Un amigo presbítero y misionero (XL) acaba de enviarme hoy, domingo 24 de enero de 2021, la homilía que las tres lecturas litúrgicas le han inspirado. Y me ha impresionado por la perspectiva desde la que ha contemplado el mensaje de la Palabra de Dios en este día. Por eso, aquí, la propongo -e incluyo en mi sección “textos que impresionan”.
Bajo la mirada de Dios
La vida de todo ser humano está bajo la mirada atenta y amorosa de Dios. Dios nos ve, por eso existimos. Decir que tenemos vocación significa que el Señor nos ve, como vio a Simón y a Andrés, a Santiago y a Juan, como vio las obras de los ciudadanos de Nínive. Dios nos ve.
Vamos por la vida sin darnos cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor. Muchas personas ni siquiera se ven; son como invisibles. Es posible que nosotros mismos nos hayamos sentido más de una vez ignorados, “no vistos”. Necesitamos que nos miren. Cuidar y atender a las personas empieza por mirar, por saber que esa persona concreta existe.
Dios nos llama porque ya nos ha visto. La llamada que sigue al ver adopta diversas formas: levántate, ve a Nínive; ven detrás de mí…, pero siempre es intencionada, hecha con determinación, para que no pasemos desapercibidos a los ojos del Señor. Dios nos ve, nos conoce, nos ama. Sí, Dios nos ve y nos conoce amándonos.
A la llamada le sigue la respuesta: los ciudadanos de Nínive creyeron a Dios, los primeros discípulos de Jesús dejaron sus redes y familias y le siguieron.
El poder de Dios entra en la historia humana
El reino de Dios que se hace presente en Jesucristo es el poder de Dios que entra en la historia humana. No es una fuerza anónima, no es una simple energía… Es una iniciativa divina que nace de la mirada amorosa de Dios, una mirada que se adapta a lo que el hombre vive.
El amor tiene ojos, y precisamente por eso es más que la mera fuerza, y salva incluso a los que no tienen fuerza, porque se les mira con ternura. Lo que no hace la fuerza, lo hace la mirada.
Nos mira y nos ama
- Dios nos mira como hijos suyos, y cuando el pecado supera nuestros deseos de bondad y autenticidad, se acuerda de su misericordia y de su amor, que es desde siempre, y se acuerda de nosotros en su misericordia, porque Él es bueno. El pecado no es una excusa contra la vocación.
- Dios nos ama, quiere algo bueno para nosotros, y su plan no está condicionado por nuestra respuesta, por nuestro pecado, sino sólo por su bondad. Nada humano puede escandalizar su infinita bondad.
- Dios nos mira y nos llama, es decir, nos ama siempre. El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el Evangelio.
La espera… ha terminado… “de otra manera”
Estas palabras del Evangelio de Marcos recogen fielmente el núcleo de la propuesta de Jesús. El tiempo de espera ha terminado. Dios está presente y se vive de otra manera, sin miedo, con confianza. Dios está presente, sí, y lo vemos tal como es.
La conversión al evangelio no viene de ti, sino del evangelio mismo, y te conviertes en el espacio de una vida que se te da, a la que respondes con una alegría que este mundo no puede provocar ni conocer. Seas como seas, hagas lo que hagas, siempre escucharás la misma invitación de Dios: ¡levántate!
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