La liturgia de hoy nos habla de la fe -8 de agosto de 2020-, memoria de santo Domingo de Guzmán, el gran creyente y predicador de la fe.
- El profeta Habacuc nos dice que para sobrevivir, necesitamos creer.
- Jésus en el Evangelio nos invita a ser hombres y mujeres abiertos al crecimiento de la fe en ellos. Tenemos fe, pero la fe tiene que crecer muchísimo más en nosotros.
La puerta de la fe está siempre abierta
- Esta puerta no introduce no en una sala, tampoco en un templo, ni siquiera en una clase de teología o en una universidad. .
- La puerta de la fe nos introduce en un camino que ha de ser seguido y recorrido. Se trata de un camino que comienza en el bautismo y concluye con nuestra entrada en la gloria, en la puerta del cielo.
- La fe es un camino que, cuando es recorrido, nos hace cada día más creyentes. El camino de la fe nos lleva desde la “poca fe” (Jesús la denominaba como “micro-pistia”) hacia la “gran fe” (macro-pista), capaz de mover montañas y para la cual nada hay imposible.
La fe es un don, concedido por el Espíritu Santo
Decir que la fe es un « don » no es suficiente. La fe es un don que nos es concedido por el Espíritu Santo:
- En el origen misterioso de nuestra fe está el Espíritu Santo, que es quien la suscita en nosotros.
- No llega a la fe quien se esfuerza por conseguirla, sino quien se abre a recibirla como puro regalo (el don de la fe).
- La fe nace en nosotros cuando el Amor de Dios se derrama en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado (Rm 5: 1-5). La fe comienza gratuitamente en nosotros como un “Pentecostés individual” que nos sorprende como un vendaval, como un temblor de tierra, como unas llamaradas de fuego…
- Comenzamos a creer cuando nuestro corazón de piedra se vuelve milagrosamente “corazón de carne”; cuando nuestro espíritu racionalista se convierte en “espíritu nuevo”.
- Comenzamos a creer cuando nos es concedido ver y contemplar todo con los ojos de Dios. Por eso detrás de cada compositor de los salmos, de cada libro del Antiguo y del Nuevo Testamento, hay grandes creyentes.
Hermanas y hermanos, entremos cada día por la puerta de la fe. Marchemos por el camino que se nos abre y hagamos que nuestra fe crezca y penetre en territorios inexplorados. La Palabra de Dios de cada Eucaristía diaria nos ofrece la sorpresa de un camino siempre nuevo e impresionante. Siguiéndolo la fe se vuelve grandiosa… y cada vez más. Como el padre del paralítico del evangelio, digamos cada día: “Señor, yo creo, pero aumenta mi fe”
Para contemplar
¡POR LA FE!
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