Hay ocasiones en las que no es fácil el “discernimiento”. Nuestra tendencia es clasificar a las personas por señales externas y superficiales. Lo mismo nos ocurre respecto a los grupos humanos: los que aparentemente dicen que “sí”, pero es “no” al proyecto de Dios y lo contrario. ¡No seamos ingenuos! No juguemos a “buenos” y “malos”, a “santos” y “pecadores” . Dios conoce nuestros corazones.
¿Es justo el proceder de Dios?
Así dice el Señor: «Comentáis: “No es justo el proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.»
Lectura de la profecía de Ezequiel (18,25-28)
Cuando las cosas no nos salen bien, nace espontáneamente en nosotros una anti-oración, un reproche a Dios: ¡Tú tienes la culpa! Hay quienes incluso proclaman que la pandemia, que estamos padeciendo, es un “castigo de Dios”. El indiferentismo y el ateísmo surgen de reproche sin tregua a Dios por las injusticias, calamidades y males que nos acucian e invaden y por lo tanto provocan un des-amor total, indiferencia y también negación. ¿Será Dios el responsable del malfuncionamiento de muchas cosas en este mundo? ¿No nos ha dejado un mundo “sin garantía”, con demasiadas fechas de caducidad?
Esta es la cuestión que nos plantea “hoy”, en este primera lectura el profeta Ezequiel: ¿es justo el proceder de Dios?
Dios nos da la contraréplica por boca del profeta Ezequiel: “¡el que no es justo, es vuestro proceder!”. Los seres humanos hemos de asumir nuestra responsabilidad en la existencia del mal. Tenemos libertad. Por eso, podemos entrar en territorios de vida y de muerte. No es bueno que nos dis-culpemos e in-culpemos a Dios. Tenemos todo a nuestro favor para poder “vivir” de verdad; pero para que sea así, hemos de comprometernos y asumir nuestra responsabilidad. Tanto es así, que las Naciones Unidas se han propuesto -de cara al año 2030- mejorar este mundo implicando a todas las Naciones en la obtención de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS).
Lo peor es que la responsabilidad individual no basta. Se hace necesaria una responsabilidad colectiva. Por esto, tampoco basta un cristianismo individualista, sin comunidad, a-político. Hay que convencer a la sociedad de su responsabilidad y colaborar con ella. Nos hemos de responsabilizar colectivamente, socialmente, para que la Vida tenga lugar entre nosotros.
¡Qué maravilloso es el Dios de la libertad! ¡Qué digno del ser humano tener un Dios que cuenta tanto con nosotros! Pero ¡qué terrible puede ser la persona cuando utiliza su libertad, desconectándose de Dios y de los demás!
¿Unanimidad,concordia, consentimiento? ¡Desde la humildad!
Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,1-11):
Tenían “un solo corazón”, “una sola alma”, “todo en común”. Así describen los Hechos de los Apóstoles la comunidad cristiana ideal.
- “Un solo corazón”: “amarás… con todo tu corazón”… “manteneos con-cordes”
- “Una sola alma”: “amarás… con toda tu alma”… “manteneos un-ánimes”
- “un mismo amor y sentir”: “amarás… con todo tu ser”
Pablo quiere que su comunidad sea la comunidad que cumple el Mandamiento Principal, la Comunidad de la Alianza. Por eso, les pide que sean concordes, unánimes desde el amor y el consentimiento.
¡Esto es precioso! Pero, al mismo tiempo ¿no es imposible? ¿Dónde hay comunidades así? Lo que sentimos muchas veces es la falta de concordia, de unanimidad, de consenso. Cada uno tira por su camino y no cede.
No debemos olvidar algo que siempre han dicho los maestros de espíritu: ¡que el camino hacia la perfección del amor solo tiene un nombre y es HUMILDAD! Pablo lo expresa muy bien en esta segunda lectura: “No obréis por rivalidad, ni por ostentación… dejaos guiar por la humildad y considerar siempre superiores a los demás”.
Sin humildad no salimos de nosotros mismos. ¿Y qué es ser humilde? ¿Cómo ser humilde? Jesús es nuestro modelo. Jesús cedió mucho, muchísimo. Era Dios y pasó como uno de tantos. Nosotros somos uno de tantos y nos queremos hacer pasar por dioses. El día en que me haga consciente de mis limitaciones, de mi sombra, de que no soy dentro de la naturaleza humana “alguien especial”, sino “uno de tantos”, en ese día… comenzaré a ser humilde, me pondré en mi lugar y veré qué fácil me resulta estar juntos a mis hermanas y hermanos en plan de igualdad y descubro lo fácil que es vivir concordes, unánimes y conseguir consensos.
A la hora de la verdad… mejor un “no” que un “sí”
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.” Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor.” Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Lectura del santo evangelio según san Mateo (21,28-32)
Contestaron: «El primero.»
Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»
Un estilo muy eclesiástico, aprendido de la diplomacia, suele ser “nadar entre el sí y el no”, no ser claros, ni diáfanos, dejar las cosas en una cierta e intencionada ambigüedad. Cuando nos piden un “sí” o un “no”, solemos responder: “¡hay que distinguir!”. Pero más que pensar en la verdad, estamos pensando en ¡no perder poder! Una Iglesia así nunca evangelizará. Se codeará con todos, pero no cambiará la sociedad. Tendrá poder mundano, pero no poder moral.
Jesús nos pide hoy más valor, más audacia, más claridad. Quiere que el “sí” esté acompañado de la obediencia. Porque la obediencia es la expresión más importante. Pero ¿obediencia a qué?
Se trata de una obediencia filial. El amo de la viña contrata obreros para ir a su viña; pero en esta ocasión está muy interesado en que vayan a trabajar a su viña sus propios hijos. Hay un hijo que tiene siempre el “sí” en la boca. Le encanta gozar del favor del padre y tener una buena imagen. Pero, a la hora de la verdad, “no trabaja en la viña”; se dedica a otras cosas. ¡Es un hipócrita! ¿Estamos trabajando realmente en la “viña”, quienes nos sentimos llamados por Dios, como hijos suyos? ¿No existe demasiada “vagancia apostólica”, “chapucería apostólica”, “pereza misionera”? ¿No estamos excesivamente entretenidos en cosas que no son de Dios, sino nuestras? ¿Querrá Dios tanto montaje, tanta parafernalia, cuando en la viña del mundo hay problemas tan serios?
El hijo que tiene el “no” en la boca, va -sin embargo- y trabaja en la viña. No se preocupa de su buena imagen. Trabaja en la viña desde el anonimato, desde la no-ostentación. Al final, es el que le saca al padre las castañas del fuego. ¿Quiénes son hoy, en la Iglesia, estos hijos e hijas de Dios? Pues tal vez aquellos que no tienen reconocimientos oficiales, que hacen que no se entere la mano derecha de lo que hace la izquierda, que no van a un acto con el único objetivo de “halagar”, “fichar”, “adquirir méritos”, “parecer buenos”.
Hay “síes” que son “noes”, y hay “noes” que son “síes”. Jesús nos pedía que nuestro “sí” fuera “¡sí!” y nuestro “no” que fuera “¡no!”.
Para contemplar
“HACEN FALTA SÍ”
(Brotes de Olivo)
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