En su tiempo Jesús era un seglar o un laico en cuanto que no era sacerdote según el orden de Levi, ni pertenecía a un grupo religioso especial , como los fariseos o los monjes de Qumran. Pero los primeros cristianos sí lo consideraron no solo como sacerdote, sino como el Sumo y Eterno Sacerdote, cuya fiesta hoy celebramos, 4 de junio de 2020. La carta a los Hebreos así lo proclama: Sumo y Eterno Sacerdote según el orden de Melquisedec. Si lo comprendemos bien, esta fiesta es más desestabilizadora de lo que puede parecer. ¡No es, sin más, la fiesta de los sacerdotes! ¡Es la Fiesta del Único, del Sumo y Eterno Sacerdote! y ¡de su pueblo sacerdotal!
Jesús: sacerdote… fuera del templo y de la ciudad, ¡en la Cruz!
El sacerdocio de Jesús
- no se ejerce en un territorio sagrado, sino «fuera del campamento», «fuera de la ciudad sagrada», «fuera del templo», sin la mediación ritual levítica.
- La sacralidad del templo y de los rituales judíos no era capaz de conceder a los fieles la santidad, la purificación de las conciencias (Heb 10,1-4).
- El sacerdocio judío era el sacerdocio de la sacralidad, pero no de la santidad.
- El sacerdocio de Jesús santifica, «es causa de salvación eterna
- para todos los que le obedecen» (Hb 5,9),
- para todos los que se hacen discípulos suyos (Jn 14-15).
- Jesús ejerce el sacerdocio de santidad en el espacio profano, en su propia existencia cotidiana.
- Cuando Jesús murió el velo del templo, que separaba lo sagrado de lo profano, se rasgó.
- En el espacio más profano, más inimaginable –¡la cruz, la vergüenza de la cruz, la maldición de la cruz!– se erigió el santuario de Dios y Jesús ejerció de sacerdote, víctima y altar.
- Hay que recordar que –según las leyes de Israel– bastaba tocar el cuerpo muerto de Jesús para quedar contaminado y necesitado de purificación ritual ¡Qué paradoja!
- El cuerpo de Jesús, considerado maldito e impuro, se convirtió en el nuevo templo, en el cuerpo entregado que transmitía la vida al mundo y la santidad.
- Sí el cuerpo, no el alma, no la divinidad, no sus sentimientos. ¡El cuerpo, no el alma, no los sentimientos, no las ideas!
- Aquel cuerpo no es una cosa. Es una página de la historia humana en la que lo sagrado se hace presente al máximo. Es el auténtico lugar de encuentro entre Dios y el hombre.
- Es así como podemos hablar de la secularidad y laicidad de Jesús.
- Ese fue su sacerdocio secular.
- Para seguir a ese Jesús no se requiere un rito de «consagración» ritual, sacral.
- Basta la obediencia a su llamada.
- No hay que entrar en un templo, construido por manos humanas, basta con comulgar su cuerpo y adorar a Dios en cualquier parte, en espíritu y verdad.
Seguir a Jesús, fuera del campamento, cargando con su oprobio
La carta a los hebreos nos invita a los cristianos a seguir a Jesús :
«que para santificar al pueblo con su sangre padeció fuera de la puerta»
Heb 13,12
Hay que salir con Jesús de la ciudad sagrada, del ámbito de la sacralidad, a la profanidad, para realizar allá un sacerdocio existencial:
«Así pues, salgamos donde él (ἐξερχώμεθα πρὸς αὐτὸν), fuera del campamento, cargando con su oprobio, que no tenemos aquí ciudad permanente (μένουσαν πόλιν), sino que andamos buscando la del futuro. Ofrezcamos, por medio de él, sin cesar, a Dios un sacrificio (θυσίαν) de alabanza, es decir, el fruto de los labios que celebran su nombre»
Heb 13,13-15.
Sacerdotes de la Nueva Alianza
- Mientras que a los especialistas de lo sagrado no se les entiende, utilizan un lenguaje del arcano, a los Mensajeros de Pentecostés todos les entienden, cada uno en su propia lengua. La comunicación es universal.
- Mientras que los especialistas de lo sagrado actúan en templos construidos por manos humanas, el nuevo pueblo sacerdotal sale a las calles, a las plazas.
- Mientras que los viejos sacerdotes encabezan las procesiones que se dirigen por la puerta santa hacia el misterioso Santuario, los sacerdotes de la nueva alianza ven cómo las puertas del Cenáculo se abren y un viento lanza a todos fuera, hacia el mundo, hasta los confines de la tierra. Jesús envía a sus discípulos y discípulas más allá de los límites de lo sagrado, del pueblo santo de Israel… hacia la profanidad de todos los pueblos y etnias de la tierra..
Pueblo sacerdotal y excéntrico: mediación, misión
Por su estrecha comunión con Jesús, templo de Dios, Sacerdote para siempre, la comunidad cristiana es llamada templo y pueblo sacerdotal. En la iglesia se hace lo mandado por Jesús “en memoria suya”, se anuncia el evangelio “en memoria suya”. La iglesia sigue a Jesús, en cuanto que da continuidad a su forma de vida secular, en nuestra historia.
- Si el sacerdocio es una obra de mediación, la mediación sacerdotal de Jesús y de la iglesia consiste en superar todos los recintos sagrados, sea el templo, sea Jerusalén, sea el pueblo de Israel, hasta llegar a los confines de la tierra. La secularidad de la iglesia consiste, por lo tanto, en su sacerdocio en la secularidad, en lo profano y desde lo profano.
- El sacerdocio de la iglesia es, ante todo, una mediación entre Dios y el mundo, a través del testimonio de Jesús. «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4).
- El sacerdocio de la iglesia se identifica con su misión mesiánica. Y ésta consiste en actuar en la historia de los hombres mediante una comunicación con todos ellos, de modo se que establezca un nexo vital entre la historia de Jesús y la historia humana.
- La secularidad es reticular. Expande las relaciones con las cosas, las personas, la sociedad, la historia. La sacralidad es discriminatoria, acotadora. Hay que dar mucho relieve al hecho de que el templo de Dios, el lugar de Dios, es puesto por Jesús, con toda claridad, fuera de los límites de lo sagrado, o considerado tal por los hombres.
El sacerdocio nuevo hace a la iglesia excéntrica, extroversa. El sacerdocio cristiano se celebra en la existencia, en el compromiso con la historia de nuestros pueblos, de nuestra gente. La vocación seglar es vocación al sacerdocio, al sacerdocio secular. Los cristianos somos ciudadanos de una y otra ciudad» (GS, 43). El sacerdocio ministerial, dentro de la iglesia, no se contrapone, sino que vive dentro del ámbito de este sacerdocio fundamental y común.
(En toda esta reflexión soy deudor de un gran teólogo italiano a quien siempre admiré: Severino Dianich, La secolarità di Cristo e della Chiesa, en Aa.Vv., Secolarità e radicalismo evangelico. Una risposta alla sfida della secolarizzazione, LDC, Leuman (Torino) 1990, pp. 41-56).
Para escuchar y contemplar:
PUEBLO DE REYES, ASAMBLEA SANTA, PUEBLO SACERDOTAL
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Amar a Jesús es amar su Cuerpo místico. No podemos amarle y servirle a Él sin amar y servir al hermano.
Ninguno es mejor que ninguno , todos hermanos, todos su Pueblo