La “Cátedra Claret” (Universidad Pontificia de Salamanca) ha organizado en el Instituto Superior de Pastoral de Madrid una Jornada sobre “religiosidad popular y nueva evangelización”. Apenas concluido el Sínodo sobre la Nueva Evangelización y la transmisión de la fe ha querido esta cátedra fijar la atención en ese gran proyecto que la Iglesia se propone llevar a cabo y focalizarlo en la “religiosidad popular”. La cuestión es ¿cómo integrar la piedad popular dentro de la Nueva Evangelización? En esta ponencia he intentado plantear el tema, ahondar el el sentido de la “piedad popular” y ofrecer algunas claves de comprensión y actuación.
La religiosidad popular es uno de los fenómenos humanos que interesan hoy de un modo particular a sociólogos y antropólogos. El fenómeno surge como una objeción permanente a quienes sólo descubren en el proceso de nuestro mundo globalizado una creciente “secularización”. La religiosidad popular pasa de generación y en generación con una admirable resistencia a desaparecer; cambia sus formas, pero no su contenido fundamental[1]. Lo mismo sucede dentro de la Iglesia. La liturgia que se presentaba como alternativa cristiana a la piedad popular, no ha sido capaz de desbancarla. Se ha tenido que –permítaseme la palabra- “negociar” y tratar de armonizarlas[2]. Ante tal resistencia el liderazgo eclesial se ha debatido entre dos extremos:: el de aquellos ministros ordenados que se han rendido totalmente a la religiosidad popular y a sus demandas, y el de aquellos que se han opuesto totalmente a negociar con la religiosidad popular y han querido implantar un cristianismo puro y coherente con el Evangelio.
En este momento en que la Iglesia se plantea de nuevo el gran proyecto de “una nueva Evangelización” surge la cuestión de ¿qué relaciones pueden mediar entre religiosidad popular y secularización ambiental? ¿entre nueva evangelización y religiosidad popular? ¿Se trata únicamente de evangelizar la religiosidad popular o tal vez de establecer un diálogo entre ambas de modo que también la evangelización sea popularmente religiosizada?
Un antropólogo Tito Paredes, escribía hace unos años lo siguiente:
“¿Podría ocurrir que en las expresiones religiosas de nuestros pueblos grandes multitudes no digan ¡Señor,Señor!, pero ¡cumplan la voluntad de Dios según sus propios caminos? ¿Podría ocurrir que las palabras de Jesús en Mateo 7,21 “No todo el que me dice señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino solo aquellos que cumplen la voluntad de mi Padre que está en los cielos” sean para todos los cristianos un gran desafío? [3]
Esta ponencia quiere contribuir a dar líneas de respuesta a tales cuestiones, que no son únicamente prácticas, sino también teológicas[4]. Para ello voy a dar los siguientes pasos:
- Primero: ¿Cómo aborda la Iglesia hasta hoy el tema de la relación entre religiosidad popular y nueva evangelización?
- Segundo: ¿Cómo plantear hoy esa relación?
- Tercero: Mis preguntas y perspectiva pneumatológica.
I. Relación entre Religiosidad Popular y Nueva Evangelización en la Iglesia
1. El Sínodo sobre la “Nueva Evangelización y la transmisión de la Fe”
En el Mensaje del Sínodo sobre la Nueva Evangelización” se hace referencia a la “piedad popular” cuando se habla de la Parroquia:
“Sentimos, ahora, el deber de exhortar a nuestras parroquias a unir a la tradicional cura pastoral del Pueblo de Dios las nuevas formas de misión que requiere la nueva evangelización. Éstas, deben alcanzar también a las variadas formas de piedad popular” (Mensaje, 8).
En relación con las Iglesias de América Latina y el Caribe se dice:
“Nos llama la atención en particular cómo se han desarrollado a través de los siglos en vuestro países formas de piedad popular fuertemente enraizadas en los corazones de tantos de vosotros… Ahora, frente a los desafíos del presente, sobre todo la pobreza y la violencia, la Iglesia en Latinoamérica y en el Caribe es exhortada a vivir en un estado permanente de misión, anunciando el Evangelio con esperanza y alegría, formando comunidades de verdaderos discípulos misioneros de Jesucristo, mostrando con vuestro testimonio como el Evangelio es fuente de una sociedad justa y fraterna” (Mensaje, 13).
