II. Espiritualidad de la “nueva Evangelización” a partir del “Instrumentum Laboris” del próximo Sínodo

Tal vez el principal problema de la “nueva evangelización” -cuyo significado hemos tratado de discernir en la anterior reflexión- no sea la situación en que se encuentra hoy el ser humano, que no pertenece a la Iglesia, sino que somos nosotros mismos, los creyentes. Nadie puede negar que en la Iglesia católica llevamos a cabo muchas iniciativas que requieren mucha dedicación y horas de trabajo. Esto se advierte sobre todo en los agentes de evangelización: obispos, presbíteros, religiosos, hombres y mujeres implicados en diversos ministerios eclesiales. Somos expertos en añadir más trabajos sin prácticamente suprimir ninguno de los anteriores. A los agentes de evangelización se les ve frecuentemente demasiado estresados por sus agendas, sus teléfonos móviles, su atención a diferentes asuntos a la vez. La pregunta que uno se hace: ¿podrán surgir evangelizadores para una “nueva evangelización” en tal estado? ¿Podrán estas personas cambiar la orientación de sus trabajos para convertirse en auténticos misioneros o misioneras del Evangelio “hoy? A esto responde esta reflexión sobre “La Espiritualidad de la nueva Evangelización”, siguiendo el Instrumentum Laboris.

II. La espiritualidad

La nueva evangelización es, ante todo, una llamada a un nuevo tipo de espiritualidad.

1. La nueva evangelización como impulso espiritual y movimiento de conversión

La nueva evangelización es bloqueada frecuentemente por la misma Iglesia: hay que “descubrir las razones profundas de los límites de diversas instituciones eclesiales en mostrar la credibilidad de las propias acciones y del propio testimonio, en tomar la palabra y en hacerse escuchar en calidad de portadores del Evangelio de Dios.” (IL, 32). Por eso,

“la nueva evangelización es la ocasión propicia (cf. 2 Co 6,2) para volver, como cristianos y como comunidad, a beber de la fuente de nuestra fe, y estar así más disponibles para la evangelización, para el testimonio” (IL, 20).

La nueva evangelización es el nombre dado a este impulso espiritual, a este lanzamiento de un movimiento de conversión que la Iglesia pide a sí misma, a todas sus comunidades, a todos sus bautizados. Por lo tanto, es una realidad que no se refiere solamente a determinadas regiones bien definidas, sino que se trata del camino que permite desplegar y traducir en la práctica la herencia apostólica para nuestro tiempo (IL, 88). Con la nueva evangelización:

  • la Iglesia desea introducir en el mundo de hoy y en la actual discusión su temática más originaria y específica: ser el lugar en el cual ya ahora se realiza la experiencia de Dios, donde bajo la guía del Espíritu del Resucitado nos dejamos transfigurar por el don de la fe. El Evangelio es siempre el nuevo anuncio de la salvación obrada por Cristo para hacer participar a la humanidad en el misterio de Dios y de su vida de amor y abrir a todos los hombres un futuro de esperanza segura y sólida.
  • Subrayar que en este momento de la historia la Iglesia está llamada a desarrollar una nueva evangelización, significa intensificar la acción misionera para responder plenamente al mandato del Señor.

La nueva evangelización compromete a todos los sujetos eclesiales (individuos, comunidades, parroquias, diócesis, Conferencias Episcopales, movimientos, grupos y otras realidades eclesiales, religiosos y personas consagradas) en vista de una verificación de la vida eclesial y de la acción pastoral, asumiendo como punto de análisis la cualidad de la propia vida de fe, y su capacidad de ser un instrumento de anuncio, según el Evangelio.(IL, 77).

2. La nueva evangelización como transmisión y generación

Objetivo de la evangelización es para el IL la transmisión de la fe (IL, 90). Este término “transmitir” puede ser malentendido: como quien pasa a otros sus conocimientos, sus normas, sus reglas de vida, sus tradiciones. Puede ser entendido adecuadamente cuando transmisión significa “comunicación”, posibilitar –en el caso de la fe- un encuentro real, una relación con Jesucristo… favoreciendo en cada lugar y tiempo las condiciones para que este encuentro “al mismo tiempo íntimo y personal, público y comunitario” sea posible (IL, 18) y origine una metánoia, un cambio de mentalidad (IL, 19)[17].

La transmisión de la fe no es una acción reservada a una persona individual encomendada de esa tarea. Es un deber de cada cristiano y de toda la Iglesia, que en esta acción redescubre continuamente la propia identidad de pueblo congregado por la llamada del Espíritu, para vivir la presencia de Cristo entre nosotros, y descubrir así el verdadero rostro de Dios, que es para nosotros Padre. (IL, 92)

En síntesis: el corazón de la nueva evangelización está en el mandato misionero del Señor Jesucristo, que la ha querido y la ha enviado al mundo, para que se deje guiar por el Espíritu Santo, mientras da testimonio de la salvación recibida y mientras anuncia el rostro de Dios, primer artífice de esta obra de salvación. (IL, 79)

En el n. 40 alude el IL a una perspectiva apenas insinuada pero sumamente sugestiva: quien está llamada a la nueva evangelización es una “Ecclesia mater”. Evangeliza “generando”, dando vida. Nunca la Iglesia es madre por sí sola. Es madre “por obra del Espíritu”. De ahí que necesite “dejarse plasmar por la acción del Espíritu y así conformarse a Cristo crucificado, el cual revela al mundo el rostro del amor y de la comunión de Dios. De este modo, redescubre su vocación de Ecclesia mater, que engendra hijos para el Señor, transmitiendo la fe, enseñando el amor que nutre a los hijos. Así, su tarea de anunciar y dar testimonio de esta Revelación de Dios, reuniendo a su pueblo disperso” (IL, 40). La misión materna de la Iglesia hace que ella engendre a sus hijos en la fe[18](IL, 134).

