Con motivo del próximo Sínodo sobre los Jóvenes del siglo XXI deseo, ante todo, tratar de hacerme cargo de quiénes son, cómo viven, qué posibilidades hay en ellos y ellas de acceso a la experiencia religiosa. Más todavía, intento reflexionar sobre ese fenómeno -que a tantos desalienta- de las aparentemente pocas posibilidades de que la juventud siga de forma coherente el camino del Evangelio y más específicamente el camino de la vida consagrada o de la vida ministerial-sacerdotal, como su propio camino vocacional. Hay quienes se alarman ante el despego que no pocos jóvenes de nuestro tiempo muestran hacia la religión, hacia la iglesia, sus instituciones y su moral.
Trataré, en primer lugar, de describir el fenómeno y, en segundo lugar, intentaré descubrir cuestiones y perspectivas que se nos plantean para una nueva conjugación entre juventud y vida consagrada.
Sé que todo esto será estudiado en la preparación, desarrollo y declaración final del Sínodo sobre los jóvenes. No obstante, espero que esta reflexión pueda ser útil para un cambio de perspectiva y para alentar procesos formativos que respondan a las exigencias de nuestro tiempo.
I. El fenómeno
Reconozco, ya de principio, mi incapacidad para describir el fenómeno de la juventud en el siglo XXI. No obstante, gran parte de mi ministerio como presbítero y profesor de teología se ha desarrollado con diversas generaciones de jóvenes de Europa, Latinoamérica, Asia y también no pocos alumnos y alumnas de África. A esto añado el recurso de importantes estudios sobre la juventud de nuestro tiempo que iré citando y que me ofrecen una admirable base para ampliar mi campo de visión y afianzar mis reflexiones.
Para describir el fenómeno de la juventud de nuestro tiempo, siglo XXI, me fijaré en tres coordenadas:
- Los jóvenes y el
- Los jóvenes y la religión.
- Los jóvenes y el amor.
1. Los jóvenes y el tiempo
Contemplemos, en primer lugar, a los jóvenes en su relación con el tiempo. Para ellas y ellos, ser joven en el siglo XXI significa mantener una relación paradójica con el tiempo. No es aquella que mantenemos la mayoría de los adultos o de los ancianos. Los jóvenes experimentan el tiempo como incertidumbre, crisis, riesgo, nomadismo.
a) ¿Es tiempo para proyectos de vida?o ¿tiempo de incertidumbres?
Aunque parezca extraño, a la juventud se le acorta el futuro. Decimos -con una cierta ingenuidad- que el joven forja su identidad cuando elabora y se compromete con un serio proyecto de vida. Pero, en realidad, ¿le es posible?
El proyecto sería el principio arquitectónico con el cual la persona joven organiza su biografía personal. Sin proyecto –se dice- la existencia se vuelve caótica. Gracias al proyecto de vida, el futuro queda conectado con el presente y con el pasado. Ese proyecto influye en las actividades de cada día; y éstas se planifican en relación a él.
Cuando referimos esta reflexión a los jóvenes de nuestro tiempo, nos topamos con una estremecedora realidad, que se puede describir en diversas etapas:
- Tras las dos terribles guerras mundiales del siglo XX entraron en crisis las utopías de un futuro, entendido como progreso, planificación, control. La triste realidad nos hizo comprender que eso del “progreso indefinido” es una ideología y no es real. Lo real es, que en el momento más inesperado, todo puede derrumbarse y los mejores proyectos se hunden y dejan de ser útiles -tanto a nivel individual como social-. El malestar social ha crecido tanto que se habla de la “crisis de futuro”[1] y “sociedad del riesgo”[2].
- Aunque esta situación ha ido haciendo acto de presencia en nuestros relatos biográficos, sin embargo, es a las jóvenes generaciones a las que más les afecta. Sus relatos vitales están configurados por un futuro impredecible y en constante flexibilidad. Esta situación produce asfixia. De ahí que esta segunda modernidad, o posmodernidad no sea un tiempo de proyectos. Es más bien, tiempo de incertidumbres.
b) “Nómadas del presente”
Decía antes, que a las generaciones jóvenes es a las que más afecta la crisis del futuro y la sociedad del riesgo. Son ellas, sobre todo, las que más sienten hoy transformadas las coordenadas fundamentales del tiempo y del espacio[3]. Veamos porqué:
- El tiempo social: es aquella concepción del tiempo que hemos heredado de la modernidad. Referido a los jóvenes, el tiempo social es el tiempo de la formación y de preparación para el trabajo; referido a los adultos, el tiempo social es el dedicado al trabajo (tiempo oneroso); referido a los ancianos, es el tiempo de la jubilación y de la merecida pensión (tiempo ocioso)[4].
