AMOR SIN ARMAS

En este mismo blog, me refería antes de ayer al encuentro de san Pablo VI con el santo patriarca de Constantinopla Atenágoras. Y citaba un texto de Atenágoras que me impresionó y que hablaba del “rearmarse”, del amor sin armas. Hoy también nos habla la liturgia de este quinto domingo de Pascua del Amor desarmado en la segunda conversión de Saulo, en el magisterio del Discípulo Amado y en la petición de que nosotros, como sarmientos, dejemos que penetre hasta lo más profundo la savia de amor que mana de Jesús, nuestra única Vid. Son una advertencia seria a los neo-conversos y también a quienes se sienten “con autoridad”.

Cuando Pablo se fue, la Iglesia gozó de paz

Demasiado pronto comenzó Pablo, todavía Saulo, a hablar. Su reciente conversión encendió en él un celo desmedido. Este “novicio” cristiano, “novicio” de apóstol, pensó que iba a conseguir lo que nadie hasta ese momento había conseguido.

Jon Lezinski
  • Su petulancia de converso suscitó los recelos de la comunidad cristiana.
    • Bernabé –hombre prestigioso y de confianza– lo presentó a los apóstoles en Jerusalén. Confiados en el testimonio de Bernabé, los apóstoles dejaron que Saulo se expresara y actuara libremente.
    • Pero pronto se vió que las cosas no iban bien: Pablo discutía. Y ¡hasta se propusieron eliminarlo! La comunidad perdía su calma y serenidad. Comenzaba a dividirse.
    • Por eso, “los hermanos” decidieron bajarlo a Cesarea y lo enviaron a Tarso, es decir, ¡a su casa!
    • Es llamativa la nota del autor de los Hechos, que observa cómo después de enviar a Pablo a su casa la Iglesia gozaba de paz y se iba construyendo movida por el Espíritu. El converso quería demasiado protagonismo y no dejaba lugar al Espíritu.
  • Sabemos, por los Hechos de los Apóstoles, que allí en Tarso, en su ciudad, permaneció durante bastantes años, hasta que otra vez Bernabé se acordó de él.
    • En ese tiempo Saulo se convirtió en Pablo.
    • La experiencia interior le dio contenido a sus palabras exteriores.

Cuando el amor sólo es de boca

En su carta, Juan nos invita a no “amar de palabra y de boca”, sino de verdad y con obras.

  • “Amor” es una palabra que tenemos demasiadas veces en la boca.
  • Con frecuencia esta palabra “amor” no lleva fuego, no compromete, no es palabra eficaz:
    • porque el rostro de quienes la pronuncian no transmite amor… tal vez indiferencia y desprecio;
    • porque hay formas de actuar que desmienten toda declaración de amor: “obras son amores y no buenas razones”;
    • porque el sospechar, el juzgar, el criticar, vuelven mentira cualquier discurso de amor.
  • Hay que amar de verdad y con obras:
    • Quien ama es capaz de crear una nueva realidad.
    • Quien ama no presume, no es violento, ni despreciativo.
    • Quien ama se pone en el lugar del otro, y no al otro en el lugar de uno.
    • Nadie se siente inferior, o humillado cuando se encuentra ante una persona que ama de verdad.
    • ¿Cómo va a tener amor de hermano o hermana, quien se coloca siempre en un nivel superior? ¿Cómo va a decir que ama quien hiere al otro, quien desprecia sus sentimientos e ideas, quien actúa despóticamente para imponerse?

En cambio, el amor auténtico hace milagros, lo consigue todo.

  • Las divisiones no son fruto de la indisciplina, sino de la falta de amor mutuo.
    • Amar como Jesús nos amó, significa “amar primero”, no esperar a que los otros den el primer paso.
    • Quienes hacen las veces de Jesús son aquellos que lavan los pies, que toman la delantera, que no defienden sus intereses, su estatus.

El amor nos une al Amor.

Quien ama está en Dios y Dios en él. Está en Jesús y Jesús en él. Quien todo lo creó por amor, quien todo lo redimió por amor, comparte con nosotros el amor creador y redentor. Cumplir el mandato del amor es el resultado de la acogida del Amor en casa. Abrirse al Amor auténtico es renunciar a la mentira, a las palabras falsas, a las conductas hipócritas y despóticas, a romper la fraternidad sintiéndose “superior”.

Ningún sarmiento es la VID

Amar en la verdad es lo que Jesús nos pide. Amar con las obras y no con la adulación o con el interés de trepar.

Amar es permanecer en Jesús, asumir su estilo, vivir su vida. Quien permanece en Jesús da fruto abundante. Esta teología del cuarto evangelio supera el eclesiocentrismo y reafirma a Jesús, el Cristo, como único centro: ¡Permanecer en Él! pues Él es la vid, nosotros los sarmientos.

Después de varios años de silencio, contemplación, soledad, Pablo entendió que las palabras se engendran en el corazón, en la práctica del amor. Después de su aislamiento comprendió la fuerza de Dios en su vida. Abrió sus puertas al Amor y no al resentimiento. Y la madurez llegó a su amor. Pablo no quiso ser protagonista, sino cantor permanente del Amor, de la pasión de su vida: ¡Jesús!

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