CONFESIONES DE UN MAESTRO -ANTONINO RODRÍGUEZ FÍNEZ- EN SU JUBILACIÓN

Traigo a mi blog -y a la sección “Textos que impresionan”- uno que he titulado “Confesiones de un Maestro”. Se trata de un antiguo amigo Antonino Rodríguez Fínez. Hace algunos años me invitó a presentar su libro que  tituló: “Teología para Mario”. Mario era su hijo. Se trataba por tanto, de una teología elaborada por un padre para su propio hijo, en un tiempo como el nuestro… en un cambio de época.

Antonino es maestro, educador, teólogo laico, poeta. Creo que en él se hace realidad aquella frase de Humberto Maturana: “Educar es emocionar”.

Espero que la lectura de este texto jubilar nos emocione.

“Ella y el campo me hicieron poeta”

Tuve el privilegio de nacer en una zona rural. Pobre y sencilla; solidaria y muy humana. El raso del cielo y la austeridad de la tierra me situaron en sintonía permanente con el axioma kantiano:

“dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto a medida que pienso y profundizo en ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí”.

Cultivar  el campo te convierte en jardinero de la vida. Colaborar en el proceso de  elaboración del pan  te sumerge en lo más sustancial, creativo e innovador que habita la tierra. Al calentar el horno,  al sacar el pan y al disfrutar el alimento básico de la existencia, te familiarizas  con todos los ingredientes que desarrollan la creativa cultura del encuentro. El inconfundible olor a pan recién hecho te sitúa en el plano de lo auténtico. Este lento, discreto, paciente, apasionante y creativo proceso explica qué es lo que merece la pena aprender en la universidad de la vida.

Parodiando el verso de El Alma  de Gabriel y Galán: “ella y el campo hiciéronme poeta”, creo que la naturaleza y la humanidad en lucha permanente por la supervivencia labraron en mi los cimientos de la apuesta por la educación y la docencia estimulantes. Todo horneado por el amor entrañable de mis padres, la amplia y profunda formación humana y cristiana en la juventud y, posteriormente, la nutriente y expansiva experiencia conyugal y el sublime entusiasmo de las entrañas conmovidas por la paternidad que te hace volver a nacer.

El ambiente me cautivó… ¡en un colegio de monjas! Desde el 1980… hasta hoy

Lo digo sin rubor: llegué al colegio con la idea de provisionalidad. Unos dos años,  con jornada reducida, me vendrían bien como mero trámite para otros planes que estaban en mi mente y a mi alcance. Un amigo me habló de esta posibilidad que yo acepté inmediatamente. En Junio me puse en contacto telefónico con el centro y en septiembre comencé a trabajar. Sin más.

Desde el primer momento descubrí que no trabajaba en  el típico colegio de monjas de la época; sigo proclamando: ¡no al cambio!! El ambiente me cautivó.  También la oportunidad de desarrollar un proyecto de vida personal y profesional interesante y convincente.  Y…ya lo veis, desde 1980 hasta hoy.

Siempre me ha conmovido la interpelante opción  de García Lorca:

«En este mundo yo siempre soy y seré partidario de los pobres. Yo siempre seré partidario de los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega.».

A este principio tan humano le encuentro plena fundamentación ontológica y  valor absoluto en Jesucristo. También creo con la contundencia de Simone. Weil que

“Dios no está presente, aunque se le invoque, allí donde los desdichados son sólo una ocasión para hacer el bien”.

El encuentro con Jesús

Nunca he ocultado la experiencia gratificante del encuentro con Jesús de Nazaret.

  • Disfrutar  la ternura incondicional de Dios te hace otro. Conmueve las entrañas y resetea el disco duro de la mente. Te hace sentir “las razones del corazón que la razón desconoce”.
  • El calor y el color de Dios han desarrollado, ensanchado, liberado y armonizado mi existencia como hijo, como esposo, como padre, como compañero, como amigo, como docente y como ciudadano del mundo.
  • Se trata de ese  amor incondicional que no molesta a nadie, asombra a todos y seduce a muchos. El que hace comprender y sentir la vida como don. El que te descubre el significado de la vida más allá de la mera utilidad que tanto envilece.
  • El amor de los sueños profundos en los que habita la trascendencia, convirtiendo  la vida en templo de Dios, mientras se  encienden los corazonesy se sacuden las  conciencias. El que hace brotar el clamor de la mística cotidiana:

“Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura” (San Juan de la cruz).

¿Qué espera la vida de nosotros? “Vivir para la pública utilidad”

Con la experiencia que la vida me ha brindado, asumo plenamente la actitud de un singular testigo de la barbarie del siglo XX:

“lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud ante la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y después, enseñar a los desheredados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros”.(Víctor Frankl).

Con otras palabras, el Padre Cristóbal había vivido, ya en el siglo XVII, lo que Dios esperaba de él con la extrema radicalidad de su pasión por los pobres. Esta fue su bandera: “vivir para la pública utilidad”. Y con la absoluta discreción de quie deja leña a los pobres por la noche para que no pasen frío sin que nadie se entere.

