No es fácil explicar a nuestros contemporáneos, y a nosotros mismos, el sentido de esta celebración de la Ascensión del Señor que concluye el tiempo de Pascua. ¿Jesús pasó corporalmente de este mundo al otro, al del cielo? Y ¿si por cielo entendemos lo que ordinariamente entendemos: “sistema solar”, “galaxias”? Lo que en el primer siglo no resultaba extraño en la mentalidad hebrea, sí nos resulta extraño a nosotros, con mentalidad científica y nada mitológica. Y, sobre todo, ¿qué dice este evento a nuestra vida? Debo confesar que a veces me han faltado claves para entender y disfrutar esta fiesta de la Ascensión del Señor. La forma de presentarla, de entenderla, me ha dejado insatisfecho. En el inconsciente, esta fiesta era para mí como un funeral -pero de un Cuerpo vivo-. Y esa impresión es la que se extiende en tantos y tantos funerales a los que he asistido y celebrado. ¿Porqué? Me doy cuenta de que se trata de una forma inadecuada de entender la relación entre “cielo” y “tierra”. Porque prevalece en muchos de nosotros la convicción de que son dos realidades absolutamente “separadas”, “distanciadas”, “desconectadas”. Esa es la herencia cultural que hemos recibido de la Filosofía griega, que tanta influencia ha tenido a la hora de explicar nuestra fe. Pero, ¡todo es distinto cuando entramos en la mentalidad bíblica, que era la que respiraban los evangelistas que nos narran la Ascensión de Jesús al cielo! Contemplar esta fiesta desde esa mentalidad y perspectiva es la contraseña que nos hace explicarnos…. muchas cosas, responder a nuestras preguntas y sentir cómo esta celebración afecta a nuestra vida. ¡Es la fiesta del Halleluja!
¿Hasta que vuelva….? ¿Cuándo?
La fiesta de la Ascensión de Señor ha sido frecuentemente malentendida como la fiesta de la Desconexión. La hemos explicado utilizando la mentalidad griega que distingue y separa “cielo” y “tierra”, que ve estas dos realidades como espacios contrapuestos y, en cierta forma, separados por un inmenso abismo. En consecuencia, hoy haríamos memoria de la gran Desconexión: nuestro Jesús asciende al cielo, abandona la tierra y a nosotros, sus discípulos, su comunidad; nos deja tristes y huérfanos. Así interpretada, esta fiesta es fiesta para Jesús -encumbrado al cielo y rehabilitado por Dios Padre-, pero para nosotros es el día de la desolación en la tierra. Expresó muy bien este sentir Fray Luis de León cuando escribió el místico poema:
“¿Y dejas, Pastor santo,
Fray Luis de León
tu grey en este valle hondo, oscuro,
en soledad y llanto,
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmoral seguro?
La clave: “todo está entrelazado”
La clave está en cómo entendían Jesús y sus contemporáneos la relación entre el cielo y la tierra. ¡La cosmología bíblica no era dualista! Cielo y tierra no eran dos realidades separadas, desconectadas: sino que existía entre ellas dos una permanente inter-penetración; eran realidades interconectadas. Cielo (Dios y sus ángeles) y tierra estaban en permanente relación. Y tanto los humanos, como los animales, las plantas, las planetas, experimentaban siempre el “toque” y la “influencia del cielo”. Así lo expresan los Salmos, los Profetas, los Sabios, los Apocalípticos. Para el pensamiento bíblico hay salvación allí donde se tocan cielo y tierra. “Venga tu Reino”, “hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Hay condenación allí donde hay desencuentro, desconexión.
Los primeros cristianos contemplaban la resurrección de Jesús de entre los muertos como el inicio de la reconciliación entre el cielo y la tierra. Para ellos y ellas, Jesús recibió de Dios Padre “todo el poder”, pero ¡no solo en el cielo, sino también en la tierra! Jesús sube al cielo para que se produzca su conexión definitiva con la tierra. Jesús sube al cielo para que el cielo venga a la tierra. Esa había sido la oración que Él enseñó a quienes le seguían: “Venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. El Resucitado y Ascendido al cielo, no nos deja huérfanos. No es el Ausente. Sino el que sube para ser enviado otra vez, el que conecta cielo y tierra.
