Cualquiera podría preguntarse el porqué de un documento de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica sobre “El servicio de la autoridad y la obediencia”, precisamente en este momento. La respuesta más superficial podría sonar así: la vida religiosa ha entrado en una fase de anomía, de descontrol interno y de desobediencia externa respecto a la jerarquía eclesial, que se vuelve necesario un serio toque de atención para poner freno a tal situación. De hecho, algunos medios de comunicación han emitido precipitadamente un juicio así al anunciar la aparición del documento.
Pero no es necesario “imaginar” la respuesta. El mismo documento nos la ofrece. El documento responde a la reflexión que tuvo lugar en la Plenaria de la CIVSVA del 28-30 de septiembre de 2005 y que se ocupó de este tema. Allí “se constató que, hoy día, este tema exige un esfuerzo especial de reflexión, debido sobre todo a los cambios que estos últimos años han tenido lugar en el seno de los Institutos y comunidades; y también a la luz de cuanto han propuesto los más recientes documentos magisteriales sobre el tema de la renovación de la vida consagrada” (SAO, n3).
Este documento responde a los cambios que se han producido en el modo de percibir y vivir la autoridad y la obediencia tanto en la Iglesia como en la sociedad y a los nuevos horizontes que ha ido marcando el magisterio:
- “la toma de conciencia del valor de la personal individual con su vocación propia y sus dones intelectuales, afectivos y espirituales, así como su libertad y su capacidad relacional”;
- “la centralidad de la espiritualidad de comunión con el aprecio de los instrumentos que ayudan a vivirla”;
- “un modo distinto y menos individualista de concebir la misión, compartida con todos los miembros del pueblo de Dios, de lo cual se derivan formas de colaboración concreta”.
Pero también responde a ciertas disfunciones que surgen a causa del influjo cultural:
- “el deseo de autorrealizarse puede entrar a veces en colisión con los proyectos comunitarios”;
- “la búsqueda del bienestar personal, sea este espiritual o material, puede hacer dificultosa la entrega personal al servicio de la misión común”;
- “las visiones excesivamente subjetivas del carisma y del servicio apostólico pueden debilitar la colaboración y la comunión fraterna”
- “una visión de las relaciones más escorada hacia el lado de la colectividad o la excesiva uniformidad, con el peligro de amenar el crecimiento y la responsabilidad de los individuos”.
En síntesis, el objetivo de la Instrucción es:
- “reafirmar que tanto la obediencia como la autoridad, ´por más que se practiquen de formas distintas, tienen siempre una relación peculiar con el Señor Jesús, siervo obediente”;
- ayudar a la autoridad en su triple servicio: a causa de las personas llamadas a vivir su consagración (parte primera); en la construcción de comunidades fraternas (parte segunda); en la misión común (parte tercera).
Estamos, pues, ante una Instrucción que no tiene como objetivo corregir defectos, ni restaurar el pasado, sino más bien responder a los nuevos desafíos que se nos plantean en lo referente al servicio de la autoridad y la obediencia. Se trata, por lo tanto, de una Instrucción que puede iluminar no solo a la vida consagrada, sino también a otras comunidades, grupos y personas dentro de la Iglesia.
Iremos viendo, en sucesivos comentarios, qué perspectivas se abren al tema de la autoridad y obediencia.
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