Es éste un extraño domingo tercero en medio del Adviento. Es el domingo de los “cuatro noes” de Juan Bautista: ¡NO! respondía a quienes le preguntaban. Estaban a la expectativa. Necesitaban saber adónde dirigirse. Éste es también el domingo del gran “Sí”, de la llamada a la alegría, a desbordar de gozo. En pocos días celebraremos la noche de Navidad. En muchos hogares habrá espacios vacíos, de personas ausentes… aquellas que durante este año nos han dejado… aquellas que, sobre todo, se nos han ido por las consecuencias de esta terrible pandemia, con la que todavía cohabitamos. Esperamos que ésto acabe… pero, ¿adónde dirigirnos?
Los cuatro “noes”
En un tiempo de espera, de ansias de liberación, representantes religiosos del pueblo judío -sacerdotes y levitas- se le acercaron a Juan y le preguntaron si él era “el esperado”:
- ¿Tú, quién eres? Y él confeso sin reservas: “Yo no soy el Mesías”.
- Siguieron preguntándole: “¿Entonces qué, eres tú Elías?”. Y él respondió: “No lo soy”.
- Insistieron otra vez: “¿Eres tú el Profeta? Respondió: “No”.
- Yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia.
También nosotros hemos lanzado muchas preguntas de tipo sanitario y clínico, de tipo político y social, de tipo psicológico, respecto a esta situación que estamos todavía viviendo. Y las respuestas que hemos escuchado son: ¡no! El “sí” que esperábamos en poco tiempo, se va retrasando y de una u otra forma nos sentimos amenazados por el “no”.
¡El que no conocéis! Él es el “Sí”
Juan no curaba a los enfermos, no hacia hablar a los mudos, ni oír a los sordos; no era capaz de anunciar buenas noticias a los pobres, ni de resucitar a los muertos. Su misión consistía en apuntar hacia Aquel que podía realizar todos estos sueños… en mostrarlo a Israel:
“Hay uno que está en medio de vosotros”. Yo no soy digno. Yo soy la voz que grita: “Allanad el camino para acoger al que bautiza con Espíritu Santo”.
El camino que lleva hacia Jesús está lleno de obstáculos. Aunque llenemos nuestras casas y ciudades de belenes, aunque cantemos o escuchemos villancicos, no por eso, es fácil el camino. Podemos quedarnos todavía… muy lejos de Jesús. ¡Necesitamos que Él derrame sobre nosotros su Santo Espíritu! ¡Que Él nos siga bautizando… que nos bautice de nuevo con el Espíritu Santo!
- En la segunda lectura nos lo ha pedido san Pablo: ¡No apaguéis el Espíritu! Dejaos “consagrar totalmente… espíritu, alma, cuerpo”. Guardáos de toda forma de maldad. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas. Y quien pone su confianza en Jesús está siempre alegre -no teme- y siempre da gracias.
- En la primera lectura del profeta Isaías, todo esto queda ratificado. Cuando de verdad “pertenecemos a Jesús por un bautismo permanente” (¡el bautismo no es solo aquella ceremonia que ya pasó… aquello fue el inicio… pero Jesús quiere bautizarnos cada día!), cuando así pertenecemos a Jesús podemos decir: “El Espíritu de Dios está sobre mí, me ha enviado a anunciar la buena noticia”… “Desbordo de gozo con el Señor.
Hacia el gran “Sí”
Pues, aunque éste sea -y más que otros años- el domingo de los cuatro “noes” -que nos hablan de que todavía “no” salimos del estado de alarma-, sin embargo, se introduce a través de él “el gran Sí”.
Jesús viene, no nos abandona: derrama su Espíritu, nos bautiza con su Espíritu permanentemente.
Y con él viene la curación, la sanación, la buena noticia. Este mundo no se acaba. Algo nuevo está llegando. Preparemos el camino. Volvamos a la fe y a la esperanza que nos trae Jesús. No solo preparemos el menú para la noche de Navidad. Preparémonos nosotros. Allanemos el camino. Esa noche podemos re-nacer y ser bautizados de nuevo con Espíritu Santo. Es momento de cambio, de mejora. Lo que viene, El que viene, nos ayudará a ello. Esperemos y comencemos ya a celebrarlo.
Para contemplar
¡HACEN FALTA SÍ!
(Brotes de Olivo)
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