- El tiempo industrial: en este siglo XXI predomina otra concepción del tiempo que se denomina tiempo industrial. Tras el tiempo dedicado a la formación y preparación una gran mayoría de jóvenes se encuentra sin trabajo adecuado a su capacitación; esa situación se prolonga demasiado, con mucha frecuencia: de aquí surge el dramático desempleo y paro juvenil que tanto les afecta. La consecuencia es, que estas personas jóvenes ven interrumpido su relato biográfico, quedan en “off” durante una etapa muy importante de su vida: ¡en el paro! Si logran entrar en el mundo laboral, lo que encuentran es un trabajo precario, provisional, fragmentado en episodios y sin continuidad.
El relato autobiográfico de gran mayoría de jóvenes queda congelado; su vida queda como desmenuzada en fragmentos, tal como observó Zigmunt Bauman[5]. El sociólogo italiano Alberto Melucci describió a los jóvenes de nuestro tiempo como “nómadas del presente”[6], porque lo único que define su identidad y su biografía actual es el presente; no persiguen llegar a ninguna frontera –de esas fronteras abiertas que los medios de comunicación presentan-. ¡Están atrapados en el presente[7]!
El tiempo de tránsito hacia la edad adulta se prolonga de una forma excesiva y antinatural; pero también, de una forma muy discontinua. No existe sincronización entre los momentos cruciales de la transición que serían: abandonar la casa paterna, entrar en el mundo del trabajo y formar una familia[8]; se dan frecuentes interrupciones entre etapa y etapa, tiempos de espera, momentos largos de pausa; ¡como si no hubiera prisa en crecer![9] Las decisiones que en tal situación tomen los jóvenes estarán marcadas por una tremenda incertidumbre: sin proyectos a largo plazo, sin futuro cierto, sin puntos de referencia para construir la propia vida[10].
En no pocos casos, la gente joven tiende a prolongar su convivencia con sus padres. Pero tal convivencia entre hijos o hijas mayores y padres no es nada fácil. Y les tocará, sobre todo, a los padres mantener una actitud abierta, flexible y negociadora; porque es obvio que no siempre estarán de acuerdo con el estilo y las opciones de estos hijos o hijas, “nómadas del presente”. Quizá haya que decir que gran parte de esta gente joven encuentra en la propia familia libertad de acción y pensamiento y la posibilidad de vivir armoniosamente en casa y disfrutar de los privilegios propios de quien no tiene responsabilidades, ni necesidad de organizar su vida día a día[11].
c) Confrontación con la incertidumbre y lucha contra ella
El espíritu de este tiempo les dice a los jóvenes que éste no es el momento de hacer proyectos a largo plazo, sino únicamente “proyectos cortos”, limitados y en respuesta rápida a lo que pueda advenir. Para ello se requiere destreza, flexibilidad, habilidad para no poder ocasiones y atrapar lo tal vez inesperado. Por eso, en el bagaje intelectual de la gente joven del siglo XXI encontramos la “incertidumbre” y también la búsqueda de la “suerte” como oportunidad existencial, altamente valorada. El futuro que se abre de esta manera es siempre “breve”, múltiple, no es jerárquico, sino abierto[12].
Esta condición de la juventud de nuestro tiempo fue descrita por Zymunt Bauman “incertidumbre biográfica”[13]; y la forma virtuosa de confrontarse con ella es la flexibilidad[14]. Cuando se es nómada del presente no se tiene pasado, ni futuro. Las decisiones se toman “tiempo a tiempo” según situaciones y contextos, necesidades y deseos[15].
En esta situación se nos puede ocurrir hacerles a los jóvenes una propuesta: ¡entrad en la vida consagrada y no tendréis problemas con el tiempo! ¡Aquí encontraréis solución al relato de vuestra vida! ¡No seréis nómadas del presente! Pero, ¡claro está!, ¿cómo se sienten los jóvenes del siglo XXI ante la religión? ¿Qué les dice? ¿Qué les ofrece?
2. Jóvenes y Religión[16]
Contemplemos ahora a la juventud actual desde otra dimensión: la religiosa. Éste no es el tiempo de la secularidad, sino de la post-secularidad, quizá no sea el tiempo de la religión, pero sí y, sobre todo, de la espiritualidad. Todo lo cual configura a la juventud del siglo XXI de un modo del todo peculiar.
a) “En” y “más allá” de la secularización
Hubo un tiempo pasado en que se pensó que la religión desaparecería de la esfera pública y de la vida privada de la gente. Pero no ha sido así. La religión recupera visibilidad e importancia, aunque con otras características y en un contexto muy diferente al pasado. Nos encontramos en el final de un ciclo histórico y en el comienzo de otro.
