiene poder sobre la misma muerte, lo que da a entender su resurrección futura. Segundo, el texto muestra que el Evangelio se extiende a toda la creación.

La cuestión para los evangélicos —y para todos aquellos que proclaman el nombre de Cristo— es la siguiente: ¿qué vas a hacer, personalmente y en comunidad, para promover la causa de una evangelización holística mundial? Una iglesia que no sea evangélica no está respondiendo a Jesús.

Nosotros, los evangélicos, estamos aprendiendo a evangelizar según como lo hizo Jesús y a proclamar que la salvación viene de Dios, con las implicaciones que lleva esta proclamación para la transformación de la sociedad.

También estamos aprendiendo que un evangelismo auténticamente bíblico requiere que se superen las divisiones entre los cristianos. El documento conjunto de la Iglesia Católica Romana, la Alianza Evangélica Mundial y el Consejo Mundial de las Iglesias, “El testimonio cristiano en un mundo multirreligioso: recomendaciones de conducta” es un excelente promemoria de la importancia y del mandato de la evangelización.

En cuanto creyentes tenemos encomendada la tarea, por el Padre y el Hijo, mediante el Espíritu Santo, de llevar adelante la misión de Dios, de modo que es característica esencial de los evangélicos —y lo debe ser siempre— tratar que toda la tierra escuche el Evangelio por entero en sus palabras, sus acciones y su carácter.

 

Suplicar un nuevo Pentecostés o el protagonismo del Espíritu Santo: Mons. Gustavo García-Siller, Arzobispo de San Antonio (USA)

Vivimos en un mundo muy prometedor, pero a la vez muy necesitado, a veces marcado por la oscuridad. Como Iglesia que trata de responder a la situación de nuestro mundo y de evangelizar de modo nuevo, debemos también darnos cuenta de que estamos en una Iglesia con dificultades. La realidad de este mundo exige una nueva efusión del Espíritu Santo. Nuestros Papas nos han exhortado a recordar que “no habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo” (Evangelii Nuntiandi, 75). A fin de que la salvación de Jesucristo llegue a todo el mundo y lo transforme, de que la Iglesia se renueve y en ella florezca la santidad, de que los cristianos avancen con la nueva evangelización, necesitamos un nuevo Pentecostés. Para que este Año de la Fe dé como fruto el nuevo Pentecostés que necesitamos, os propongo, hermanos Obispos, que este Sínodo pida humildemente al Santo Padre que consagre el mundo al Espíritu Santo.

¡No a la Confirmación después de la Primera Comunión!: S. E. R. Mons. Alberto Francisco María Sanguinetti Montero, Obispo de Canelones (Uruguay)

De la manera de celebrar los Sacramentos de la iniciación cristiana dependerá el rostro futuro del cristianismo en Occidente (Ins. Lab.131; Lin.18).

Es incorrecto que la diferenciación práctica, que pospone la Confirmación a la Eucaristía, sea de orden meramente pastoral y no dogmático (1.1.136). Al contrario, el orden de los sacramentos – bautismo – confirmación – eucaristía proviene de la Tradición autentica de Oriente y Occidente. Este dato dogmático debe guiar toda pastoral.

Por el bautismo y la confirmación somos insertos en la Nueva Alianza por la participación en la muerte y glorificación de Jesucristo y la efusión escato1ógica del Espíritu Santo. Esto proviene de las misiones de las Personas Divinas y, últimamente, de las Procesiones Trinitarias. La Misa es la actualización del sacrificio glorioso de Cristo y del envío del Espiritu. Por eso, la Comunión Eucarística es la culminación de toda la iniciación cristiana y su renovada actualización.

Altera la economía sacramental dar la Primera Comunión al bautizado no confirmado, que no está plenamente iniciado. Mayor violencia es dejar sistemáticamente la Confirmación para después de la Primera Comunión. La confirmación debe seguir al bautismo y anteceder a la Primera Comunión.

 

¡Convendría desarrollar la dimensión pneumática! Mons. Bruno Forte, Arzobispo de Chieti-Vasto (Italia)



La Relación subraya el fundamento antropológico, cristológico y eclesiológico de la nueva evangelización. Convendría desarrollar la dimensión pneumática, teniendo en cuenta cuanto afirma el Instrumentum Laboris, 41:

el Espíritu Santo es el primer agente de la nueva evangelización. Él hace nuevo el corazón para que cante el canto nuevo (“Novi novum canamus canticum”, San Agustín). Gracias a Él la novedad no está en el orden cronológico nuevo (“neòs” en el griego del N.T), sino en el de la novedad escatológica cualitativa (“kairòs”).

El “mandatum novum” es la “kainé entolé”. Como ha recordado el Santo Padre comentando el himno de la Hora Tercia: “Nunc, Sancte,nobis, Spiritus, unum Patri cum Filio, dignare promptus ingeri nostro refusus pectori”. La iniciativa es de Dios, está en la fuerza del Espíritu.

Me parece que en la Relación se le da poco relieve al papel fundamental de la parroquia, a la que el Instrumentum Laboris dedica importantes reflexiones (IL 81). La experiencia directa del ministerio episcopal, especialmente la visita que estoy efectuando de forma meticulosa desde hace tres años y medio a las parroquias de la Archidiócesis, me ha convencido de que sin un nuevo fervor misionero de la parroquia, del que sean protagonistas los mismos agentes pastorales que en ella trabajan, es difícil vivir una radical, nueva evangelización. Bajo esta luz – aunque apreciando los nuevos movimientos como dones del Espíritu – juzgo que un instrumento precioso es la Acción Católica, a la que se refiere claramente el Instrumentum Laboris en el n. 117, que está totalmente en el espíritu de la cooperación laica en la misión de los pastores.

Creo deber subrayar finalmente la importancia de los jóvenes como destinatarios de la nueva evangelización: si muchos consideran su alejamiento de la práctica religiosa como un hecho descontado, esto no quiere decir que su corazón no esté sediento de Dios. Tengo una prueba de ello cuando los encuentro detenidamente en las universidades y en las escuelas. Es necesario apostar por la respuesta a la llamada “emergencia educativa”, de la que habla el Instrumentum Laboris en el n. 149. Es preciso escucharlos, concederles tiempo, hablarles de Dios y acogerlos en el respeto de su exigencia de libertad. Aquí se comprende lo decisivo que es el papel de la familia (cfr. Instrumentum Laboris 110 y siguientes), pero también qué dramática es la situación de los hijos de divorciados, que se han casado de nuevo, que con frecuencia permanecen ajenos a los sacramentos por la no participación de sus padres.

Aquí se precisa un cambio decisivo en el sentido de la caridad pastoral, como ha afirmado varias el Papa Benedicto XVI (por ejemplo en el Encuentro Mundial de las Familias en Milán). Es también necesario iniciar una reflexión sobre los modos y tiempos necesarios para el reconocimiento de la nulidad del vínculo matrimonial: como obispo y moderador de un Tribunal Eclesiástico Regional, he de admitir que algunas exigencias (por ejemplo la necesidad de la doble sentencia conforme, aunque no haya recurso) parecen poco comprensibles a muchas personas heridas, deseosas de sanar su situación.

