El mensaje de este domingo gira en torno a la humildad, el servicio y la sabiduría que viene de Dios, en contraste con la ambición egoísta y la búsqueda de grandeza mundana.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- La verdadera sabiduría
- Hacerse el último y el servidor de todos
- Acoger a los pequeños.
La verdadera sabiduría
El Libro de la Sabiduría -primera lectura- nos pide que nunca pongamos a prueba con ultrajes y tormentos a una persona buena y justa. Ejercer la fuerza y el poder sobre los demás nunca es de sabios.
La carta de Santiago -segunda lectura- nos habla de una sabiduría -todavía superior- que viene de lo alto: ella es “pura, pacífica, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial y sincera”. Esta sabiduría nos viene de Dios y nos vuelve serviciales y humildes.
Hacerse el último y el servidor de todos
El evangelio de Marcos nos presenta a Jesús enseñando a sus discípulos sobre su inminente pasión, muerte y resurrección. Y ellos en lugar de atender a lo que Jesús les dice, se ponen a discutir sobre otra cuestión: ¿quién es el más importante de nosotros? Es normal que también nosotros nos hagamos una pregunta semejante.
Jesús aprovechó esa oportunidad para transmitirnos una lección única e inesperada: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. ¿Nos imaginamos en el último lugar y al servicio de todos?
Acoger a los pequeños
Para ilustrar su enseñanza, Jesús tomó a un niño y lo pone en medio de ellos: en aquella cultura, los niños no tenían estatus social ni derechos. Jesús entonces abrazó al niño y dijo unas palabras misteriosas: “El que reciba en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí”. Fijémonos qué significado tan terrible tienen estas palabras cuando un niño es intencionalmente eliminado en el seno de su madre, o en el caso de los niños sin-hogar que se ven obligados a emigrar… Jesús nos invita a acoger y servir a los más vulnerables y marginados de la sociedad. Cuando lo hacemos, lo acogemos a Él.
Conclusión
Estos tres textos (libro de la Sabiduría, carta de Santiago y evangelio de Marcos) nos invitan a examinarnos y preguntarnos: ¿Busco la grandeza a través del poder y la ambición? O ¿me contento con el servicio humilde y la acogida de los más pequeños? Es sabio y grande quien se dedica al servicio desinteresado y humilde. Y nuestro modelo es Jesús mismo que dijo: “No vine a ser servido sino a servir y dar mi vida en rescate por todos”. “Si no os hacéis como niños…”
Oración conclusiva
Jesús, que, en medio de tu comunidad, yo sea como ese niño sin pretensiones en quien tú te ves reflejado. Jesús, que en mi vida no pretenda grandezas que superan mi capacidad. Que no desee honores, privilegios, escalar hacia donde otros no lleguen. Hazme simplemente hermano de todos, servidor de mis hermanas y hermanos. Y que todos juntos formemos la iglesia de los humildes, de los menores, de quienes siempre buscan “los últimos puestos”.
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