Si los procesos de secularización nos llevaron a la sociedad secular, la secularización ha producido efectos religiosos y nos ha llevado a la sociedad postsecular –aunque mezclada con la sociedad secular previa-. En esta sociedad postsecular aparecen formas específicas de religión –públicamente reconocidas- y nuevos movimientos religiosos (sectas, grupos mágicos y exotéricos, pentecostalismo, retorno de las creencias ancestrales, una religión líquida y relativista y un fundamentalismo batallador y violento). No se trata tanto del revival de las religiones, cuanto de una explosión de lo religioso desde una multiplicidad de experiencias estéticas y desde la necesidad de una orientación moral que establezca relaciones significativas. La relación con lo sagrado se desarrolla según nuevas –y no siempre ortodoxas- modalidades.
Esta persistencia y “revival” de la religión requiere nuevas categorías de comprensión, nuevos instrumentos de análisis y nuevas coordenadas (individualización de los religioso y pluralismo creyente). La religión que emerge se legitima desde las opciones individuales y no tanto desde el sometimiento a las instituciones: son dos modelos religiosos diferentes. La religión desde la “cultura del yo” busca la auto-realización y el bienestar personal.
La “cultura del yo” –con sus características de autorealización y bienestar- hace que el individuo interprete su existencia, no desde funciones objetivas que se le imponen desde afuera, sino desde la búsqueda continua por sintonizar con su más profundo yo. Somos testigos del paso de la exterioridad a la interioridad, de las reglas impuestas a la auto-introspección.
Aparece también la “cultura del pluralismo religioso”. Los procesos migratorios provocan el encuentro de muy diferentes sensibilidades religiosas, culturales y simbólicas. Este pluralismo de valores cuestiona la legitimidad y credibilidad de una religión sobre otras: se cuestionan entonces los ritos estables, las normas morales. El pluralismo religioso interviene decisivamente en la elaboración de identidades religiosas creíbles. ¿Cómo se redefine la relación con lo sagrado en una época caracterizada por el pluralismo de valores y el reconocimiento social de la libertad de elección del sujeto?
b) Estilos de vida y religión[17]
“Estilo de vida” es un concepto trans-disciplinar[18] que forma parte de los modelos interpretativos de las ciencias sociales y, en especial, de la juventud[19]. Estilo de vida es un concepto útil para analizar las nuevas espiritualidades.
Hay un estilo de vida horizontal, según el cual cada individuo construye su propia apariencia, su forma de vestir y sus prácticas; el individuo le da a todo ello un sentido unitario y un toque de distinción. Ordinariamente se comparte con un grupo, una subcultura. Este es el estilo de vida específico de la nueva espiritualidad[20]. Las nuevas espiritualidades se caracterizan, por una parte, por la gran autonomía de los individuos en la elección de sus creencias, en su forma de orar y de comportarse y, por otra parte, por la diferente forma de legitimar su actuación y se identidad religiosa, que no depende de instituciones religiosas establecidas.
Las espiritualidades tradicionales siempre han ofrecido sus propios “estilos de vida”, dentro de un camino de espiritualidad. Pero hoy existen otras formas de espiritualidad: new age, esotérica, mágica, espiritista, astrológica, terapéutica, la espiritualidad del morar, la espiritualidad de la búsqueda, de la búsqueda de lo más profundo de uno mismo y -hasta se habla- del misticismo de internet y de la espiritualidad atea.
Otra de las formas de espiritualidad episódica que afecta notablemente a la juventud hoy, es la espiritualidad de los eventos religiosos: las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ). En tales eventos, las conductas y las identidades religiosas asumen formas transitorias, horizontales, interactivas, experimentales. Son formas parcialmente análogas a lo que en la sociedad resulta viral, formas experimentales, modas, tendencias y no tanto conversión a un nuevo sistema cognitivo basado en valores[21]. El catolicismo ha realizado siempre grandes movilizaciones: Jubileos, peregrinaciones, procesiones, pero en las Jornadas de la juventud prevalece su carácter temporal y su estructura provisoria. No requieren una larga socialización, ni una continuidad simbólica, ni una fe espiritual; lo que las constituye es la experiencia intensamente emocional y total en la situación y durante el tiempo que acontece. Son encuentros tipo “vivencia” (“Erlebnis” en el lenguaje de Dilthey). Ahí prevalecen los rituales festivos, experiencias estéticas en la música, formas de organización en lenguas. Crean identidades transitorias. Así los jóvenes muestran que están ahí, pero que también mantienen una cierta distancia hacia la fe como “experiencia” y forma de vida (“Erfahrung” en el lenguaje de Dilthey).
