Con el Concilio Vaticano II se abre en la Iglesia una época de creciente sensibilidad pneumatológica y también trinitaria. La Constitución “Lumen Gentium” forma parte de la Gran Constitución de la Iglesia del Vaticano II, formada simultáneamente por ella y otras tres constituciones: la constitución de la Liturgia (Sacrosanctum Concilium), la constitución de la Palabra de Dios (Dei Verbum) y la constitución pastoral de la Iglesia en el mundo moderno (Gaudium et Spes). Las cuatro Constituciones son como una sola y se entienden en mutua relación. La Pneumatología, o la presencia y referencia del Espíritu Santo es -en todas ellas – muy relevante. Aquí ofrezco un texto de pneumatología fundamental, que impresiona, tomado de la constitución dogmática sobre la Iglesia.
Consumada la obra que el Padre confió al Hijo en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo en el día de Pentecostés,
- para que santificara a la Iglesia,
- y de esta forma los que creen en Cristo pudieran acercarse al Padre en un mismo Espíritu.
- Él es
- el Espíritu de la vida,
- o la fuente del agua que salta hasta la vida eterna, por quien vivifica el Padre a todos los muertos por el pecado hasta que resucite en Cristo sus cuerpos mortales.
Él es el Espíritu de la vida
- El Espíritu
- habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo,
- y en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos.
- Con diversos dones jerárquicos y carismáticos dirige y enriquece con todos sus frutos a la Iglesia, a la que guía hacia toda verdad,
- y unifica en comunión y ministerio, enriqueciéndola con todos sus frutos.
- Hace rejuvenecer a la Iglesia por la virtud del Evangelio,
- la renueva constantemente
- y la conduce a la unión consumada con su Esposo. Pues el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: «Ven».
Así se manifiesta toda la Iglesia como una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
La universalidad de los fieles que tiene la unción del Espíritu Santo,
- no puede fallar en su creencia,
- y ejerce ésta su peculiar propiedad mediante el sentimiento sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando desde el obispo hasta los últimos fieles seglares manifiesta el asentimiento universal en las cosas de fe y de costumbres.
- Con ese sentido de la fe que el Espíritu Santo mueve y sostiene,
- el pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio, al que sigue fidelísimamente, recibe no ya la palabra de los hombres, sino la verdadera palabra de Dios,
- se adhiere indefectiblemente a la fe que se transmitió a los santos de una vez para siempre,
- la penetra profundamente con rectitud de juicio
- y la aplica más íntegramente en la vida.
Los carismas del Espíritu
- Además, el mismo Espíritu Santo
- no solamente santifica y dirige al pueblo de Dios
- por los sacramentos y los ministerios
- y lo enriquece con las virtudes,
- sino que,
- repartiendo a cada uno en particular como a él le parece,
- reparte entre los fieles gracias de todo género, incluso especiales,
- con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia,
- según aquellas palabras: En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
- Estos carismas,
- tanto los extraordinarios como los más sencillos y comunes,
- por el hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia,
- hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo.
- no solamente santifica y dirige al pueblo de Dios
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