Quien ha logrado la sabiduría posee el “tesoro” más valioso. Pero los sabios no son los charlatanes, ni aquellas personas que tienen respuesta para todo, o que pontifican detrás de un micrófono o una página de periódico, o alardean de memoria y erudición. ¡Y sin embargo, cuánta gente los sigue, escucha o lee días tras días! Son ciegos que guían a otros ciegos y los hacen caer en el abismo. Esta sabiduría es “necedad” comparada con la verdadera Sabiduría. Sabia es aquella persona que capta “el sentido” de todo lo que acontece, que conecta con la Sabiduría divina, a quien le ha sido concedido “conocer” y reconocer los signos del Espíritu en nuestro tiempo.
El Trono de la Sabiduría
A la Madre de Jesús la aclamamos como “trono de la Sabiduría”. Su hijo Jesús fue “el Sabio” por excelencia; de su boca salían palabras de Sabiduría: “nadie ha hablado nunca como ese hombre”. Jesús era el reflejo perfecto de la Sabiduría de Dios, el Creador, el Diseñador, el que todo lo sabe. Sobre Jesús se posó para siempre el Espíritu de la Sabiduría.
Escuchar a Jesús es una delicia. Todos son capaces de entender su mensaje. Sus discípulos, sus discípulas, lo llamaban “Maestro”. Hasta sus enemigos quedaban cautivados por sus palabras.
Quien quiera lograr la Sabiduría, que entre en la escuela de Jesús. Quien quiera , sin embargo, habitar el terreno de la “necedad”, de la ceguera, del error, que no se acerque a Él. Quien quiera salir de su equivocación, que venga a Jesús y le suplique el don de sabiduría:
“Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué y vino a mí el espíritu de Sabiduría”… La amé más que la salud y la belleza, y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso”
Libro de la Sabiduría, 7, 7-11
La Palabra de la Sabiduría
“Y la Palabra se hizo carne”. Jesús fue la Palabra-Sabiduría de Dios que se hizo carne. Cualquier de nosotros hubiera pensado que Jesús necesitó un largo tiempo de aprendizaje. ¡No fue así! Él era la Sabiduría de Dios “encarnada” en su ser humano.
La carta a los Hebreos lo intuyó y nos lo transmitió:
La Palabra de Dios -es decir- la Palabra de Jesús es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante… hasta el corazón… Nada se escapa de su mirada
Hebreos 4,12-13
Por eso, la persona que anhela la Sabiduría, siempre dirá: “Habla, Señor, que tu Siervo escucha! Por eso, Jesús le dijo a Marta -ocupada en mil cosas- que María había escogido la mejor parte, es decir, “ante Jesús, escuchando su Palabra”.
Los cristianos salimos de nuestra necesidad cuando tenemos “hambre de la Palabra que sale de la boca del Hijo de Dios”. Celebrar la Eucaristía no es sólo comulgar el pan y el vino eucarísticos; es, antes, tener hambre de la Palabra de Dios e introducirla en nuestra mente y en nuestro corazón. Así, día tras día, domingo tras domingo crecemos en Sabiduría.
En su comparación, tuve en nada la riqueza
Nos cuenta el Evangelio que Jesús se encontró con uno que se le acercó. Vino hacia Jesús corriendo… como quien busca un tesoro. Ante Él se arrodilló, como quien suplica lo más importante para vivir. Este hombre quería “heredar”… pero ¡nada más y nada menos que la vida eterna! Al denominar a Jesús “maestro bueno”, es decir, sabio, le preguntó”¿qué debo hacer?”
El Maestro de la Sabiduría, le respondió con palabras del Antiguo Testamento: ¡observa los mandamientos! Para el hombre arrodillado ¡todo eso era ya conocido y cumplido! En ese momento, la Sabiduría le dice: ¡Una cosa te falta! Se adquiere una herencia, un tesoro en el cielo, cuando aquí se pagan los impuestos a los más pobres y luego ¡ven y sígueme! Y Jesús exclamó al ver el resultado: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios… aunque Dios lo puede todo”.
Tras el Maestro de la Sabiduría
Seguir a Jesús es camino, proceso de transformación. Su Palabra va siendo sembrada en nuestro corazón día a día y si cae en tierra buena dará mucho fruto: el ciento por uno. La sabiduría y el amor se irán apoderando de nosotros. Nuestra sabiduría llegará a tal grado, que ante lo que no vale, lo que es chatarra, lo que pasa, exclamaremos: “Vanidad de vanidades”. Y… entonces nada ni nadie nos arrebatará nuestro tesoro.
Lascia che il mondo vada per la sua strada. – Deja que el mundo siga su camino
Lascia che l’uomo ritorni alla sua casa. – Deja que el mundo vuelva a su casa.
Lascia che la gente accumuli la sua fortuna. – Deja que la gente acumule su fortuna.
Ma tu, tu vieni e seguimi tu, vieni e seguimi. – Pero tú, ven y sígueme, ven y sígueme.
Lascia che la barca in mare spieghi la vela. – Deja que la barca en el mar despliegue sus velas.
Lascia che trovi affetto chi segue il cuore. – Deja que halle afecto quien sigue a su corazón.
Lascia che dall’albero cadano i frutti maturi. – Deja que caigan del árbol frutas maduras.
Ma tu, tu vieni e seguimi tu, vieni e seguimi. – Pero tú, ven y sígueme, ven y sígueme
E sarai luce per gli uomini – Y serás luz para los hombres
e sarai sale della terra – Y serás sal de la tierra
e nel mondo deserto aprirai – Y en el mundo abrirás en el desierto
una strada nuova. (2 volte) – una senda nueva (2 veces)
E per questa strada, va’, va’ – Y por esa senda, camina, camina
e non voltarti indietro, va’ – No vuelvas la vista atrás, camina
e non voltarti indietro. – No vuelvas la vista atrás
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