HACIA UNA “VIDA CONSAGRADA” “SOSTENIBLE” – Capítulos Generales 2025ss

Dividiré esta reflexión en siete apartados:

  • Condiciones de sostenibilidad: preguntas
  • Liderazgo congregacional y acompañamiento
  • Mantener la herencia carismática
  • La función del laicado
  • La cultura vocacional
  • Nuevas opciones misioneras
  • La espiritualidad en esta etapa

1. Condiciones de “sostenibilidad”: preguntas

Ante la situación en que un Instituto religioso -Orden, Congregación, Fraternidad- se encuentra cabe formularse unas cuantas preguntas:

  • ¿Cómo reaccionar ante la debilidad y envejecimiento de las personas portadoras del carisma recibido? ¿Qué hacer con el Patrimonio carismático del cuál son herederas, ante la escasez de candidatos?
  • ¿Será posible descubrir nuevos horizontes en colaboración con toda la Iglesia, con el laicado, especialmente el laicado que comparte el carisma? ¿Quiénes se mostrarán disponibles para introducirse en ellos?
  • ¿Cómo evitar que la vida consagrada desaparezca de la Iglesia, esté más presente en las iglesias particulares y sea un fermento de vida en la sociedad?
  • ¿Qué podrán aportar las Congregaciones y sus familias carismáticas?

Un modelo de vida consagrada o religiosa “sostenible” hace referencia a la capacidad de resistencia o resiliencia ante las dificultades y a la capacidad “autopoiética” de re-hacerse ante las adversidades. Una vida consagrada “sostenible” no está abocada al caos, ni a la desaparición. Como un águila “renueva su juventud”.

2. Liderazgo sinodal y acompañamiento

La vida consagrada necesita ser orientada hacia un modelo de vida consagrada “sostenible”. Es de suma importancia, en este caso, la emergencia de un liderazgo inteligente y evangélico que pueda conducirla allá donde sea posible la Resurrección y un nuevo Pentecostés y donde podamos recuperar de forma nueva nuestro patrimonio carismático y espiritual. Y esto, ¿por qué?

Porque la situación es ya insostenible: superiores ancianos -mantenidos en el cargo desde hace mucho tiempo- que ya no son capaces de continuar. Porque no es fácil encontrar relevo en las generaciones más jóvenes, que tengan capacidad de superar las situaciones adversas, o que sean idóneas y disponibles para este servicio.

Hay ya no pocos institutos religiosos que, de hecho, no cuentan ya con personas aptas para asumir funciones de un liderazgo que responda a nuevas necesidades: instalaciones de asistencia y cuidados para los religiosos ancianos, gestión de las propiedades, la economía, la administración en línea con la ley canónica y civil, colaboración con el laicado y además centrarse en la misión, cuidado y bienestar de los hermanos de comunidad.  

  • 1) disminución de los miembros, denuncias de abusos y los problemas personales;
  • 2) la falta de preparación para insertarse en un contexto cultural y civil nuevo, en quienes, procediendo de otros países, podrían ser llamados a ejercer funciones de gobierno;
  • 3) la necesidad de que el gobierno promueva la actualización del carisma para la evangelización de las realidades de hoy.

3. Mantener la herencia carismática: intergeneracionalidad e intercongregacionalidad

Más allá del futuro de cada Orden o Congregación, hay que preguntarse por el futuro de la vida religiosa en cuanto tal. La vida religiosa se alimenta y potencia con la inter-congregacionalidad. Desde hace años se están favoreciendo cada vez más iniciativas inter-congregacionales. Las mismas Conferencias de Religiosos favorecen esta línea de acción.

Lo que para un instituto aislado es imposible puede ser posible en alianza con otro u otros y de ello hay ejemplos en diversos ámbitos.

Despertar la conciencia de la necesidad de la colaboración entre comunidades y carismas (inter-congregacionalidad) en los proyectos de vida y misión. De hecho, se inician procesos en esa línea, generando espacios de mayor comunión, favoreciendo el conocimiento mutuo y generando mayor confianza.

