“EL TOQUE QUE TRANSFORMA”: primeros pasos vocacionales

La compasión de Jesús y su presencia transforma vidas (Mc 6, 53ss). ¡Qué texto tan importante para quienes inician su vocación como “discípulos misioneros”.

Jesús y sus discípulos acaban de llegar -después de una travesía por el mar- a Genesaret. Lo que sucede a continuación no es un discurso, ni una parábola, ni un milagro espectacular. Es algo más sencillo, pero profundamente conmovedor: Jesús se pone a recorrer pueblos y ciudades, y la gente acude a Él con una sola intención: tocarle.

  1. El poder del toque (Marcos 6:55-56)
    Lo más hermoso de este relato es que la gente no necesita grandes palabras o gestos espectaculares. Basta con tocar el borde del manto de Jesús para que ocurra el milagro. El toque es un gesto sencillo, pero lleno de fe. Es un gesto que dice: “Creo que en Ti está la vida. Creo que Tú puedes sanarme”.Y Jesús no rechaza a nadie. No pregunta si son dignos, si han cumplido la ley, si son puros. Simplemente, deja que lo toquen, y en ese toque, hay sanación, hay vida nueva.Esto nos enseña algo fundamental para nuestra misión: no somos nosotros los que sanamos, sino Cristo a través de nosotros. Nuestra tarea es acercar a las personas a Jesús, permitir que lo toquen, que lo experimenten. Y para eso, debemos ser como ese manto de Jesús: un puente entre Él y los demás.
  2. La misión hoy: ser manto de Jesús (Aplicación a la vida misionera)
    En este mundo lleno de dolor, de injusticias, de soledad, nuestra misión es ser como ese manto de Jesús. Somos llamados a llevar a las personas hacia Él, a ser instrumentos de su sanación.Pero esto no es fácil. A veces, nos sentimos cansados, desanimados, como si nuestras fuerzas no fueran suficientes. Sin embargo, este relato nos recuerda que no dependemos de nuestras fuerzas, sino de la presencia de Jesús en nosotros. Él es quien hace el milagro. Nosotros solo debemos estar disponibles, ser ese manto que los demás puedan tocar.Piensen en las personas a las que están llamados a servir en India: los pobres, los enfermos, los marginados. Ellos, como la gente de Genesaret, buscan algo más que palabras. Buscan un toque de esperanza, un gesto de amor. Y nosotros, como discípulos misioneros, estamos llamados a ofrecerles ese toque, a ser portadores de la presencia sanadora de Jesús.

Conclusión

Este relato de Marcos nos invita a reflexionar sobre nuestra misión. No estamos llamados a ser héroes, ni a hacer grandes discursos. Estamos llamados a ser como ese manto de Jesús, a permitir que los demás lo toquen a través de nosotros.

En este camino del discipulado, habrá momentos de cansancio, de duda, de dificultad. Pero recordemos que Jesús camina con nosotros. Él es quien da sentido a nuestra misión, quien nos fortalece en los momentos difíciles.

Hoy, les invito a pedirle a Jesús que nos dé la gracia de ser como ese manto: sencillos, disponibles, llenos de fe. Que en cada persona que encontremos, podamos ser un puente hacia Él. Que nuestra vida sea un testimonio vivo de su amor y su misericordia.

Y recordemos siempre: no estamos solos. Jesús está con nosotros, y a través de nuestro toque, Él sigue sanando, liberando y dando vida.

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