En las 57 Propuestas que han sido presentadas al Papa, como síntesis del trabajo sinodal, también se habla de la “piedad popular”:
En la Propuesta n. 13 trata sobre “La proclamación en los diferentes contextos del mundo”, se hace referencia a la “religiosidad popular”, indicando su importancia, pero también su insuficiencia:
“La religiosidad popular es importante, pero no suficiente; se hace necesario algo más para ayudar a reconocer el deber de proclamar al mundo la razón de la esperanza cristiana a aquellos católicos no vinculados suficientemente a la Iglesia, a los que no siguen a Cristo, a las sectas y a aquellos que hacen experiencias con diferentes formas de espiritualidad”
La Propuesta n. 39 está dedicada expresamente a “la piedad popular” y la nueva evangelización, resaltando sus dimensiones más positivas:
“La piedad popular es un verdadero lugar para encontrar a Cristo y para expresar la fe del pueblo cristiano en la Bienaventurada Virgen María y los Santos. La nueva Evangelización reconoce el valor de estas experiencias de fe y las anima como caminos para crecer en la virtud cristiana. Las peregrinaciones a los santuarios son un importante aspecto de la nueva Evangelización. No solo porque millones de personas siguen haciéndolos, sino porque esta forma de piedad popular en este tiempo es especialmente una oportunidad prometedora para la conversión y el crecimiento de la fe. Es importante por tanto que el plan pastoral desarrolle adecuadamente la acogida de los peregrinos y en respuesta al profundo deseo del peregrino, le ofrezca oportunidades de modo que el tiempo de la peregrinación sea vivido como un auténtico momento de gracia”.
La piedad popular es definida como “lugar”, “experiencia” y “caminos” para encontrar a Cristo, para expresar la fe, para crecer en la virtud. Después se centra en las “peregrinaciones” a los Santuarios como “importante aspecto de la nueva Evangelización”. Y se afirma que “esta forma de piedad popular en este tiempo es especialmente una oportunidad prometedora para la conversión y el crecimiento de la fe”.
Como vemos ha prevalecido en el debate sinodal el lenguaje de la “piedad popular”, aunque también se ha hablado de la “religiosidad popular”. La valoración de esta “piedad popular” es positiva. Se reconoce, sin embargo, su insuficiencia y la necesidad de que ella sea incluida en serios programas de misión evangelizadora.
2. Los precedentes: el magisterio pos-conciliar
El descubrimiento del sentido y valor de la Liturgia en la Iglesia católica a partir del movimiento litúrgico y después del Concilio Vaticano II ofuscó y puso en crisis la religiosidad popular tan arraigada en el pueblo cristiano.
La oferta de la religiosidad popular en aquel momento –en tiempos denl Cocilio Vaticano II- era impresionante[5]: religiosidad popular en torno a:
- los tiempos litúrgicos: Adviento, Navidad, Pasión, Pascua…
- la devoción mariana: sábados, triduos, septenarios, novenas, Ángelus, Regina coeli, Rosario, letanías, consagración, escapularios, medallas, el himno Akathistos),
- diversas actos de veneración a los santos (procesiones, fiestas) y sufragios por los difuntos,
- los santuarios y las peregrinaciones a ellos.
El énfasis en la Liturgia fue tal que las nuevas generaciones fueron educadas en una nueva perspectiva, dejando en el olvido muchas de las prácticas religiosas populares.
Se alzaron voces pidiendo la reconciliación entre liturgia y religiosidad popular. Basta recordar la intervención del cardenal Eduardo Pironio en la III Asamblea del CELAM (1978), en la cual dijo que “la religiosidad popular es un punto de partida para una nueva evangelización; en ella están los elementos válidos de una fe auténtica que busca ser purificada, interiorizada”[6]. La Iglesia posconciliar ha intentado de diversos modos reconciliar las manifestaciones religioso-populares con la liturgia con la necesidad de la Evangelización, como se puede constatar en diversos documentos[7]. La Evangelii Nuntiandi de Pablo VI dedicó el n. 48 a “la piedad popular” como un aspecto de la evangelización. Allí se dice que es un fenómeno religioso extendido tanto en las iglesias antiguas como en las nuevamente implantadas. Lo define como “expresiones particulares de la búsqueda de Dios y de la fe”. El Papa pide un cambio de actitud en los pastores: les pide que muestren una sensibilidad positiva ante la piedad popular y que descubran y acojan sus “dimensiones interiores” y “sus valores innegables”, mostrándose “dispuestos a ayudarla a superar sus riesgos de desviación”. Pablo VI valora la “piedad popular” como “religión del pueblo”. Juan Pablo II la valoró[8] como “la piedad de los pobres y de los sencillos”, “la manera cómo estos predilectos del Señor viven y traducen en sus actitudes humanas en todas las dimensiones de la vida el misterio de la fe que han recibido”[9].