Escuchar a los pobres que son los bienaventurados y el método de Jesús: Mons. A. Malayappan Chinnappa, S.D.B., Arzobispo de Madras y Mylapore [Meliapor] (India)



El Espíritu Santo es el autor de la pluralidad y de la diversidad. Juan XXIII dijo que el Concilio Vaticano II es el nuevo Pentecostés. Ante todo, el método de la nueva evangelización en diferentes contextos seguirá la pedagogía de Jesús. Jesús no impone, sabiendo muy bien que todas las personas son seres creados a imagen de Dios. La pedagogía de Jesús es la de revelarse a sí mismo en su encuentro con la samaritana. Jesús ayuda de forma progresiva a la mujer samaritana (Jn 4,1-42) a descubrir por sí misma al Mesías, de esta forma ella termina por descubrir a Jesús… Él es verdaderamente el salvador del mundo (Jn 4,42). En el episodio de la conversación de Jesús con sus apóstoles en Cesarea de Filipo (Mt 16,13-19), Jesús crea una oportunidad y un clima tales que Pedro termina por reconocer a Jesús: “Tú eres el Mesías”. Esto es lo que se conoce como el método del descubrimiento y nosotros, por supuesto, tenemos que ayudar a las personas a descubrir a Jesús por sí mismas. Nosotros creamos el ambiente. En la tradición india existen Mangas (modos), grana manga (conocimiento), bakati manga (amor de Dios), kunma manga (modo de actuar). Se puede llegar a Dios mediante uno de estos métodos.

El diálogo en contextos multi-religiosos. En la Nostra Aetate encontramos un signo de luz. Pero la Gaudium et spes da un paso adelante: el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que se asocien, de la forma sólo a Dios conocida, a este misterio pascual (cfr GS 22). Juan Pablo II, en la Redemptoris Missio n.5, habla de formas participativas de mediación en la relación con Dios.

El mundo excluye poco a poco a los pobres, discriminándolos por su raza, sexo, género y casta. El mensaje del Reino de Dios que Jesús nos ha traído se basa en escuchar a los pobres, a los que llama “bienaventurados” (Lc 6,20, 4,18-21).

Mejorar las condiciones de los pobres, los oprimidos y los discriminados (las razas, las etnias y los parias) debe ser el objetivo prioritario de la Nueva Evangelización.

 

“Africanos, sed misioneros de vosotros mismos”: Card. Polycarp Pengo, Arzobispo de Dar-es-Salaam, Presidente del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar

Hablo en nombre del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM).

La evangelización se ha llevado a cabo en el continente africano desde los inicios de la Iglesia. El encuentro entre el Eunuco Etíope y el Diácono Felipe (cfr. Hch 8, 26-39) es un ejemplo que viene al caso.

Sin embargo, para la mayor parte del África subsahariana el deber de evangelizar es una tarea de reciente aparición, por lo que distinguir entre Antiguo y Nuevo Testamento es muy difícil.

No obstante, parecería apropiado hablar de Nueva Evangelización para África empezando con el reto lanzado por el Papa Pablo VI en 1969: “Africanos, sed misioneros de vosotros mismos” (Pablo VI, Homilía para la Celebración Eucarística en Kampala al final del Simposio de los Obispos de África, Uganda, 31 de julio de 1969).

Este reto implica que seamos verdaderamente africanos y verdaderamente católicos, lo que reclama una Iglesia madura para el continente.

  • Para responder a este reto, fue necesario establecer y reforzar las organizaciones pastorales a nivel nacional y regional. Siguiendo esta línea, en 1960 se estableció el SECAM con la intención de “preservar y fomentar la comunión, la colaboración y la acción conjunta entre todas las Conferencias Episcopales de África y las islas adyacentes”. El establecimiento y el refuerzo de las organizaciones pastorales explica el espectacular número actual de obispos, sacerdotes, hombres y mujeres religiosos y catequistas africanos.
  • Es fundamental para la Nueva Evangelización en África el establecimiento de pequeñas comunidades cristianas. Éstas se han convertido, hoy en día, en los centros vivos de evangelización del continente.

Desde un punto de vista negativo, hay varios factores que impiden la necesaria profundización de la fe en África. Por ejemplo:

  • la globalización introduce rápidamente valores extranjeros negativos que dificultan a los cristianos del continente su ser verdaderamente africanos. Esto conlleva que su fe cristiana sea lejana.
  • Algunos valores tradicionales, como el respeto a la vida y las relaciones sociales y familiares estrechas, son cada vez más difíciles.
  • Por otro lado, hay elementos culturales en África que impiden una evangelización apropiada. Entre éstos podemos mencionar los conflictos perennes con base tribal, las enfermedades, la corrupción, el tráfico de seres humanos, la atrocidad del abuso infantil y la violencia contra los menores y las mujeres.
  • Otro factor que constituye un reto, y que no debe ser obviado por la Nueva Evangelización en África, es el actual fundamentalismo islámico en el continente. A este respecto, los evangelizadores deben hacer frente al difícil diálogo con una amplia mayoría de buenos musulmanes que permanecen callados, pero también con los pequeños grupos fundamentalistas que no están preparados para aceptar ni siquiera una verdad objetiva opuesta a su postura preconcebida.

La Nueva Evangelización en África necesita también que los evangelizadores africanos vayan más allá de la petición del Papa Pablo VI: “Africanos, sed misioneros de vosotros mismos”. La Evangelización Africana envía, ahora, misioneros en las Iglesias de Occidente, como en las de los Estados Unidos de América y Europa.

Si bien éste sea un hecho plausible, se debe mencionar un posible factor negativo: evangelizadores que busquen en primer lugar una ganancia material antes que una evangelización genuina, en detrimento de la Iglesia en ambos lugares. La Iglesia en África se privaría de los evangelizadores mejor cualificados y las Iglesias occidentales, materialmente ricas, recibirían evangelizadores cuyo principal objetivo sería el beneficio material.

Con todo esto en mente, podemos ver que el Sínodo para la Nueva Evangelización es un acontecimiento muy bien recibido. Tal como dijo Su Santidad el Papa Benedicto XVI, es un llamamiento para África: “Levántate, toma tu camilla y echa a andar” (ver Africae Munus, n. 148). Con fe renovada a través de este Sínodo, creo que África puede superar los profundos problemas enraizados a los que debe enfrentarse hoy en día.

A la sombra de las dos Exhortaciones Apostólicas Post-Sinodales: Ecclesia in Africa de 1995 y Africae Munus de 2011, como también del Catecismo de la Iglesia Católica y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, la Iglesia en África espera, justamente, una cosecha abundante de este Sínodo.

 

Cuando la Nueva Evangelización florece: Mons. Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla (Mexico), Presidente de la Conferencia Episcopal, Presidente del CELAM

El gran desafío: el cambio de época y la fractura cultural (Cfr. Instrumentum laboris para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 47.)

