DISTINGUIR LO BUENO DE LO MALO: ¿relativismo o absolutismo moral? Domingo 22, ciclo B, del tiempo ordinario

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Los mandatos de nuestro Dios.
  • “Aprended de mi” o los consejos del Maestro
  • Lo que es malo según Jesús

Los mandatos de nuestro Dios 

En la primera lectura del libro del Deuteronomio se nos dice que Dios se preocupa de nosotros, guía nuestros pasos y nos da normas sabias e inteligentes. Si contamos con Él “viviremos y entraremos a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, nos dará”.

Lo que Dios nos manda no tiene como objetivo oprimirnos, ni despojarnos de nuestra capacidad creadora. Su objetivo es liberarnos de todo aquello que nos impide ser felices y conseguir nuestros más profundos sueños. Dios no nos quiere esclavos suyos: es Él quien se dispone a servirnos y aconsejarnos para nuestro bien. Nos promete aquello que nosotros todavía somos incapaces de ver. Los mandatos del Señor son justos y sabios y alegran el corazón. 

“Aprended de mi” o los consejos del Maestro

Jesús se nos presenta en el Evangelio como Maestro: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. No impone cargas pesadas e insoportables como otros maestros. Jesús muestra el camino y nos pide que le “sigamos”. Facilita así lo que parece innacesible. Él es el maestro de la sabiduría. Lo suyo no son los “mandatos”, sino “los consejos”… sus consejos evangélicos.

En la Iglesia hemos de estar muy atentos para que el magisterio de Jesús no sea suplantado por otros magisterios farisáicos. Cuando se propone una “moralidad” que a muchos les resulta imposible de vivir, que sólo puede vivirse en ambientes cerrados, infantilizados, en formas de vida aisladas, ¿podremos decir que esa es la moralidad cristiana? 

En este domingo, el Jesús del Evangelio se nos muestra muy crítico con la imposición de mandatos que no vienen de Dios y que esclavizan al pueblo. Es una llamada muy seria a revisar nuestras normas externas e internas. 

Lo que es malo según Jesús

Hoy Jesús nos dice hoy en el evangelio que el mal está en el corazón, no en las obras externas.

La cuestión es cómo curar el corazón. Igual que nosotros no somos capaces de curar nuestro corazón y, por eso, vamos al cardiólogo para que nos lo cure; así tampoco nosotros somos capaces de curarnos el corazón interior; necesitamos al cardiólogo espiritual que es la Santa Ruah, el Espíritu de Jesús. Cuando el Espíritu de Jesús toma posesión de nosotros, nos nace un corazón nuevo.

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