También aquí en España, la Comisión Episcopal de Liturgia de la CEE –con motivo de los 20 años del Concilio Vaticano II- publicó en 1 de noviembre de 1987 un documento titulado “Evangelización y renovación de la piedad popular”. Presentaba como dato muy positivo el redescubrimiento de la piedad popular, sus valores y limitaciones, los principios doctrinales y pastorales y las tareas concretas de actuación[10].
3. Un fruto maduro de esta reflexión posconciliar: el Directorio sobre la Piedad popular y la Liturgia (17.12.2001)
Fruto maduro de toda esta reflexión precedente es el “Directorio sobre la Piedad popular y la liturgia: principio y orientaciones” de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los Sacramentos, publicado el año 2002[11]. Objetivo del Directorio es “armonizar a nivel de Iglesia universal, la piedad popular con la Liturgia”, o asegurar el crecimiento y la promoción de la Liturgia[12] sin olvidar otras formas de piedad del pueblo cristiano. Y establece algunos principios básicos:
- La liturgia es fuente y cima de la vida cristiana, lugar privilegiado del encuentro vivo, real con Jesucristo, por eso “es muy superior a las formas de piedad personal y a los ejercicios colectivos de piedad o de devociones populares que de alguna forma provienen de ella o a ella conducen”[13].
- La piedad popular, sin embargo, no puede ser ni ignorada ni tratada con indiferencia o desprecio, porque es rica en valores y ya de por sí expresa la actitud religiosa ante Dios; pero tiene necesidad de ser continuamente evangelizada, para que la fe que expresa, llegue a ser un acto cada vez más maduro y auténtico.
- Una auténtica pastoral litúrgica habrá de apoyarse en la riqueza de la piedad popular, purificarla y orientarla hacia la liturgia, como una ofrenda de los pueblos.
El Directorio ofrece unas orientaciones respecto a la terminología que se emplea en este tema (Directorio, nn. 6-10): ejercicios de piedad[14], devociones[15], piedad popular[16], religiosidad popular[17].
II. ¿Cómo plantear hoy esa relación?
1. La “piedad popular”
En lugar de religión o religiosidad popular se prefiere hablar de “piedad popular”. Así ocurre en el “Directorio sobre piedad popular y liturgia” (2002); también Pablo VI prefería esta expresión[18]; así aparecía también en algunos textos del Concilio Vaticano II[19]. El término “religiosidad” es más sociológico; el término “piedad” es más teológico. No obstante, el Catecismo de la Iglesia católica habla de “religiosidad popular”[20] y el documento de Puebla habla en sus títulos como subtítulos tanto de “religión popular”[21] como de “piedad popular”[22].
La “pietas” latina era la actitud –auténtica virtud- que caracterizaba todos los comportamientos de un inferior hacia su superior, especialmente hacia la divinidad. Se amplió al mundo familiar: pater familias. Era una actitud unidireccional, siempre ascendente. Reflejaba la concepción de aquellas sociedades; era uno de los pilares de aquella civilización. La fe cristiana entendió la “pietas” en clave de alianza: el Dios piadoso hace piadoso al ser humano La piedad de la persona es imitación de la piedad de Dios, inserción en la piedad misma del Hijo: “Ejercítate en l piedad, pues el ejercicio corporal es de poca utilidad; pero la piedad es útil par todo” (1 Tim 4, 7-8). La piedad se expresa ante todo en la oración que brota del corazón. Por eso, la piedad puede ser leída como un don del Espíritu Santo que busca la glorificación de Dios desde las actitudes más nobles de la propia persona.
El adjetivo “popular” tiene tres referencias: a) todo el pueblo; b) los pobres; c) aquello que tiene carácter no-oficial.
La piedad popular es valorada por la Iglesia como lugar y camino de la experiencia de fe. Se le reconoce su verdad, aunque también sus deficiencias, sean como exageración o defecto. También es valorada como de inculturación del cristianismo[23], aunque en ese proceso pueda haber confusiones. Pero es inevitable. La liturgia no puede ser la única forma de vida religiosa del pueblo de Dios. Este necesita también formas populares de expresión.
Clodovis Boff en su obra “Marioogía social” habla con acierto de cinco elementos podemos destacar en la “piedad popular”: el sentimiento, la exuberancia, la expresividad, la sobrenaturalización y su carácter maravilloso.
- El sentimiento: la piedad popular camina por la via cordis, en lugar de la via mentis. Es, ante todo, de-votio interna, es decir, auto-donación, donación amorosa, abandono en las manos misericordiosas de Dios. Se expresa en “devociones, ejercicios de piedad. La devoción es “visceral”, “entrañable”.