La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (Aparecida, Brasil,mayo de 2007) se ubica a sí misma en la continuidad del Concilio Vaticano II (Documento de Aparecida (DA) n. 9.), y hace un llamado a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia la misión de la Iglesia en las nuevas y desafiantes circunstancias latinoamericanas y mundiales ( DA, n. 11.).

Considera necesario salir del gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia para recomenzar desde Cristo (DA, n. 12.).

La Nueva Evangelización exige la Comunión Eclesial

Para lograr la Nueva Evangelización y transmitir la fe a las nuevas generaciones la Iglesia debe plantearse con toda honestidad, un examen de conciencia sobre la manera de vivir la fe (Ecclesia in America (EIA), n. 29.). Es necesario examinar la vida eclesial (Instrumentum laboris (IL) para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo, n. 95.) y el testimonio de ella en la sociedad actual (DA, n. 367.).

Ecclesia in America afirma:

Ante un mundo roto y deseoso de unidad es necesario proclamar con gozo y fe firme que Dios es comunión, Padre, Hijo y Espíritu Santo, unidad en la distinción, el cual llama a todos los hombres a que participen de la misma comunión trinitaria … Esta comunión, existente en la Iglesia y esencial a su naturaleza, debe manifestarse a través de signos concretos (EIA, n. 33.).

Aunque indispensable no basta la organización institucional de la Iglesia, es necesario el testimonio de una espiritualidad de la comunión (NMI, n. 43.) que sea perceptible en la vida eclesial; para ello, es menester la participación y la comunión de los distintos miembros de la Iglesia en los diferentes niveles y desde las propias responsabilidades (DA, n. 368.), dando testimonio del arte de vivir (NE. JR.).

La toma de conciencia para generar la comunión eclesial arranca con la conversión pastoral, entendida como la aceptación de la llegada del Reino de Dios y el compromiso de incorporarse como discípulo de Cristo para darlo a conocer en el Mundo (Mc 1,15), compromiso que exige la conversión personal, que implica escuchar con atención y discernir  lo que el Espíritu esta diciendo a las Iglesias” (Ap 2,29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta (DA, n. 366), una conversión permanente (EIA, n. 28).

El camino incipiente y esperanzador de la Nueva Evangelización en América.

La renovación pastoral en América, iniciada como respuesta al Concilio Vaticano II, ha dinamizado la vida interna de la Iglesia:

  • se han multiplicado los agentes de pastoral,
  • se ha intensificado la formación en la fe,
  • ha crecido la participación y la comunión eucarística de los fieles en la misa dominical,
  • son muchos y variados los aspectos positivos de la renovación pastoral de la Iglesia (DA, n. 99);
  • sin embargo dicho crecimiento no ha sido proporcional al crecimiento demográfico de nuestros pueblos, por ello se constata enormes sectores de católicos distantes y tibios en su identidad cató1ica, pero ciertamente creyentes (DA, n. 100, a).).
  • La religiosidad sigue viva y es la gran reserva potencial de nuestros pueblos. Una característica peculiar de América es la existencia de una piedad popular profundamente enraizada en sus diversas naciones. Está presente en todos los niveles y sectores sociales, revistiendo una especial importancia como lugar de encuentro con Cristo para todos aquellos que con espíritu de pobreza y humildad de corazón buscan sinceramente a Dios (cf. Mt 11,25 – EIA, n. 16.). Ella, cuando ha sido guiada por la Palabra de Dios (EIA, n. 31) logra disponer el corazón del creyente y descubrir a Cristo( IL, n. 21). Anunciar a Dios es introducir en la relación con Dios: enseñar a orar, dejándose seducir por el Señor de la Vida (EIA, n. 68.) y aceptando incorporarse con mayor conciencia a la Iglesia como miembro de una comunidad de discípulos misioneros, que practica una espiritualidad cristiana, que permite la santificación de sus miembros por la comunión con Dios Padre en el Espíritu Santo (EIA, n. 30.).
  • Las pequeñas comunidades relacionadas entre sí van aprendiendo la conveniencia de la comunicación y comunión.
  • La Parroquia se renueva manifestando un nuevo rostro de Iglesia que crece y se desarrolla con fuerza (IL, nn. 80 y 107); cuando la Parroquia se relaciona orgánicamente con las demás y juntas son conducidas como Diócesis bajo la guía de su Obispo (comunidad de comunidades y de movimientos: EIA, n. 41).

 Esta dinámica de comunión eclesial es más urgente e indispensable en las ciudades y en las grandes zonas urbanas de las metrópolis (DA, n.517 y 518.).

  • La vida de la Iglesia expresada como comunidad de comunidades, en comunión y unidad, permite a cada cristiano descubrir que en el Siglo XXI es posible vivir como discípulo de Cristo en una comunidad de discípulos del Señor Jesús, y tomar conciencia como discípulo misionero de la urgente necesidad de dar testimonio creíble y confiable de la fe en el mundo actual.
  • Los procesos pastorales de planeación diocesana van abriendo los espacios para la formación del discípulo misionero y la misión continental. La pastoral orgánica descrita en el Plan Diocesano de Pastoral va haciendo realidad lo indicado en NMI: En las Iglesias locales es donde se pueden establecer aquellas indicaciones programáticas concretas -objetivos y métodos de trabajo, de formación y valorización de los agentes y la búsqueda de los medios necesarios que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura (NMI, n. 29.).

Por ello, me atrevo a expresar que la Nueva Evangelización, que se abre camino en América, parte del encuentro con Cristo que la Iglesia ofrece a los fieles cristianos (EfA, n. 67.) y llega al descubrimiento y vivencia apasionada y comprometida de la vida discipular, expresión de la espiritualidad de la comunión.

De esta manera la vida diocesana y parroquial se acerca a la vida familiar (IL, nn. 110 -113.), Iglesia doméstica (EIA, n. 46.), fortaleciéndose mutuamente, y ayudando a poner bases para afrontar la emergencia educativa de nuestro tiempo (IL, n. 20.).

Los protagonistas de la Nueva Evangelización

La influencia de la fe en la sociedad para que la levadura del Evangelio permee y le dé sentido y sabor a la vida humana, depende en gran parte de la acción de los laicos. Por ello EIA afirma que son principalmente ellos los protagonistas de la nueva evangelización:

La renovación de la Iglesia en América no será posible sin la presencia activa de los laicos. Por eso, en gran parte, recae en ellos la responsabilidad del futuro de la Iglesia (EIA, n. 44.).

La vocación y misión propia y específica de los fieles laicos es la transformación de las estructuras temporales, para que la conducta social esté sustentada en los valores evangélicos (EIA, n. 27.). De aquí deriva la importancia de la conciencia y formación laical para que acorde a su identidad, y de manera personal y comunitaria, exprese el testimonio de una vida coherente alas convicciones de fe en los propios ambientes de vida y laborales (EIA, n. 44.).

Por ello es indispensable disponer de instancias para la promoción de la vocación laical y para el acompañamiento en su formación y misión en el mundo (IL, n. 118.).