c) Estetización de la espiritualidad como estilo de vida
Existe un proceso de “estetización” de la vida a través del estilo, la moda, la publicidad, la búsqueda de nuevas tendencias[22]. Colateralmente tiene lugar también la estetización de la religión: se le da mucha importancia a la forma, al estilo, a las nuevas experiencias y emociones. En lugar de adoptar un estilo de vida religiosa genérico a través de la tradición y el hábito, los individuos prefieren construir un estilo que refleje su propia individualidad. Una dimensión estética se descubre también hoy en el encanto de los lugares sagrado, en la antigua “traditio”, el neo-monacato, la música, el arte, las experiencias cumbre…En todas estas situaciones en que se producen sentimientos intensamente espirituales, el cada día profano se transforma en tiempo festivo, sagrado; se erosionan los lazos con la religioso institucional. Esta atmósfera no lleva al eclipse de lo sagrado; al contrario, reproduce nuevas experiencias y sentimientos religiosos[23].
d) Espiritualidades sanadoras de estilo de vida
Hay otro tipo de espiritualidades que unen la salud espiritual con la salud física e invocan el flujo de las energías espirituales en lo corporal. La expresión tan frecuente en los jóvenes “cuídate” parece haberse convertido en la oración de la espiritualidad sanadora.
Salud y salvación se entremezclan formando un estado de bienestar físico-espiritual, cuya terapia atiende a la alimentación, la salud, la sexualidad y las relaciones con los demás. Inspira esta terapia como primer argumento la superación del dualismo entre cuerpo y espíritu, hombre y mundo, hombre y Dios. Se opta por una visión holística (holy, health), por el principio de totalidad. Encontrar la salud es encontrase a uno mismo[24].
e) Espiritualidad de apoyo a la opción por los pobres
Son espiritualidades de apoyo aquellas que tienen finalidades sociales, como la opción por los pobres (santos sociales). Su espiritualidad clama por la solidaridad en general. Prevalece un ethos donde formas de presencia y testimonio están entremezcladas: las antiguas y nuevas pobrezas y marginaciones. Testimonia al Dios de los últimos: “más cerca de Dios, más cerca de los últimos”[25].
La pregunta que ahora nos surge es: ¿encontrarán los jóvenes de hoy en la vida consagrada actual impulsos religiosos de este estilo? Con todo, no es extraña la seducción que ciertos estilos neo-tradicionales ejercen en algunos de ellos y ellas. Aunque no podemos precisar con cuánta consistencia. De todas formas, la vida consagrada con su profesión de celibato y su estricta ética sexual convierte la puerta de acceso a ella en un muro que quizá se pueda esquivar pero no atravesar.
3. Los jóvenes y el amor romántico y las relaciones amorosas[26]
a) Transformación del imaginario y práctica amorosa
También se han ido transformando los imaginarios y las prácticas amorosas de los jóvenes. Han surgido prácticas innovadoras que no pueden ser inscritas en el imaginario romántico o posromántico; que se desmarcan de los marcos institucionales, que vigilan y castigan. En las prácticas juveniles de hoy gana peso la heteronomía y la independencia de la religión, la moral, las fuerzas imperativas de la sociedad. Se ha debilitado muchísimo el binomio sexualidad-culpa o pecado. En los medios de comunicación se ha ido imponiendo una “cultura de la confesión” (reality-shows, la “tele-verdad”); la confesión ocupa un lugar central en los relatos; se trata de una “confesión liberada de la culpa.
La pregunta que nos hacemos es: ¿cómo interpretar el sentido y la configuración amorosa que orienta las prácticas de estos jóvenes, mujeres, hombres, heterosexuales, homosexuales, transexuales, universitarios, trabajadores?
Las relaciones afectivas entre los jóvenes se establecen sin tener en cuenta la pertenencia a una determinada clase social o familia, a un cierto status; son relaciones establecidas por propia iniciativa, en las que cada uno de sus miembros asume lo que de ellas pueda derivarse y se mantienen sólo en la medida en que se juzga por ambas partes que esta asociación produce la suficiente satisfacción para uno y otro.
Los jóvenes están produciendo la “cultura emergente de lo amoroso”, que los llevan hacia nuevos límites. Y esa cultura tiene criterios peculiares sobre lo que se entiende por bienestar, felicidad, diversión, recreación… Las identidades no son fijas, sino relacionales[27]. La duración de la relación depende de lo que dure el sentimiento; se pospone el momento de la consagración social –matrimonio-; los fines de la relación amorosa con la compañía y el goce; los roles en la pareja son producto de la negociación (Jean Claude Kauffman). La fidelidad es un valor que permanece aunque sus contenidos admitan diversos matices; la expresión de los sentimientos es cada vez más abierta tanto para las mujeres como para los hombres. Las relaciones sexuales no son un terreno carente de reglamentación; el deseo de tener hijos los ubica en el futuro; y el espacio afectivo implica a la familia y a los amigos, creando un contexto en el que lo amoroso se integra en el conjunto, con excepción de los jóvenes homosexuales, quienes ocultan o disfrazan a sus parejas[28].