- La exuberancia: en la expresión de la piedad todo parece poco: himnos, letanías, flores, fuegos y colores… hasta el exceso. Todo parece poco. La piedad popular se rige por las razones del corazón. Esa exuberancia puede llevar al descontrol, como advertía J.H. Newman, quien decía que “las expresiones exageradas del afecto religioso son ridículas únicamente para quien las ve desde afuera, pero no para quien las vive”[24].
- La expresividad: La religión popular asume expresiones culturales. La gente necesita “tocar”, “besar”, “ofrecer dones”, “encender”, “hacer procesiones, peregrinaciones”, ponerse vestidos, cintas, escapulario…. Es obvio que la religiosidad popular puede convertirse en superstición. Por eso, necesita ser educada y preservada en su carácter de “mediación”.
- La sobrenaturalización: me refiero con esta palabra a la necesidad que tiene el pueblo de sobrenaturalizar las cosas más normales de la vida, poniéndolas bajo la protección de los divino o lo santo frente las amenazas: ahí están los exvotos que los fieles ponen a María en relación con todos los problemas más domésticos y vitales; a ella se le presentan hasta las trofeos deportivos. Ahí aparece el pueblo como “religiosamente materialista”: no separa lo sagrado de lo profano. Pablo VI decía que la religión popular es expresión de la “sed de Dios” que los pobres llevan en el corazón[25].
- El carácter maravilloso: La religiosidad popular está entretejida de elementos maravillosos: gracias recibidas, milagros, apariciones; es una religiosidad que cree en el poder infinito de Dios y no se resigna ante el curso imperturbable de la naturaleza; se desvía de la pura racionalidad, de la ciencia y cree en los milagros, en la interacción maravillosa y benéfica entre lo divino y lo humano.
2. ¿Cómo y porqué ha surgido la piedad popular?
Todo esto ha surgido en tierra cristiana para imponer:
- emoción en la mera racionalidad,
- espontaneidad en el mero orden,
- apertura al Espíritu donde solo se mira hacia la memoria,
- nuevas formas de culto donde las tradicionales resultan cansinas y rutinarias.
Aunque los movimientos de religiosidad popular se presentan como una alternativa[26], en ellos falta la precisión y la estructura que caracteriza las acciones litúrgicas. Ellos pretender “contextualizar” la fe, pero no disponen de los medios adecuados para hacerlo.
Esos movimientos de religiosidad popular, a pesar de sus limitaciones, nos están diciendo que algo no funciona en nuestra liturgia, en nuestra forma de celebrar y avivar la fe; lo que ellos consiguen no lo consiguen una liturgia y sacramentalidad de ámbito universal, mundial. La apertura a estos movimientos populares nos invita a despojarnos de la arrogancia y el complejo de superioridad. Aquí también hay que establecer un diálogo, no ya inter-religioso, sino intra-religioso.
3. Las relaciones entre piedad popular y nueva evangelización
a) No evangelizar sino dejarnos todos evangelizar
Sería por lo tanto, inadecuado, plantearnos unidireccionalmente el tema de la “evangelización de la piedad popular”, sin tener también en cuenta que debe abrirse un diálogo en el cual la piedad popular pueda evangelizarnos. De aquí surgen unas cuantas ideas que pueden configurar nuestra actuación futura:
No deberíamos poner una línea divisoria muy estricta y rígida entre religiosidad popular y religión institucional. Porque la “missio Dei” puede asumir formas que nosotros no podemos anticipar o prever. Dios actúa también frecuentemente fuera de nuestras estructuras. La misión cristiana no se identifica sin más con la comunicación racional del Evangelio. Hay gente que abandona las iglesias institucionales no porque se opongan al evangelio sino porque buscan otra forma de experiencia espiritual.
La religiosidad popular nos enseña a interactuar seriamente con la cultura. El evangelio no puede ser transmitido adecuadamente sin una parte de religiosidad popular. Muchos de estos movimientos nos enseñan la importancia del arraigamiento cultural, la teología contextual, la teología holística. De ahí que debamos ser generosos en aplaudir aquellos movimientos religiosos populares que responden mejor que las religiones institucionales a las necesidades de la gente.