La Nueva Evangelización y el diálogo con el mundo y las religiones

En pleno Concilio el Papa Paulo VI afirmó en su primera Encíclica: La Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio (Ecclesiam Suam (ES), n. 27.).

Hoy día, en un mundo cada vez más plural, el diálogo se abre camino en diferentes ámbitos, los temas que aborda el diálogo en América son entre otros:

  • la Palabra de Dios,
  • la Dignidad Humana,
  • la Familia,
  • la Vida,
  • la Educación,
  • la Ética,
  • la Economía,
  • el Desarrollo de los Pueblos,
  • la Movilidad Humana y en particular las Migraciones,
  • la Solidaridad,
  • la Ecología,
  • la Justicia y la Paz.

En todos los temas la brújula es la Verdad (Caritas in Veritate, n.9.).

Las instituciones educativas (EIA, n. 71), sociales y culturales han sido estratégicamente instancias propicias para promover, coordinar y articular la participación de los laicos en el mundo.

Puntos medulares de la Nueva Evangelización

  • Principal desafío de la Nueva Evangelización:Anunciar a Jesucristo con el lenguaje y las formas culturales de las nuevas tecnologías de la comunicación social (IL, nn. 59 – 62.).
  • El eje teológico pastoral de la Nueva Evangelización: Asumir la misión de la Iglesia como la prolongación del dinamismo del misterio de la Encarnación (NMI, n. 23) en el espíritu de la Gaudium et spes (GS, 1.4) y según lo señalado en la NMI, 3:

Cada Iglesia local, congregada en torno al propio Obispo, en la escucha de la Palabra, en la comunión fraterna y en la “fracción del pan” (cf. Hch 2,42), está “verdaderamente presente y actúa la Iglesia de Cristo, una, santa, cató1ica y apostólica”. Es especialmente en la realidad concreta de cada Iglesia donde el misterio del único Pueblo de Dios asume aquella especial configuración que lo hace adecuado a todos los contextos y culturas. Este encarnarse de la Iglesia en el tiempo y en el espacio refleja, en definitiva, el movimiento mismo de la Encarnación.

Responsabilidad de los agentes de pastoral

  • 1. Conversión pastoral (IL, n. 88.) y cambio de mentalidad en el Clero, en la Vida Consagrada y en los agentes de pastoral, especialmente promovida por la conciencia de los actuales desafíos sociales y culturales (DA, n. 44), y acompañada por la asidua lectura y meditación de la Palabra de Dios (Lectio Divina) (EIA, n.31).
  • 
2. La preparación y celebración de la Eucaristía (EIA, n. 35.), de los todos servicios cultuales (IL, n. 97.) y de las prácticas religiosas de la piedad popular para que sean espacios e instancias de encuentro con Jesucristo y con los hermanos (EIA, n. 12.).
  • 
3. Pastoral orgánica en participación y comunión en las Diócesis (DA, n. 169.) y en las Provincias Eclesiásticas (EIA, n. 36 y 37).

Responsabilidad de la comunidad de fieles

  • 
1. Asumir el Catecismo de la Iglesia Católica y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia como fundamento de la formación de los fieles (EIA, n. 54.).
  • 
2. Expresar la vida cristiana comunitaria en la vida discipular de pequeñas comunidades en participación y comunión (OA, n. 156.).
  • 
3. Definir y programar los procesos de formación cristiana (EIA, nn. 34 y 69.) para pedagógicamente conducir a los fieles en los caminos mistagógicos que permiten al creyente entrar en la experiencia del Misterio de Dios (NMI, n. 32-34.).

Responsabilidad de los laicos en el Mundo

  • 1. Asociarse y apoyarse para que en sus propios ámbitos de vida social influyan dando testimonio (IL n. 158) activo y pasivo de las convicciones de fe y de su identidad católica (EIA, n.66).
  • 
2. Procurar el diálogo con las instituciones públicas y privadas para colaborar en la búsqueda del bien común y para generar una cultura (EIA, n. 70) fundamentada en la dignidad humana (EIA, n. 57).
  • 
3. Utilizar las nuevas tecnologías de comunicación para dar a conocer la vida y misión de la Iglesia y para el diálogo con el mundo (EIA, n. 72).
  • 
4. Aprovechar las redes sociales para ofrecer el pensamiento católico y sus respuestas actuales a los desafíos culturales, especialmente con las nuevas generaciones (EIA, n. 47.).

La Conversión Pastoral se prolonga en la Misión Continental, compromiso asumido en Aparecida por el Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Por eso en América, la Nueva Evangelización se identifica con la Misión Continental.

 

Re-nacimiento en el Espíritu: Card. Oswald Gracias, Arzobispo de Bombay (India), Secretario General de la “Federation of Asian Bishops’ Conferences” (FABC)


Asia es un continente que está experimentando las esperanzas y las alegrías de un continuo renacimiento en el Espíritu (Ecclesia in Asia).

Todos sabemos que el 60% de la población del mundo vive en Asia. Se trata de un continente joven con una mayoría de población joven. Por lo tanto, de muchas maneras, Asia es fundamental para el futuro del mundo. India y China, que cuentan con el 37% de la población mundial, están emergiendo como actores principales en numerosos campos del escenario internacional.

Hay poca uniformidad en el escenario asiático, y por lo tanto es difícil definir qué significa ser asiático. Vemos un alto nivel de desarrollo económico en algunos países como Japón, Corea del Sur, Taiwan; un desarrollo en aumento en otros países; y algunos que luchan contra la pobreza. Asia ha sido bendecida con la riqueza de culturas antiguas y sumamente desarrolladas. Es además la cuna de numerosas religiones del mundo.

¿Será debido a la profunda naturaleza espiritual radicada en el alma asiática, que busca constantemente lo Absoluto? .

Las Iglesias de Asia han identificado tres áreas para nuestro trabajo, debido a los tres grandes desafíos con los cuales nos enfrentamos. Por lo tanto necesitamos entablar un diálogo:

  • con las culturas,
  • con los pobres
  • y con las religiones:

para estudiar lo que significa para nosotros el mandato del Evangelio en nuestra relación con estas tres grandes realidades.

La Globalización es una tendencia sumamente generalizada que impacta todos los aspectos de la vida asiática. Se trata de un proceso continuo, inexorable, complejo y ambivalente que repercute en todas las esferas de nuestra vida y de nuestra actividad. Comenzó como un proceso económico que llevó a la libre competición, a veces en detrimento de los países más pobres y ahora se ha convertido en un fenómeno cultural. Afecta valores culturales asiáticos fundamentales, trayendo consigo materialismo, individualismo, consumismo y relativismo. La juventud es especialmente vulnerable a sus efectos.

