INSTITUTOS SECULARES:
Su novedad a la luz de la “Provida Mater”
José Cristo Rey García Paredes, cmf
Acto Académico – Universidad Pontifica de Salamanca
23 Febrero 2017
En la tradición occidental medieval, Matilde de Magdeburgo hablaba de la “Divinidad inquieta”, de “un flujo sobreabundante… que nunca se estanca y siempre fluye sin esfuerzo y sin reposo”[1]. Y Jesús decía: “No te extrañes de que te haya dicho que tenéis que nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu” (Jn 3,7-9). Estos son los dos textos que me han venido a la mente a la hora de pensar en la novedad teológica de los institutos seculares a la luz de la Constitución Apostólica de Pío XII “Provida Mater Ecclesia”, cuyo 70 aniversario estamos celebrando en este mes.
Voy a dividir mi reflexión en tres partes:
- La novedad: Los institutos seculares en la “Provida Mater Ecclesia”
- El re-ajuste eclesiológico: Los institutos seculares en el contexto del Concilio Vaticano II
- La relectura: Hacia una nueva “Provida Mater Ecclesia”
1. LA NOVEDAD: Los Institutos seculares en la “Provida Mater Ecclesia”
Si los institutos seculares han surgido en este tiempo, ello es debido a nuestra divinidad inquieta, el Espíritu Santo; a ese flujo que nunca se cansa ni reposa, que constantemente renueva a la Iglesia, a la humanidad, a la creación.
San José María Escrivá de Balaguer celebró entusiasmadamente –como podemos suponer- la publicación de la “Provida Mater Ecclesia” en una conferencia que pronunció en Madrid el 17 de diciembre de 1948. Y comenzó su discurso con estas palabras:
“La Iglesia es un organismo vivo. Su movimiento es muchas veces, “algo más que una mera adaptación al ambiente: es una intromisión en él, con ánimo positivo y señorial. La iglesia, conducida por el Espíritu Santo, no transita por este mundo como a través de una carrera de obstáculos, para ver cómo puede esquivarlos o para seguir los meandros abiertos según la línea de menor resistencia, sino que, por el contrario, camina sobre la tierra con paso firme y seguro, abriendo Ella camino y consciente, además, de que trae en su seno el signo de contradicción para la ruina y la salvación de muchos”[2].
Con estas palabras quería san José María abrir su comentario a la “Próvida Mater” y su posterior aplicación al Opus Dei. Las imágenes que utiliza son preciosas: la iglesia como organismo vivo en constante movimiento, que sorprende con sus intromisiones, por su señorío. Y todo ello ¡bajo la guía del Espíritu Santo!
Los institutos seculares son una de esas genialidades del Espíritu –especial inspiración de la divina Providencia[3]-. Son asociaciones que comenzaron a fundarse en la primera mitad del siglo XIX “entrometiéndose” en el organismo vivo de la Iglesia. Quienes participaban en ellas profesaban en el mundo los consejos evangélicos y ejercitaban con mayor libertad los servicios de caridad, que a duras penas o de ningún modo podían ejercer las familias religiosas, por la malicia de los tiempos[4].
Ya entre los años 1920 y 1940 el Espíritu suscitó grupos de personas que se sentían llamadas a entrar en apasionada alianza de amor con Dios y a colaborar en el advenimiento del Reino de Dios, pero sin asumir las características tradicionales de la vida religiosa. Aquellos años estuvieron marcados por el contexto de dos guerras mundiales (una que concluía y otra que se iba fraguando), por el pensamiento materialista, existencialista, por ideologías totalitarias e idolátricas… Y nuestra “divinidad inquieta”, el Espíritu decidió iniciar en la Iglesia una nueva forma de vida consagrada –distinta de las anteriores-. No debería confundirse con ningún instituto religioso; y habrían de cuidar y proteger su diferencia. Así lo requerían las interpelaciones del momento histórico a las que habría de responder. El instituto secular debería ser como un agente secreto de la misión de Dios, como un testigo inadvertido, secular, de la Alianza de Dios con la humanidad y de la humanidad con Dios.