La nueva evangelización tiene que afrontar el tema del poder y la opresión, pues frecuentemente quienes están implicados en la piedad popular son personas pobres y oprimidas. Los líderes de los movimientos religiosos populares están frecuentemente muy cerca del pueblo, aunque no dispongan de una alta educación o preparación académica. Desde el punto de vista de la nueva evangelización es importante que la formación de los líderes no los aliene respecto a la cultura. Los pueblos que sufren configuran su religiosidad de una forma peculiar
b) Posibilidades
- Redescubrir la presencia del Espíritu en la piedad popular: probablemente bajo mil nombres. Y dejar que el Espíritu lleve la piedad popular hacia la verdad completa: es decir hacia la centralidad del misterio Pascual, hacia Jesús y su Comunidad. Nunca la piedad popular ha de ser “instrumentalizada” como objeto de estrategia pastoral, sino valorada en sí misma, como expresión de la presencia del Espíritu.
- Entender la piedad popular desde la Palabra de Dios, el gran relato del Espíritu a partir del cual los demás relatos “menores”, también del Espíritu, y purificados de los malos espíritus, pueden tener sentido: la vivificación de la piedad popular desde la Palabra de Dios
- Orientar la piedad popular hacia una experiencia de la Alianza con Dios en la cual todo es posible (“la fe como expresión de Alianza y no mero utilitarismo”). La piedad y la liturgia se encuentran en evidente relación: ambas nos habla de una historia de Alianza de Dios con su Pueblo, con la humanidad, con la Creación. Ambas lo contemplan desde perspectivas diversas: deben armonizarse.
- Transformar el movimiento popular en un gran movimiento comunitario: pasar de la índole individualista, de un cristianismo sin pertenencia, de un cristianismo socio-cultural, al cristianismo de la convocación, eclesial. Aquí se manifiesta la complejidad de la pertenencia a la Iglesia: desde la discontinuidad o intermitencia a la continuidad, desde la peregrinación hasta la conversión.
- Introducir en los signos y gestos el estilo humilde de Jesús: no al fetichismo, ni a la superstición, ni al fatalismo, ni a la magia.
La religiosidad popular se ha convertido en uno de los areópagos de la nueva Evangelización, en uno de los espacios más inmediatos del diálogo entre fe, razón y emoción, entre lo natural-pagano y la fe-revelación.
III. Mis preguntas – Perspectiva Pneumatológica
Debemos decir, ante todo, que la piedad popular – la religiosidad popular – no es una realidad estática, una especie de depósito tradicional que se transmite intacto de generación en generación, de forma tradicional y meramente repetitiva. La religiosidad popular –y no solo en el cristianismo, sino también en todas las religiones- está sometida a la evolución, a la creatividad cultural, a la adaptación a nuevos tiempos, culturas, espacios.
1. ¿Tiene futuro la religiosidad popular?
Por eso, no pocos se han cuestionado no solo el futuro de la religión, sino también obviamente el futuro de la religiosidad popular. ¿Engancharán las nuevas generaciones con la piedad popular de sus padres y abuelos? ¿o ésta irá diluyéndose poco en el contexto secularizado que caracteriza cada vez más a nuestras sociedades? Esto no solo acontece en el cristianismo; también en el Islam, en el Budismo, en el Hinduismo, en las religiones animistas, tribales. Una de las causas es la extensión de un ateísmo, no tan militante como los apasionados ateísmo del siglo XX, pero sí un nuevo ateísmo tomando pie de lo que se llama la “herencia violenta de la religión” propugna otra forma de entender la vida y su destino. Por eso, es inteligente preguntarse por el futuro de la religiosidad popular cuando ésta –al parecer- no dispone de un pensamiento teológico fuerte que la avale y es, por otra parte, considerada como una forma deficiente de fe.
Aunque parezca paradójico el futuro de la piedad popular está ligado al futuro de la religión y es en ella en donde hemos de poner el acento. En nuestro caso, el futuro de la piedad popular cristiana está ligado al futuro de la misma Iglesia en cuanto comunidad de fe Una Iglesia “insuficiente” para las exigencias del corazón humano o excesivamente exigente en el aspecto organizativo, institucional, doctrinal, hará surgir formas alternativas de fe, más acomodadas a la condición de los pobres, los sencillos.
2. La piedad popular y la pertenencia eclesial
La piedad popular acompaña a la vida y misión eclesial como una sombra imprescindible. ¡Esa es la piedad del pueblo de Dios, de los sencillos, de los anawim, de quienes no se complican demasiado la vida, porque la vida no les da para tanto, de quienes no se sienten del todo a gusto en la oficialidad!
Es loable y también acertado el proyecto de la Iglesia posconciliar por armonizar y reconciliar Liturgia y Piedad popular. Se ha de procurar establecer unas “mutuas relaciones” en las cuales se ponga de relieve que ambas son expresiones de la Presencia del Espíritu que actúa, que activa la vida y misión de la Iglesia.
