Para convertirnos nos hacen faltan señales. Para entender a Jesús necesitamos signos. Jesús nos invita hoy -20 de febrero de 2021- a descubrirlo en una señal única: la misteriosa señal del profeta Jonás. “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección, ¡ven!”
Lectura: Lc 11, 29-32 (Jonás 3, 1-10)
La multitud seguía juntándose alrededor de Jesús, y él comenzó a decirles: “La gente de este tiempo es malvada. Pide una señal milagrosa, pero no se le dará otra señal que la de Jonás. Porque así como Jonás fue señal para la gente de Nínive, así también el Hijo del hombre será señal para la gente de este tiempo. En el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, la reina del Sur se levantará y la condenará; porque ella vino de lo más lejano de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y lo que hay aquí es más que Salomón. También los habitantes de Nínive se levantarán en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, y la condenarán; porque los de Nínive se convirtieron a Dios cuando oyeron el mensaje de Jonás, y lo que hay aquí es más que Jonás”.
Comentario:
La ciudad de Nínive necesitaba una señal de Dios. Jonás fue la señal de Dios para decirle que debía convertirse a una nueva forma de vida. Los tres días y las tres noches de Jones en el vientre de la ballena fueron la prueba de Dios para la resurrección del pueblo. El rey y el pueblo creyeron en el profeta. Todos entraron en un proceso de transformación. Jesús propone a los Nínivitas como ejemplo para la generación de su tiempo; más todavía, como jueces. Jesús es un profeta mayor que Jonás, pero no creen en él. Jesús se encuentra rodeado de una gran multitud. Aprovecha la oportunidad para mostrarse crítico con su generación, a la que denomina “malvada”.
Meditación:
También nosotros podemos pertenecer a la generación malvada. Nos encontramos en tiempo de increencia, indiferencia religiosa. No creemos en los profetas que Dios nos envía. Escuchar y creer en el Evangelio es acoger la profecía de Jesús. Nuestras ciudades pueden convertirse en un espacio de increencia.
La Iglesia debe hacer surgir la voz de Jesús como un nuevo Jonás que transformará nuestra sociedad. La conversión no consiste únicamente en mejorar, es necesario cambiar toda nuestra perspectiva. La conversión es metanoia, es decir, ver la realidad e interpretarla de un modo absolutamente nuevo: desde la perspectiva de la resurrección de Jesús, del Misterio del los tres días.
El camino de la Cuaresma nos conduce a esta meta: a una extraordinaria transformación de nuestras ciudades.
Oración:
Dios y padre nuestro, haz que creamos a los profetas que nos envías. Sobre todo, concede a nuestros conciudadanos creer en ti mismo a través de la profecía inequívoca de Jesús, de su Evangelio. Que su palabra no deje de resonar en nuestras calles, en nuestros corazones, en nuestras instituciones.
Contemplación:
Hay dos tipos de ciudades: la ciudad del diablo, la ciudad de Dios. Las ciudades del diablo fácilmente son redes del mal donde la corrupción, la inmoralidad, la violencia se imponen por doquier. Nuestro Dios quiere ciudades que reflejen la belleza de la nueva Jerusalén. Nuestras ciudades necesitan una nueva misión urbana, como aquella que realizó el gran profeta Jonás. Los cristianos debemos estar dispuestos a ello. Es una de las exigencias de la nueva evangelización.
Acción:
Trata de mejorar tu ciudad. Ámala, ora por ella, encuéntrate con alguien que pueda influir en su mejora y anunciale la buena noticia de Dios.
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