La Iglesia advirtió este movimiento del Espíritu y quiso prestarle atención. En torno al otro 1940 comenzó a estudiarlo y a discernirlo[5]. Fruto de ello fue la Constitución Apostólica “Provida Mater Ecclesia”, que el Papa Pío XII sancionó con su autoridad el 2 de febrero de 1947[6]:
“Aprobamos por las presentes letras el Estatuto General de los Institutos Seculares, que ya había sido diligentemente examinado por la Suprema y Sagrada Congregación del Santo Oficio por lo que toca a su competencia y, que por nuestro mandato y bajo nuestra dirección (iussu ductuque nostro) fue ordenado y perfilado cuidadosamente por la Sagrada Congregación de Religiosos… y todo lo que sigue lo declaramos, determinamos y constituimos con nuestra autoridad apostólica” (“Provida Mater Ecclesiae”, n. 12).
San José María Escrivá de Balaguer lo calificó así:
“documento histórico en la vida interna –mística y real- de la Iglesia”. “Una nueva arteria por donde dirigir su torrente circulatorio”[7].
La “Provida Mater Ecclesia” no pretende regular la actividad de unas posibles nuevas asociaciones de fieles. Decide reconocer jurídicamente un nuevo “estado de perfección” (status perfectionis adquirendae!), distinto de los “estados de perfección” hasta aquel momento reconocidos y que eran sinónimo de “estado religioso”. Esta nueva forma de vida de perfección, en la que sus miembros no son religiosos, no se aparta del mundo, cumpliendo en el siglo los consejos evangélicos. “Ahora es del mismo mundo de donde surgen estos apóstoles que se atreven a santificar todas las actividades corrientes de los hombres”[8].
El P. Siervo Goyeneche, cmf, que formó parte de la Comisión que preparó la Constitución apostólica escribió:
“A nadie le pasará desapercibida la importancia máxima de este documento que pretende promover la perfección cristiana. Contiene dos partes perfectamente distintas: una histórico-doctrinal y la otra normativa. Responde a nuevas formas de apostolado y de perfección cristiana que no caben en el concepto de asociaciones simples de fieles (CIC III, lib. II). Así “Provida Mater Ecclesia” ilustra sobreabundantemente la doctrina clássica sobre los estados de perfección”[9]
Jean Beyer, sj, reconoció que la «Provida Mater Ecclesia» originó un nuevo camino en la Iglesia y favoreció y seguirá favoreciendo en el porvenir la adaptación de las órdenes y congregaciones religiosas a las necesidades de los nuevos tiempos[10]. Y creía que el estudio de la vida consagrada en los institutos seculares juntamente con el valor de su compromiso, ayudaría a comprender mejor la esencia misma de la vida de perfección como “consagración a Dios y a las almas en la Iglesia”. Para Jean Beyer los institutos seculares son “el tercer estado de perfección”[11].
Si los institutos religiosos se caracterizan por el “abandono del siglo” (“relicto saeculo”), los institutos seculares se caracterizan por el “en el siglo” (“in saeculo”) y esto por vocación divina:
“El benignísimo Señor, sin acepción de personas invitó una y otra vez a todos los fieles a perseguir y practicar la perfección en todas partes. Dispuso con el consejo de su admirable providencia divina (Divinae suae Providentiae consilio) que -también en el siglo (ut etiam in saeculo), maleado –sobre todo en nuestro tiempo- con tantos vicios, florezcan en gran número almas selectas (selectarum copiae) que-además de arder en deseos de la perfección individual- permanezcan en el mundo por una vocación especial de Dios (peculiari Dei vocatione in mundo manentes); y Dios desea que puedan encontrar nuevas y las mejores formas de asociación, que respondan adecuadamente a las necesidades de estos tiempos y les permitan una vida adaptada perfectamente a la consecución de la perfección cristiana” (PME, 7).
El papa Pío XII reconoce, pues, que la vida de consagración puede ser vivida “in saeculo”, “in mundo manentes”; y esto gracia a una “vocación peculiar” (“peculiari vocatione”). Este modelo de consagración requiere la profesión de los consejos evangélicos de celibato y castidad perfecta[12], obediencia y pobreza[13]. La práctica de los consejos evangélicos tiene como objetivo obtener la perfección.
La vida consagrada en un instituto secular es, por lo tanto, esencialmente una consagración a Dios, no solamente interna, sino externa, “coram Ecclesia”, en una institución aprobada por la Iglesia.