La Liturgia debe dejarse afectar por la via cordis, via pulchritudinis, por la “pietas”, por la inculturación –cuidando siempre para que ésta no las desconfigure o deforme-. También la Iglesia, que es Pueblo de Dios, está llamada a ser cada vez más “popular”, más incluyente de todas las diversidades y de hacer realidad en ella las bienaventuranzas de Jesús hacia los pobres, los que lloran, los limpios de corazón, los perseguidos… El “pie Jesu” queda bellamente sacramentalizado en la piedad popular: en las oraciones, la intercesión ante los Cristos, los Sagrarios, las imágenes marianas o de los santos. La “piedad” es la forma de la religión cristiana, de la relación con Dios. La “piedad” configura la misión de la Iglesia.
La piedad popular es el aura de la religión, del cristianismo. En ella el Misterio se muestra intermitentemente, pero de forma poderosa. La piedad popular sitúa al ser humano en un estado que cautiva, pero al mismo tiempo, en el fondo, insatisfactorio, porque se trata de un estado de búsqueda. Es aquí donde se descubre la necesidad de “acompañantes”, de un nuevo liderazgo, capaz de llevar a las masas piadosas hacia lo íntimo del Misterio religioso, del Misterio manifestado en Jesús. La Evangelización no es algo que hay que añadir a la piedad popular, sino algo que hay que explicitar en la semilla de la piedad popular. El Magisterio posconciliar de la Iglesia, reflejo de una amplia reflexión eclesial, así lo afirma en diversas ocasiones, como hemos visto en la primera parte de esta Ponencia.
3. Perspectiva pneumatológica
El mensaje del Sínodo sobre la nueva Evangelización y la transmisión de la Fe afirma algo sumamente importante: que
“en la Iglesia la conversión y la evangelización no tienen como primeros actores a nosotros, pobres hombres, sino al mismo Espíritu del Señor” (M,6).
“No somos nosotros quiénes para conducir la obra de la evangelización, sino Dios: la actividad verdadera viene de Dios y solo introduciéndonos en esta iniciativa divina, solo implorando esta iniciativa divina, podemos nosotros también llegar a ser –con él y en él- evangelizadores” (M,6)
“Estamos convencidos, además, que la fuerza del Espíritu del Señor puede renovar su Iglesia y hacerla de nuevo esplendorosa” (M,6).
“Aquí está nuestra fuerza y nuestra certeza, que el mal no tendrá jamás la última palabra, ni en la Iglesia, ni en la historia… Nosotros confiamos en la inspiración y en la fuerza del Espíritu, que nos enseñará lo que debemos decir y lo que debemos hacer, aún en las circunstancias más difíciles” (M,6)
Desde esta convicción, del primado del Espíritu Santo en la nueva Evangelización, se deriva una nueva forma de parresía y audacia evangelizadora:
“No nos sentimos atemorizados por las condiciones del tiempo en que vivimos. Muestro mundo está lleno de contradicciones y de desafíos, pero sigue siendo creación de Dios y, aunque herido por el mal, siempre es objeto de su amor y terreno suyo, en el que puede ser resembrada la semilla de la Palabra para que vuelva a dar fruto” (M,6)
“No hay lugar para el pesimismo en las mentes y en los corazones de aquellos que saben que su Señor ha vencido a la muerte y que su Espíritu actúa con fuerza en la historia… ¡Nuestra Iglesia está viva” (M,6).
De todas formas, es muy necesario hoy el discernimiento de espíritus para no confundir el Espíritu Santo con otros malos espíritus que –sin percibirlo- se pueden apoderar de nosotros. El mensaje del Sínodo lo recuerda más tarde, pero es oportuno expresarlo aquí mismo:
“Sabemos que en el mundo debemos afrontar una dura lucha contra los principados y las potestades y los espíritus del mal (Ef 6,12)… (M, 10).
Por eso, el Espíritu Santo lleva adelante la misión en un contexto de auténtica lucha apocalíptica.
Desde este planteamiento se percibe cómo también la “piedad popular” debe ser acogida como manifestación y actuación del Espíritu Santo. A través de ella el Espíritu actúa y por lo tanto también ella es agente de la “nueva Evangelización”. Sí que debemos estar atentos para que la piedad popular no caiga bajo el poder y el liderazgo de malos espíritus. Esto es posible cuando en ella aparece la ambición de poder, de dinero, la hipocresía, la ceguera, la superstición. Cuando la piedad popular se ve liberada de los malos espíritus ella es dócil, abierta: desde el corazón se abre la mente, desde la belleza es más fácil entregarse a la verdad. Liberada de malos espíritus, la piedad popular es un excelente punto de partida para la Nueva Evangelización: “Bienaventurados los pobres porque Dios reina a favor vuestro”.
