Hoy, 6 de mayo de 2020, he quedado “tocado” por una extraña coincidencia entre las dos lecturas de la Eucaristía: la primera de Hech 12,24-13,5) y la segunda de Jn 12,44-50. Enseguida me ha venido a la mente el título de esta reflexión: “la transparencia de la Misión”, pues me parece que es ese el mensaje de ambas lecturas. No pocas veces, lo que es una misión colectiva es atribuido a una sola persona que acapara todo el protagonismo. No pocas veces, lo que es una “obra de Dios” es atribuido a un ser humano como propio o a una colectividad. Cuando “la misión” no transparenta a su auténtico protagonista, se convierte en “idolatría”. El ídolo nunca es transparente y trata de atribuirse toda la gloria. Sin humildad la Misión se vuelve idolátrica. En lugar del “¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu”, la glorificación se vierte en los narcisismos grupales (iglesias, partidos políticos, empresas…), o individuales. Sin embargo, qué razón tiene el salmo que dice: “Sólo Él lo hizo y no hubo dioses extraños con Él” (Deut 32, 12).
La transparencia en la Misión de Jesús
El cuarto evangelista nos dice que Jesús pronunció estas palabras “gritando”. Jesús quería que todo el mundo se enterase. ¿Y qué palabras?
“El que cree en mi, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. El que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz (¡y podría haber añadido: la fuente de la Luz es otra!).
“Yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar… Lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre”
Jn 12, 44-50
- El pensamiento judío no solo habla de la “trascendencia” (lo que nos es inaccesible) y de la “inmanencia” (lo que podemos ver y tocar). Utiliza otra categoría que une lo invisible con lo visible, lo trascendente con lo inmanente: es la categoría de “transparencia”.
- El templo era para ellos el espacio de “la transparencia” de la presencia del Dios trascendente. Las palabras de los profetas, eran también espacios de transparencia: ¡oráculo del Señor!, decían.
- Según los Evangelios Jesús fue la “transparencia de Dios Padre”. Jesús se muestra a sí mismo siempre como “el Enviado”. La palabra hebrea que lo expresa nos es conocida, porque ¿no significa el término “Siloé” la piscina del Enviado? “Shaliah” era en el mundo rabínico el nombre del “enviado”: pero en aquella cultura el “enviado” (el Shaliah, o los sheluhim) no eran simplemente quienes realizaban una tarea encomendada, sino los auténticos representantes de quien los enviaba: la hacían presente..
- Y así se sentía Jesús: ¡El Shaliah de Dios-Abbá! Jesús fue la representación perfecta: “Quien me ve a mí, Felipe, ha visto al Padre” (Jn 14,9). Jesús, el Enviado, hace presente al Abbá, realiza las obras del Abbá. La Misión de Jesús es pura transparencia.
- Por eso, cuando la gente lo alababa y agradecía el bien que iba haciendo, Jesús les imponía el secreto (Mc 1, 41-42 o simplemente les pedía que glorificaran a Dios Padre; tras curar a los diez leprosos y ver que sólo uno de ellos -y además samaritano- volvió a Él, Jesús exclamó: “¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?”. No dijo: “a agradecérmelo”, sino “a dar gloria a Dios”. ¿¡Qué mayor transparencia se puede esperar de Jesús-el Misionero del Abbá?
La transparencia en la misión de Bernabé y de Pablo
Los Hechos de los Apóstoles -en la primera lectura de este día- nos dicen que “cuando cumplieron su misión, Bernabé y Salud se volvieron de Jerusalén. La misión es descrita también aquí en clave de “transparencia”:
- “La mano del Señor (χεὶρ κυρίου) estaba con ellos y un gran número creyó y se convirtió al Señor” (Hechos 11,21). Se refiere Lucas a algunos de los chipriotas y de Cirene que por propia cuenta comenzaron a predicar a Jesús a los griegos. En Jerusalén pensaban que “sólo a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. En Antioquía “la mano del Señor” les llevó a romper la norma. Para discernir lo que había sucedido, Jerusalén envía a Antioquia a Bernabé, “hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe” (Hech 11,24). No solo se alegró de lo que veía, sino que “exhortaba a todos a seguir fieles al Señor con voluntad firme”. Y no solo eso, sino que salió hacia Tarso para recuperar a Saulo, que estaba en cuarentena. La Iglesia de Antioquía comenzó a florecer. Era una iglesia movida por la mano de Dios.
- “Un día que ayunaba y daban culto al Señor, dijo el Espíritu Santo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado”. Volvieron a ayunar y a orar. Les impusieron las manos y los despidieron, Con esta misión del Espíritu Santo bajaron y zarparon”.
- San Ireneo hablando de Dios Padre decía que tenía dos manos: una era Jesús, la otra el Espíritu Santo. En la lectura de hoy vemos cómo Dios-Abbá actúa, no ya a través de Jesús, sino del Espíritu Santo. El transparente al Abbá, el que realiza su designio es el Espíritu Santo.
En misión humilde y transparente
Los excesivos protagonismos son perniciosos para una Iglesia en misión. Y hemos de referirnos a los protagonismos activos o pasivos.
- Aquel protagonismo que nos atribuimos a nosotros mismos y del cual nos mostramos orgullosos y tratamos de favorecer su publicidad: la soberbia de quien se exhibe para que lo alaben o la petulancia y arrogancia de quien se alaba a sí mismo, para ahorrarles a los demás esa tarea.
- O aquel protagonismo que concentramos en una persona a la que admiramos e idolatramos. No cabe duda de que en el ámbito de la misión de la Iglesia se ha “idolatrado” a ciertos papas, obispos, presbíteros, teólogos, padres espirituales, artistas… en lugar de descubrir la acción de Dios Padre y del Espíritu de Jesús a través de ellos y de quienes colaboran en la realización del Reino de Dios.
La propaganda y los medios de comunicación pueden llevarnos a descubrir la gran actuación del Espíritu de Dios, protagonista de la Misión, evitando cualquier forma de idolatría. Jesús y sus extraordinarios discípulos Bernabé y Saulo nos invitan a ser transparentes al “dedo de Dios”, a “la mano de Dios”, al “Espíritu de Dios”… protagonistas de la Misión, y a ser como ellos “Cómplices del Abbá·, “Cómplices del Espíritu”, pura y humilde transparencia.
María, la madre de Jesús, no aprovechó la oportunidad para darse notoriedad, o para instituirse como protagonista… Se autoproclamó “la humilde sierva de su Señor”. ¡Proclama mi alma la grandeza del Señor porque ha mirado la humillación de su esclava!”. Por eso, os invito a escuchar, meditar y disfrutar de la siguiente canción (sublime y mágica) que ensalza la “misteriosa transparencia” de Santa María del Cobre en Cuba.
Plegaria
Proclama mi alma la grandeza del Señor. Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo. Y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo…
Para contemplar:
¡MISTERIOSA TRANSPARENCIA!
De la Misa Cubana
Música: José María Vitier · Letra: Silvia Rodríguez Rivero)
Amor, misteriosa transparencia,
que a tientas persigue mi destino.
Poder inasible que adivino,
frágil levedad es tu presencia.
Tu historia, inspirada poesía,
desde antaño viene cautelosa,
a encantar, vivo sueño, bondadosa,
la agreste soledad de nuestro día.
Eres tú paloma enamorada,
y es cobija de almas tu plumaje.
Va tu vuelo al recóndito paraje,
donde eres por El Cobre iluminada.
Llévame paloma al suave nido,
colma de dulzura el largo viaje.
Muéstrame en tus ojos el paisaje
cuando haya en mi alma amanecido.
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