Hay que tener en cuenta un dato importantísimo en los países de los que estamos hablando: la elevada edad en nuestros institutos no es, ante todo, un mal, sino el resultado del don de la longevidad. De una manera especial la vida consagrada está siendo agraciada con este don. Las nuevas generaciones están ya marcadas por el don de la longevidad. ¿Cómo organizarnos contando con esa vida “extra”? ¿Qué sueños pueden todavía realizarse? ¿Qué posibilidades se nos abren? Las estadísticas pueden ser engañosas desde esta perspectiva.

4. La función del “acompañamiento”

“Acompañamiento no es liderazgo”. Los institutos necesitan hoy “acompañamiento”

  • Aquellos grupos o comunidades que cuentan con un liderazgo limitado o insuficiente.
  • Quienes desean y necesitan emprender abrir un proceso de unión entre institutos religiosos porque se encuentran en situación de vulnerabilidad.
  • En este caso las Conferencias de Religiosos pueden ofrecer una gran ayuda y servir de puente entre los institutos que buscan la unión y el Dicasterio.

El “acompañamiento” puede requerir -para que sea competente- no solo la ayuda de un acompañante aislado, sino también la constitución de un equipo de Laicos, en el que se asocien diversas competencias y puedan acompañar globalmente a un Instituto en estado de precariedad.

Se pide que las conferencias nacionales de religiosos faciliten un centro de atención para las necesidades personales (físicas, espirituales, mentales, etc), y de orientación profesional para la gestión y también el acompañamiento que necesitan los propios Institutos.

Se enfatiza en la necesidad de un servicio de acompañamiento por parte del Dicasterio pontificio para la vida consagrada -no tanto en clave de control o normativas-, sino ofreciendo líneas de actuación en determinados momentos. Que el Dicasterio defina criterios objetivos y claros para identificar cuando un Instituto puede estar entrando en una fase irreversible para su pervivencia.

5. La cultura vocacional y entrega del Patrimonio carismático

Aunque sea en número minoritario, hay jóvenes a quienes atrae la vocación a la vida religiosa: por su vida de oración en comunidad, por la oportunidad de servir de forma creativa y carismática en el ministerio. Hay que alimentar estas vocaciones y dejar espacio para que florezcan nuevos miembros más jóvenes.

No solo promover las vocaciones religiosas a órdenes y congregaciones específicas, sino a generar una auténtica “cultura de la vocación” en la Iglesia: la vocación fundamental del Bautismo, alimentada y potenciada en los sacramentos de la iniciación y reconciliación, y la vocación a las diversas formas de seguimiento de Jesús o formas de vida cristiana. Mantenerse en el camino vocacional requiere oración, discernimiento, acompañamiento.

El camino conjunto de las diversas vocaciones y formas de vida cristiana ofrece grandes esperanzas para el resurgir de una Iglesia nueva, diferente y más inclusiva.  Quienes hoy sienten la vocación a la vida religiosa, aunque menos numerosos, suelen ser más maduros y comprometidos en su fe; necesitan serlo para sobrevivir y prosperar en una sociedad secular.

6. Nuevas opciones misioneras

Un fenómeno muy llamativo está siendo la socialización y traspaso de instituciones importantes de la vida religiosa (educativas, sanitarias, hospitalarias) a otros grupos.

Se ha procurado evitar el riesgo de difuminar o perder la impronta religiosa y católica que hasta ese momento mantenían. Se han creado vínculos inter-congregacionales durante estos años, se ha ofrecido formación a laicos para que aseguren la tutela de la identidad de estas instituciones educativas o sanitarias.

Se están reelaborando los estatutos para adaptarlos y permitir que los laicos sean miembros de las juntas, para asegurar la presidencia. El apoyo a las congregaciones no se hará sin la colaboración de los laicos. De esta manera, se ha pretendido traspasar a los laicos el patrimonio carismático con la esperanza de que se mantenga la identidad previa.

