Las canciones a menudo abordan el tema del olvido, reflejando amores perdidos y desencuentros que marcan nuestras vidas. La música se convierte en un intérprete de las frustraciones amorosas que jalonan nuestra historia. Muchas de estas canciones podrían ser cantadas por Dios, quien también experimenta el desamor, la infidelidad y la indiferencia de la humanidad. De ello nos habla la liturgia de este domingo,
Dividiré esta homilía en cuatro partes:
- ¿Cómo desea Dios ser amado y recordado?
- El canto de amor a la viña
- Mandamientos interconectados
- ¿No puedo más?
¿Cómo desea Dios ser amado y recordado?
Hoy es crucial preguntarse: ¿cómo desea Dios ser amado y recordado? Nuestro Dios es Amor, una Pasión que no merece ser tratada con frialdad o desprecio. Él ha establecido una Alianza con la humanidad, comprometiéndose a mantenerla a lo largo de las generaciones. Sin embargo, es un Dios escondido, accesible solo a través de la fe. Existen múltiples caminos hacia Él, aunque algunos han perdido su credibilidad.
Dios merece ser alabado y conocido por nuestra generación. Es fundamental que nuestros contemporáneos comprendan quién es y cómo es nuestro Dios.
El canto de amor a la Viña
La lectura del Evangelio de este domingo se sitúa en el contexto del evangelio de Marcos, donde Jesús dialoga con un escriba sobre el mandamiento principal. Este diálogo ocurre en el Templo de Jerusalén, tras varios eventos significativos: la expulsión de los vendedores del templo y debates sobre tributos y resurrección. En este marco, el escriba pregunta a Jesús cuál es el mandamiento más importante.
Jesús evoca al Dios enamorado de su Viña, que cuida con amor, pero también se siente frustrado por la violencia y el asesinato en su casa. En este contexto, proclama el mandamiento principal: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma, mente y ser”. Este amor debe movilizarlo todo: cuerpo y alma, razón y emoción. Jesús nos llama a ser una viña enamorada de su Viñador.
Mandamientos Interconectados
Un aspecto notable es la conexión entre los mandamientos: “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Este llamado nos invita a manifestar amor hacia quienes nos rodean; cada persona es una extensión del amor que debemos tener hacia nosotros mismos. Cuando nos hacemos prójimos y superamos barreras políticas o religiosas, Dios se hace presente entre nosotros.
Dios se siente amado en nuestros actos de amor y servicio mutuo. No dice “primero yo”, sino “amad”. El camino del Amor nos lleva a Él, aunque no siempre se mencione su nombre. Sin embargo, este camino puede ser arriesgado; el Maligno busca frustrar nuestras historias de amor con celos y resentimientos.
¿No puedo más?
Cuando alguien dice “no puedo amar”, olvida que todos hemos recibido amor en abundancia a través del Espíritu Santo. Cada uno ama a su manera; Jesús no pide imposibles al decir: “¡Amarás!”. Al amar fielmente, nos conectamos con el Dios de la Alianza: “ubi amor Deus ibi est” (“donde hay amor, allí está Dios”).
Conclusión
Concluyo pidiendo que seamos mediadores de esta Alianza, promoviendo una religión del Amor y la Fidelidad. Debemos ser creíbles para que mencionar a Dios no sea considerado políticamente incorrecto. Nuestro Dios es el Dios de todos.
Crear lazos de amor entre las diversas comunidades permitirá que Dios manifieste su rostro en nuestro tiempo. El verdadero amor hacia los empobrecidos será una señal clara de cuánto amamos a nuestro Dios: “Tuve hambre… tuve sed… estuve en la cárcel”.
El olvido de los necesitados y la exclusión de quienes consideramos diferentes son actitudes que llevan al olvido de Dios en nuestra sociedad. Afortunadamente, hubo un escriba que reconoció ante Jesús que “amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.
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