Los resultados de la globalización afectan totalmente nuestro sistema de valores. Valores asiáticos tradicionales, culturas y preciadas tradiciones están sufriendo su impacto y están siendo erosionadas. Al embarcarnos en el gran proyecto de la Nueva Evangelización, me permito identificar algunos de ellos:

  • 1. Como he mencionado anteriormente, el espíritu de secularismo y materialismo se está haciendo más predominante. La población asiática es religiosa por naturaleza, cientos de miles de personas visitan templos y lugares de oración para recibir la bendición divina durante festividades especiales. Actualmente, algunos ven que Dios está siendo desplazado desde el centro de sus vidas hacia la periferia. Desde nuestra perspectiva Cristiana, nuestras Iglesias aún reciben grandes congregaciones, pero nos preguntamos si esta situación continuará. El Año de la Fe nos presentará el desafío de comunicar el mensaje de Fe de una manera atractiva, pertinente, y que dé una respuesta a las cuestiones de nuestro tiempo.
  • 2. Los lazos familiares que en el pasado eran muy importantes y estaban profundamente arraigados en todos los hogares asiáticos, están sufriendo un lento deterioro. Los ataques a la santidad del matrimonio están conectados con esto. El divorcio, que en el pasado se consideraba como un tabú ya no es tan poco común. Se escuchan voces débiles que hablan de matrimonios del mismo sexo. No se trata aún de un movimiento de grandes dimensiones pero está ganando terreno lentamente en nombre de la libertad. Están surgiendo muchos movimientos familiares en la Iglesia de Asia. Este apostolado ha dado abundantes frutos, dado que se acepta la familia como la célula básica de la sociedad, como el ambiente en el cual se obtienen la felicidad, el éxito y la misión vivificadora. Nuestro desafío es encontrar nuevas maneras de preservar la sacralidad de la familia y del hogar.
  • 3. Movimientos contra la vida – si bien el alma asiática considera importante todos los aspectos de la vida, al mismo tiempo están aumentando las amenazas a la vida que, de diversas maneras, son alarmantes. Los conflictos étnicos, la supresión violenta de diferentes grupos religiosos; la trágica amenaza a la vida de los desamparados; de los niños aún no nacidos, el feticidio femenino practicado en algunas zonas, dado que las niñas se consideran una maldición divina y una carga financiera. El alma asiática en sí tiene un gran respeto por la vida. En algunas tradiciones religiosas, los animales y las plantas son considerados sagrados y tratados con sumo respeto. En estos ambientes el mensaje del Evangelio en favor de la vida va a ser fácilmente aceptado.
  • 4. El alma asiática busca la comunidad. También esto está siendo afectado por el individualismo que se está introduciendo a hurtadillas, con su falta de respeto por el prójimo, su indiferencia por sus necesidades, y falta de hospitalidad, lo cual era tradicionalmente importante en todas las sociedades. La Iglesia de Asia ha elegido el método de base de la Comunidad Cristiana como su nueva manera de ser Iglesia. Esto ha tenido un éxito considerable en algunos lugares y ha llevado a la participación de los laicos en la Iglesia, a la formación laical y a alcanzar al otro. Ha dado un sentido de pertenencia a muchos que se sentían abandonados.
  • 5. Por desgracia también estamos viendo un creciente número de ataques a la religión. En algunos países la persecución de los Cristianos está aumentando. La oposición proviene de una religión dominante y, a veces, de una orientación ideológica que desea imponer una autoridad política a los grupos religiosos. En algunos lugares las comunidades Cristianas se sientes débiles e indefensas, pero hemos visto casos de testimonio heroico en medio del sufrimiento.

Las grandes ideas del Vaticano II en Nostra Aetate hoy siguen siendo pertinentes. Para nosotros, en Asia, el diálogo es una necesidad, no un lujo. Hoy, el diálogo de vida es algo en lo que todos nosotros estamos comprometidos. En Asia representamos sólo un 3% de la población total, con una mayoría Cristiana sólo en dos países, Filipinas y Timor del Este.

Los fundamentalismos religiosos se están haciendo sentir en nuestro continente. Estos incidentes, si bien esporádicos, son suficientes para causar alarma. Confiamos en que el Año de la Fe nos va a permitir comprender más profundamente nuestra fe, vivirla más auténticamente y predicarla con mayor confianza.

Para finalizar menciono otros dos elementos del escenario asiático:

  • Para nosotros la religión consiste más en un discipulado que en la observancia de una doctrina o en la obediencia de una serie de reglas. La persona de Jesús es sumamente atractiva: Su mensaje y Su vida, Su pasión, muerte y resurrección. La observancia de la doctrina surge como el fruto del discipulado a un maestro. Así es como los primeros Cristianos proclamaron la Buena Nueva.
  • Además, la mentalidad asiática haya más significativa la oración contemplativa que la meditación discursiva. Estas son las riquezas sobre las que podemos construir y que podemos compartir con el mundo. Nuestras liturgias son fundamentales para nuestra fe Cristiana, pero si, al menos en un servicio paralitúrgico, es posible centrarse en la contemplación, ello brinda una gran satisfacción a nuestra gente, que siente la presencia de Dios y se siente fortalecida por Él.

Los desafíos ante los cuales nos encontramos son inmensos, pero las oportunidades son enormes. La Nueva Asia ha sido bendecida con un boom en las comunicaciones que no tiene precedentes. Esto no se ve como una amenaza sino como un gran don de Dios que se puede usar para difundir la Buena Nueva. Nuestra misión es preparar en particular a la juventud para que use estos nuevos medios y para que se beneficie con ellos.

Que la Virgen María, estrella de la nueva Evangelización, nos guíe en nuestro camino.

 

Nueva evangelización en las “Islas de Humanidad”: Mons. John Atcherley Dew, Arzobispo de Wellington (Nueva Zelanda), Presidente de la Conferencia Episcopal, Presidente de la Federación de las Conferencias Episcopales de Oceanía (FCBCO)

1. Aquí, en esta Aula, en el Sínodo para Oceanía de 1998, el Padre Timothy Radcliffe, entonces Prior General de los Dominicos, acuñó la bella frase “Islas de Humanidad” al hablar de Oceanía. Estas “Islas de Humanidad” se reflejaron en la Exhortación Post-Sinodal “Ecclesia in Oceanía”, que el Papa Juan Pablo II tenía que haber proclamado durante su visita pastoral a Nueva Caledonia. Sin embargo, su frágil salud no lo hizo posible, por lo que “Ecclesia in Oceanía” se convirtió en el primer documento importante del Vaticano en ser lanzado electrónicamente. Oceanía, que cubre un tercio de la superficie de la tierra, lejos del centro tecnológico del universo, ¡se benefició de las comunicaciones electrónicas!

La Exhortación fue una llamada para que toda la población de Oceanía centrara de nuevo su vida en Jesucristo: seguir su camino, decir su verdad y vivir su vida.

La Exhortación introdujo a muchos también al nuevo término: “Nueva Evangelización”. “Es la evangelización la misión de la Iglesia de proclamar al mundo la verdad de Dios revelada en Jesucristo… Hoy es precisa una nueva evangelización, para que cada uno pueda escuchar, comprender y creer en la misericordia de Dios, destinada, en Cristo Jesús, a todos los pueblos.” (EO 18). Ese “hoy” es el “hoy” bíblico: “Si hoy oyes su voz…”. Hoy, la Iglesia en Oceanía está invitada a oír de nuevo la invitación de Jesucristo a seguir su camino, decir su verdad y vivir su vida bajo las constelaciones de la Cruz del Sur que ilumina el cielo nocturno en toda Oceanía.

