La unidad de los que creemos en Jesús está amenazada. Lo constatamos a todos los niveles de la vida eclesial. Hay entre nosotros personas en constante actitud cerrada, crítica, en oposición permanente. Si están en puestos de gobierno son excluyentes y amenazantes: la unidad consiste en pensar y actuar como ellos piensan, dicen y ordenan. Si no están en puestos de gobierno o liderazgo muestran una obstinada rebeldía y se auto-excluyen de la unión con quienes no son de su cuerda. Estas conductas las encontramos tanto a nivel de confesiones cristianas, como de iglesia universal, como de iglesia locales, como también en las comunidades parroquiales, comunidades religiosas e incluso comunidades familiares. El mensaje de la liturgia de hoy, jueves de la última semana de Pascua, 27 de mayo 2020, nos habla de la “unidad”: la unidad nos lleva a la conexión total, comenzando por los más empobrecidos y necesitados, como hizo Jesús; ahí se refleja la comunión de Dios Padre con su Hijo Jesús, el crucificado. Hay personas sin entrañas con las que no se puede contar para esta gran convocatoria de la unidad.. ¿Se referiría a ellas Jesús en su Plegaria de la última Cena, cuando dijo: “Padre, no ruego por el mundo”? !
¿A qué “mundo” se refería Jesús? ¿Seré acaso yo?
Sí. Hay un mundo que no quiere la unión, ni se implica en reflejar la unión del Padre y del Hijo, que tanto Jesús proclamaba:
- Es el mundo de quienes siempre tienen razones para “excluir” a “los otros”, porque no conocen al Padre, que hace salir su sol y caer su lluvia sobre buenos y malos” (Mt 5,45).
- Es el mundo de quienes solo quieren imponer su visión; de quienes no tienen nada que aprender y todo que enseñar; de quienes no están dispuestos a crear puentes de encuentro. Esa es la actitud permanente de aquella realidad que Jesús denomina “mundo”.
- Jesús no se dirigió a Dios Padre suplicándole que el centro de unidad de los discípulos fuera la comunión de sus discípulos con Pedro, o con cada uno de los doce apóstoles. El principio de la unidad no está entre nosotros, sino en nuestra comunión con el Abbá y con Jesús.
Jesús incluye en su Oración y Súplica ante el Padre a las personas que llegarán a la fe por la palabra de sus discípulos. Jesús pensó en los creyentes futuros. ¡También en nosotros, los creyentes del siglo XXI! Jesús suplicó para que vivamos en unidad entre nosotros y en unidad con nuestro Abbá, como Él. Aunque no le hemos visto con nuestra propia mirada, pero creemos en Él y le amamos. Y de Jesús mismo escuchamos las palabras que Él le dirigió a Tomás el incrédulo en la resurrección: “Bienaventurados los que sin ver creyeron” (Jn 20,24-29).
La súplica de Jesús al Padre no es demasiado explícita:
- no ora para que seamos personas de oración y sacrificio, ni para que aceptemos una serie de verdades sin excluir ninguna, ni para que cumplamos todos los mandamientos de la ley de Dios y de la Iglesia, ni para que se mantengan nuestras comunidades en la ortodoxia, o rija siempre entre nosotros el principio de autoridad y de obediencia.
- Lo único en lo que Jesús pone el acento en su Plegaria de la última Cena es en la unión, porque siente que la unidad está amenazada, muy amenazada. No quiere que su misión sea un fracaso: porque Él vino para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11,52).
La unidad de Jesús con el Padre encuentra su prolongación en la unión de todos los que creemos en Jesús. La unidad entre Ellos es el fundamento y la energía de nuestra unión: “¡Que ellos también sean uno en nosotros! ¡Qué fantástica expresión! Nuestra unión es imagen y semejanza de su unión.
El efecto misionero de la unidad
“No ruego sólo por éstos, sino por los que van a creer en mí por su palabra: 21 que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado. 22 Yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos y Tú en mí, para que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que Tú me has enviado y los has amado como me amaste a mí”.
Jn 17,20-23
La unidad de los creyentes sirve no solo a la preservación de la comunidad de fe, sino que también tiene un efecto misionero. Puede y debe llevar a la fe en Jesús mismo y en su envío por el Padre:
“Todos conocerán que sois discípulos míos en una cosa: en que os tenéis amor los unos a los otros”.
Jn 13,35
Nuestra comunidad en comunión es así el primer acto de misión. Una comunidad rota nunca predicará el Evangelio. No es una evangelización creíble. Una comunidad unida es resplandeciente: refleja la gloria de Dios, el amor incesante entre el Abbá y su Hijo Jesús.
Donde la unidad más resplandece es cuando en la gran convocatoria de la Unidad entran nuestras hermanas y hermanos más pobres, más olvidados. La gloria de Dios no es solo que el hombre viva, como decía tan bellamente san Ireneo; gloria de Dios es que el pobre viva. Nuestra unidad con los hijos e hijas de Dios más pobres, empobrecidos, necesitados de ayuda, de cuidado, de consuelo, de presencia… es la que mejor refleja la unidad total, sin exclusiones. Ahí no estará el “mundo”…. quienes se auto-excluyen.
