EL “ENCANTO” DE LA MISIÓN. Domingo 15 del tiempo ordinario. Ciclo B.

  • Escuchar hoy la llamada
  • La tarea encomendada: superar el poder del mal.
  • Misioneros/as con estilo

Escuchar hoy la llamada

“Jesús llama a los Doce y los envía”: primero llama, después envía. Escuchar la “llamada” es el punto de partida. Cada llamada es única, irrepetible. Jesús no busca “empleados” o “funcionarios”: sino personas dispuestas a colaborar en su misión y disponibles para ser enviadas donde Él mande.

Vocación y Misión son dos caras de la misma moneda. Hay cristianos, hombres mujeres, jóvenes y adultos con “vocación al matrimonio”, o con “vocación a la vida consagrada”, o con “Vocación al ministerio ordenado”. Hay cristianos con vocación política, cultural, artística, o laboral… Muy importante es reconocer el origen de todo: ¡la voz que nos llama! Pero también la finalidad: la tarea que Jesús nos encomienda.

La tarea encomendada: superar el poder del Mal

Quien es llamado y enviado por Jesús sabe que debe anunciar el Reino de Dios: es decir que Dios nos ama y quiere establecer su Reinado de paz, de justicia en la tierra y anunciar a los pobres la buena noticia, que Dios está presente por doquier.

Pero el Reinado de Dios encuentra una terrible oposición. Los malos espíritus impulsan a los seres humanos a colaborar con el mal y a mantener a la humanidad bajo su dominio.

Quienes somos llamados a seguir a Jesús y colaborar con Él suplicamos a Dios Padre que nos libre del Maligno y nos permitan realizar las mismas obras que Jesús realizaba, cuando estaba aquí con nosotros.

Misioneros/as con “estilo”

Comunitario (de dos en dos)- en pobreza radical (que no lleven nada para el camino, excepto un bastón y unas sandalias).

Jesús no quiere un estilo “individualista” de misión. Los envía “de dos en dos”. No quiso misioneros-estrella e individualistas, sino misioneros-constelación.

En la misión hay que optar -según Jesús- por la “pobreza de medios”. Y ¿por qué? Porque somos “siervos inútiles”. Porque el humilde confía en la fuerza de Dios. El soberbio en la suya propia.

Los enviados por Jesús serán acogidos por gente hospitalaria. Quien acoge a un enviado de Jesús, acoge al mismo Jesús y tendrá su recompensa; pero quien no lo acoge, rechaza al mismo Jesús y tendrá su castigo.

Conclusión

La misión se puede desvirtuar. Por eso, hay que volver al modelo misionero que Jesús nos propuso. Que en cualquier actividad misionera sea Jesús y su Espíritu el protagonista y nosotros, sus humildes servidores.  Y todo, para gloria de Dios Padre.

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