b) La dimensión política de los fenómenos amorosos y sexuales
Es necesario destacar que el fenómeno amoroso y sexual tiene una dimensión política: aunque acontece en el ámbito íntimo, se encuentra –no obstante- en el centro de la disputa social. Los grupos conservadores y la moral hegemónica reaccionan fuertemente contra las prácticas heterodoxas en ese ámbito afectivo y sexual[29].
Decía Margaret Mead que “los jóvenes son la primera generación de un mundo por venir”[30]. Los jóvenes se vuelven protagonistas de un nuevo mundo; su propuesta es como una revolución de magnitud mundial. La generación joven se ha homogeneizado en su capacidad de asimilar los cambios al ritmo que éstos ocurren. Los jóvenes marcarán el rumbo, pues serán los únicos capaces de formular las nuevas preguntas sobre una nueva realidad. Niños y jóvenes de la sociedad occidental son receptores de una gran cantidad de información que antes era reservada para los adultos. De repente asisten a guerra, entierros, juegos de seducción erótica, interludios sexuales, intrigas criminales[31].
Los jóvenes no deben ser considerados hoy como un personaje único. Lo que tenemos ante nosotros es una gran red de grupos, en los que se entretejen infinitas relaciones individuales. Los jóvenes manifiestan diferentes actitudes frente a la cultura afectiva dominante. No se comportan como un sujeto social homogéneo: hay quienes reproducen la cultura dentro de los límites que el campo simbólico establece; hay quienes se resisten a la visión hegemónica, presionan tales límites haciéndose de ciertos márgenes para la acción innovadora. Las mujeres en general manifiestan mayor resistencia al imaginario hegemónico[32].
Los jóvenes tienen la tarea de mantener una crónica biográfica coherente frente a la necesidad desarrollar la capacidad de definirse a sí mismos. Han de explicitar la propia historia personal, establecer su propia temporalidad, tomar conciencia de su propio cuerpo, interiorizar la dicotomía entre oportunidad de riesgo y desarrollar valores como la autenticidad y la lealtad a uno mismo.
En el campo de las creencias religiosas: el contacto permanente con información acerca de los problemas y contradicciones que la jerarquía eclesiástica ha enfrentado en los últimos años ha hecho a esos jóvenes críticos agudos contra el sistema religioso.
II. Cuestiones y Perspectivas que la Juventud plantea a la Vida Consagrada y Ministerial
Según lo que acabamos de ver –basados en serios estudios sobre la juventud-, es claro que los jóvenes plantean a la vida consagrada y ministerial una serie de cuestiones que no podemos soslayar. He aquí algunas de ellas:
- ¿Vocación como proyecto definitivo de vida?
- ¿Religión o espiritualidad?
- ¿Hay claves nuevas para entender el celibato?
1. ¿Vocación como proyecto definitivo de vida?
El espíritu de nuestro tiempo no les ofrece a las jóvenes generaciones resortes para mantener opciones de por vida. La relación con el tiempo de la juventud del siglo XXI es de incertidumbre, crisis, riesgo, nomadismo –según decíamos en la primera parte-.
Es normal, entonces. que una “opción de por vida” -como la de una posible vocación a la vida consagrada o al ministerio ordenado- les estremezca y les eche para atrás. Lo estamos viendo en la inconsistencia de no pocas parejas que con tanta facilidad recurren al divorcio o a la separación, o de tantas otras que viven en pareja, pero sin ningún tipo de compromiso social o religioso.
Una posible vocación a la vida consagrada no se justifica hoy por la estabilidad laboral que ofrece, o porque libera de la incertidumbre del futuro, o porque resuelve la precariedad económica. No extraña, sin embargo, que haya personas que en un principio vean este camino vocacional como una solución al futuro de sus hijos y los lleven a los seminarios o centros formativos con ese motivo. Esto ha ocurrido frecuentemente en tiempos de precariedad. Por eso, ha habido postulantados o aspirantados llenos y la promoción vocacional ha obtenido abundantes resultados en algunas épocas y países.
El discernimiento vocacional al ministerio ordenado o a la vida consagrada y la consiguiente opción de vida, plantean a los jóvenes una relación diferente con el tiempo: les ofrece, ante todo, un horizonte escatológico: es decir, la perspectiva del “tiempo de Dios” que supera cualquier forma de temporalidad.