Al año siguiente se promulgaron otros dos documentos de la Santa Sede, que completaron la legislación especial sobre Institutos Seculares: el Motu proprio “Primo Feliciter” de 12 de marzo de 1948[14], y la Instrucción “Cum Sanctissimus” -–instrucción de la Sagrada Congregación de Religiosos (19 marzo 1948)[15].
2. EL RE-AJUSTE ECLESIOLÓGICO: los Institutos Seculares en el contexto del Concilio Vaticano II
El Concilio Vaticano II dedicó a los Institutos seculares solo un texto: PC, 11. En él se describen sus características del siguiente modo:
- Descripción negativa: no son institutos religiosos, ni una forma moderna de vida religiosa, sino una vocación y forma de vida originales.
- En ellos se hace una verdadera y completa profesión de los consejos evangélicos. Esta profesión los marca con la consagración, que viene de Dios, a quien se entregan totalmente en perfecta caridad.
- Realizan su profesión y seguimiento de Cristo a través de los consejos evangélicos “in saeculo”, en el mundo, en la vida secular. Por eso, su índole propia y peculiar es “secular”.
- Ejercen el apostolado para el que han nacido “in saeculo ac veluti ex saeculo”, sirviéndose de profesiones, actividades, formas, lugares y circunstancias que correspondan a su condición[16].
- Se recomienda a los miembros de los institutos seculares una esmerada formación “in rebus divinis et humanis”, porque se trata de una vocación muy exigente.
Hay que decir, así mismo, que la doctrina general del Concilio Vaticano II les ofrece a los institutos seculares un nuevo horizonte teológico y práctico:
- El capítulo V de Lumen Gentium presenta la llamada universal a la santidad y a la perfección de la caridad como una vocación dirigida a todos los miembros de la Iglesia. Así mismo, los consejos evangélicos son presentado como perspectiva e interpelación para todos los creyentes. El Concilio evitó el lenguaje de los “estados de perfección” y articuló la reflexión eclesiológica en otros parámetros, no de más y menos, sino de comunión desde los diferentes dones.
- El Concilio reafirmó también la índole secular, como propia de los laicos (LG, 31).
- La Constitución pastoral “Gaudium et Spes” ofrece nuevas claves para la relación Iglesia y Mundo contemporáneo y obviamente para los institutos seculares que se ubican en ese vector de relación con el mundo.
Con la constitución apostólica “Regimini Ecclesiae Universae” (15 de agosto de 1967) la sagrada Congregación adopta la denominación “Sagrada Congregación de Religiosos y de Institutos Seculares” o SCRIS: con dos secciones y dos subsecretarios.
3. LA RELECTURA: Hacia una nueva “Provida Mater Ecclesia”
a) El Magisterio de Pablo VI
El papa Pablo VI resaltó la “auténtica dimensión secular, inherente a su naturaleza íntima y a su misión de la Iglesia, que tiene su raíz en el misterio del Verbo encarnado” (2 febrero 1972). Y los institutos seculares son “como los instrumentos providenciales para encarnar este espíritu y transmitirlo a la Iglesia entera”.
También recordó que los institutos seculares han de ser encuadrados en la perspectiva eclesiológica del Vaticano II: la Iglesia como realidad viva, visible y espiritual al mismo tiempo (LG 8) que vive y se desarrolla en la historia…. El carisma de los Institutos seculares coincide con uno de los objetivos más importantes y más claros propuestos por el Concilio: la presencia de la Iglesia en el mundo, para servirlo, para ser alma y fermento, para santificarlo y consagrarlo, para reflejar en él los valores supremos de la justicia, del amor y de la paz” (2 Febrero, 1972).
El camino de los institutos seculares es el de unos “alpinistas del espíritu” (Pablo VI, 26 de septiembre 1970): en el fondo de sus corazones el mundo es consagrado a Dios (Pablo VI, 2 febrero 1972). Sus miembros son los “consagrados seculares” (Pablo VI, 26 septiembre 1970[17]).
