Comenzamos hoy nuestro nuevo año cristiano: el año litúrgico. La primera etapa es el Adviento. La palabra “adviento” no quiere decir “futuro”, sino que su significado más próximo es “porvenir”. El futuro es previsible. Los progresistas quieren generar el futuro. El porvenir -o el adviento- es imprevisible. Los profetas lo anuncian. Las tres lecturas de la Eucaristía de este primer domingo nos hablan de esto: el profeta Isaías (¿A qué se debe esta situación en que nos encontramos?), el apóstol Pablo (¡Él es fiel!) y nuestro Señor, Jesús (¡Vigilad, aunque sea de noche!).
El profeta Isaías: ¿A qué se debe esta situación en que nos encontramos?
No podemos negar la gravedad de lo que nos está ocurriendo: la pandemia mundial, que no está constantemente rondando. Hace solo dos semanas iba yo de viaje. Una buena persona se me acercó y me dijo: ¡Esto es un castigo de Dios! El profeta Isaías, en el texto que acaba de ser proclamado, dice algo todavía más serio:
“Señor, ¿porqué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema?
En su oración por el pueblo, Isaías se siente a Dios tan cerca y tan activo, que le atribuye incluso nuestro extravío y la dureza de nuestro corazón. El profeta no puede entender que hagamos el mal, que seamos tan duros con Dios; se lamenta de un mal que no podemos extirpar… Y llega a pensar que si Dios quisiera esta dureza de corazón no existiría, porque salir de ella es superior a nuestras fuerzas. En esta confesión de la propia culpa… hay mucho amor. Y ¿cuál es la solución? ¡Otra súplica!
¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!
Le pide que intervenga. Y que en esa intervención actúe también la madre naturaleza. Y también: ¡no abandones la obra de tus manos! ¡Acuérdate de que somos barro! Este debe ser también nuestra súplica a nuestro Dios… en la situación en que nos encontramos.
El apóstol Pablo: ¡Él es fiel!
La respuesta del apóstol Pablo a nuestras preocupaciones, suena hoy como una doble llamada: a nuestra responsabilidad para superar el mal y a la esperanza, porque el mal será superado. La humanidad ha recibido muchos dones de Dios porque Dios quiere superar nuestros males a través de nosotros mismos:
“Por Él -por Jesús- habéis sido enriquecidos en todo… en el hablar y en el saber… ¡No carecéis de ningún don!”
Y nos llegan noticias de que esta situación puede cambiar, gracias a personas que se han arriesgado en favor de los demás, que han pasado horas y horas investigando. Dios es fiel. Y Él nos mantiene firmes hasta el final.
Nuestro Señor Jesús: ¡Vigilad aunque sea de noche!
Vigilia y no sueño es la propuesta que hoy Jesús nos hace: “¡Mirad! ¡Vigilad! ¡Que no sabéis el día ni la hora, ni el momento!”. Lo que está llegando no es una catástrofe, no es el fin.
Si Jesús nos pide estar despiertos, mirar, vigilar, es porque está llegando lo que más podemos desear. Llega el momento en que se podrán reanudar los lazos, recuperar la fe perdida, el amor abandonado. Llegará como un ladrón, pero de corazones. El encuentro -¡eso sí!¡- deberá ser lúcido y ser un encuentro de libertad y no de acoso. Por eso, hay que estar despiertos y no perder la ocasión. Éste es el momento de despertar, de abandonar la pereza que nos destruye, de tomar la decisión de amar.
Aunque “el futuro” nos parezca tan amenazador, nuestra oración y nuestra vigilancia nos abren a “un porvenir” lleno de esperanza. No nos desanimemos. ¡Estemos vigilantes que está amaneciendo un nuevo día en la humanidad!
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