Tengo la convicción de que cuando la piedad popular es expresión de la presencia misteriosa del Espíritu en el corazón del pueblo, de los sencillos y no está manipulada por malos espíritus, está en las mejores condiciones para escuchar de nuevo el Evangelio y dejarse llevar por el mismo Espíritu de la Piedad hacia la Verdad completa, hacia la vivencia intensa y luminosa del Misterio y su Celebración.
[1] Demanda emergente de religiosidad: el nihilismo cohabita con una emergente y variada demanda espiritual, religiosa. Emerge una vaga religiosidad, un abstracto y ecléctico espiritualismo ecuménico, en el cual todas las ofertas se confunden en el supermercado religioso.
[2] Cf. Luis Maldonado, Para comprender el catolicismo popular, Verbo Divino, Estella 1990; Id., Religiosidad popular. Nostalgia de lo mágico, Cristiandad, Madrid 1975.
[3] Cf. Paredes, Tito, Popular Religiosity: a Protestant Perspective, en Missiology: An International Review, 20 (1992), pp. 206-219
[4] Quisiera poner de relieve algunas obras y escritos que me han servido de inspiración para elaborar esta ponencia: cf. Gonzalo Tejerina Arias (ed), Sacramentalidad de la fe y religiosidad popular. Estudios en torno al Directorio de piedad popular y liturgia (2002), UPSA, Salamanca 2012; James L. Empereur, Popular Religion and the Liturgy. The state of question, en “Liturgical Ministry” 7 (105-120); Duncan Wielzen, Popular Religiosity and Roman Liturgy: toward a contemporary Theology of liturgical inculturation in the Caribbean, Louvain 2009 (dissertation); Hosffman Ospino, Unveiling the human and the divine: the revelatory power of popular religiosity narratives in Christian education, en “Religious Eduction 102 (2007), pp. 328-339; Clodovis Boff, Mariologia social. O ignificado da Virgem para a Sociedade, Paulus, Sao Paolo 2006.
[5] De ello se hace cargo el Directorio sobre Piedad popular y Liturgia, del cual hablaremos seguidamente.
[6] También el cardenal Eduardo Martínez Somalo –en aquel tiempo, nuncio en Bogotá-, dijo en una homilía pronuncia en el Encuentro del CELAM de 1976 lo siguiente: “Solo si estudiamos su origen recóndito, su realidad como don del Espíritu, su dinamismo geocéntrico, entenderemos mejor la religiosidad, no estrictamente litúrgica, sus canales y su valor como acto religioso. A veces en estas formas de piedad hay un humanismo profundo y un cristianismo sólido que hace resonar incluso las más humildes fibras del ser humano… refleja una sed de Dios que sólo los pobres y los sencillos pueden conocer. Hace capaz de generosidad y de sacrificio hasta el heroísmo cuando se trata de manifestar la fe”.
[7] Piedad popular en relación con la liturgia: Eucharisticum mysterium (25.5.1987); Ritual de la Sagrada Comunión y del Culto a la Eucaristía fuera de la Misa (21.6.1973), Marialis Cultus (21.11.74).
[8] Cf. En la exhortación apostólica “Catechesi tradendae” de 16.9.1979 Juan Pablo II hablaba de los elementos válidos de la piedad popular: fervor y rectitud de intención conmovedores, aun cuando en muchos aspectos haya que purificar o incluso rectificar, la fe en que se apoyan, oraciones fáciles de entender y repetir, actos de piedad practicados con deseo sincero de hacer penitencia y de agradar al Señor” (CT, 54).
[9] Juan Pablo II, Discurso en Zapopán, México, 30-1.1979. “Las devociones que sostenían y daban ardor a la vida cristiana, con su ritmo cotidiano, semanal o estacional, no tuvieron una sucesión o una substitución en la vida litúrgica. Este fenómeno podía ser enmarcado en un riesgo más general en el que los barrios, los pueblecitos y los pueblos se vuelven desiertos, sin historia, sin cultural, sin religión, sin lenguaje y sin identidad, con consecuencias gravísimas” (Juan Pablo II, a los Obispos de Basilicata y de Puglia en 28.11.1981).
[10] Hace referencia a documentos del CELAM (Medellín (Reflexión en el CELAM, BAC, Madrid, 1977, pp. 91-100; Puebla: La evangelización en el presente y en el futuro de AL, BAC, Madrid 1985, pp. 187-104.