7. La Espiritualidad en esta etapa

Una exigencia humana y espiritual: vivir lo mejor posible esta etapa; perseverar en el propio compromiso religioso hasta el final. Aceptar el fin como Jesús lo aceptó con el “consumatum est” de la cruz. Y no ceder a la tentación de traer sin más jóvenes de otras naciones para perpetuar la congregación…). Una pregunta: ¿podemos imaginar una Iglesia local sin vida religiosa?

Sinodalidad: La invitación del Papa Francisco a caminar juntos, a escuchar al Espíritu Santo en las conversaciones con los demás con el fin de hacer tiempo y espacio para que surja una Iglesia diferente, fue providencial y sigue inspirando nuestro trabajo.

La sinodalidad ofrece la esperanza de una Iglesia más inclusiva en la que se escuche a todos, especialmente a los supervivientes. Significa caminar con la gente en un viaje hacia el porvenir y encontrar en el camino a personas con las que normalmente no nos relacionamos. El diálogo y la escucha respetuosa permiten que surja una nueva forma de ser Iglesia. La igualdad de todos los bautizados es la base del camino sinodal. El papel de la mujer en la Iglesia exige una atención urgente.

Ayudarnos mutuamente a tomar conciencia de la precaria situación que viven nuestros institutos: ponerle nombre y dar sentido al accidentado camino que supondrán sus consecuencias.  

No ignorar las cuestiones humanas fundamentales que plantea esta situación: la muerte, el fracaso, la finitud, la esterilidad, la gratitud, el misterio pascual, etc. “El arte de morir es un arte de vivir; es un arte de amar” (Metz). Es vivir la vida. Esto permite desprenderse de lo que ya no es necesario hacer. Desvelar el sentido de un arte de morir que es un arte de vivir y de amar.

 Proponer un enfoque existencial que entrelace la experiencia de los miembros con un elemento simbólico y/o un texto bíblico y/o textos fundadores de temática variada: – Fracaso – Muerte – El Camino Pascual – Libertad espiritual – Gratitud.

Se hace necesario iniciar o continuar un trabajo teológico y espiritual para dar sentido a este duro viaje (camino pascual). Cuando una congregación llega al final de su misión, no es el final de su historia. No se trata de cerrar el pasado, sino de abrir un futuro. Quienes todavía viven, son portadores del carisma del Instituto. Y este carisma sigue inspirando a los laicos que hoy continúan las obras fundadas por la congregación.

La buena salud de la vida religiosa: le preguntaron al Papa Francisco cuál era la situación de la vida religiosa: su respuesta no habló de crisis, sino de buena salud. Se dice con ello que Dios es el Dios de la historia, también de hoy. Por eso nos preguntamos: ¿qué no estará diciendo Dios?

En sus intervenciones varias religiosas aportaron perspectivas espirituales que no se deben olvidar: cuando se oculta la gracia, en momentos de caos, algo sucede que nos recuerda nuestro “por qué” y que la realidad es mayor que nosotros mismos. La crisis es portadora de gracia. Reconocer la verdad de nuestra situación nos permite avanzar con energía. Cuando nos reunimos y mantenemos conversaciones abiertas y honesta podemos iniciar procesos que pueden funcionar.  El empequeñecimiento es una gracia difícil: conlleva sufrimiento, trabajo, pero es hermoso porque el carisma continúa y eso es lo que somos. La humildad de dejarse llevar no es fácil para quienes llevan décadas de experiencia diferente.

Necesidad de actualizar el carisma desde su expansión: Capacidad de integrar a los laicos no sólo debido a los proyectos apostólicos, sino debido a la pervivencia del carisma en la Iglesia y el mundo. Se están configurando cada vez más en la Iglesia las “familias carismáticas”. Se espera ir dándoles una mayor integración concediéndoles la forma jurídica necesaria.

https://gamma.app/docs/Hacia-una-Vida-Consagrada-Sostenible-axj9ct63skrnboa

Impactos: 53

Esta entrada fue publicada en General. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *