ENTRE LA LUZ Y LA CEGUERA

A los bautizados nos describe la tradición de la Iglesia como “los iluminados”. Nos sentimos ya “iluminados” al comienzo del Camino, en el mismo bautismo. Sabemos que la Luz nos habita. Pero ¿sentimos la necesidad de identificarnos con aquel que es Nuestra Luz, Jesús? ¡No somos la luz, pero debemos ser testigos de la Luz! 

¡El candidato, la candidata … de Dios!

Arcabas

Cuando nuestra legislación nos invita a votar, ¿a quién votamos? ¿Buscamos acaso el candidato o la candidata de Dios? O ¿nos dejamos llevar por las apariencias, por nuestros juicios o prejuicios? Nuestro Dios nos ofrece sus candidatos en quienes ha sembrado carismas nuevos, nuevas energías y posibilidades. Pero hay que descubrirlos. 

En Belén, en casa de Jesé, buscaba el profeta Samuel el “candidato de Dios”. Fueron pasando uno tras otro los hijos de Jesé… y ninguno lo era. Precisamente lo sería el que faltaba, el excluido.

Hay muchas elecciones en la Iglesia, en la sociedad. Y nos preguntamos: ¿dónde están los candidatos de Dios? 

¡Ciegos, sí, ciegos junto a Jesús!

Jesús se encuentra con un ciego de nacimiento. Ha nacido “ciego”. El Dios Creador inició su obra diciendo: ¡Hágase la luz!? Pero este pobre hombre nació sin luz. Y ahí está la paradoja: ¡dado a luz… y ciego de nacimiento!

Los discípulos de Jesús le preguntan: ¿quién pecó, él o sus padres? Y Jesús no responde. Presenta una alternativa cuando proclama: “Yo soy la luz del mundo, la luz de la nueva Creación… y añade: “mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo”. Y lo manifiesta al ofrecerle la al ciego. Y la gente, siempre incrédula niega la evidencia con esta pregunta: “¿No es éste el que estaba sentado y mendigando…?”: pregunta que rematan con lo siguiente: “¡No! pero se le parece”. 

Jesús es Luz que ciega, ofusca a fariseos y dirigentes de Israel. Niegan la evidencia. El ciego cree en Jesús. Los que piensan que ven, se han vuelto todavía más ciegos.

No hay cosa peor que ser dirigidos por “guías ciegos”. Y esto puede acontecer en la política y en la Iglesia. La historia del ciego se repite.

Es bueno que nosotros mismos, yo mismo, me pregunte si tengo todas las cosas claras; si no dudo de mis certezas; si no aprendo nada de los pobres, de los herejes, de los últimos. Quien se sitúa ante lo nuevo como juez implacable, quien de nadie que no sea de su línea aprende, quien lleva defendiendo la misma posición durante años… está padeciendo una terrible ceguera, aun estando muy cerca de Jesús.

La Iglesia de la Luz

Massimo Uberti

Las tinieblas se apoderan a veces de nosotros. Para que no se note utilizamos el “secreto”, las maquinaciones ocultas, las deliberaciones en las cuales se juegan asuntos muy importantes de los demás… ¡todo eso pertenece al mundo de las tinieblas! 

Quien tiene información se siente poderoso; mira a los demás con desprecio; utiliza las segundas intenciones. También el mundo de la información puede estará lleno de tinieblas.

Jesús no fue así. Pablo lo denuncia cuando dice: “hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas”, o “dicen a escondidas”, o “deciden a escondidas”. Donde hay mucho secreto, allí anida la corrupción. Donde no hay luz, allí se establece el Reino de las tinieblas. 

Pero quien está con Jesús, Luz del mundo, no tiene nada que ocultar. ¡Que venga la Iglesia de la Luz! ¡Que se instaure la Sociedad de la Luz!

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