¿Cuáles son las islas de humanidad que reconocemos en las diócesis y países de nuestras cuatro Conferencias Episcopales, que constituyen la Federación de las Conferencias de Obispos Católicos de Oceanía?

La Conferencia Episcopal del Pacífico (CEPAC). Desde el Sínodo para Oceanía ha nacido más del 30% de la población de esta vasta región. Vemos por todas partes la vitalidad de los jóvenes: el gran número que participó en la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney en 2008; las celebraciones anuales Téné en Nueva Caledonia; el festival de la juventud de Samoa a principios de este año; las vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa con un alcance misionero más allá de la zona de la CEPAC. En esta gente joven vemos un búsqueda sincera, y a veces dolorosa, de un significado y una espiritualidad que tienda un puente entre los valores culturales tradicionales y la exaltación de la era tecnológica con el afán de poseer un Ipad o un smartphone. A veces es difícil para ellos resistir a las falsos atractivos de unos medios de comunicación y una industria de entretenimiento agresivos. La publicación por parte de la CEPAC del Catecismo de la Iglesia Católica y el YouCat, tanto en francés como en inglés, se han demostrado un instrumento valioso para la formación de los jóvenes.

  • En NUEVA ZELANDA hemos sido testigos de una nueva vitalidad de la vida católica a través de la diversidad étnica, como resultado de la migración de la población. La población más numerosa proviene de las Islas del Pacífico y las Filipinas con un pequeño, pero significativo, número de católicos -y catecúmenos-; de Oriente Medio, India, Corea, China y Sudán. Gente que trae su fe y espiritualidad católica… pero también sus experiencias de guerra, pobreza y desplazamiento, las cuales han forjado su fe. Nueva Zelanda tiene también una fuerte base bicultural que se fundamenta en el Tratado de Waitangi, firmado por la Corona Británica y la población Maorí en 1840. Este Tratado proporciona “la base moral para la presencia de todas las poblaciones en Aotearoa-Nueva Zelanda” (NZCBC Statement, Adviento, 1989).
  • En AUSTRALIA hay un fuerte compromiso con la sociedad a través de la educación de los adultos y las nuevas formas de liderazgo laico en la Iglesia. Australia es el más avanzado de los países de la Federación en lo referente a medios de comunicación y tecnología, que ha compartido generosamente, por ejemplo, sosteniendo la red de radios católicas en las Islas Salomón, y con su disponibilidad sigue compartiendo los recursos electrónicos para la evangelización, la educación y la formación pastoral. En los últimos dos años, la diócesis de Broken Bay ha ofrecido conferencias vía internet que se han emitido online a través del mundo. En la primera de estas conferencias vía internet, en la que yo participé desde Wellington, Nueva Zelanda, estaba fascinado viendo a los anfitriones australianos, en conexión vía satélite, dando la bienvenida y hablando con participantes de muchos países del Pacífico, de las Islas Salomón, de Filipinas, la India e incluso de países lejanos como Canadá y Reino Unido.

Esta nueva tecnología es un agente vital de la Nueva Evangelización.

  • PAPÚA NUEVA GUINEA y las ISLAS SALOMÓN son los líderes en la búsqueda e inculturación práctica del Evangelio, tal como fomenta la Exhortación Post-Sinodal Ecclesia in Oceanía (n. 16-17). Su cultura refleja los valores del Evangelio sobre la sacralidad de la vida humana y la hospitalidad. Varias congregaciones religiosas internacionales – clericales y laicales – han establecido sus programas de formación en Papúa Nueva Guinea y las Islas Salomón debido a la solidez de sus estudios superiores y su disponibilidad en la formación a la inculturación. Hay una parte significativa de la población en esos países que están oyendo el mensaje del Evangelio por primera vez, como, por ejemplo, los más de 60 bautizados en una parte de las Islas Salomón la Semana Santa pasada.

En cada una de nuestras cuatro Conferencias, las escuelas católicas trabajan bien y son una parte integral de la vida parroquial. Nuestras escuelas son un terreno fértil para la “nueva evangelización”, y ofrecen la oportunidad de volver a comprometer a las familias en la vida de la Iglesia.

San Pedro Luís María Chanel está reconocido como el protomártir de Oceanía, y se ha pedido su intercesión durante muchos años. Hace dos años, la canonización de Santa María de la Cruz MacKillop despertó mucho interés en Australia y en el Pacífico en general. El interés de los medios de comunicación fue intenso y la canonización aportó maravillas a la Iglesia. Modelos de tal santidad siguen siendo de inspiración: el Beato Peter to Rot de Papúa Nueva Guinea y el Beato Pedro Calungsod, de Guam, el “santo adolescente” que será canonizado en breve durante este Sínodo. En Nueva Zelanda esperamos noticias sobre la causa de Suzanne Aubert.

Estos ejemplos harán más por la Nueva Evangelización de lo que imaginamos, pues los medios de comunicación están interesados en ellos y capturan la imaginación de la gente.

Estas “islas de humanidad”, sin embargo, están construidas en una cadena volcánica de placas tectónicas inestables, que de vez en cuando explotan en la superficie como “islas de inhumanidad.

CEPAC: hace 50 años que todos los países de la región CEPAC son independientes del dominio colonial, o han conseguido una forma de autogobierno interno. Sin embargo, algunos aún están luchando para elegir una forma de gobierno que refleje tanto su unicidad cultural como el deseo de una democracia moderna, como pueden ser lo casos de Fiji y Tonga. Esta continua inestabilidad política a veces desemboca en la violencia, incluso con pérdida de vidas humanas.

Varios de estos países / diócesis están seriamente afectados por el cambio climático, como por ejemplo, las islas bajas de Kiribati, Tuvalu, Tokelau, Rotuma, Islas Cook del Norte y Polinesia Oriental. “Mar y tierra, agua y suelo … con su esplendor y belleza” (EO 6) están bajo seria amenaza, y mucho más a los que para vivir dependen de los dones de esta tierra y este mar.

La preocupación por los pobres y los más vulnerables tendrá que incluir las necesidades particulares de unos posibles “refugiados ambientales”.