Ser laboratorio de diálogo con el mundo, «el “laboratorio experimental” en el que la Iglesia verifique las modalidades concretas de sus relaciones con el mundo»[18].
b) Celebrando los 60 años de la “Provida Mater Ecclesia”: Benedicto XVI[19]
El Papa Benedicto XVI, dirigiéndose al “Simposio internacional sobre la constitución apostólica Provida Mater Ecclesia (a los 60 años), puso de relieve diversos puntos de gran importancia:
- La dimensión pneumatológica: Los institutos seculares son uno de los innumerables dones con que el Espíritu Santo acompaña el camino de la Iglesia y la renueva en todos los siglos. “La consagración entendida como la gracia particular que os viene del Espíritu para la realización de la vocación; y, por otro, os compromete a una docilidad total de mente, de corazón y de voluntad, al proyecto de Dios Padre revelado en Cristo Jesús, a cuyo seguimiento radical estáis llamados”.
- La dimensión innovadora: Provida Mater Ecclesia no fue un punto de llegada, sino el “punto de partida de un camino orientado a delinear una nueva forma de consagración: la de fieles laicos y presbíteros diocesanos, llamados a vivir con radicalismo evangélico precisamente la secularidad en la que están inmersos en virtud de la condición existencial o del ministerio pastoral”.
- La “via pulchritudinis”: portadores apasionados del sentido del mundo y de la historia; porque descubren la belleza de Cristo, su modo único de amar, encontrar, sanar la vida, alegrarla, confortarla. “Anunciad la belleza de Dios y de su creación. A ejemplo de Cristo, sed obedientes por amor, hombres y mujeres de mansedumbre y misericordia, capaces de recorrer los caminos del mundo haciendo sólo el bien. En el centro de vuestra vida poned las Bienaventuranzas, contradiciendo la lógica humana, para manifestar una confianza incondicional en Dios, que quiere que el hombre sea feliz.
- La inserción en las vicisitudes humanas, como lugar teológico -misterio de Encarnación-: «Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único» (Jn 3, 16). Es ahí donde se lleva a cabo la historia de la salvación, es ahí donde se hace la voluntad de Dios, como la realizó el Hijo (Heb 10,8-9); la visisitudes humanas son gobernadas por la Providencia.
- La misión secular: a través del testimonio de las virtudes humanas, como “la justicia, la paz y el gozo” (Rm 14, 17), la “conducta ejemplar” (cf. 1 Ped 2, 12; Mt 5, 16); a través del esfuerzo por construir una sociedad que dignifique al ser humano en la política, la economía, la educación, el compromiso por la salud pública, la gestión de los servicios, la investigación científica, etc[20]. El lugar de vuestro apostolado es todo lo humano, no sólo dentro de la comunidad cristiana sino también dentro de la comunidad civil, donde la relación se realiza en la búsqueda del bien común, en diálogo con todos, llamados a testimoniar la antropología cristiana que constituye una propuesta de sentido en una sociedad desorientada y confundida por el clima multicultural y multirreligioso que la caracteriza.
- La conversión expresada en los consejos evangélicos: dejarlo todo, porque Dios es todo y será todo en vuestra vida. Porque habéis “sido elegidos”. Dejar que la vida se configura a través de la práctica de los consejos evangélicos.
El vuestro es “un camino largo, cuyo presente es inquieto, pero cuya meta es segura”.
El 18 de septiembre de 2012 el papa dirigió un mensaje al Congreso de Asís, organizado por la Conferencia Mundial de Institutos Seculares para tratar el tema: A la escucha de Dios ‘en los surcos de la historia’: la secularidad habla a la consagración.
- La perspectiva de la Alianza de amor: El misterio nupcial de Dios, el Verbo, que se ha hecho carne, celebra las nupcias de Dios con la humanidad de toda época. (cf. Ef 3,9)
- El discernimiento en el Espíritu Santo para descubrir los signos discretos y a veces escondidos que indican la presencia de Dios. Sólo en virtud de la gracia, que es don del Espíritu, podéis entrever en los senderos, con frecuencia tortuosos de las vicisitudes humanas, la orientación hacia la plenitud de la vida sobreabundante: con una visión humana que coincida cada vez más con la divina
- La misión de ayudar a la Iglesia a realizar su estar en el mundo, para continuar bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido” (Gaudium et Spes, 3)[21].
- La consagración secular y su espiritualidad: que los consejos evangélicos –rasgos característicos de Jesús- hablen a este mundo.