Como en la cima de una montaña… y la tierra en barbecho

Me siento como en la cima de una montaña, contemplando el paso de la existencia por las veredas de la  historia personal. Sorprendido a veces; continuamente admirado, más aún, asombrado y recordando que así había surgido la filosofía según Aristóteles, y deseando que la razón instrumental no ahogue a la razón cordial. Con alguna que otra decepción y muy, pero que muy,  agradecido. Descifrando interrogantes y con razonamientos resquebrajados por el peso de la ternura de un beso o de un abrazo.

También observo la tierra en barbecho y los surcos que el labrador va abriendo  con su arado. Mi querida Sierra de la culebra convertida en surtidor de sombra y de sueños. La estepa castellana llena de grandes fortalezas y ciertas debilidades. En este ambiente campestre me viene a la memoria El Ángelus de Millet o el salmo del amanecer:

“Alfarero del hombre, mano trabajadora
que, de los hondos limos iniciales,
convocas a los pájaros a la primera aurora,
al pasto los primeros animales”.

Los surcos invitan a enterrar la mediocridad. Sublime lección de construcción personal, frente a la salvaje mercadotécnica y el olvido de lo esencial.

  • Sin máscaras ni armaduras oxidadas.
  • Diferenciando lo que importa de lo que distrae.
  • La llamada a la austeridad, a la sencillez  y al renacer de la primavera; al amor y al humor;
  • el reto de los productos ecológicos y a la alegría de los alimentos compartidos. La ascética del consumo y la sostenibilidad de la casa común.
  • Sobre todo  la alegría del trabajo bien hecho y del mundo en estado de esperanza. Reconociendo que tenía razón Schopenhauer:

“Los primeros cuarenta años de la vida nos dan el texto; los treinta siguientes, el comentario”.

Ante el inaccesible horizonte del mar

Desde otro paraje bucólico observo la inmensidad del mar y su inaccesible horizonte. En silencio, recibiendo la sonrisa de la brisa y admirando la grandeza del universo. Sin móvil, “la heroína de nuestro tiempo”, según el psicólogo Masip. Asimilando la certera sentencia de Nietzsche:

“la madurez del hombre es haber recobrado la serenidad con la que jugábamos cuando éramos niños”.

¡Qué oasis de gratuidad en medio del frenético consumismo! Excelente escenario para la contemplación y el disfrute de la gratuidad. Y con el susurro de la melodiosa sabiduría de la oda de fray Luis León:

“¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!”

Y necesitando recrear la obra de Sorolla “Al agua”. Eso sí: siempre cogido de la mano y  urgido por la inmensidad del mar, la turbulencia de las olas y la espesura del horizonte que “suspende los sentidos”.

El Dios de los “descartados” y “las malas compañías”

En el balance de mi vida laboral percibo ciertas constantes que atraviesan todos los recovecos:

  • la pasión por abrir la puerta a las fronteras que pone la razón en la búsqueda del horizonte de de plenitud y  felicidad que anida en el corazón de todo ser humano;
  • la seducción por el Cristo de las bienaventuranzas identificado con los descartados del mundo y “las malas compañías,
  • ¡Dios vive más en las periferias que en los templos!, frente al “Cristo suave” y “los cristianos desmemoriados” que tanto critica el papa Francisco;
  • ¡nada quiero decir del cristianismo de manual!;
  • la sintonía con las causas del P. Cristóbal, quien callejeó la fe donde se domicilia el sufrimientoy  el deseo de la ansiada renovación eclesial que propuso el concilio Vaticano II y que, con coraje martirial, llevaron a cabo diversas comunidades cristianas, especialmente  algunas latinoamericanas que tuvieron al frente obispos profetas y mártires.
  • Necesariamente tengo que mencionar a Oscar Romero, recientemente reconocido oficialmente santo y al cardenal Tarancón quien, en una conversación, nos dijo que  muchos sufrían tortícolis por mirar tanto a Roma en vez de al evangelio de la vida.

Con humor y cierta lástima recuerdo ahora la denuncia que unos padres muy píos me pusieron ante la delegación de educación de la iglesia de Madrid por hablar de Romero en clase. Abiertamente manifestaron que su hija no volvería a entrar en clase mientras estuviera el actual profesor. Tuve la suerte de contar con un  delegado que no anduvo con rodeos: o entra en clase su hija o que se vaya del colegio. Como no se fue, la alumna, cuyo apellido recuerdo, no le quedó más remedio que soportar a su indeseable profesor.

Seguir la senda del inconformismo constructivo

Espero mantenerme en las causas de la vida humana digna y de la vida cristiana creíble. Observar desde la altura y desde la profundidad, desde la cercanía y desde la distancia, las permanentes tensiones de la humanidad y los controvertidos debates académicos.

Seguir la senda del inconformismo constructivo. Con una certeza: que nunca cualquier tiempo pasado fue mejor para vivir. ¡Siempre el presente es la gran oportunidad!

  • Verlo y sentirlo con la disposición que San Juan de la Cruz mantuvo para  buscar a Dios:“sin otra luz ni guía, sino la que en el corazón ardía”.
  • Verlo y sentirlo, también, con la experiencia de que el Dios de Jesús “pone del revés todo todo lo que el hombre religioso espera de Dios” (D. Bonhoeffer)
  • y de que la fe no se vive fundamentalmente en “momentos” sacramentales ni es el fácil recurso para dar colorido a ciertos acontecimientos: ”misericordia quiero y no culto”.