  • En NUEVA ZELANDA reconocemos que el saeculum está donde “los creyentes y no creyentes interactúan y comparten una humanidad común “ (IL 54). El “Atrio de los Gentiles” es un lugar privilegiado de evangelización. Este es el lado positivo de la secularización. Sin embargo, un secularismo agresivo y un fracaso en la aceptación de la trascendente dignidad de la persona humana a menudo bloquea el diálogo con la sociedad en clave bioética o sobre cuestiones sociales, como, por ejemplo, la eutanasia, el aborto y la definición de matrimonio. Este secularismo también presenta un desafío para el número creciente de creyentes de otros credos que han hecho de Nueva Zelanda su hogar, a saber: musulmanes, hindúes, budistas y sijs. A menudo vienen de un encuentro mucho más positivo con los cristianos de su país de origen, y se escandalizan por lo que ven en lo que ellos pensaban que era “un país cristiano”.
  • PAPÚA NUEVA GUINEA y las ISLAS SALOMÓN: en una región con tanta diversidad étnica y social, hay cuestiones serias sobre la justicia social: la ruptura de los valores culturales tradicionales y la fragmentación social, la alta incidencia de SIDA, la pobreza y corrupción opresiva, la tensión en cuanto a los recursos naturales, la rápida urbanización, el frecuente recurso a la violencia, las disputas fronterizas con Indonesia sobre Papúa Occidental. La solidez de la inculturación mencionada antes será puesta a prueba en la respuesta que se dé a estos ámbitos de justicia social.
  • AUSTRALIA: la vasta “tierra del sur del Espíritu Santo” tiene también unos desafíos importantes en la tarea de la Nueva Evangelización: el diálogo con una sociedad cada vez más securalizada, conseguir que disminuya la brecha entre ricos y pobres, promover la dignidad de las poblaciones indígenas y de las personas que buscan asilo político, así como las mismas cuestiones bioéticas y sociales a las que se tiene que enfrentar Nueva Zelanda. Australia a menudo sufre a causa de la devastación de fuegos en el monte, con grandes pérdidas de vidas y propiedades. Estos fuegos son uno de los efectos del cambio climático. Mientras los desastres naturales en Oceanía son a menudo pequeños a escala global, tienen por otro lado un enorme impacto en las naciones más pequeñas y en las economías frágiles.
3. La Nueva Evangelización en este contexto.

El Instrumentum laboris (78) nos recuerda los tres requisitos básicos para la Nueva Evangelización:
- La capacidad de discernir… dentro de las presentes circunstancias, convencidos de que también en estos tiempos es posible anunciar el Evangelio…
- La capacidad de vivir la fe cristiana;
- Una clara y explícita relación con la Iglesia.

Estos requisitos son una llamada a la conversión en el contexto de la Nueva Evangelización en Oceanía. “Hoy es precisa una nueva evangelización, para que cada uno pueda escuchar, comprender y creer en la misericordia de Dios, destinada, en Cristo Jesús, a todos los pueblos” (EO 18).

  • a. “La evangelización significa que tenemos que hablar sobre los evangelizadores”. La formación, y su continuidad, de todos los involucrados en la misión evangelizadora de la iglesia debe ser nuestra prioridad. Esto significa descubrir de nuevo el don y la vocación del Bautismo, encontrar a Jesús Resucitado en las escrituras y la comunidad eclesial reunida alrededor de la Eucaristía, un renovado compromiso con la oración y la contemplación, los estudios bíblicos y la lectio divina, un servicio generoso y valiente a la comunidad eclesial y la sociedad, la defensa y promoción de la vida familiar y los valores;
  • b. necesitamos recuperar la tradición del Kerygma Católico, “para proclamar la palabra de Dios con valor, a tiempo y a destiempo”, recuperar la voz profética de la Iglesia, para discernir los signos de los tiempos que llaman a una Nueva Evangelización y para comprometerse proclamando y viviendo una respuesta cristiana a estos signos de los tiempos.

Recemos con las palabras de Ecclesia in Oceanía para que la Iglesia en Oceanía “tenga la fuerza de seguir fielmente el camino de Jesucristo, de proclamar con valentía la verdad de Jesucristo, de vivir gozosamente la vida de Jesucristo”.

Una obra “misteriosa” por la intervención anticipada y concomitante de la gracia de Dios: Card. Angelo Sodano, Decano del Colegio Cardenalicio

A veces también a nosotros nos viene la tentación que tuvieron los Apóstoles, que en el lago de Galilea le decían a Jesús por boca de Simeón: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, por tu palabra, echaré las redes” (Lc 5, 5). Y vino la pesca milagrosa.

Ciertamente, la nueva evangelización a la que ahora estamos llamados no quiere ser sólo un eslogan o una técnica nueva, como sucede hoy con la llamada nueva alfabetización, cuyo objetivo es enseñar a usar los métodos de comunicación on line. Se trata, en cambio, de una evangelización nueva en el sentido que nos han indicado los últimos Romanos Pontífices, para afrontar los desafíos que la Iglesia encuentra hoy, venciendo toda forma de escepticismo y confiando en la ayuda del Señor. Por lo demás, este es un tema recurrente en la historia de la Iglesia, llamada a sacar de su arca “nova et vetera” (Mt 13, 52), cosas nueva y cosas viejas.

Es evidente que estamos frente a una empresa grandiosa, en la que participan el cielo y la tierra, una obra misteriosa por la intervención anticipada y concomitante de la gracia de Dios.

La misma formulación de la segunda parte del tema de este Sínodo, es decir, la frase “para la transmisión de la fe” no parece que sea del todo adecuada, porque como sabemos muy bien, la fe no la transmitimos nosotros, al provenir de la gracia de Dios, sino que el hombre decide acoger ese don.

Y precisamente para invocar dicha gracia la Iglesia siempre nos propone el apostolado de la oración acompañado del apostolado de la acción.

  • Por mi parte, he tratado de prepararme a esta Asamblea releyendo atentamente durante los últimos meses los Hechos de los Apóstoles. Allí ya se ve claramente que la obra evangelizadora de la Iglesia era fruto de varios factores, tanto de las palabras y las iniciativas prácticas de los Apóstoles, como de la intervención continua de la gracia de Dios, que abría los corazones a la aceptación de la Buena Nueva. Allí vemos que Pedro, después de Pentecostés, toma la iniciativa y presenta con santo ardor a Jesús de Nazaret como único Salvador (Hch 2, 14ss).
  • Debo confesar, sin embargo, que tras la lectura consoladora de los Hechos de los Apóstoles, me he detenido en el libro del Apocalipsis y he reflexionado de este modo sobre la realidad del mal en el mundo, al igual que sobre el misterio de la libertad del hombre, que aunque vea la luz a veces prefiere permanecer en tinieblas. Asimismo, he querido meditar sobre las páginas del Apocalipsis que nos describen la presencia devastadora del Maligno en la historia humana. Pero siempre es consolador leer en el mismo Apocalipsis como al final el poder victorioso de Cristo resplandece sobre todas las miserias humanas.

Ahora querría concluir con una llamada que siento que debo hacer, no tanto como Decano del Colegio cardenalicio, sino como Decano por ancianidad de los Obispos aquí presentes.

Es una llamada a fin de que todos llevemos adelante nuestro trabajo de evangelización con gran humildad, sabiendo que no somos los primeros que trabajamos en la viña del Señor ni seremos los últimos. No somos los primeros porque otros, durante dos mil años, nos han precedido en esta labor pastoral. Tampoco somos los últimos porque vendrán otros después de nosotros que llevarán adelante esta obra, hasta el fin de la historia humana, cuando tengamos un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap 21, 1).

