EL CONFINAMIENTO DE LOS CREYENTES: EL PORQUÉ DE NUESTRA FE

En uno de sus escritos, Fr. Nietzsche se refiere al discurso del loco: «¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: “¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!”! Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. “¿Es que se te ha perdido?”, decía uno. […] “¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá embarcado? ¿Habrá emigrado?”». Hoy estamos combatiendo la horrible pandemia del coronavirus. Desgraciadamente no podemos decir que Jesús -el taumaturgo de la multiplicación de los panes- vaya a ofrecer alguna solución. ¿Dónde está? ¿Se nos ha perdido? ¿Habrá emigrado?

A los no-creyentes- no les parece mal que les digamos que vamos a orar y suplicar a Dios, para que todo esto pase; que vamos a tenerlos presentes en nuestras Eucaristías, en nuestras oraciones. Son muy tolerantes. Pero no les resultamos “creíbles!”. Ellos y ellas, sin embargo, piensan que lo único efectivo es enviar “energía positiva”, luchar hasta el fin porque venceremos: ¡Resistiré! Después de tantos siglos, después de todo lo que ha ido pasando en la humanidad, ¿hay razones para creer en el poder taumatúrgico de Jesús? Por eso, no lo buscamos como la gente de Galilea, según nos dice el Evangelio de hoy, (lunes de la tercera semana de Pascua – 27 de abril de 2020). Y quizá, como los discípulos suyos, nos volvemos solos en la barca, sin Él. Estamos en una especie de confinamiento social. ¡Nuestra fe tiene poco que aportar. “El combate espiritual es tan brutal como las batallas entre los hombres. ¡Dura noche!” (Arthur Rimbaud).

¿Por qué me buscais? (a la gente), y no ¿por qué me habéis dejado solo? (a los discípulos)

El relato evangélico de hoy, tomado del capítulo 6 de Juan nos habla de:

  • el desembarco de los discípulos de Jesús en Cafarnaum -sin que él los hubiera acompañado-. ¡Fueron capaces de volverse dejando a Jesús solo!
  • la gente que buscaba al Taumaturgo de los panes y los peces. y que sorprendentemente les hace preguntarse: “¿Cómo has llegado hasta aquí? al verlo en la otra orilla y no habiendo embarcado con los discípulos.
  • Jesús no quiso satisfacer la curiosidad, y no respondió a esa cuestión, ni tampoco recriminó a sus discípulos por haberlo dejado “solo” y haberse marchado sin Él.
  • Sin embargo, les hace otra pregunta: ¿Por qué me buscáis? Depende de una respuesta u otra el seguir a Jesús hasta el final, o abandonarlo a la primera de cambio.
  • Jesús quiere que lo busquen, y les ofrece un “porqué”: “Obrad no por el alimento que se consume, sino por el que perdura hasta la vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre, pues a este lo confirmó Dios Padre con su sello” (Jn 6,27).
  • Y cuando la gente entonces le pregunta por las “obras de Dios” que deben realizar (mandamientos, normas, ritos que han de cumplir, actos religiosos, sacrificios, momentos de oración, reuniones, deliberaciones….), la respuesta de Jesús es en singular: ¡Solo una obra!: creer en el que Dios Padre ha enviado”.

“Quienes aman a Dios de todo corazón porque le conocen y quienes le buscan de todo corazón porque no le conocen” (Pascal)

Éstas eran para el filósofo y teólogo Blaise Pascal las personas razonables: quienes aman a Dios de todo corazón, porque lo conocen; y quienes lo buscan de todo corazón, porque no le conocen. He aquí, dos ejemplos de ello: Manuel Alcántara, poeta y columnista y Paul Claudel.Hace unos años Manuel Alcántara escribió unos versos ácido e incluso insolentes sobre la búsqueda de Dios:

«Si otros no buscan a Dios
yo no tengo más remedio:
me debe una explicación.
No digo que sí o que no.
Digo, que si Dios existe
no tiene perdón de Dios”.

Paul Claudel se licenció en Derecho y Ciencias políticas. Emprendió la carrera diplomática. Pero la soledad marcó toda su vida. El materialismo y la excesiva fe en la ciencia de su tiempo le hundieron en el pesimismo y la rebeldía. Se sintió metido en una cárcel de una espantosa mecánica totalmente gobernada por leyes perfectamente inflexibles, sumergido en un mundo de horror histérico. Pero… un día le llegó la luz, se le reveló lo sobrenatural. Fue en la Navidad de 1886 en Notre Dame de Paris, durante la Misa y las Vísperas:

“En un instante mi corazón fue tocado y creí.. Creí, con tal fuerza de adhesión, con tal agitación de todo mi ser, con una convicción tan fuerte, con tal certidumbre que no dejaba lugar a ninguna clase de duda, que después, todos los libros, todos los razonamientos, todos los avatares de mi agitada vida, no han podido sacudir mi fe, ni, a decir verdad, tocarla. De repente tuve el sentimiento desgarrador de la inocencia, de la eterna infancia de Dios, de una verdadera revelación inefable…. “¡Qué feliz es la gente que cree! ¿Si fuera verdad? ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! ¡Me ama! ¡Me llama!

Paul Claudel, “Ma conversión”. 10­13

¡Qué difícil resulta creer cuando al parecer Dios no responde a nuestras necesidades! Y digo “al parecer” porque Dios siempre responde, aunque no en el nivel que nosotros esperamos. Si necesitamos comida, Él nos da el alimento de la vida. Si necesitamos una realidad pasajera, Él nos concede su Espíritu. La oración es alianza, diálogo de la libertad divina y humana. No basta con pedir. Hay que “creer”. La fe es la conexión de un ser humano con Dios mismo. La fe abre las puertas a la invasión del Espíritu de Dios: “¡El Señor es mi pastor, nada me falta… Pone una mesa ante mí… Mi copa rebosa!” (Sal 22).

La fe no es oscuridad. Es luz. Es la luz de la fe. Es el descubrimiento de un imán que atrae y seduce todo en nosotros, que en su atracción todo lo re-unifica y le da sentido. Esa es la obra que agrada a Dios: que creamos en su Hijo, enviado a la tierra para revelarnos su rostro. Una fe sin pasión, sin emociones, sin repulsivo, sin poesía…. ¡no sirve de nada! El mayor milagro está en situarse ante la realidad -que nos parece positiva o negativa- desde otro horizonte. Y esto acontece cuando buscamos y estamos abiertos a una insospechada Revelación.

¡No nos importe el quedar confinados en la sociedad laica! No busquemos actos de publicidad, que nos reivindiquen, porque ese no fue el estilo de Jesús. No queramos hacernos oír, ni ver con espectaculares acciones masivas y publicitarias. Todo ello será contraproducente. Dios, nuestro Dios es más inteligente que nosotros. Su Espíritu, el gran protagonista de la Misión hoy, encontrará otros caminos y cómplices. No nos dé pena, ¡quedar confinados por nuestra fe!

Plegaria

Abbá nuestro, que comprendamos el poder de la fe. Nosotros no la adquirimos por nuestro esfuerzo. Es un regalo tuyo. Una iluminación que nos sorprende. Una semilla que pones en nuestro ser para que la cultivemos. Haznos acogerte cuando llegues… que entendamos que cuando creemos en Ti, estrechamos nuestra alianza y tu Espíritu se derrama en nuestros corazones, en nuestros cuerpo; en comunión contigo, Abbá, y con tu Hijo Jesús –nuestro Mesías y Profeta – no hay deseo profundo que no quede colmado. Abbá, creemos, pero ¡aumenta nuestra fe!

Para contemplar:
God is good all the time (Don Moen)

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