Los procesos de iniciación a la vida consagrada o al ministerio requieren por tanto un serio estudio de la temporalidad humana y de la dimensión escatológica que en ella ha insertado la Gracia. Y juntamente con esta educación en el tiempo como historia de Dios con los seres humanos es necesario introducir una pastoral de la fidelidad.
El filósofo francés Jacques Derrida distinguió dos facetas del tiempo: el futuro y el porvenir. El futuro es lo que va desde nosotros para adelante; el fruto y resultado de nuestros esfuerzos. El porvenir es aquello que viene hacia nosotros; el fruto y el resultado de algo imprevisible. En la interpretación teológica de esta sabia distinción Jürgen Moltmann lo traduce en “futurum” y “adventus”. El “futurum” es aquello que nosotros hacemos, podemos hacer, lo que depende de nosotros. El “adventus” es aquello que la Gracia de Dios nos depara, nos ofrece de forma imprevisible.
Desde esta perspectiva es necesario ayudar a nuestros jóvenes a superar el nomadismo del presente. E incluso a hacerles ver que un proyecto de vida no tiene que basarse únicamente en lo que en el momento presente está a nuestra disposición y alcance. Hay que hacerles ver que es el “adventus”, el “porvenir” de Dios el que les guarda sorpresas en el momento adecuado. Vale para ello la imagen de un Jesús que invita a Simón Pedro a caminar sobre las olas para llegar a donde Él está. “Soñando lo imposible” se llega a lo imprevisible. Los jóvenes del siglo XXI están invitados a ser nómadas del porvenir, del adventus. Sus proyectos de vida nunca han de ser cerrados, sino abiertos y coherentes con una confianza ilimitada en el Dios que viene, al tiempo teológico o tiempo de Dios.
La incertidumbre se supera a base de fe, de confianza en el Espíritu.
2. Religión y espiritualidad
A la hora de calificar el espíritu de nuestro tiempo se han planteado diversas alternativas: secular o pos-secular, religioso o pos-religioso, cristiano o pos-cristiano, religioso o espiritual. Todas estas alternativas nos muestran más que contraposiciones, oscilaciones de las experiencias humanas en un tiempo de profundos cambios. No es extraño entonces que la juventud pueda manifestar todas sus diversidades en cada una de estas aparentes alternativas.
Lo sabio sería aconsejar a nuestros jóvenes que pasan por alguna de estas alternativas a entenderse de una manera más “holística”. Esto no se debe entender como “relativismo” o “sincretismo”. Se trata de profundizar en cada alternativa para descubrir en cada una de ellas “su verdad”. La opción por la vida consagrada y por el ministerio ordenado no es una opción partidista, sino una “opción de mediación” entre las alternativas. Las nuevas generaciones deben descubrirse “en” y “más allá” de la secularización, en la religión y en la espiritualidad. Deben descubrirse en la “cultura del yo” y en la “cultura del nosotros”, la “cultura del pueblo”, la cultura de la “casa común”, o la “cultura del pluralismo”.
La vida consagrada y el ministerio ordenado que se les ofrece a los jóvenes de nuestro tiempo requiere que sean acogidos en sistemas educativos o transformadores llenos de sabiduría del Espíritu. Se trata de esa sabiduría que comprende el “todo” y no es parcialista, que crea puentes y no fronteras, alianzas y no guerras.
La fe cristiana ha sido definida tradicionalmente como “católica”. El término católico significa “kata holon”, es decir, según la totalidad. Lo herético es contrario a lo católico, porque divide, separa. La auténtica comprensión de lo católico nos lleva a crear una gran síntesis, a convertirnos en personas de síntesis, de mediación, de encuentro. Pero si algo ha de caracterizar la espiritualidad y religiosidad católica es la opción por los pobres, los últimos, los descartados, porque ese es el signo del Espíritu en nuestro tiempo. Toda espiritualidad y religiosidad que no tenga en cuenta ese dato no responde al Jesús que dijo: “Tuve hambre y me disteis de comer, sed y me disteis de beber, desnudo y me vestisteis, en la cárcel y enfermo y me visitasteis… Lo que hicisteis con cada uno de estos. Conmigo lo hicisteis”.
3. La opción celibatario-profética: ¿claves nuevas para entender el celibato?
Uno de los aspectos de la vocación a la vida consagrada y ministerial que echan para atrás a los jóvenes del siglo XXI es tal vez la perspectiva vital que les abre una vida en celibato. No parece una opción de vida fácil en el contexto de sociedades muy tolerantes respecto a las relaciones amorosas, abiertas a sus variadas expresiones y opuestas -¡eso sí! y ¡más que nunca!- al abuso o acoso sexual, a la violencia machista o doméstica, a la pederastia, a la pornografía infantil…
Lo primero que hay que presentar a los jóvenes del siglo XXI no es un celibato como mera abstinencia o continencia sexual. El auténtico celibato cristiano es “profético”. Es decir, conlleva un anuncio, una buena noticia, es portador de Evangelio para la sociedad.
