¿Espacio para la apocalíptica en la Nueva Evangelización?

Nos llegan los ecos, mensajes, propuestas del Sínodo sobre la Nueva Evangelización. Se multiplicarán los comentarios, las reflexiones, los intentos de hacer renacer en nosotros la pasión evangelizadora. Pero, tal vez nos estemos olvidando de algo muy importante. ¿Hay espacio para la apocalíptica en la Nueva Evangelización? Mientras nuestra cultura globalizada hace un uso excesivo y torpe de la apocalíptica en sus films, novelas, interpretaciones artísticas, nosotros guardamos silencio. Dejamos la Apocaliíptica en sus manos y nos inhibimos. Pero me pregunto, ¿podrá haber una nueva Evangelización sin continuar nuestra tradición apocalíptica cristiana? ¿Podrá renacer una nueva Iglesia evangelizadora sin el aguijón apocalíptico que nos convierta y haga cambiar de paradigma, destruyendo el viejo paradigma?

¿Qué significado tiene lo apocalíptico?

Hay dos formas de entender al ser humano: la prometéica—fáustica y la apocalíptica. La interpretación prometeico-fáustica se ve muy bien reflejada en estas palabras de un poema de Antonio Colinas (Jardín de Orfeo, en El río de sombra, Madrid, 1993, p. 299):

“Aquí los dioses se encarnaron en hombres.

Aquí los hombres se transformaron en seres divinos.

Aquí los humanos fueron sol y luna

piedra y carne,

sangre y música del más allá”

Fausto reivindica todo el poder para el hombre solo. Prometeo arranca el fuego a los dioses (transgresión) y la salvación la confía a las fuerzas del ser humano: ha encontrado una gran aliada en la ciencia.  La imagen prometéico-fáustica del ser humano es la de   un hombre sin el trasfondo oscuro de la tristeza y del dolor, del pecado y de la muerte; un hombre vacío de misterio que es incapaz de entristecer e incapaz de dejarse consolar; es la imagen de un hombre cerrado herméticamente contra todos los asaltos de Dios, un hombre rendido ante la banalidad.

Sin embargo, Jesús reivindica la apocalíptica. ¡Otra interpretación diametralmente opuesta del ser humano. En un logion auténtico de Jesús conservado fuera de la tradición de los evangelios canónicos Jesús dice:

“Quien está cerca de mí, está cerca del fuego. Quien está lejos de mí está lejos del Reino” (Jesús)

Las palabras del Apocalipsis son escándalo para el hombre moderno.Éste hombre teme el final de un planeta destinado a la destrucción. Pero también teme el que nada tenga término y que todo se disperse en una evolución sin rostro. Su concepción del tiempo excluye la espera de algo, Todo ello provoca en el ser humano de la modernidad una secreta angustia, una pregunta por la identidad humana: ¿quién soy yo? En cambio, los textos apocalípticos nos hablan del final del tiempo y de la historia. Nos dicen que pronto se va a interrumpir nuestra historia, que se trata de algo inminente. Los textos e imágenes apocalípticas no contienen inútiles especulaciones sobre la fecha de una catástrofe, sino comentarios muy gráficos sobre el carácter catastrófico del tiempo mismo. Para la apocalíptica el tiempo está lleno de peligro. Y su afirmación fundamental es ésta: ¡el tiempo no pertenece a Prometeo o a Fausto, sino a Dios! ¡Dios es el final del tiempo! Su interrupción salvadora.

Para la mirada apocalíptica el tiempo es tiempo de sufrimiento; porque es el tiempo del ser humano. Lo que le interesa, más que el tiempo de la naturaleza, es el tiempo nuestro, de nuestro sufrir, de nuestra pasión. Pensadores apocalípticos de nuestro tiempo lo han expresado muy bien:

 

“Donde anida el peligro, también crece lo que salva” (Hölderlin).“Donde se aproxima la salvación, crece también el peligro” (Ernst Bloch)

Allí donde el cristianismo es difícilmente soportable porque se rebela contra la situación, porque promete más peligro que seguridad, porque invita a desarraigarse de cada patria en lugar de ofrecer cobijos y patrias para siempre, allí salta a la vista que está proclamando el Reino que está al alcance, que viene. Cuando esto no es así, uno se pregunta: ¿para qué rezamos en el Padre nuestro todos los días esa plegaria apocalíptica que dice: ¡Venga a nosotros tu Reino!?

La clave de la Apocalíptica es la defensa apasionada de la Alianza. Nuestro Dios ha querido aliarse con la humanidad. Esa alianza ha sido rota tantas veces… La ruptura de la Alianza ha sido interpretada siempre por la profecía y la apocalíptica como adulterio, infidelidad esponsal….; de ahí el sentido de la alianza matrimonial como símbolo de la Gran Alianza. La gran Alianza es política, es ecológica, es ínter-religiosa, inter-racial. ínter-generacional, ínter-cultural, inter-confesional, es divino-humana. El mundo de los reinos de taifas, de las contraposiciones, de las castas y clases, los mundos jerarquizados, no tienen ningún sentido para la apocalíptica.

Lo apocalíptico ¿ transversal en la educación evangelizadora?

Estamos en una época en la que interesa más el nivel de vida, que la calidad de vida, en la que ya no se sueña el futuro. Esta es precisamente la tesis de Francis Fukuyama “el fin de la Historia y el último Hombre

Estamos lejos de Dios, pero cerca de la religión. Ya no hay lugar para los grandes y apasionados ateísmos de la modernidad.  Son acogidos con los brazos abiertos, dioses con minúscula, sin rostro. Atraen el corazón de mucha gente cansada, insatisfecha, agobiada por el exceso de problemas y conflictos (Joahn Baptist Metz).

Aquí en Europa se está extendiendo una religión dinosíaca bajo distintas modalidades, que pretende aplacar y eludir el sufrimiento, la tristeza, la culpabilidad, encantar místicamente el alma. Es una religión centrada excesivamente en el yo; demasiado cercana al narcisismo.  Es una religión sin opción por el Reino de Dios. Renuncia a toda dimensión política. ¿Será también así la Nueva Evangelización que el Sínodo ha propugnado? Tanto en el “Mensaje” como en las “Propositiones” de los asistentes al Sínodo se echa en falta la “garra apocalíptica”. Estamos en un momento en que la Iglesia está demasiado resignada a vivir en este mundo tal como es. Prefiere recurrir a aquello que no es perturbador del orden social, mundial.

No debemos predicar un Evangelio que ofrezca u futuro débil, fragmentado y sin utopías.  El Dios que se invoca no es el “Yo soy el que seré”, sino el “Yo soy quien voy siendo, mañana veremos…! ¿No se hace necesario en este contexto un ardiente recuerdo de nuestra tradición apocalíptica? Sin Apocalíptica la “Nueva Evangelización” ofrecerá un Evangelio des-evangelizado.

Pero la gran cuestión es: ¿porqué nos estamos alejando tanto de la Apocalíptica cristiana y nos estamos preocupando tanto de tonterías pasajeras, de gustos del momento? Un signo de esta despreocupación apocalíptica es el énfasis que ponemos en “lo exterior” de la fe y de su celebración, la poca transparencia económica y la incapacidad para poner en correlación Evangelización y Economía, la tendencia a idolatrar nuestras tradiciones, las figuras jerárquicas del momento, y el olvido del pobre Jesús con la infinidad de pobres y marginados con los que se identifica, que anunció el Reino “tan peligrosamente”. ¿Se puede decir que estamos cerca del Fuego?

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