¿Qué celebramos en este día 15 de agosto de 2020? ¡Es la fiesta de la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo! Hacemos memoria de aquel día misterioso en que la madre de Jesús concluyó su vida y fue llevada en cuerpo y alma al cielo, para reunirse con su Hijo resucitado, Jesús. ¿Quiere esto decir que a nuestro pobre cuerpo, derrotado en su última batalla y muerto, también le espera un Paraíso?
“En polvo te convertirás”
Cuando mueren nuestros seres queridos, sus cuerpos son amortajados y llevados después al cementerio para ser sepultados o cremados. Entendemos que el destino del cuerpo humano es la descomposición lenta de la tumba, o acelerada de la cremación. El miércoles de ceniza -inicio de la Cuaresma- se nos dice cuando ésta nos es impuesta: «Polvo eres y en polvo te convertirás”. ¡Nuestra experiencia de la muerte es dolorosa, muy dolorosa ! Nosotros, los cristianos, creemos, sin embargo, que el espíritu o el alma de nuestros difuntos, ya librado del cuerpo, es acogido en el misterio de Dios.
Muchos de nuestros contemporáneos rehúsan honestamente creer en una vida tras la muerte, e incluso no la desean porque entienden que una vida sin fin sería algo horrible e inconcebible.
Se abren las puertas del Paraíso
Para la Iglesia y para nosotros, los cristianos, el día de Pascua y el día de la Asunción de María son los días de la victoria sobre la muerte, y no solamente del alma, sino también del cuerpo. Hoy celebramos la apertura de las puertas del Paraíso para los seres humanos que han muerto. Quienes inauguraron la entrada fueron Jesús resucitado y su Madre María la Asunta. Por esto, san Pablo exclamaba en su primera carta a los Corintios ¡:
«¿Dónde está muerte tu victoria?».
1 Cor 15
Creer en la resurrección es «fe», pero no es «visión». Nosotros somos incapaces de imaginar aquello que Dios, nuestro Abbá y el Espíritu Santo, nos tienen reservado.
Si hay resurrección, esto significa que los que han fallecidos no están lejos de nosotros, El Concilio Vaticano II -en su Constitución sobre la Iglesia, capítulo séptimo- nos dice que quienes nos preceden en la muerte, viven y nos aman, e interceden por nosotros, nos protegen. ¡Esa es la experiencia que muchos de nosotros también tenemos!
Los santuarios marianos: ¿Mausoleos? ¡no! ¡Fuentes de Vida!
De una manera especial sentimos la presencia de María en nuestra vida: en sus imágenes, en sus santuarios, en sus apariciones públicas y privadas. Los santuarios marianos no son mausoleos, ni cementerios, sino que para nosotros son lugares donde celebramos la vida, y donde suplicamos que la vida nos sea concedida, superemos nuestros males corporales y espirituales.
Nos espera un nuevo cielo y una nueva tierra, una nueva Jerusalén. Nuestros cuerpos llevan en sí mismos la semilla de una vida divina. Unidos a María y consagrándonos a ella, tocamos el cielo y ponemos nuestro ser entero en manos de Dios:
“Aunque camine por el valle de la muerte, nada temo, porque tú vas conmigo”
Salmo 22
María estuvo presente cuando Jesús prometió al buen ladrón: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. María está también presente en la hora de nuestra muerte y ella nos llevará al Paraíso. Es eso lo que pedimos:
“Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.
(Ave María)
Y en la “Salve Regina” le decimos:
“Y, después de nuestra muerte, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”.
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