El celibato bien vivido por quienes siguen los consejos del Espíritu no es una carga sino una posibilidad profética importantísima en nuestra sociedad. El Espíritu Santo instruye internamente a quienes el Abbá llama para este estilo de vida; el Espíritu actualizan para ellos o ellas los consejos de Jesús en el Evangelio sobre el Reino de Dios y la Alianza de Dios con la humanidad. Y no solo actualiza, sino que también, energiza y capacita para vivir un celibato profético[33].
El celibato profético encuentra en la vivencia comunitaria un biotopo y una biocenosis para florecer y desarrollarse de la forma humana más energizante y humanizadora[34].
Conclusión
La Iglesia no debe desanimarse ante la difícil conjugación entre las nuevas generaciones y las formas de vida cristianas que se les pueden presentar como vocacionales, la vida consagrada y el ministerio ordenado. El Espíritu de Dios no deja de llamar y actuar en la juventud, como lo ha hecho siempre. La juventud actual no está dejada de la mano de Dios. Ella es objeto preferencial de la acción de Dios de cada al establecimiento de su Alianza con toda la humanidad y la creación.
Nos corresponde en la Iglesia la tarea de presentar desde nuevas categorías la vida cristiana y sus formas para que sea significativa en nuestro tiempo. Y esta situación está pidiendo nuevos procesos formativos, mucho más sabios, más holísticos. Ya están alumbrándose esos nuevos caminos. Esperemos que el Sínodo sobre los jóvenes los presente. Lo que hoy necesitamos es una nueva sensibilidad y apertura al porvenir emergente y una nueva formación de formadores, que sea auténticamente transformadora.
[1] K., Pomian, La crisi dell’avvenire, in R. Romano (ed.), Le frontiere del tempo, Il Saggiatore, Milan, 1981, pp. 97-113.
[2] Cf. U. Beck, La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Surcos, Madrid, 2006.
[3] Cf. B. Adam, Timewatch. The Social Analysis of Time, Polity Press, Cambridge, 1995; Z. Bauman, Modernidad líquida, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2017; H. Nowotny, H., Time: The Modern and Postmodern Experience, Polity Press, Cambridge, 1994.
[4] Cf. M. Kohli, Institutionalisierung und Individualisierung der Erwerbsbiographie, en U. Beck – E. Beck-Gernsheim (eds), Riskante Freiheiten, Suhrkamp, Frankfurt a. M. 1994, pp. 219-244; U. Beck, La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Surcos, Madrid, 2006.
[5] Z. Bauman, Life in Fragments. Essays in Postmodern Morality, Blackwell, Oxford, 1995.
[6] Cf. Alberto Melucci, Nomads of the Present: Social Movements and Individual Needs in Contemporary Society, Radius, 1989.
[7] Cassano, F. ‘Pensare la frontiera’, en F. Cassano, Il pensiero meridiano, Laterza, Roma-Bari 2003, p. 53.
[8] Cf. C. Buzzi, ‘Transizione all’età adulta e immagini del futuro, en C. Buzzi, A. Cavalli and A. de Lillo (eds), Giovani del nuovo secolo, Il Mulino, Bologna, 2002, pp. 19-39; cf. O. Galland, Sociologie de la jeunesse. L’entrée dans la vie, Armand Colin, Paris, 1991,
[9] Cf. A. Cavalli, Giovani italiani e giovani europei, in C. Buzzi, A. Cavalli and A. de Lillo (eds), Giovani del nuovo secolo, Il Mulino, Bologna, 2002, pp. 511-521.
[10] Cf. H. Reiter, Past, Present, Future: Biographical Time Structuring of Disadvantaged Young People, en “Young. Nordic Journal of Youth Research”, 11(2003), pp. 253-279.
[11] Entre las edades de 18 a 34 los jóvenes permanecen en sus familias como “situación normal”. Suele haber una diferencia entre varones y mujeres. Éstas ven más limitada su libertad en la familia: cf. C. Facchini, C., ‘La permanenza dei giovani nella famiglia di origine’ (‘Young People’s Stay in the Family’), en C. Buzzi, A. Cavalli and A. de Lillo (eds), Giovani del nuovo secolo (Youth in the New Century), Il Mulino, Bologna, 2002, pp. 175-176.
[12] Cf. Leccardi, C., Futuro breve. Le giovani donne e il futuro, Rosenberg & Sellier, Turin 1996.