Me han iluminado mucho los versos de mi paisano León Felipe:

“Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero…, sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos”.

La vida es maravillosa, si no se tiene miedo

Cada vez necesito más aprender a diferenciar lo que mis ojos ven, de lo que la mente quiere que vea y recuerde. A la hora de la verdad, lo importante es  el temario de la humanidad libre, responsable y feliz.

Es un secreto a voces que  lo más inteligente es disfrutar cada minuto del milagro de la vida y de su impulso evolutivo hacia la progresiva humanización.  ¡Melódico y exigente sendero de  esfuerzo y recreación! Me sumo a la propuesta de Chaplin: “luchad para vivir la vida, para sufrirla y para gozarla. La vida es maravillosa si no se tiene miedo”.

El ámbito educativo… maravilloso campo de entrenamiento

Reconozco que el ámbito educativo es un maravilloso campo de entrenamiento para todos los miembros de la comunidad educativa.

Todos a una, como en Fuenteovejuna;  sin la neura del protagonismo insufrible o el engreimiento mordaz. Tampoco, los cómplices cinismos o los mediocres infantilsimos.

La calidad de las relaciones  interpersonales

  • fortalecen el ambiente imprescindible para sacar a flote lo mejor de uno mismo y de los demás.
  • Facilitan la necesidad de revertir las emociones negativas.
  • Hacen emergen la calidad humana. Forman personas con el coraje y la fortaleza emocional que decide lo que verdaderamente conviene en la vida.
  • Quien intoxica estas relaciones debe ser llamada o llamado al orden o a algo más.
  • Estos lazos desarrollan  la capacidad de donación y el sentido de la gratuidad que forjarán ciudadanos con carácter; mentes fuertes y corazones equilibrados. Siendo oyentes de  la vida y escuchando las palabras que la relatan.

No se trata de  una forma de conocer sino de vivir, como dijo el principito a la rosa. Y de llamar a las cosas por su nombre, que  ya era el propósito de Don Quijote,

“pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías”.

Es apasionante poner un granito de arena en la  más ambiciosa programación de la auténtica inspección educativa: Construir personas sanas y equilibradas, libres y responsables.  Con sentido crítico y comprometidas con la cultura del encuentro frente a la deshumanización de la indiferencia o la líquida sociedad actual que tan poco fundamenta sus decisiones. Nada como construir senderos luminosos en los que irrumpan con singular esplendor jóvenes con espíritu y ciudadanos con corazón. Los que  consiguen la mejor versión posible de sí mismos.

La educación es la mejor llave que garantiza un futuro digno. El contacto con las diversas ciencias y, especialmente, las ciencias humanas, así como la permanente interpelación de los alumnos, me han hecho replantear, corregir  profundizar y perfeccionar asuntos racionales, transracionales y vitales que nunca quedan definitivamente resueltos pero que la honestidad personal exige precisar y formular con el mayor resplandor posible. Al final se impone una conclusión: “sólo sé que no se nada”.  Todo este trabajo interdisciplinar me reafirma en la certeza de que las razones del corazón nos sobrepasan y de que Einstein tenía razón al afirmar que:

“El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”.

Y, también,  la ocasión de reconocer las pulsaciones de la vida y  la serena afirmación de la grandeza y de la miseria humana. Grandeza que siempre busca la verdad y descarta la posverdad como “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones…” (RAE) y que la maquilla “convenientemente cocinada” con el disfraz del interés general y el egoísmo particular.

Si  tuviera buena voz, entonaría un himno a la alegría. Que sean la alegría y el trabajo bien hecho las palancas que  remuevan los cimientos de la mediocridad. El punto de apoyo  para transformar la sin razón. Que se disfrute el gozo de vivir y la oportunidad de integrar resilientemente el dolor que ayuda a crecer. Siempre teniendo en cuenta que la fe “no es el resultado de una conclusión sino de una crucifixión” y que “no es el modo como una persona habla de Dios lo que me permite saber si ha morado en el fuego del amor divino…sino el modo como habla de las cosas terrenas” (S. Weil). ¡Cuánto acuesta bajar a Dios del cielo a la tierra!

Hoy recojo el sabio criterio de Santa Teresa cuando ya era mayor:”Es tiempo de caminar”. Intentaré seguir haciendo camino al andar. Quiero seguir aprendiendo, incluso inglés, para poder seguir enseñando. Me reafirmo en la postura de Pablo VI: “el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros o si escucha a los maestros es porque son testigos”.

Me resulta “consolador soñar” que el barco educativo “irá muy lejos por el agua”. Por eso termino invitándoos, a quienes seguís en la vanguardia  de la tarea educativa  escolar,  a que disfrutéis de  este poema de Gabriel Celaya:

“Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca…
Hay que medir, pensar, equilibrar…
y poner todo en marcha.

Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia concentrada.

Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua.

Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.

Soñar que, cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada”.

 

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