La liturgia de este domingo nos sitúa cuando Jesús tenía más o menos 30 años”, dejó Galilea y se fue a un desierto pedregoso y estéril, donde Juan Bautista estaba predicando el cambio necesario para hacer del Israel el pueblo de la Alianza. Las tres lecturas nos hablan de: 1) El deseo firme de ser bautizado por Juan; 2) la investidura misionera y mesiánica de Jesús; 3) Pedro y el bautismo que no cesa.
1. El deseo firme de ser bautizado (Mateo)
Jesús le pide a Juan que lo bautice. El bautista advierte enseguida quién es Jesús y le replica: “soy yo, quien necesita que tú me bautices”. Jesús, sin embargo, insistió: ¡Bautízame tú, Juan pues esa es la voluntad de Dios! Y mientras Jesús se bautizada algo misterioso le sucedió a Jesús (que el evangelista Mateo expresa con lenguaje apocalíptico):
- Se abrió el cielo y conectó con la tierra.
- El Espíritu de Dios bajó en forma de paloma y se posó sobre Jesús… Dicen los comentaristas que, bajó como una paloma que busca su nido (¡metáfora utilizada por los rabinos) y anida en Jesús.
- Se escuchó una voz del cielo que decía: ¡Este es mi Hijo, el amado, el predilecto!
No podíamos esperar una epifanía más sublime y certera. Juan es testigo de lo que sucede. Jesús toma conciencia del Misterio que le envuelve.
2. La investidura misionera y mesiánica de Jesús (Isaías)
El profeta Isaías, en sus cantos al Siervo de Dios, había anticipado de alguna manera el bautismo de Jesús. Dedicó uno de sus cantos a un ser humano especialmente amado y elegido por Dios; sobre Él reposaría el Espíritu de Dios; sería el Mediador de una gran y definitiva entre Dios y la humanidad. Este siervo de Dios:
- Traería el derecho a las naciones… lo implantaría en toda la tierra.
- Actuaría suavemente: sin gritar, ni vocear, ni quebrar lo frágil y ni apagar lo humeante.
- Traería la liberación: abriría los ojos al ciego, sacaría a los cautivos de la cárcel, iluminaría a quienes viven en tinieblas.
Todo ello se verificó en Jesús, a partir de su bautismo en el Jordán.
3. Pedro y el bautismo que no cesa
Hubo mucha gente que reconoció, a partir del día de Pentecostés, que la profecía de Isaías se refería a Jesús y en Él se había cumplido. El apóstol Pedro así lo proclamó en Pentecostés: Jesús, bautizado por Juan “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él”. Pedro añade que también que el bautismo que Jesús recibió sigue siendo ofrecido ahora a todos -hombres y mujeres de cualquier condición, pueblo o raza”. Dios no hace distinciones. Acepta a quien lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea”.
Fueron así muchos quienes se adhirieron a Jesús y pidieron ser bautizados. Tenían la conciencia de que Dios los acogía como hijos y misioneros, los agraciaba -como a Jesús- con su Espíritu y los enviaba a pasar haciendo el bien a todos.
Conclusión
Ante quienes hoy no valoran el bautismo, hay que decirles que no se trata de un mero rito de registro como cristiano. Es el símbolo de algo muy grande y misterioso que acontece en quien acoge a Jesús en su vida. Los bautizados formamos un Cuerpo con Jesús y a través de nosotros, Jesús continúa por su Espíritu su misión de “pasar haciendo el bien”.
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