[13] Bauman lo ha mostrado ampliamente en sus obras (1995; 1999; 2000): uno tiene que tener movilidad, estar pronto a atrapar las oportunidades, atento a apropiarse de las nuevas posibilidades apenas aparezcan, pero también hábil para abandonarlas, cuando otras más provechosas surgen en el horizonte. El resultado es frecuentemente la sensación de ser una persona inadecuada; una incomodidad generada por la brecha entre lo que es real y lo que es posible.
[14] Cf. Sennett, R., The Corrosion of Character, Norton and Company, New York/London, 1998.
[15] Rosa, H.,‘Social Acceleration: Ethical and Political Consequences of a Desynchronized High-Speed Society’, en “Constellations”, 10 (2003), p. 19.
[16] Cf. Giuseppe Giordan (ed.), Youth and Religion, Annual Review of Sociology and Religion, vol. 1, Brill, Leiden-Boston, 2010.
[17] Cf. Luigi Berzano, Life styles and Religion, en Giuseppe Giordan (ed.), Youth and Religion, Annual Review of Sociology and Religion, vol. 1, Brill, Leiden-Boston, 2010 pp. 383-402.
[18] Es un concepto que se utiliza en economía, psicología, antropología, sociología, teología y se aplica tanto a los individuos como a las colectividades, a las conductas y a las aspiraciones y proyectos de identidad.
[19] La Enciclopedia internacional de las ciencias sociales define el “estilo de vida” como un indicador del estado social para ordenar jerárquicamente la población, según se pertenezca a una clase o grupo social u otro (vestido, lugar de residencia, educación, consumo): cf. William, A.Darity (ed.), International Encyclopoedia of the Social Sciences, Macmillan, Detroit, 2007.
[20] W.C. Roof, Spiritual Marketplace. Baby Boomers and the Remaking of American Religion, Princeton University Press, Princeton, 1999; E. Lesser Random, The New American Spirituality. A Seeker’s Guide, Randon House, New York, 1999; R. Wuthnow, Creative Spirituality. The Way of the Artist, University of California Press, Berkeley, 2001, G. Giordan, Tra religione e spiritualità, Franco Angeli, Milano, 2006; Id., Dalla religione alla spiritualità: una nuova legittimazione del sacro?, en “Quaderni di sociologia”, 35 (2004), pp. 105–117; P. Heelas, L. Woodhead, The Spiritual Revolution. Why Religion is Giving Way to Spirituality, Blackwell, Oxford. 2005.
[21] Garelli, F. e Ferrero Camoletto, R., Una spiritualità in movimento. Le Giornate mondiali della Gioventù, da Roma a Toronto, Ed. Messaggero Padova, Padova, 2003; D. Hervieu-Lèger, La religion en mouvement, Flammarion, Paris, 1999 (capítulo III).
[22] Simmel, G., Sociologia, Comunità., Milano, 1989; Id., La moda, Editore Riuniti, Roma, 1985.
[23] Cf. Luigi Berzano, o.c., pp. 397-398.
[24] Cf. Luigi Berzano, o.c., pp. 398-399.
[25] Cf. Luigi Berzano, o.c., pp. 399-400.
[26] Zeyda Rodríguez Morales, Paradojas de amor romántico: relaciones amorosas entre jóvenes, Instituto Mexicano de la Juventud, México, 2006.
[27] José Manuel Valenzuela, Culturas juveniles, identidades transitorias”, en “Jóvenes” Revisa de estudios sobre la juventud, 3 (1997), México p. 14.
[28] Cf. André Bejin, Le nouveau tempérament sexuel (Histoire des idées, théorie politique et recherches en sciences sociales), ed. Kimé, 1992.
[29] El cuerpo humano no es solo el asiento biológico y fisiológico de las personas. El cuerpo es un ámbito privilegiado de poder y se convierte en un objeto de saber y de disputa (Michel Foucault, Historia de la sexualidad. Voluntad de saber, Silgo XXI, Mexico, 1977)
[30] Cf. Margaret Mead, Sexo y temperamento. En tres sociedades primitivas, Surcos, Madrid, 2006.
[31] Cf. Jesús Martín Barbero, Jóvenes: des-orden cultural y palimsestos de identidad, en Viviendo a toda: Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades, Universidad Central DIUC, Siglo del Hombre Editores, Colombia, 1998, p. 28.
[32] Michel Maffesoli, El tiempo de las tribus, Icaria editorial, Barcelona, 1990.
[33] Cf. José Cristo Rey García Paredes, El encanto de la vida consagrada. Una Alianza y tres Consejos, San Pablo, Madrid, 2016.
[34] Cf. José Cristo Rey García Paredes, Otra comunidad es posible. Bajo el liderazgo del Espíritu, Publicaciones Claretianas, Madrid, 2018.
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