También a esta unidad se refería Jesús: no solo la unidad en el culto, en las formulaciones de la fe, en la disciplina comunitaria… sino la comunión que no excluye a los excluidos. Y estamos viendo que éste es un principio de unidad y comunión en la humanidad… más allá de los credos, de las religiones, de los partidos políticos…
La oración por todos: los de antes y los de ahora
24 Padre, quiero que donde yo estoy también estén conmigo los que Tú me has dado, para que vean mi gloria, la que me has dado porque me amaste antes de la creación del mundo. 25 Padre justo, el mundo no te conoció; pero yo te conocí, y éstos han conocido que Tú me enviaste. 26 Les he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos y yo en ellos.
Jn 17, 24-26
Ya al final de su plegaria, Jesús se dirige al Abbá con la expresión “Padre justo”. Hay un mundo que no se ha abierto al mensaje de Dios y por eso no ha conocido a Dios. Al mundo que no ha conocido al Padre como el Padre de Jesús, se oponen aquellos que han conocido a Jesús en su envío por el Padre.
Conocer a Jesús y al Padre significa conocer “el nombre” del Padre, es decir, que es el Padre de Jesús. Jesús lleva a ese conocimiento. Ha dado a conocer el nombre del Padre en su vida y su actuación hasta ahora. Pero lo hará de nuevo. Lo hará en la “hora” Si al principio del discurso de la Cena se habla del amor extremo de Jesús hacia los suyos, al final de la plegaria conclusiva, jesús habla del amor del Padre a Jesús. Esta amor debe lograr espacio en los futuros creyentes y Jesús mismo debe morar en ellos.
Para Jesús , nosotros que creemos en Él, somos un regalo del Padre: “los que tú me has dado” (Jn 6,37; 17,2; 17,24). Y Jesús quiere que estemos donde Él está y contemplemos su Gloria, aquella que tenía antes de la creación del mundo.
¿Qué estamos haciendo para conseguir la unidad?
Jesús preveía la división entre las iglesias cristianas, las divisiones dentro de cada iglesia, y dentro de cada pequeña comunidad, fuese parroquial, religiosa, familiar y la línea de separación entre las comunidades de la abundancia y las comunidades de los más empobrecidos. Ante tanta división en nuestro universo cristiano ya no sabemos qué hacer.
Los cristianos -a pesar de los esporádicos intentos ecuménicos- seguimos desde hace siglos, divididos, separados. En la misma Iglesia católica hemos ido bandeándonos según la línea que se imponía o prevalecía: un papa u otro, un obispo u otro, un párroco u otro…, con la consecuente separación de no pocos hermanos y hermanas… Y lo mismo en las comunidades religiosas.
Cuando nos viene el fervor ecuménico o comunitario, hacemos declaraciones preciosas sobre la unidad, sobre la opción por los últimos…. pero después casi nada se mueve. Para evitar esto la Iglesia de hoy nos habla de la “sinodalidad”: de caminar todos juntos y por lo tanto, contando con todos. Y todos, son todos; también la sinodalidad con los más desfavorecidos de la tierra. No algunos. Ahora, Jesús también nos hace ver, que hay siempre alguien que se auto-excluye: el mundo por el que no ruega, el Judas de turno… Es el misterio de la presencia del mal entre nosotros.
Se nos propone como camino hacia la unidad la “sinodalidad”. Ir todos juntos. Es necesaria la llamada a los creyentes en Jesús de buena voluntad dispuestos a reconfigurarlo el panorama de tantas y tantos que creemos en Jesús. Llega el momento en que hemos de dar pasos audaces hacia adelante, hacia la unidad de las iglesias, la unidad en la iglesia católica, la unidad en nuestras comunidades, hacia la unidad con los últimos de la tierra. Y quien no quiera apuntarse, que sepa que se está apuntando a aquella realidad que Jesús -por ahora- llama “mundo”: “No ruego por el mundo”. No son los excluidos, sino los que se auto-excluyen de hacer realidad este sueño orante de Jesús.
Para contemplar:
ALLELUYA DE LA TIERRA
(Brotes de Olivo)
¿Quién quiere resucitar a este mundo que se muere?
¿Quién cantará el aleluya de la nueva luz que viene?
¿Quién cuando mire la tierra y las tragedias observe
sentirá en su corazón el dolor de quien se muere?
¿Quién es capaz de salvar a este mundo decadente,
y mantiene la esperanza de los muchos que la pierden?
El que sufre, mata y muere,
desespera y enloquece,
y otros son espectadores, no lo sienten (bis).
¿Quién bajará de la cruz a tanto Cristo sufriente
mientras los hombres miramos impasivos e indolentes?
¿Quién grita desde el silencio de un ser que a su Dios retiene,
porque se hace palabra que sin hablar se la entiende?
¿Quién se torna en aleluya porque traduce la muerte,
como el trigo que se pudre y de uno cientos vienen?
Aleluya cantará
quién perdió la esperanza,
y la tierra sonreirá, ¡Aleluya! (bis).
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No permitas Señor que nos auto excluyamos de la Gran Familia, tu familia. Concédenos la gracia de poder continuar la misión, tu misión, haciendo realidad tu sueño de unidad entre todos nosotros.
Me apena no darme el tiempo para agradecer las muy hermosas reflexiones de cada día, inspiradoras, profundas, adaptadas para entrar por los diferentes canales: réflexion, pintura, música… muchísimas gracias.