- Sed creativos, porque el Espíritu construye novedades: alimentad visiones capaces de futuro y raíces sólidas en Cristo Señor, para saber comunicar también a nuestro tiempo la experiencia de amor que es el fundamento de la vida de cada hombre. Abrazad con caridad las heridas del mundo y de la Iglesia. Vivid sobre todo una vida gozosa y plena, acogedora y capaz de perdonar, porque fundada en Jesucristo, Palabra definitiva de Amor de Dios para el hombre.
c) El Papa Francisco hablando a la Asamblea General de la Conferencia Italiana de Institutos Seculares
El tema de la Asmablea fue “En el corazón de las vicisitudes humanas: el reto de una sociedad compleja” y el Papa les dirigió estas palabras (10 de mayo de 2014):
- “Provida Mater Ecclesia fue “un gesto revolucionario en la Iglesia”.
- Vuestra vocación es fascinante, porque es una vocación justo ahí, donde se juega la salvación no sólo de las personas, sino también de las instituciones. Y de tantas instituciones laicas necesarias en el mundo. Vuestra vocación es atrayente: sois capaces de cercanía y ternura. Tan cercanos estáis que podréis tocar al próximo, sus heridas, sus expectativas, sus preguntas y sus necesidades, con aquella ternura que es expresión de una atención que borra toda distancia. Como el Samaritano: pasar junto a cada hombre y haceros prójimo de cada persona que encontráis; porque vuestro permanecer en el mundo no es simplemente una condición sociológica, sino una realidad teologal que os llama a un ser conscientes, atentos, que sabe avistar, ver y tocar la carne del hermano.
- Tened mucha esperanza: nunca defrauda. Leed muy a menudo el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos, ese capítulo sobre la esperanza. No lo olvidéis: ¡sed revolucionarios!
- Formáis parte de esa Iglesia pobre y en salida con la que yo sueño. Por vocación sois laicos y sacerdotes como los demás y en medio de los demás, lleváis una vida ordinaria, sin signos exteriores, sin el sustento de una vida comunitaria, sin la visibilidad de un apostolado organizado o de obras específicas. Pobres entre los pobres pero con el corazón ardiente. Nunca quietos, siempre en camino. Juntos y enviados, también cuando estáis solos, porque la consagración hace de vosotros un destello vivo de Iglesia. Siempre en camino con esa virtud que es una virtud peregrina: la alegría.
- Sois signo de aquella Iglesia dialogante de la cual habla Pablo VI en la Encíclica Ecclesiam suam:
- Conversión: Si esto no sucede, si os habéis vuelto distraídos o peor todavía, si no conocéis este mundo contemporáneo sino que conocéis y estáis habituados sólo al mundo que os resulta más cómodo o que más adormece, ¡entonces es urgente una conversión! La vuestra es una vocación en salida por naturaleza, no sólo porque os lleva hacia el otro, sino también y sobre todo porque os pide habitar donde habita cada hombre.
Conclusión
Quizá estemos en el momento adecuado para re-escribir una nueva “Provida Mater Ecclesia”. Han pasado 70 años. Y han sido años de mucho cambio en todos los sentidos. La Iglesia ha seguido un camino sinodal de enorme importancia, en diálogo con nuestra realidad mundial.
Los institutos seculares pueden re-encontrarse hoy con la nueva razón de ser que el Espíritu les inspira.
Concluyo con las palabras de Jesús en su llamada oración sacerdotal:
“Padre, no te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo como yo no soy del mundo. Conságralos en la verdad. Tu palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me consagrado a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la verdad” (Jn 17, 15-19).
NOTAS
[1] Mechtilde of Magdeburg, The flowing Light of the Godhead, book 7, chapter 55, en Classics of Western Spirituality 91, Paulist Press, New York 1998.
[2] Mons. José María Escrivá de Balaguer, La Constitución Apostólica «Provida mater Ecclesia» y el Opus Dei, Madrid 1949, p. 7.
[3] “Speciali Divinae Providentiae afflatu” (Provida Mater Ecclesia =PME, 9).
[4] “Fideliter consilia evangelica in saeculo sequerentur et caritatis officia maiore libertate obirent, a quibus per temporum nequitiam exercendis, religiosae familiae aut paene aut omnino prohibebantur” PME, 9.