Por eso, los apóstoles Pedro, Pablo, Tomás, Andrés, Juan, van por toda la tierra proclamando que Jesús es el “Señor”, que el Cielo domina la tierra. Lo que comenzó con la resurrección de Jesús está ya dispuesto para encender en su fuego a toda la tierra (“He venido a traer fuego a la tierra, y cuánto deseo que arda”); el agua del Espíritu puede ya comenzar a invadir y anegar la tierra.
Lo que decimos de la tierra, lo que la ciencia de la Ecología nos muestra cada vez con más evidencia -¡que “todo está interconectado”- hay que decirlo de una manera muy especial en esta celebración de la Ascensión: Jesús sube para conectarlo todo: “cielo y tierra”. Ésta es la “Ecología del Espíritu del Resucitado”: el cielo en la tierra y la tierra en el cielo. ¡Esta es la ecología integral! La resurrección lo ha transformado todo. Absolutamente todo. Una terrible belleza nos ha nacido (Yeats). Y… nosotros hemos entrado en escena.
¡Las desconexiones, heridas de muerte!
¿Que hay todavía desconexiones? ¡Es evidente! Las apreciamos todos los días. Y allí donde hay desconexión, hay infierno, no cielo. Nuestra gran preocupación ahora es conectarlo todo en la tierra. La gran preocupación de los misioneros y misioneras de Jesús es, además, facilitar y anunciar la conexión entre tierra y cielo. Las desconexiones tienen los días contados, aunque produzcan tanto sufrimiento, tantas tragedias… Quienes desconectan y se desconectan padecen la influencia de las Bestias apocalípticas que intentan ejercer su dominio sobre la tierra.
Así en la tierra como en el cielo
Apenas un poco antes de ascender al cielo, Jesús dijo:
“Recibiréis el poder del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos … hasta los confines de la tierra”.
Pentecostés y la Ascensión están muy interconectados. En la Ascensión Alguien de la tierra se mueve hacia el cielo, y en Pentecostés Alguien del cielo desciende hacia la tierra: Jesús y el Espíritu en movimientos contrapuestos y correlativos crean la gran Escena de la correlación y de la simbiosis. Los dos son los grandes protagonistas de la Reconciliación de cielo y tierra… ¡ese gran sueño siempre anhelado por la espiritualidad bíblica!
La iglesia, escenario privilegiado del encuentro
La Iglesia, guiada por el Espíritu a través de los siglos, es el escenario privilegiado donde acontece el encuentro entre el cielo y la tierra: así la confirma:
- la predicación del Evangelio por todo el mundo y todos los medios:
- el arte de sus artistas -literatura, música, danza, pintura, escultura….-,
- la arquitectura de nuestras bellas catedrales e iglesias,
- la permanente acción caritativa: las obras de misericordia corporales y espirituales,
- la vida de sus santas santos;
- y, sobre todo, la Liturgia sacramental como celebración del encuentro del cielo con la tierra: ¡qué bien lo expresamos cuando en la conclusión de los prefacios somos invitado a cantar unidos a los coros de los ángeles y de los santos la misma canción la misma canción: “Santo, Santo, Santo… bendito el que viene…” Y después de la Consagración de los dones: “Marana Tha”, “Ven, Señor Jesús” Y más tarde…. la Paz del Señor esté con nosotros. Y … después… ¡El cuerpo de Cristo! ¡Dichosos los invitados a la Cena de bodas del Cordero!
Para escuchar y contemplar:
HALLELUJAH
Hallelujah
Canta esta canción:
Hallelujah
contigo donde vayas;
con una sola y simple Palabra
obtendremos lo mejor del cielo, del árbol, del pájaro
y llenaremos nuestro corazón de alegría
Hallelujah
sonidos del amor;
Hallelujah
el sol desde arriba
Hallelujah
la campanas sonarán desde el amanecer hasta la noche,
dia a dia.
Halleluja,
Hallelujah
no mires hacia abajo;
Hallelujah
vuela y extiende tu alas, inténtalo!
Hallelujah
disfruta de tu libertad como una mariposa
¡Ven y canta con nosotros
Halleluja!
El Sol está arriba
las campanas sonarán
desde el amanecer hasta la noche
Hallelujah
Démonos la mano por toda la tierra,
Hallelujah
desde el cielo y las estrellas,
Hallelujah
cantemos con todo nuestro corazón,
Halleluya,
el sonido del amor.
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