 

 Nos arriesgamos a hacer vano el Pentecostés: Mons. Salvatore Fisichella, Arzobispo titular de Voghenza, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización

La nueva evangelización se presenta como un proyecto pastoral que tendrá ocupada a la Iglesia en los próximos decenios.

  • Antes de “hacer” es necesario encontrar el fundamento de nuestro “ser” cristianos, de modo que la NE no sea vivida como un añadido en un momento de crisis, sino como la constante misión de la Iglesia.
  • Se debe conjugar la exigencia de unidad, para ir más allá de lo fragmentario, con la riqueza de las tradiciones eclesiales y culturales. Unidad de un proyecto pastoral no equivale a uniformidad de realización; indica, más bien, la exigencia de un lenguaje común y de signos compartidos que muestran el camino de toda la Iglesia más que la originalidad de una experiencia particular.
  • Habría que explicar por qué en un período de transición histórica como el nuestro, marcado por una crisis general, se nos pide que vivamos hoy de manera extraordinaria nuestra ordinaria vida eclesial. Tenemos que saber presentar la novedad que Jesucristo y la Iglesia representan en la vida de las personas.

Sin embargo, el hombre de hoy no percibe la ausencia de Dios como algo que falta a su vida. La ignorancia de los contenidos básicos de la fe se conjuga con una forma de presunción que no tiene precedentes.

¿De qué manera se puede expresar la novedad de Jesucristo en un mundo impregnado sólo de cultura científica, modelado en la superficialidad de contenidos efímeros e insensible a la propuesta de la Iglesia?

  • Anunciar el Evangelio equivale a cambiar de vida; pero el hombre de hoy parece muy ligado a este tipo de vida de la que se siente dueño porque decide cuándo, cómo y quién debe nacer y morir.
  • Nuestras comunidades ya no presentan tal vez los rasgos que permiten reconocernos como portadores de una bella noticia que transforma. Parecen cansadas, repetitivas con fórmulas obsoletas que no comunican la alegría del encuentro con Cristo y no están seguras del camino que deben emprender. Nos hemos encerrado en nosotros mismos, mostramos una autosuficiencia que nos impide relacionarnos como una comunidad viva y fecunda que genera vocaciones a causa de lo mucho que hemos burocratizado la vida de fe y sacramental. En una palabra, ya no se sabe que estar bautizados equivale a ser evangelizadores. Incapaces de proponer el Evangelio, débiles en la seguridad de la verdad que salva y cautos a la hora de hablar porque nos sentimos oprimidos por el control del lenguaje, hemos perdido credibilidad y nos arriesgamos a hacer vano el Pentecostés.

No nos sirve en este momento echar de menos los tiempos pasados ni la utopía para seguir los sueños, sino, más bien, un análisis lúcido que no esconda las dificultades ni tampoco el gran entusiasmo de tantas experiencias que en estos años han permitido poner en práctica la NE.

 

La Iglesia debe escuchar lo que se dice de ella: Mons. Pascal Wintzer, Arzobispo de Poitiers (Francia)



La Iglesia en el mundo de este tiempo tiene la misión de anunciar el Evangelio a los hombres de este tiempo. En 50 años, la noción de “mundo” ha pasado del singular al plural: es cierto que estamos en un mundo globalizado, pero también dividido.

De ahí un desafío esencial, el de la unidad, de la comunión, de las sociedades, de las personas, y con certeza, de la única Iglesia de Jesucristo.

En 2012, al menos en Occidente, la Iglesia católica sabe que es diversa de la sociedad; presente en ella, pero sin poderla abrazar totalmente
. Como el Señor se pone a la escucha de lo que se dice de Él: “¿quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre”? (Mt 16,13), la Iglesia debe también escuchar lo que se dice de ella; ella no se da una identidad, sino que la recibe: de su Señor en primer lugar, pero también de lo que los hombres dicen de ella.

Pienso que el término comunidad no se ha de emplear de forma exclusiva. Entre los que siguen al Señor, en el Evangelio, están los discípulos, pero está también la muchedumbre.

Los obispos no pueden dirigirse sólo al primer grupo, sino que siguiendo al Señor, hablan a todos, particularmente a los otros.

El discurso comunitario me parece peligroso y falso si es el único en el que nos situamos.

El mundo ha cambiado, y también ha cambiado el lugar de la Iglesia en el mundo; soñar en un regreso de la cristiandad es un engaño, una ilusión, y se apoya en la sacralización de una forma histórica de la presencia de la Iglesia católica.

La Iglesia no debe temer mostrarse al mundo, manifestarse a la sociedad. La Iglesia debe ser un testimonio audible y creíble en sus instituciones, sus finanzas, su manera de presentarse claramente.
 Se trata de ir hacia adelante, de vivir, de proclamar el gozo de la Iglesia: su Señor.

La escena de la Visitaciõn, paradigma de la misión: Mons. Paul Desfarges, S.I., Obispo de Constantine (Argelia)

En El Magreb consideramos la escena de la Visitación como el paradigma de la misión. Adondequiera que vaya María, la precede el Espíritu Santo, que es siempre el maestro del encuentro. Nuestras Iglesias se hace siervas del Reino de Dios. La Iglesia es testigo y sierva de la obra de Dios en la humanidad.

El Espíritu le concede el don de maravillarse de la fe del otro y de los frutos que produce en su vida, como nos recuerda la conversión del bienaventurado Charles de Foucauld.

Para nosotros, no hay diálogo interreligioso sin diálogo de vida, y el diálogo de vida une el diálogo de Dios con la humanidad. Este diálogo de vida es un testimonio de la salvación que está teniendo lugar; es mediación, o sacramento, de la salvación de Dios. Al igual que Dios entra en diálogo para salir al encuentro de su criatura, también la Iglesia se ofrece como lugar del encuentro; ya que la Iglesia no lleva sólo una Buena Nueva sobre Dios, sino también una Buena Nueva sobre el hombre. Los encuentros de nuestra vida diaria son la primera evangelización, puesto que proclaman la Buena Nueva de la fraternidad universal. Por eso, vivimos el diálogo interreligioso ante todo como un encuentro de humanidad.

No podemos callar, aunque el diálogo islamo-cristiano atraviese hoy un momento de prueba. Ello se debe a los fundamentalismos, pero también a una situación nueva, hecha de alegría y de sufrimiento. En algunos de nuestros países, gracias a nosotros, se acoge a algunos fieles que vienen de familias musulmanas. En general, ellos se estaban cuestionando interiormente desde hacía mucho tiempo.

Estos nuevos discípulos a veces son rechazados u obligados a una grandísima discreción dentro de sus propias familias. Pero con el tiempo, descubren que su historia espiritual con Dios comenzó con su conversión y que el Espíritu los ha guiado a través de alguna persona musulmana de su entorno que encarnaba unos valores espirituales y humanos. Estos discípulos nos recuerdan también que el diálogo de vida está en el corazón del testimonio del Evangelio.

 

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