[5] Fue el resultado de un estudio que duró desde el 1941-1946, en tres sucesivas Comisiones (1944-1945-1946). Tomaron parte en estas Comisiones Consultores competentes del Santo Oficio, de la Sagrada Congregación de Religiosos y del Concilio. Entre los consultores el P. Arcadio Larraona, cmf, tuvo un papel muy importante.
[6] El documento, de fecha 2 de febrero de 1947, se publicó en Acta Apostolicae Sedis de 29 de marzo de 1947 con el título de Constitución Apostólica “Provida Mater Ecclesia” sobre los Estados Canónicos e Institutos Seculares para adquirir la perfección cristiana). En el mismo número de Acta Apostolicae Sedis, se daba noticia de que, con fecha 25 de marzo, se había constituido, en el seno de la Sagrada Congregación de Religiosos, una Comisión especial para los Institutos Seculares.
[7] Mons. José María Escrivá de Balaguer, La Constitución Apostólica «Provida mater Ecclesia» y el Opus Dei, Madrid 1949, p. 8
[8] Mons. José María Escrivá de Balaguer, La Constitución Apostólica «Provida mater Ecclesia» y el Opus Dei, Madrid 1949, p. 17
[9] Servus Goyeneche, Annotationes ad Constitutionem Apostolicam “Provida Mater Ecclesia”, d. 2 febr. 1947, en “Apollinaris” 20 (1947), pp. 5-37.
[10] Jean Beyer, La consécration à Dieu dans les Instituts Séculiers, vol II, Presses de l’Université Grégorienne, Roma, 1964, p. III.
[11] Para Jean Beyer, los institutos seculares conservan el elemento esencial a la vida de perfección: “plena Deo deditio et consecratio”, lo que permite decir que la vida consagrada es “quoad substantiam vere religiosa”.
[12] Se ha elegido el término “professio”, no “virginitas”, pues virginidad expresa según los redactores el don total a Dios como en el martirio (card. Larraona): Jean Beyer, La consécration à Dieu dans les Instituts Séculiers, vol II, Presses de l’Université Grégorienne, Roma, 1964, p. 15.
[13] Cf. Lex Peculiaris Institutorum saecularium (=LP), art. 3 & 2, 1º: “Professione nempe coram Deo facta coelibatus et castitatis perfectae, quae voto, iuramento, consecration in conscientia obliganti, ad normam Constitutionum, firmetur.
[14] Se trataba de algunas aclaraciones que se volvieron necesarias. En el documento hay tres partes: 1) reconoce la existencia de tres estados de perfección. Propios de los institutos seculares es: vida en el mundo, en vista a una acción apostólica por los medios del mundo. Dependen de la Congregación de Religiosos; 2) La idea de consagración total a Dios está presente en el exordio del documento: los institutos seculares se distinguen por la consagración de toda la vida a Dios y por la profesión de los consejos; 3) se subraya el carácter apostólico de los institutos seculares, reafirmando, con todo, su valor primordial de consagración a Dios.
[15] Cf. Jean Beyer, o.c., p. 61.
[16] Tomado del motu proprio Primo Feliciter, II.
[17] Papa Pablo VI (Discurso a los participantes en el I Congreso internacional de Institutos seculares, 26 de septiembre de 1970: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de octubre de 1970, p. 11).
[18] Pablo VI, Discurso a los responsables generales de los institutos seculares, 25 de agosto de 1976: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de septiembre de 1976, p. 1
[19] S. S. Benedicto XVI, Discurso con motivo del 60º Aniversario de la Provida Mater Ecclesia. 3 de febrero de 2007.
[20] “Sentíos implicados en todo dolor, en toda injusticia, así como en toda búsqueda de la verdad, de la belleza y de la bondad, no porque tengáis la solución de todos los problemas, sino porque toda circunstancia en la que el hombre vive y muere constituye para vosotros una ocasión de testimoniar la obra salvífica de Dios. Esta es vuestra misión”.
[21] La relación entre la Iglesia y el mundo se ha de vivir en el signo de la reciprocidad, por lo que no sólo la Iglesia da al mundo, contribuyendo a hacer más humana la familia de los hombres y su historia, sino que se trata también del modo de dar a la Iglesia, de tal forma que pueda comprenderse mejor a sí misma y vivir mejor su misión (cfr. Gaudium ed Spes, 40-45).
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