[11] Cf. http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccdds/documents/rc_con_ccdds_ doc_ 0020 513_ vers-direttorio_sp.html#CONCLUSI%C3%93N. Se trata de un extenso documento compuesto por 288 números; dividido en dos partes: Primera parte: Líneas emergentes de la historia, del magisterio y de la teología (Cap. 1: la experiencia madurada a lo largo de la historia y la determinación sistemática de la problemática de nuestro tiempo; Cap. 2: enseñanzas del magisterio; Cap. 3: principios teológicos). Segunda parte: Orientaciones para armonizar piedad popular y liturgia: (Cap. 5: celebraciones del año litúrgico; Cap. 5: veneración a la Madre del Señor; Cap. 6: devoción a los ángeles, santos y beatos; Cap. 7: los sufragios y hermanos difuntos; Cap. 8: peregrinaciones y manifestaciones de piedad en los santuarios).
[12] Que ponga de relieve su íntima naturaleza, que proponga y conduzca a toda la densidad, belleza y grandeza de su realidad, de su significación geocéntrica y trinitaria, sacramental y simbólica, comunional y escatológica, de su simbolismo cósmico y de su orientación histórica, arraigada y siempre enriquecida por la gran tradición de la Iglesia una, santa católica y apostólica” Ratzinger, Introducción al espíritu de la liturgia.
[13] La liturgia es “actio Christi in Ecclesia”. “La liturgia es el lugar privilegiado del encuentro de los cristianos con Dios y con Aquel que ha enviado, Jesucristo, por la gracia de su Espíritu” (Carta Apostólica Vicesimus Quintus Annus, 1988, n. 2).
[14] Aquellas expresiones públicas o privadas de la piedad cristiana que aun no formando parte de la Liturgia, están en armonía con ella, respetando su espíritu, las normas, los ritmos.
[15] Diversas prácticas exteriores que animados de una actitud interior de fe manifiestan un aspecto particular de la relación del fiel con las divinas Personas, la virgen en sus privilegios o con los santos…
[16] Las diversas manifestaciones culturales de carácter privado o comunitario que en el ámbito de la fe cristiana se expresan principalmente, no con los modos de la sagrada liturgia, sino con las formas peculiares derivadas del genio de un pueblo o de una étnica y de su cultural. Es un verdadeor tesoro del pueblo de Dios; manifiesta sed de Dios.
[17] Una experiencia universal en el corazón de toda persona, como en la cultura de todo pueblo y en sus manifestaciones colectivas, está siempre presente una dimensión religiosa. Todo pueblo, de hecho, tiende a expresar su visión total de la trascendencia y su concepción de la naturaleza, de la sociedad y de la historia a través de mediaciones culturales en una síntesis característica, de gran significado humano y espiritual, No tiene necesariamente relación con la revelación cristiana.
[18] Cf. Josip Simic, Paolo VI e la pietá popolare mariana. Studio storio e cclesiologico, Antonianum, Roma, 1991.
[19] Cf. SC 9,11 y 13; LG 66 y 67
[20] Cf. CICat, nn.1674-1676 y 1679.
[21] Puebla, 444 y siguientes.
[22] Puebla, 895 y siguientes.
[23] Directorio sobre piedad popular y liturgia, n. 91.
[24] Cf. John Henry Newman, Lettera al rev. Pusey su Maria e la vita cristiana (1865), Città Nuova, Roma, 1975, pp. 155-156.
[25] Evangelii Nuntiandi, 48.
[26] “Por religiosidad popular entendemos actividades religiosas o rituales conscientemente practicadas fuera o en oposición a la religión dominante institucionalizado o aquellas actividades religiosas que, aunque llevadas a cabo en la estructura de la religión institucionalizada, ofrecen una crítica a tal estructura y a las más amplias desigualdades políticas y económicas”: Stephen y Dow, 1990, 8-9; Duncan Wielzen, Popular Religiosity and Roman Liturgy: toward a contemporary Theology of Liturgical Inculturation in the Caribbean, Louvain 2009 (dissertation), xliv + 345 p.
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Cristo Rey, gracias por compartir esta reflexión. La aprecio por su precisión de planteamientos aporta una buena base para varias proyecciones pastorales. Entre ellas, proponer una actualización pastoral para los pastores al respecto, pues percibo que el potencial de la RP para la evangelización es una vertiente que necesita ser trabajada sistemáticamente y no sólo con experiencias aisladas, como hasta ahora nos ha pasado.
En concreto, en la Arquidiócesis de México nos estamos poniendo en el camino de aprovechar mejor la “pedagogía guadalupana”, integrándola a la formación básica de los evangelizadores. Este mes se imprime el manual básico. Espero compartírtelo.
Saludos. Juan Carlos Guerrero.
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