Ser “religios@ hoy en Europa”

ucesmLa vida religiosa es Europa es algo así como una red invisible, una peculiar comunidad europea marcada por las 12 estrellas del Apocalipsis. Es una red de mujeres y hombres con los aspectos más diversos. Unos institutos son ríos caudalosos que proceden de muy lejos en la historia, otros pequeños riachuelos apenas nacidos pero con grandes sueños.

Esa red actúa y está presente en lugares tan diversos como Albania, Lituania, Croacia, Polonia, Irlanda, Inglaterra, Francia, Bélgica, el Benelux, los Paises Bajos, Rusia, Ucrania, Malta, Italia, Grecia, Checoslovaquia, Eslovenia, Hungría, Alemania, Austria y obviamente…  Portugal y España.

Esta red tiene un colorido diferente según los espacios en que se ubica. Uno es el colorido en el Este, otro en el Oeste.

En el Este europeo la vida religiosa es joven, alegre, animosa, minoritaria e inquieta. Siente el pasmo de verse casi nacida o recién nacida, después de sentir la muerte, la cárcel, la deprivación absoluta de libertad..

En Europa central y Europa del sur, la vida religiosa es anciana, pero rebosa sabiduría. Ha acompañado a Europa en su reconstrucción democrática, política, cultural; ha sufrido en primera persona la crisis de fe y esperanza de Europa. Pero no se rinde, ni se da por vencida. Su rostro sigue siendo luminoso… sabio.

La vida religiosa en la Europa del Este y del Oeste, se siente muy interpelada por la misión. Lo he podido percibir en la última Asamblea General de las Conferencias de Religiosos Europeos, que tuvo lugar en Chestohowa (Polonia) en el pasado mes de febrero. Movida por su pasión misionera y de servicio la vida religiosa europea se incultura -algunos dicen despectivamente que se seculariza-, renuncia a privilegios del pasado y se vuelve ciudadana, o se mantiene en las formas de la gran tradición para no diluirse en el entramado social -cuando comprender que de ese modo sirve mejor a la misión recibida para ser reclamo de trascendencia.

La vida religiosa en Europa se desplaza, se des-oficializa, busca servir hasta el final, si es que èste llega en pocos años. Ella sabe que la infecundidad en la Iglesia europea, se ve enormemente compensada con su fecundidad en iglesias de África y de Asia, a donde ha enviado a sus misioneras y misioneros y en las que ha invertido tantos desvelos, ayudas econòmicas, formativas y espirituales. La infecundidad no es sólo de ella, sino de la misma Iglesia europea.

La vida religiosa, tanto en el Este como en el Centro como en el Sur no quiere preocuparse principalmente de sí misma. Desea establecer una red de servicios de esperanza. Quiere responder a la crisis (¡no solo económica, también de identidad, de valores…!) con humildes e inquietantes iniciativas. Por eso, se preocupa y se implica en:

  • el tráfico de seres humanos (mujeres y niños, sobre todo)
  • la educación para una nueva ciudadanía pacífica, tolerante, integradora;
  • el anuncio de Jesucristo con un nuevo encanto para las nuevas generaciones -buscando nuevos lenguajes- y repensando la herencia recibida para hacerla accesible y atractiva;
  • la misión entre los jóvenes, los niños, los ancianos, las parejas, los marginados y empobrecidos, las personas deficientes, los inmigrantes….
  • Detrás de todas estas iniciativas están las conferencias de religiosos de los diversos países e institutos muy concretos.

La vida consagrada europea se preocupa, no obstante, también de sí misma. No quiere perder la esperanza y si la está perdiendo quiere recuperarla cuanto antes. Desea verse libre de sus defectos y adicciones.  Y los reconoce con humildad y a veces con excesivo realismo y hasta pesimismo. Sus líderes no quieren que ser duerma ni amuerme, y, por eso, la interpelan de mil formas. No le valen las recetas del pasado. Se deprimer un poco cuando se ve relegada, criticada,  frenada. Hay desgraciadamente no pocos religiosos que tienen miedo a la jerarquía eclesiástica, que en lugar de sentirse reconocidos se sienten marginados y no pocas veces condenados sin ser de verdad escuchados. Y, a pesar de todo, siente la necesidad de una mayor comunión, de ser el casa y escuela de comunión, de hospitalidad hacia los diferentes. Cuando ésto lo consigue se siente muy feliz. Hay bastantes pastores (obispos y presbíteros) que se dan cuenta de la situación y la estiman y apoyan con todas sus fuerzas, que reconocen sus secretos valores y la animan. Gracias a ellos, sienten la comunión tan cercana, tan en el corazón.

Al comenzar este nuevo siglo, la vida religiosa europea  respira con sus dos pulmones. Es una sola red. Cree y, sobre todo, espera. Está comprometida en Alianza con Dios y ella sabe que también Dios está comprometido con ella. Se trata de un matrimonio sin divorcio y confía en que su Dios no la abandonará. Y espera renacer libre en una Iglesia europea que, bajo el icono del Apocalipsis (“Ecclesia in Europa”) se entregue con pasión a la misión-servicio y no a competir como una fuerza que contrarresta otras fuerzas.

(Tomado de una entrevista de la COPE a propósito de la Asamblea de los Religiosos Europeos en Chestohowa -Polonia-en febrero 2010)

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