Para proclamar en modo fecundo la Palabra del Evangelio, se requiere una profunda comunión entre los hijos e hijas de Dios en la Iglesia. Ese es el signo distintivo que hace creíble y eficaz el anuncio: «Os doy un mandamiento nuevo; que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros» (Jn 13,34-35). (IL, 91). Nueva Evangelización es “la capacidad de parte de la Iglesia de vivir en modo renovado su experiencia comunitaria de la fe y del anuncio dentro de las nuevas situaciones culturales que se han creado en estas últimas décadas” ¡Esto afecta a todas las Iglesias de los 5 continentes! (IL, 47).

El mejor lugar para la transmisión de la fe es una comunidad nutrida y transformada por la vida litúrgica y por la oración. Existe una relación intrínseca entre fe y liturgia: “lex orandi lex credendi”.(IL, 97). La lectio divina (personal y comunitaria) se presenta naturalmente como un lugar de evangelización (IL, 97). El catecismo romado introduce pedagógicamente en el misterio de la fe a través de sus cuatro títulos: el Credo, los sacramentos, los mandamientos y la oración del Padre Nuestro. (IL, 100)

3. La caridad, lenguaje de la nueva evangelización

La caridad es el lenguaje que en la nueva evangelización, más que con palabras se expresa en las obras de fraternidad, de cercanía y de ayuda a las personas en necesidades espirituales y materiales.(IL, 124)

El ecumenismo es seguramente uno de los frutos que pueden ser esperados de la nueva evangelización, (IL, 125)

La fe cristiana contribuye a la comprensión del contenido profundo de las experiencias fundamentales del hombre.(IL, 154)

Tres exigencias están implicadas en la espiritualidad de la nueva evangelización:

  • a) la capacidad de discernir, es decir, la capacidad que se tiene de colocarse dentro del presente convencidos que también en este tiempo es posible anunciar el Evangelio y vivir la fe cristiana;
  • b) la capacidad de vivir formas de una radical y genuina adhesión a la fe cristiana, que logren dar testimonio con su simple existencia de la fuerza transformadora de Dios en nuestra historia;
  • c) una clara y explícita relación con la Iglesia, para hacer visible el carácter misionero y apostólico. (IL, 78).

Uno de los signos de la eficacia de la nueva evangelización será el redescubrimiento de la vida como vocación y el surgimiento de vocaciones en el seguimiento radical de Cristo. (IL, 161).

La nueva evangelización recuerda a la Iglesia su finalidad misionera originaria. Por lo tanto, tales actividades, como afirman muchas respuestas, asumen la nueva evangelización para dar a las reformas en acto una dirección menos orientada hacia el interior de las comunidades cristianas, y más comprometida con el anuncio de la fe a todos (IL, 81).

Como afirmaba Juan Pablo II, nueva evangelización significa rehacer el tejido cristiano de la sociedad humana, rehaciendo el tejido de las mismas comunidades cristianas; quiere decir, además, ayudar a la Iglesia a seguir estando presente «entre las casas de sus hijos y de sus hijas»[19], para animar la vida y dirigirla al Reino que viene. (IL, 83).

4. La necesidad de compartir la visión

La misión evangelizadora es un tema decisivo para la Iglesia actual. Así se ha constatado en los principales documentos pontificios de los cuales parte el Sínodo que se prepara: “Evangelii Nuntiandi” de Pablo VI, “Redemptoris Missio” y “Novo Millenio ineunte” de Juan Pablo II.

Sin embargo, no todos en la Iglesia comparten la misma visión respecto a la misión evangelizadora. Lo vimos anteriormente, cuando reflexionábamos sobre el maremagnum de visiones sobre la misión.

Por eso, el IL reconoce la necesidad de aunar criterios, puntos de vistas, prácticas en la evangelización para responder así a los desafíos que hemos de afrontar y “para evitar el riesgo de la dispersión y de la fragmentación” (IL, 4)[20]. Se desearía, consiguientemente, que se cree durante el Sínodo “un clima de comunión que permita ver con un espíritu diferente los desafíos del presente” (IL, 15).

 


[17] “Comunión vivida con el Padre, en Jesucristo, gracias a su Espíritu que nos transfigura y nos hace capaces de irradiar la fe que vivimos y de suscitar la respuesta en aquellos que el Espíritu ha ya preparado con su visita y su acción (cf. Hch 16,14). (IL, 91).

[18] «Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis.»: Catecismo de la Iglesia Católica, 1231.

[19] JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Postsinodal Christifideles laici (30 de diciembre de 1988), 26: AAS 81 (1989) 438. Cf. también n. 34: AAS 81 (1989) 455.

[20] El IL entiende que estamos en “una ocasión propicia para crear un momento unitario y católico de escucha, de discernimiento y, sobre todo, para dar unidad a la opciones que han de hacerse” (IL n.5).

 

Impactos: 941

Esta entrada fue publicada en General. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *