Hay momentos en los cuales no es fácil sentir que Dios nos ama. Nos ha tocado vivir una situación de pandemia mundial: millones y millones de máscaras por doquier… recelosos todos de una cercanía que puede ser infecciosa… noticias tristes de amigos y familiares contagiados y, lo peor… noticias de quienes nos dejan porque mueren “solos” a causa del contagio y nuestra imposibilidad de acompañarlos en el último adiós. Este es el contexto de este domingo 27 del año ordinario, 4 de octubre de 2020. Sin embargo, la Liturgia de este domingo nos habla del Amor apasionado de Dios por su Pueblo y sus exquisitos cuidados, pero también de los labradores homicidas.
Las tres lecturas de hoy se pueden resumir en tres palabras: celos, asesinato y paz.
Celos – los celos de un amor no correspondido
Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. Mi amigo tenía una viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas; construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agrazones. Pues ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá, por favor, sed jueces entre mí y mi viña. ¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? ¿Por qué, esperando que diera uvas, dio agrazones? Pues ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña: quitar su valla para que sirva de pasto, derruir su tapia para que la pisoteen. La dejaré arrasada: no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos; prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella. La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel; son los hombres de Judá su plantel preferido. Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos.
Lectura del libro de Isaías (5,1-7)
El profeta Isaías se presenta como “amigo de Dios”. Su amistad es tan íntima, que el amigo conoce el corazón de Dios y, en cierta medida, se convierte en su “portavoz”:
“Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña”
Presenta la viña con imágenes preciosas: situada en un collado fértil, tierra fértil, donde Dios plantó cepas excelentes, bien protegida y con un lagar para hacer buen vino. Dios esperaba una estupenda cosecha. Pero, en lugar de ella… ¡agrazones!
Se trata de un lenguaje amoroso. Dios ama apasionadamente a su Pueblo, como un Esposo a su Esposa. La ha cuidado hasta el extremo. Lo que recibe es infidelidad, ingratitud. Dios se vuelve celoso. Los celos son amor… pero no correspondido y airado.
Asesinato: “Lo matamos… y nos quedamos con su Iglesia”
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo.” Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Éste es el heredero, venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»
Lectura del santo evangelio según san Mateo (21,33-43)
Le contestaron: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente?” Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»
Jesús, como el profeta desea cantar el Amor de Dios por la Viña. Pero en este caso Dios la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. El problema no son los frutos. Sino los labradores. Éstos apalearon y mataron a los criados… también al hijo del amor, a quien empujaron fuera de la viña y lo mataron. El problema no es la infidelidad, sino quienes se han apoderado de la viña: lo dirigentes, los jefes del pueblo.
Hoy nos podemos preguntar: ¿en manos de quienes está la comunidad de Dios, cada nación, la Iglesia, la sociedad? Oímos hablar de clericalismo, de carrerismo, de corrupción en el poder, en la economía y en el sexo, murmuraciones y chismorreos, de grupos de presión -tanto de derechas como de izquierdas- . La Iglesia no nos pertenece a ninguno de nosotros, ni siquiera al Papa. Es “la esposa de Jesús”. La humanidad no pertenece a sus gobernantes, ni a los partidos políticos, ni a las religiones que tratan de servirla… ¡solo a Dios!”. Apoderarse de la viña de Dios es algo mucho peor que el adulterio. Porque priva a Jesús de sus derechos de “esposo”… Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo.
Paz – Sin corresponder al Amor no hay paz
Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. Y lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mí, ponedlo por obra. Y el Dios de la paz estará con vosotros.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses
La Paz que genera el corresponder al Amor que Dios nos tiene supera toda comprensión y fantasía. Va mucho más allá de aquello que nosotros podemos entender.
Pablo -en su carta a los Filipenses- nos exhorta a tener en cuenta todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, loable; todo lo que es virtud o mérito.
La no-correspondencia al Amor nos quita la paz. La clave para conseguir el don de la paz es corresponder al Dios que ha establecido su Alianza de amor con nosotros, con nuestro amor. Un amor que se expresa:
- en la oración y la súplica incesante, pero unida a la acción de gracias;
- en la comunión permanente con Dios y la conciencia de su Presencia -porque en Él nos movemos, vivimos y existimos;
- en el amor expresado en todos los gestos de la vida;
¡Esta actitud es la puerta abierta al don de la Paz! Es entonces cuando el Señor nos transmite su Paz. Es entonces cuando existe una perfecta sintonía entre el Amo y su Viña, el Amante y la Amada, Jesús y su Iglesia.
A pesar de la pandemia, ¡no dudemos del Amor apasionado que Dios nos tiene! Él ha derramado su Espíritu sobre nosotros y algo extraordinariamente bueno se nos concederá a través de esta tribulación. ¡No dudemos del Amor! La historia del Amor de Dios con su humanidad continúa…
Para contemplar
EL VIÑADOR (Cesáreo Gabarain)
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Qué maravillosa historia de amor. Que el Espiritu nos conceda saber quedarnos siempre “con el Hijo” no con la herencia.