Gobernar al estilo de Dios puede parece exasperante. Quienes lideran los grupos, las comunidades, las sociedades y no digamos ya las iglesias, enseguida se ponen a distinguir entre buenos y malos, a discernir qué es trigo y qué es cizaña. Hay quienes se dejan llevar por el principio: ¡quien lo hace, lo paga! Otros se dejan llevar por la debilidad ante los que se muestran fuertes y audaces. Hay quienes gobiernan de forma inhumana. Y quienes sólo favorecen a “los de su cuerda”. En este domingo, 19 de julio de 2020 -16 del tiempo ordinario- las tres lecturas nos hablan del buen gobierno de Dios. Nos presentan un paradigma que hace pensar…. y mucho.
El estilo de gobierno de nuestro Dios
Fuera de ti, no hay otro dios al cuidado de todo, ante quien tengas que justificar tu sentencia. Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos. Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total, y reprimes la audacia de los que no lo conocen. Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.
Sabiduría, 12, 13.16-19
La primera lectura nos habla de nuestro Dios. Esa es siempre una gran pregunta: ¿cómo es mi Dios? El libro de la Sabiduría nos lo presenta como un gobernante poderoso, como un soberano universal.
El poder de Dios es el principio de la justicia. no se dice que la justicia se la norma que ha de acatar el poder, sino que el poder es la fuente de la justicia. ¿Cómo se ejerce ese poder? Este poder se caracteriza por su “humanidad”
- ¡Perdona a todos!
- ¡Demuestra su fuerza a quienes dudan!
- ¡Reprime la audacia de los que no lo conocen!
- Juzga con moderación
- Gobierna con gran indulgencia
- En el pecado da lugar al arrepentimiento.
- A quien ha justificado Dios le pide que sea “humano”.
Nuestro Dios es único, superior a todos.
- Fuera de Él no hay otro Dios
- Tiene una soberanía universal
- Puede hacer cuanto quiere.
Cuando decimos ¡Venga a nosotros tu Reino! estamos anhelando esta forma de gobierno en nuestra humanidad. Nos encontramos, actualmente, en una situación en la que apreciamos con toda claridad, qué difícil es gobernar esta tierra, qué difícil es superar los conflictos entre las naciones, entre los grupos, entre las diversidades.
“Los buenos deseos de Dios”
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Romanos 8,26-27
Nuestro Dios no solo nos gobierna, también es nuestro abogado, nuestro intercesor, nuestro cómplice.
El Espíritu Santo, la santa Ruah, nos acompaña, entra en lo más profundo de nuestro ser y “ora”, intercede por nosotros con gemidos inefables. Dentro del mismo Dios tenemos a nuestro intercesor: el Santo Espíritu.
Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene. Somos incapaces de interceder ante Dios, de forma adecuada. Alguien comentó en alguna ocasión que este texto paulino declara la incapacidad del ser humano para “orar como conviene”. Quizá el significado adecuado de esta afirmación sea otra: si entramos dentro de nosotros mismos, si llegamos a contactar con el Espíritu de Dios que nos habita, entonces descubriremos en nosotros mismos el deseo de Dios.
La espiritualidad cristiana no consiste en apropiarse de algo exterior a nosotros, sino en descubrir lo que ya hay dentro, en lo más profundo. Ahí habita el Espíritu y esa realidad santa lleva adelante en nosotros los “buenos deseos! de Dios.
Con esto también se afirma que somos incapaces de conocer nuestro anhelo más profundo, cuando vivimos en la superficialidad, cuando no dedicamos tiempos a conocer nuestro interior y el Huésped misterioso que nos habita.
La parábola del “mal gobierno”
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?” Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho.” Los criados le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” Pero él les respondió: “No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.”»
San Mateo 13,24-43
Les propuso esta otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente.»
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré los secretos desde la fundación del mundo.»
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»
Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará sus ángeles y arrancarán de su reino a todos los corruptos y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. El que tenga oídos, que oiga.»
La parábola de la cizaña y el trigo es una genialidad de Jesús; pero es una genialidad incordiante. Yo la definiría irónicamente como la “parábola del mal gobierno”.
- Creemos, ordinariamente, que gobernar consiste en separar lo bueno de lo malo, hacer crecer el bien y erradicar el mal. Para ello, los gobernantes utilizan la ley, las normas, como criterio de buen gobierno. Les basta actuar de los lo que es “legítimo”, “legal”, “lícito”. Pero ¿es en realidad así?
- Las leyes las hacen, quienes las hacen. Son fruto de mayorías parlamentarias, o a veces de grupos dictatoriales. Esas mayorías que legislan, son frecuentemente movidas por minorías de poder económico, social, político, religioso. Lo que tiene apariencia de bien, muchas veces nace del mal. ¡Ningún partido político votará una ley en contra de aquellos grupos que lo apoyan, aunque se vea que no es lo mejor para la sociedad!
- Así resulta que -como dicen el pensamiento postmoderno- lo que denominamos “legal” es frecuentementemuy cuestionable. Las leyes son distintas a medida que sean elaboradas bajo una mayoría política de derechas o una mayoría política de izquierdas. Las leyes de cada país reflejan a veces el ambiente de la globalidad política, dirigida por países muy poderosos, donde se defienden intereses muy poderosos.
En un contexto así, la advertencia de Jesús -reinterpretada bajo la inspiración del Espíritu, resulta auténticamente incordiante. Jesús nos dice a través de su Espíritu:
“¡no penséis que es fácil distinguir entre la cizaña y el trigo, el bien y el mal”. “¡No os propongáis arrancar lo que creéis que es cizaña, porque tal vez lo que vais a arrancar es el trigo… Esperad!”. Dejad que aquello que llamáis “bien” y aquello que calificáis como “mal” crezcan juntos. En el momento del juicio, se verá con claridad lo uno y lo otro.
Hay demasiado dogmatismo “antes de tiempo”. Hay una forma de gobierno -que se aprecia cada vez más, en la política y en la religión- que es impaciente; que se auto-arroga la capacidad de distinguir netamente entre el bien y el mal. Hay políticas de “destrucción de la cizaña” muy belicosas. Van paso a paso cumpliendo su proyecto. ¿No serán esas políticas las que mejor sirven para conservar la cizaña y arrancar el trigo?
Pero veremos cómo en este domingo se tergiversa la parábola de Jesús para ponerla al servicio del “buen gobierno”. Por eso, algunos dicen que “si Dios fuera como tiene que ser…”.
Para contemplar hoy
TRIGO Y CIZAÑA (Rap)
M.O.N.G.O.L.A.S.
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